La tesitura del invitado.

Para el debate en torno a la higiene ética en el comportamiento anarquista, y la ética y moral del Anarquismo. Filosofías de vida, cuestiones morales, vida sana, etc.
JeRiMo
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La tesitura del invitado.

Mensaje por JeRiMo » 08 Jul 2010, 11:02

Vivir en casa ajena. La tesitura del invitado.JeRiMo
Solicitante o solicitado el invitado se debe a un protocolo no escrito. Su libertad de acción está prescrita desde el primer momento aunque no haya instrucciones dadas al respecto. A diferencia de la habitación de hotel o el alojamiento regulado en el que las normas suelen estar escritas el uso de una casa ajena, la de un amigo, la de un anfitrión ocasional, la de un conocido cuenta por el lado de su dueño con la corrección de quien la usa y por el lado del usuario con que su dueño sabrá estar en su sitio. Como recomendaciones generales de la casa del otro se puede decir que no hay un solo detalle que no cuente. Todo tiene un valor de interpretación: desde los papeles amontonados en un rincón a la espera sine die a ser revisados, a la colocación de los platos o las cosas de comida en la alacena y el frigorífico. La casa es uno de los objetos teóricos y prácticos (bueno, exactamente es un conglomerado de objetos) de mas alta significación. La casa resume el universo privado de cada cual. Es el lugar de refugio y de separación del mundo, este mundo queda a partir de las vistas de distintos tipos de ventanas: las físicas que dan a la calle, si se tiene suerte de que den a una, y las del televisor o del ordenador. Con la vulgarización del feng shui y antes con las ideas de la simplificacionismo de Thoureau ya todo el mundo sabe que la hipersignificación de casa (mi casa) está demodé, a pesar de eso se insiste en tener una. De todos los objetos de compra del mercado la casa es la que vincula por mas años a la responsabilidad de comprarla. La gente dice por el mismo precio compro una casa en lugar de alquilar otra olvidando que el alquiler es una categoría que recuerda la transitoriedad por un espacio mientras que la propiedad consolida un vinculo más importante y un débito a largo plazo. Sí, es verdad que de todo se puede prescindir, basta hacer donaciones de lo propio por caro y costoso que haya resultado obtener, pero se convendrá que una relación provisional con un lugar con el mobiliario puesto y la pintura de la pared elegida genera menos vinculo posesivo que el de otro lugar que se ha mimado hasta el ultimo detalle y se ha pagado hasta el ultimo céntimo para tenme el titulo de propiedad libre de toda deuda. Se ha dicho que los matrimonios son parejas asociadas para enfrentar el pago de una hipoteca. Lo cierto es que la mayoría de hipotecas tienen una longevidad superior al término medio de resistencia de las convivencialidades de pareja. El invitado, por definición, va de paso. De todos los problemas de la propiedad de su anfitrión no está ni tiene porque estar al tanto. Lo ordinario será hablar de ellas ya que este lo sacará en un momento u otro no para hacerle sentir incomodo por estar alojado gratis sino por describirle el contexto. Vivir en casa ajena pasa por el requisito innegociable del respeto a lo que el otro tiene y a sus costumbres. Al huésped se la trae floja tal como tiene organizado el espacio el otro. Es su espacio en el que ha vivido y en el que va a continuar viviendo o usando después de esta visita. Tiene tanto valor las cosas perfectamente arregladas como las desarregladas. El visitante sabe lo mismo que el anfitrión que una buena parte de las cosas que tiene acumuladas no usa ni le sirven para nada y que hasta probablemente terminará por tirar pero es potestad suya hacerlo y eso estará en función en el momento en que lo entienda y lo decida. El valor de significación de cada, de cada colocación, de cada detalle es distinto para cada caso y el visitante es el menos indicado para valorar desde un inmediatismo mas que criticable lo que le conviene o no. Externamente se trata de dos personas compartiendo un mismo espacio con una diferencia fundamental: la una lleva un tiempo de anticipación y conoce las circunstancias mejor que el recién llegado. Esto basta para que este se ajuste y adapte a lo que hay. No tiene ni siquiera sentido considerar si le gusta o no. Desde el momento en que esta se adapta y punto. Solo el tiempo de permanencia y el acurdo concreto puede autorizar protagonizar algunas modificaciones. Una vez estuve por algo mas de un mes en un espacio reducidísimo de una amiga donde necesite como única emergencia preparar una mesa para poder trabajar con mi ordenador. Lo organizamos en pocos minutos. Pero este detalle me seria objetado posteriormente. Parece que instintivamente el anfitrión por abierto que sea proyecta en cada milímetro de su organización doméstico los grandes trazos de su personalidad. Como que las relaciones humanas se cargan de tensión es preferible seguir el criterio de sumo cuidado con cada cosa que se toca devolviéndolo a su lugar exacto con un margen de equivocación de un par de centímetros o menos, no sea que eso pueda alterar los referentes de seguridad con el lugar del lugareño habitual. El mejor anfitrión es el que no se anda con remilgos y hace sentir como si estuviera en su propia casa al invitado. “Siéntete como en tu casa” algunos dicen, eso suele ser una frase hecha. Algunos cuentan los detalles para usar el frigorífico o disponer de la comida, otros lo dejan todo para la inferencia del que se acaba de instalar. Como que la mayoría de cosas de esta vida no se dicen expresamente sino que toca deducirlas o inferirlas lo mejor es no pasarse con abusos ni formando parte de desorganizaciones negligentes. Hay que suponer que el visitante no tiene porque estar de acuerdo con el estilo de vida de su anfitrión ni al revés, solo que el uno llega y se acomoda a lo que hay y lo otro ya lleva tiempo acomodado, el uno está de paso el otro se queda, el uno se adapta al estilo del otro mientras que este sigue con su plan de vida. Sea lo que sea en lo que se hable en como va a ser esta relación de anfitrión-huésped se tratará siempre de dos figuras personales diferentes y de dos roles muy distintos. El visitante trae la frescura de su viaje, las noticias de otras partes, su interés en querer conocer cosas de esa nueva localidad que al anfitrión ya no le entusiasman. Por su parte el anfitrión pone el sosiego, la comunicación tranquila, el confort del lugar que ofrece.
Hay relaciones de amistad que se iniciaron a partir de una visita para un día o un week end y se prolongaron por tiempo, otras que dieron lugar a una relación de pareja que se prolongó por años. En determinadas circunstancias la visita para unos días se puede convertir en una estancia de años pero es la excepción. La mayoría de visitantes vienen una vez y raramente repiten. Una parte se le pierde de vista, otras veces hay encuentros de devolución haciendo ellos de anfitriones. En una época en que la aristocracia europea disponía de grandes y reputadas mansiones se debían protocolariamente los unos a los otros el alojamiento fueran cuales fueran sus simpatías. Compartir una casa tampoco significaba la invasión en las estancias intimas de cada cual. Es completamente distinto cuando el espacio se comparte es el de un apartamento con un solo baño, una sola cocina y un par o tres de habitaciones, mucho mas cuando el espacio donde dormir es el del salón.
La gente no está tan dispuesta a ofrecer sus espacios a los demás. Se es mas capaz de hacer donaciones fijas y apadrinamientos y participar regularmente con cuotas de solidaridad que traer gente a casa. Conmocia alguien, un enamorado del pueblo uareg que organizó un recital en su localidad catalana y que trajo a unos cuantos alojándolos en casa donde sus hábitos y los de la casa eran aantagónicos.Para un tuareg poner el infiernillo en el suelo con el que preparar el té es lo mas cotidiana y ritualistico, la imagen de esto fuera de contexto puede sorprender. Hay visitantes que vienen sus mascotas lo cual les da una patina de curiosidad extra. La verdad es que el visitante para que se sienta cómodo se le tienen que dar una serie de concesiones y no tenerlo en ascuas preguntando por cada detalle. Inevitablemente un visitante cometerá errores, mientras preserve el espacio y no tire cosas ni se las lleve la cosa no es tan grave. Y por su parte el anfitrión puede olvidarse de él, dejandole aparcado o ubicado, dejándole un lugar pero no atendiéndolo. Se supone que los adultos establecer interacciones adultas. Es una suposición exagerada pero lo habitual es apelar a ella como marco espacial de comportamientos coincidentes. No siempre hay que suponer de nadie (sea visitante o sea anfitrión) que seva a comportar con arreglo a los cánones genéricos más básicos. Uno no deja su casa para que le hurguen en los cajones o para que se la encuentre robada a la vuelta y un visitante que se limita a la condición de tal no tiene porque tener inquietud por la privacidad del otro husmeándole sus cosas. La relación de confidencialidad con su ritmo particular es la que irá proporcionando la información reciproca. Lo mismo se puede decir del anfitrión, no necesita hurgarle en el equipaje de su huésped para verificar sus verdades. Basta que ambos se respeten los ritmos de comunicación para la cual no hay garantía absoluta de que se de hasta el final. La tesitura del invitado es la de adaptarse a lo que hay sin manipular la materialidad del espacio que lo acoge, la del anfitrión es la de complacer a su invitado para que se lleve un buen recuerdo de la experiencia compartida a su regreso o a su traslado a otra parte. Se dice que anfitriones y huéspedes terminan por enfadarse con respecto a las formas de uso del mismo lugar de coincidencia. No se acaba de entender que la gente se complique tanto la vida por la cuestión de los platos de la cocina pero habrá que admitir que este es un tema recurrente a lo largo de la historia. Las diferencias por otras cuestiones de mayor peso se manifiestan en el trato con las minucias. Una persona con la que coincido en una barraca de bosque con el máximo de precariedad trata de tener el suelo de la cocina regado con agua siempre para que no levante tanto polvo. De cada anfitrión lo que hay que decir es que es el anfitrión, este es un rol de poder. Lo de menos es discutir sus inclinaciones, hábitos o manías, lo de mas es tener el arte de aprender a convivir con ellos. Por supuesto no siempre es posible hay personajes intratables desde el primer momento en los que se les ve y aunque sus prontos de hospitalidad sean abiertos y hasta francos no se les puede aceptar la invitación porque la hacen pagar, psicológicamente, con creces. Toca contar siempre con la probabilidad del otro con sus desquicios. Nadie llega solo con su equipaje viene con sus cargas mentales. No hay nadie exento de psicodiagnóstico lo mismo que tampoco lo está de evaluaciones de su estado físico. En el tratamiento con las cosas concretas y en el día a día de la convivencialidad se sabe lo que da de si el trato con el otro. Por otra parte el ritmo e intensidad comunicativa y el deseo de compañía no es estático varia según los momentos del día y los temas o planes a hacer. La deseabilidad es ciclotímica y en todo caso variable según la energía corporal y mental. El saber estar en cada lugar es una de las más grandes virtudes. No pasarse del rol que toca ni dejar de alcanzar es la doble medida a tomar. En caso de desavenencias o bloqueo comunicativo con tal de no permitir que el disenso se conviertan en broncas y estas en enemistad es suficiente. La necesidad explicativa sin embargo suele generar enemigos. De hecho un enemigo es un compuesto de energía que puede organizarse como tal desde antes de expresar su posicionamiento de forma verbal. Llegado este momento Oscar Wilde hizo una recreación del consejo cristiano:el de perdonar a tus enemigos, añadiendo que nada como ésto les enfuerecerá mas.
Para el viajero visitante vivir en casa ajena es tanto como cambiar de contorno para trasladar sus inclinaciones. De un día para otro puede estar haciendo lo mismo solo que teniendo distintos compañeros de salón y de habitación, usando una mesa y un sofá diferentes, utilizando baños o duchas distintas, teniendo panoramas o fragmentos de panoramas variados de las calles cercanas o paisajes. Las diferencias acaban en esto. Si tiene su propio plan de vida seguirá con él, con sus paseos y sus visitas, con sus lecturas y escritos. En cuanto a las conversaciones lo mas probable es que vuelvan a unos temas parecidos. Los escenarios cambian mientras que las escenas se mantienen. Desde la posición visitante al poco de llegar a un sitio la sensación de ubicabilidad y reconstitución de las constantes se recupera. Como viajero puedo asegurar que a la segunda vez de estar en un espacio se tienen los referentes mas urgentes establecidos, lo otro, una nueva situación relacional se va añadiendo sin apenas planificarla ni hacer esfuerzo. Seria altamente educativo que las personas visitaran mas a las personas que compartieran y convivieran por semanas en sus espacios respectivos. La filosofía del compartir evolucionaría considerablemente con esta praxis. <es inaudito que haya criaturas que hayan pasado toda su infancia sin apenas tener niños visitantes en sus casas o que no hayan ido a las de otros. También lo es que la industria hotelera haya progresado tanto con precios tan descomunales como consecuencia indirecta de la falta de hospitalidad reinante y su contrapartida el exceso de abusos de los huéspedes con sus anfitriones. Si uno vive y eta abierto lo suficiente termina por ejercer en varias ocasiones de su vida los dos tipos de roles. Ni el uno tiene porque envidiar el del otro ni al revés. Me ha gustado que mis invitados se hayan encontrado bien en el espacio que les he ofrecido por una velada o por varios días sin esperar la devolución del gesto y comunico que no hay nada mas equilibrador que sentirse seguro y confiado con las cosas que se prestan. Seria recomendable que en la etapa de formación vital todos pasaran un periodo de su vida de viajeros y por consiguiente de visitantes en espacios ajenos para experimentar con la confiabilidad y privacidad humanas. (lo del Interrail queda en un mohíno de esto. Este periodo debería ser preferiblemente de varios años recorriendo el mundo y no inferior al período de uno). Cuantos mas espacios se conozcan y mas visitas se hagan a las idiosincrasias ajenas una mayor visión panorámica se tiene del mundo y de sus gentes y también mas propulsa las virtudes para saber compartir y comprender.
Lo que define al visitante no es su capacidad de recorrer miles de kms para participar de la cotidianidad en lugares de exploración y casas ajenas sino el que es capaz de dejar su casa, su terruño y su infraestructura y con lo puesto o lo mínimo es capaz de visitar espacios ajenos con la sensibilidad y educación suficientes pano irrumpir ni molestar y con la suficiente autosuficiencia para no sentirse abandonado si en aquel lugar de visita le toca pasarse muchos ratos en soledad. El equilibro debe andar por ser visitante y aceptar ser visitado, es decir por aprender a compartir los recursos ajenos ofrecidos (y/o pedidos) y aprender a compartir los propios ofertados (o que hayas sido solicitados). En la tesitura de visitante no hay que hacer especialmente nada malo para que el anfitrion se harte y se invente una excusa para deshacerse de uno. Hay que estar atento a todas las señales para cuando eso ocurra. No hace falta discutirle ni siquiera que adopta gestos injustos o despreciativos o hace interpretaciones aceleradas equivocadas. La actitud elegante es la que sabiendo lo que sucede se hace cargo de la situación sin necesidad de poner en evidencia al que no desea que sigas en su espacio por temores o porque no se atreve a transparentar su vida. He conocido demasiadas mujeres adultas, casi ancianas y abuelas desde hace tiempo que se esconden de sus madres y de sus hijos, de sus vecinos y de sus amigos. ¿qué necesidad hay de explicarle a alguien que ya lo sabe que tiene miedo a la libertad, a la suya, y que jugar al escondite más a su edad demuestra toda una vida fracasada? El tema es aburrido. Con ubicarlo al lugar donde corresponde es suficiente. En el mundo de las transacciones los gestos y las actitudes pasan por el no decir por eso de los humanos queda en entredicho su sensibilidad resultando elocuente su materialismo.
El visitante por su condición de recién llegado o incorporado no tiene porque hacer todo lo que viere o se hiciera al lugar de llegada pero sí no debe perderse ningún detalle. Aunque sea el ser mas impoluto de la capa de la tierra no está a salvo de ser excluido tan pronto el otro vea amenazado su territorio. Todo circula en la máxima sutilidad pero lo mas minio tiene una función interpretativa muy importante.
En términos globales resulta que cuanto menos capacidad anfitriona hay para tener visitantes menos praxis de apertura se potencia. Los hoteleros están de suerte, nunca les faltaran clientes ya que en definitiva un visitante prefiere estar en una habitación de pago por impersonal que sea con el acuerdo de uso pagado y claro que en caso de un amigo que en realidad no actúa como tal, claro, claro, porque no puede.

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