La libertad existe?

Para el debate en torno a la higiene ética en el comportamiento anarquista, y la ética y moral del Anarquismo. Filosofías de vida, cuestiones morales, vida sana, etc.
Carlos
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La libertad existe?

Mensaje por Carlos » 04 Ene 2008, 05:18

Bueno, es una duda que tengo al respecto.
convensanme :P

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Jorge.
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Mensaje por Jorge. » 04 Ene 2008, 10:39

En primer lugar te comento que yo no te voy a convencer de nada, ya que yo lo que tengo son dudas y no convencimiento. La Libertad no existe, lo mismo que no existe Dios. No hay un ente llamado Libertad que camine por el mundo. Si lo que preguntas y si eres Libre, te respondo que tampoco, ya que no puedes optar por determinadas opciones: te limita la biología, te limita la cultura, las circunstancias... Si te preguntas si eres libre, te respondo que desde el momento en que tienes la sensación de poder optar entre dos alternativas, es posible que seas libre.

Abantes
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Mensaje por Abantes » 04 Ene 2008, 11:06

Siempre que tomes una decisión o eligas entre las opciones que se te presentes estarás ejerciendo tu libertad. Como dijo Sartre, estamos condenados a la libertad, somos esclavos de ella; aunque decidas ser un completo sumiso estarás decidiendo como emplearla, luego la estarás utilizando.
Y es que no se enteran,
que aquí vivimos de ausencia,
que lo que falta se inventa
y en el barrio sobra ciencia.

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kaste
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Mensaje por kaste » 04 Ene 2008, 12:04

Yo soy más determinista que el compañero Abantes y sostengo que no existe la libertad, sino un proceso de liberación mediante el cual te vas deshaciendo de todos aquellos factores externos que hacen que tu voluntad se incline hacia una u otra dirección (lo que en filosofía se conoce como "necesidad"). Un hermoso fragmento de El Capital dice así: "El reino de la libertad comienza, en realidad, solamente donde el trabajo impuesto por la necesidad acaba y termina la obligación externa".

Los presupuestos sartrianos sobre la libertad sólo se comprobarían si nuestra voluntad no respondiese a factores externos, tales como el interés de clase, los patrones de conducta socialmente interiorizados ("habitus")...
"Todos los esfuerzos de las personas que desean vivir bien deberían tender a la destrucción del arte, pues es uno de los males más atroces que oprimen nuestra humanidad."

León Tolstoi

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Telmo
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Mensaje por Telmo » 04 Ene 2008, 12:38

Yo siempre me he imaginado a un hombre lleno de cadenas, que aunque no se puede quitar todas, lucha por quitarse las que puede. No creo que el hombre pueda ser libre hasta su muerte, pero que debe luchar por ser capaz de moverse lo máximo posible.
A los osados pertenece el futuro

LeBron_Kutztu
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Mensaje por LeBron_Kutztu » 04 Ene 2008, 13:31

De acuerdo con Jorge,

el ser humano no será libre nunca, en un grado de libertad completo; no obstante, las fuerzas politícas preteden llevar al hombre a una libertad parcial, como la libertad de expresion

la libertad no existe

Esto es un tema de filosofia, si conoces a alguien que tenga la carrera preguntale y te responderá mejor que yo xD

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koliko77
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Mensaje por koliko77 » 04 Ene 2008, 14:04

Pretenderán que creas que tienes total libertad pero cada persona nace en unas circunstancias que le limitan su acción. Simplemente puedes luchar por quitarte esas cadenas en la medida de lo posible.
Ahora bien, a saber qué quieras decir con "hay libertad"...libertad para qué? Para hacer un viaje a Paris? Estás condicionado por tu capital. Para hacerte una casa en el campo? El Estado estará para decirte que ahí no se puede edificar...nosé, mil cosas.

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protorm
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Mensaje por protorm » 04 Ene 2008, 16:14

LeBron_Kutztu escribió:Esto es un tema de filosofia, si conoces a alguien que tenga la carrera preguntale
Haber aprobado una carrera no significa estar más capacitado para responder. Mucho menos en cuestiones filosóficas.

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Mensaje por anarkoanthony » 04 Ene 2008, 16:23

protorm escribió:
LeBron_Kutztu escribió:Esto es un tema de filosofia, si conoces a alguien que tenga la carrera preguntale
Haber aprobado una carrera no significa estar más capacitado para responder. Mucho menos en cuestiones filosóficas.
Totalmente de acuerdo.
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LeBron_Kutztu
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Mensaje por LeBron_Kutztu » 04 Ene 2008, 17:38

Haber, es lógico que el que tenga la carrera de filosofia no debe ser el más capacitado

Sin embargo habrá leido más libros filosoficos que muchos que no la hayan hecho, es como una cuestion historica, quien tenga la carrera, habrá mas posibilidades que lo sepa a otro que no

razon la llevas, es que no me explico bien normalmente xD

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Carlos
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contra-ans

Mensaje por Carlos » 04 Ene 2008, 17:49

entonces, si se asume q no hay libertad total, y q termina siendo otra utopia, la anarquia desde sus facultades totales tampoco existe?

Golos Truda
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Mensaje por Golos Truda » 04 Ene 2008, 21:13

Salud, entramos en un espinoso asunto. Permitidme hacer una introducción para que podamos iniciar un debate interesante sobre esto. Porque, aunque libertario, soy profundamente determinista. Y lo soy, justamente porque soy determinista.


Primeros conceptos

Obviamente, antes que nada, convendría que explicásemos para los neófitos en la cuestión, el significado de Determinismo y Voluntarismo. Para ello, podríamos utilizar los cientos de definiciones que diversos autores nos han legado para el devenir de los tiempos. Pero si lo que se desea es conocer la evolución histórica de ambos conceptos y las definiciones e implicaciones que de ellos han extraído estos diversos autores y las diversas corrientes que han tratado el tema, no tendríamos que irnos sino a uno de los libros ya publicados y que magníficamente recogen esta oposición. La bibliografía es extensa y me permito recomendar algunos títulos. No está en el universo del presente trabajo el caminar por esos derroteros.

Determinismo y Voluntarismo son dos formas de entender el origen del comportamiento humano. En función de este, se establece un sentido de la justicia.

Los deterministas hablan de que toda acción implica una reacción. Así, si se tira una manzana al aire esta caerá siempre al suelo. No importa cuantas manzanas se tiren, la causa: la gravedad, producirá siempre el mismo efecto: un empuje vertical y hacia abajo en relación con peso del objeto lanzado. Todo se ve afectado por esta relación de causalidad. Este es el principio que rige la ciencia, por ejemplo . Estudiando el comportamiento repetido de una relación causa-efecto es como se extraen las fórmulas y las leyes que rigen el cosmos.

Del mismo modo, nos dicen, el comportamiento de una persona viene determinado por una serie de causas. Cualquier individuo, ante las mismas causas, actuaría de la misma forma (es decir, produciría el mismo efecto). Si pensamos de esta forma, negamos cualquier idea de responsabilidad. No es nuestra culpa el actuar así, sino que son múltiples factores los que nos han llevado a esta actuación. No podíamos realizar otra. Estábamos determinados. Era necesario que lo hiciésemos.

Los voluntaristas, por su parte, argumentan que hay algo en los hombres que les permiten escapar de esas leyes. Que somos capaces de modificar nuestro entorno independientemente de cómo sea este. Hablan de libre albedrío. Dicen que una persona tiene siempre una capacidad de elección que le es propia. Dos individuos que deben hacer la misma elección, consultan con su voluntad libérrima y pueden escoger caminos diferentes. Por lo tanto, los individuos que actúen de una forma pueden merecer ser premiados mientras que los que actúen de otra pueden merecer ser castigados.

Esta concepción de la justicia es la que domina desde tiempos lejanos (habría que preguntarse si no es que siempre ha sido así. Sólo hay que recordar la ley del Talión: el diente por diente y el ojo por ojo) a las sociedades humanas. El que habiendo podido escoger libremente, escogió el mal (asesinó a alguien), merece un castigo (ir a la cárcel, ser asesinado, ir a galeras, etc.). El que escogió el bien (salvó la vida a alguien), merece un premio (reconocimiento personal, una medalla, un premio económico, etc.). Es algo implícito en la sociedad de la competición en la que vivimos. El liberalismo se apoya en la idea de que los que trabajan más merecen más rentas y menos los que trabajan menos, entendiendo que ambos han podido elegir cuánto querían trabajar.

O al menos teóricamente es así. Y es que el concepto de voluntad lleva implícitas otras dos ideas; como son el bien y el mal. Si se puede obrar a voluntad, entonces hay categorías de obras. Hay obras mejores y peores. Así, cambiando estos dos conceptos, podemos acabar premiando las que antes eran malas acciones o castigando las antiguas buenas acciones. En efecto, durante una guerra se premia a los militares que tienen en su haber muchas muertes y se castiga por complicidad a quien, habiendo escondido a un enemigo para que no lo mataran, le pretendía salvar la vida. Los casos se pueden contar por millares. La hipocresía en este campo abunda y hay quien aparentemente todo lo que hace es bueno, aunque haga lo mismo que otro al que se le castiga por su maldad .

El que controle la definición de bien y mal, controlará una sociedad basada en estos valores. De ahí proviene la necesidad que tienen las sociedades voluntaristas de crear unas leyes inalterables que rijan ambos conceptos. Los religiosos hablan de una ley divina, supuestamente producto de las deidades que adoran (los Diez Mandamientos serían un buen ejemplo), mientras que una sociedad más alejada de las ideas teístas como la nuestra, forma una serie de leyes naturales (como los Derechos del Hombre o del Niño). Principios básicos y que nadie puede modificar a su antojo. Una vez más, habría que recordar que esto sólo sería así teóricamente.

Debemos profundizar más en el análisis de esta libre o determinada voluntad. No sólo se han representado como nociones distintas entre ellas (diferencias interconceptuales); sino que a menudo han aparecido en el seno intraconceptual de las mismas, distintas corrientes cuya implicación varía la forma de aproximarse a ellas aunque las implicaciones finales sean parecidas.

Dentro del determinismo podemos distinguir el determinismo divino o metafísico, el determinismo social, el determinismo del entorno, y el determinismo biológico . Pasemos a explicar las diferencias:

El determinismo divino está obviamente ligado a la existencia de una o varias divinidades. Es un determinismo de origen metafísico. Los que mantienen esta posición dicen que nuestra capacidad de elección se ve limitada (o incluso totalmente negada) por algo metafísico. Por ejemplo, un Dios que “juega” con nosotros cual marionetas y nos hace comportarnos de una forma u otra. Es él que nos pone los obstáculos en la vida. Es el creador de nuestro entorno y de nosotros mismos. Ha determinado pues, tanto lo interno como lo externo a nosotros.

Incluso las religiones que tratan de negar esto, como el cristianismo, acaban contradiciéndose a sí mismas con expresiones como “los caminos del señor son inescrutables”. Esta sentencia se expresa ante una desventura trágica para el que la sufre. Se le consuela diciendo que eso tenía que pasar porque así lo quería Dios. El concepto de camino indica finalidad; puesto que los caminos tienen por objeto unir dos puntos. Se entiende así que Dios tiene un fin para nosotros, y que por lo tanto estamos determinados. Se acepta mediante esta sentencia la influencia de Dios en nuestras vidas y, por lo tanto, se niega que todo sea fruto de nuestra voluntad. La voluntad si no es total, está determinada.

Más evidente aún son los rezos pidiendo la gracia de una divinidad. Pedir su gracia equivale a aceptar que esa divinidad puede intermediar en la voluntad de alguien. Por ejemplo, cuando un religioso ora para aprobar un examen, pide, o bien que su memoria funcione en las condiciones necesarias (que la divinidad le determine a él) o bien que le pregunten lo que se sabe (que la divinidad determine la voluntad de aquel que va a hacer el examen) o bien que el encargado de corregirlo se equivoque y le ponga una buena nota, o el que se equivoque sea el que ha programado la computadora que registra los resultados, o el que los transcribe, etc. En definitiva, pidiendo una determinación del libre albedrío de alguno de los actores participantes en el proceso.

El fascismo utiliza estas ideas al señalar que el individuo, al nacer en una sociedad ya creada y cuya existencia continuará incluso cuando él haya muerto, debe trabajar pues por el bien de la sociedad y no por el suyo propio. A su vez, la propia sociedad está determinada para algo grande por un Dios. Mussolini extrajo el siguiente texto de Mazzini de cara a su propaganda:

“[Los enemigos de la unidad italiana] olvidaron el principio según el cual los pueblos no mueren ni se detienen en su camino antes de haber alcanzado el objetivo histórico de su existencia, antes de de haber completado su misión”

La línea argumental es fácilmente comprensible: una deidad destina a un pueblo a un fin (lo determina), por lo que los representes del pueblo pueden obligar a cualquiera que se oponga, a que se cumpla ese fin. Como consecuencia, los individuos están a su vez determinados por esa deidad.

También serían una forma de determinismo metafísico todas las artes encaminadas a adivinar el futuro. Los adivinos aseguran que pueden ver el futuro gracias a ciertos poderes, muchas veces asociados a deidades. Si piensan que hay un futuro que se puede adivinar es porque piensan que ese futuro ya está escrito. Está determinado. De nada vale la voluntad humana.

El determinismo social asegura que la sociedad en la que nacemos y nos desenvolvemos influye en nosotros a la hora de efectuar nuestras elecciones. Hay múltiples campos en los que los defensores de este determinismo se han centrado. Por ejemplo, el famoso economista Karl Marx se interesaba por un materialismo histórico que se ha interpretado muchas veces como una visión determinista económico-histórica .

La historia es una constante lucha entre distintas clases sociales. Entre esclavos y esclavizadores o entre burgueses y proletarios; por ejemplo. Esta lucha es inevitable. Necesaria. Todos los individuos nacen en el seno de una sociedad en la que esta lucha ya está en juego. Y como miembro de la sociedad, no puede escaparse a participar en ella. El enfrentamiento da siempre lugar a un nuevo tipo de sociedad económica que creará un nuevo enfrentamiento entre sus miembros. Y esto será así hasta que un día se llegué por fin a un nuevo tipo de sociedad que Marx llamó socialismo en el que no habrá opresores ni oprimidos sino hombres con igualdad de derechos y deberes. El final de la Historia, dicen algunos autores.

Así, una sociedad determina la siguiente y está determinada a su vez por la sociedad que la precedió. Por ende, cada uno de los miembros de estas sociedades también está determinado .

Las aproximaciones a un determinismo a través de nuestra lengua no deberían tampoco pasar inadvertidas. Como individuos nacidos en una sociedad ya en marcha, aprendemos un lenguaje creado antes que nosotros y por ello, no es fruto de nuestra elección. Si concebimos la idea de que pensamos con palabras, y de que es a través de ellas como fragmentamos la sociedad (al darle a un segmento de la realidad el nombre de silla, diferenciamos este segmento del resto de la realidad), debemos conceder que en función del lenguaje que hablemos, daremos una segmentación diferente a la realidad.

El ejemplo más habitual de esto es el de los esquimales y sus múltiples nombres para llamar a lo que nosotros entendemos como nieve. Así, cada vez que ellos escuchan una forma concreta de referirse a la misma, automáticamente imaginan las propiedades específicas de ese tipo de nieve que les han mencionado mientras que nosotros imaginamos invariablemente el mismo tipo de nieve para todas las palabras que nos dijesen.

De aquí proviene el problema con el que concretamente se encuentran los traductores al querer expresar en otro idioma algo que sólo puede explicarse totalmente en el idioma de origen. Por ejemplo, es algo bien sabido que la única forma de entender totalmente a los filósofos de escuelas alemanas es aprender alemán puesto que es un idioma mucho más rico para hacer referencia a la propia filosofía.

Por todo esto, si es a través de la lengua con lo que pensamos; y si la lengua no es algo elegido por nosotros; no elegimos lo que pensamos, si no lo que podemos. Por lo tanto, parece obvio que la lengua limita nuestro pensamiento y nuestra voluntad. Es decir, la determina.

Otros autores se centran más en la evidencia estadística de ciertos hechos para demostrar que el comportamiento del hombre está íntimamente ligado a la sociedad en la que se desarrolla.

Los barrios con una mayor depresión social (más pobreza, más gente desempleada, hogares más insalubres y mayor concentración de personas por metro cuadrado de vivienda, etc.) presentan siempre un índice más alto de consumo de ciertas drogas, de delitos, de asesinatos, de fracaso escolar, etc. que los barrios en los que hay un alto nivel de renta por habitante. Si consumir drogas, delinquir, asesinar o estudiar más o menos fuesen elecciones que los hombres pudiesen hacer independientemente de todo, entonces todos los barrios deberían tener un porcentaje parecido de asesinos, delincuentes, drogadictos y fracasados escolares. El que no sea así, demuestra que hay algo en el entorno social de esos barrios que lleva a sus habitantes a caer más fácilmente en esas conductas.

Son los sociólogos o los criminólogos los que con más interés suelen estudiar estas relaciones causa-efecto.

Así podríamos seguir con otros tantos campos. Pero no es mi intención cansar al lector. Espero que haya comprendido bien la orientación de este tipo de determinismo. Podríamos acabar con la hipótesis que nos señalaba Helvètius y su sensismo radical; en la que suponía que si dos individuos recibían estímulos iguales por parte de la sociedad, su comportamiento debería ser exactamente el mismo. Son varios los pedagogos que históricamente han utilizado esta idea pensando que un infante es infinitamente influenciable por lo que con la educación se podría conseguir cualquier comportamiento deseado.

Entender que sólo la sociedad nos determina le parecía a muchos pensadores una forma muy simple de abordar el determinismo. ¿Lo único que nos coarta ese libre albedrío es nuestro lenguaje o nuestro sistema socio-económico? Surge así un determinismo del entorno.

El medio ambiente en el que se desarrollan sociedades e individuos determina claramente, nos aseguran, el comportamiento de aquellas y de estos. No sólo nos vemos influidos por la sociedad humana sino que la propia sociedad humana tiende a ser diferente en función de su entorno. De este modo, una región fría verá cómo las sociedades instaladas en ella aprovechan las horas en las que el Sol calienta más el suelo para desarrollar sus actividades; mientras que una sociedad asentada en terrenos extremadamente cálidos, evitará a toda costa hacer ningún esfuerzo a esas horas.

La propia flora y fauna autóctona determina las costumbres de un pueblo: los periodos de cosechas, de cultivo, la necesidad de mayores o menores desplazamientos para conseguir buena caza, la presencia de ríos cercanos, etc. Han influido e influyen a la vida de todos los habitantes del mismo. De hecho, estas diferencias pueden suponer la diferencia entre que un pueblo prospere o desaparezca en los anales de su propia historia.

¿Quién no ha anulado sus planes alguna vez ante una tormenta torrencial? ¿Quién no se ha visto forzado a permanecer ante una fuente de calor forzadamente pues su temperatura corporal había bajado hasta extremos alarmantes? Tal es la importancia que tiene el entorno a la hora de delimitarnos lo que podemos hacer o no, que ha habido quien, observando la coincidencia de que cuando más calor y humedad hay más delitos se cometen, se ha atrevido a hacer fórmulas que asocian con bastante exactitud esos tres fenómenos.

El extremo de esto lo encontramos en sucesos tales como lluvias torrenciales, terremotos, tsunamis, tornados, etc. Totalmente ajenos a la voluntad humana, y que tantas vidas destruyen cada año. ¿No están estas muertes determinadas por el entorno? ¿Influye en algo la voluntad humana para que aparezcan estos fenómenos?

Por último, habría que hablar del determinismo biológico. A medida que avanza el estudio genético; más y más vamos comprendiendo la realidad de nuestro propio cuerpo.

No es difícil constatar que nuestras propiedades nos vienen determinadas y que nada podemos hacer para que dependan de nuestra voluntad (si es que esta existe). Nuestra altura, nuestros rasgos faciales, nuestras capacidades físicas, todo, viene inscrito en nuestros genes. La comunidad científica aún se haya en pleno proceso de investigación, pero son varias las voces ya que se han alzado diciendo que hasta nuestra actitud, nuestro comportamiento; viene secuenciado en nuestra cadena genética. Y que, por lo tanto, modificando esos genes se podría cambiar la personalidad de una persona, al igual que modificando otros se puede cambiar su sexualidad. Lejos de lo que pueda parecer, esta capacidad de modificar las características de un bebé no nos permite saltarnos el determinismo biológico. Pues no importa quien manipule esos genes, el individuo producto de ello no ha podido escoger en lo más mínimo sus propiedades.

Hasta que la secuenciación de todos los genes y la implicación que cada uno de ellos no quede totalmente explicada, no podremos estar seguros. De momento, al amparo de estas ideas han aparecido ya corrientes como la socio-biología. Estos biólogos, argumentan que sólo somos un conglomerado de genes que actúan motu proprio para satisfacer sus propias necesidades. Es la negación total de cualquier voluntad la que ponen sobre la mesa.

Como digo, esto no está aún demostrado y habrá que seguir atentos a los avances que en este campo se realicen. Pero de momento ya se puede ver la implicación que nuestra biología tiene en nuestros actos.

Un invidente, un parapléjico o simplemente un miope o alguien con una movilidad reducida, ven alteradas sus vidas por su biología. Un alto deberá agacharse cuando pase por un marco de una puerta, y un bajo deberá subirse a una escalera para coger algo que otro podría coger sin esfuerzo. Una persona con pocas defensas, enfermará fácilmente. Aquel que presente un arquetipo físico (o químico) más de acuerdo con los gustos de aquellas personas que le atraigan sexualmente; cumplirá mejor sus objetivos que alguien con un arquetipo totalmente contrario a esos gustos. O algo tan simple como que una persona de un enorme vigor puede trabajar en el campo más horas y producir más que alguien de naturaleza enclenque.

Todos estamos delimitados por nuestras capacidades y necesidades biológicas. Pues también hay quien necesita comer más que otro o necesita dormir más horas. Este es el primer freno evidente a una idea de voluntad total. En caso de existir esta, no haríamos lo que quisiéramos; sino lo que pudiéramos.

Por su parte, el voluntarismo se podría clasificar como metafísico o ingenuo, y no deberíamos dejar de hablar del indeterminismo.

También el voluntarismo tiene su cara metafísica. Todo puede explicarse de esta manera. Como ejemplo de esto se suele contar la siguiente anécdota:

Cuentan que Galileo, que no paraba de poner en entredicho las afirmaciones tradicionales de la Iglesia Católica, explicaba una vez que era capaz de ver montañas sobre la superficie lunar. En un intento de salvar una de las ideas, un católico le dijo que tenía que conceder la idea de que eso podía ser perfectamente visto a través de la cúpula transparente que envolvía La Tierra . Él, que no tenía método de demostrar si esto era falso o no, dijo que lo concedía; pero que, a cambio, la Iglesia debía conceder que encima de esas montañas que él veía, había otras transparentes diez veces más grandes. Hecho que tampoco se podría demostrar.

Pero el problema particular del voluntarismo es que la única explicación que ha recibido es de origen metafísico. Si queremos pensar que podemos actuar sobre nuestro mundo físico sin estar a nuestra vez determinados por él, tendremos que explicar de dónde nace esa voluntad. Y no puede nacer del propio mundo físico que aseguran que se puede modificar. Un recién nacido, no ha ejercido su voluntad sobre todo lo interno a él como se ha explicado arriba. Sus capacidades físicas, su carácter, etc. Todo le vino dado. Tampoco pudo ejercer su voluntad sobre lo externo a él. Sus padres, su lenguaje, el entorno socio-económico y geo-atmosférico, también le vinieron dados. Si no queremos reconocer que de todo esto (lo físico), sale nuestro comportamiento, tendremos que admitir que sale de fuera de esto. De lo que no es físico: lo metafísico.

Es decir, si no pueden decir que lo que hacemos sale de algo, tienen que decir que sale de nada. Y de la nada, no puede salir algo por definición. Por lo tanto, debe haber un algo ajeno a lo de este mundo de donde sacamos la voluntad. Un dios, por ejemplo

La voluntad se ha asociado normalmente a la idea de un alma. Es mediante nuestro alma, en donde reside nuestra voluntad, como regimos nuestras acciones. Y el lenguaje otra vez nos da la razón cuando observamos expresiones como la que se encuentra en la introducción de este trabajo: “pues en mi ánimo actual se encuentra esta finalidad”. Ánimo es un derivado de ánima, de alma. Si las finalidades que perseguimos no provienen de lo terreno, provienen de nuestra alma. De hecho, los defensores de este tipo de voluntarismo nos dicen que es el alma lo que juzgan sus dioses. Pues es con ella con lo que efectuamos el bien o el mal. Es la responsable de nuestra acción.

Las escuelas filosóficas teístas son las que apoyan esta idea. Como más arriba se ha recordado, se guardan de ser ellos los que controlan qué está bien y qué está mal. Crean una serie de normas de obligado cumplimiento (Los Diez Mandamientos) e imponen los castigos que consideran oportunos a los que las infringen. Intentan imponer la justicia que deben sufrir las almas, en los propios cuerpos terrenales. Toda una contradicción, cuanto menos.

No ha habido otra forma de entender la voluntad. O es metafísica o no hay. Pero no han faltado los que se han negado a admitir el determinismo y se aferran de una forma ingenua al voluntarismo. No porque apoyen las ideas metafísicas, o porque encuentren otra forma de justificar la idea de voluntad; sino por el simple hecho de que se niegan a estar determinados. Se aferran a la necesidad de creer que existe una voluntad surgida de no saben donde.

Si no hay voluntad, si no hay bien o mal, si no hay premio o castigo, sus aspiraciones políticas se desmoronan como un castillo de naipes. Y así mismo lo reconocen. Todo lo ejercido en su vida, todas las ideas que han apoyado, dejarían de ser válidas. Por eso intentan mantener en lo más profundo de sus convicciones un hilito que les posibilite seguir creyendo. Es demasiada la ruptura para aceptarla de buenas a primeras, y de paso que intentan conservar sus ideas, conservan el sistema actual que también está sustentado en ellas.

Este sería el punto de vista de todos aquellos liberales y libertarios que niegan la existencia de una voluntad metafísica pero constantemente hablan de libertad. Han Ryner, anarcoindividualista, resumía sus ideas al respecto con una frase: “¿Por qué estará el hombre obligado a demostrar su voluntad antes de usar su libertad?”. Azote de las religiones, a las cuales gustaba retar, pidiendo eruditos que se enfrentasen a él en un debate público como aquel famoso con el abate Candillón , Ryner no podía aceptar que esa voluntad viniese de fuera de él mismo. Por lo tanto, se lamentaba de no poder defender totalmente la necesidad imperiosa que tenía por clamar a los cuatro vientos una proclama de libertad.

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Jorge.
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Re: contra-ans

Mensaje por Jorge. » 04 Ene 2008, 23:40

Carlos escribió:entonces, si se asume q no hay libertad total, y q termina siendo otra utopia, la anarquia desde sus facultades totales tampoco existe?
Yo no sé qué es lo que llamas libertad total, pero eso me parece que no tiene que ver con la anarquía total. La anarquía implica una situación en la que hay ausencia de poder, hay voluntariedad, y, por lo tanto, puedes encotrarte en una situación de esas, voluntaria y sin poder, en montones de situaciones. Por ejemplo, echando un polvo. Si tu vida durase lo que el polvo, habrías vivido en esa extraña anarquía total.

Golos Truda ha expuesto un montón de situaciones en las que podemos estar determinados. Pero si nuestra naturaleza genética, las leyes del Universo, o lo que sea, nos determinan, al obrar en consecuencia no estaremos haciendo más que cumplir con lo que nos hace existir y ser. Y fuera de ello, al tener sensación de poder elegir, podemos pensar que tal vez tengamos un margen de libertad, y, por lo tanto, opción de tomar decisiones propias y éticas. La anarquía y la libertad, escritas con letras chiquititas, minúsculas, sí me parecen viables. Tengo la opción de someterme o de resistir, y sólo queda elegir bando.

Golos Truda
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Mensaje por Golos Truda » 05 Ene 2008, 00:57

Yo considero que lo que hay es una falsa percepción de que las elecciones son tomadas por nosotros. Es obvio que todo lo físico nos condiciona. Los condicionantes son infinitos y a su vez están en una interrelación entre ellos infinita. Esto, básicamente es lo que se suele denominar Teoría del Caos. Es decir, que hasta el aleteo de una mariposa en una parte del mundo puede desembocar en un huracán en la otra punta.

Si esto es cierto, incluso aunque tuviésemos algo (un alma) que nos permitiese ponernos por encima de lo físico y elegir lo que deseamos, esa serie de infinitos condicionantes nos supondría infinitos problemas para llevarlo a cabo tal que y como "libremente" querríamos. Por otra parte, una condición indispensable para ser libres, es ser libres de serlo. Y nadie nos preguntó si lo deseábamos.

Pero justamente, es en ese pre-requisito donde se encuentra la libertad. Si entiendo que lo que deseo, no es deseo libremente escogido por mí, no dejo por ello de desearlo. El anarquismo, en realidad, lo que se preocupa es porque cada individuo lleve en lo posible a buen término sus deseos. El sistema necesario para individuos determinados, es aquel en el que sólo se cuestionen sus deseos allí donde interceden en los de otros.

En definitiva, se trata de que cada uno haga lo que su determinación le exija, pero, al mismo tiempo, allí donde se cruce con un semejante, se pongan de acuerdo para no molestarse e incluso ayudarse mutuamente ante sus diferentes propósitos.

Reconocer que estamos determinados, es reconocer que no podemos vivir en una sociedad de premio y castigo, en una sociedad de competitividad, porque estos conceptos: premio, castigo, bien, mal, mejor, peor, sólo tienen sentido si entendemos que hay voluntad de obrar. Y, por lo tanto, obligan a reconocer la unicidad de cada persona y su libertad individual en lo que a sus deseos confiere, pero también la necesidad de ponerse de acuerdo cuando las circunstancias lo exijan. Y, por supuesto, no admitir jamás que la determinación de uno se sitúe por encima de la de otro.

Creo que, en realidad, Jorge y yo estamos bastante de acuerdo.

Hay un debate entre anarquistas sobre el tema muy famoso; es de Kropotkin y Malatesta, aunque ahora no recuerdo donde se encontraba. Otro se da entre Benjamín Cano Ruíz y José Peirats y lo podéis encontrar aquí:

http://www.antorcha.net/biblioteca_virt ... nismo.html

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Fer
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Mensaje por Fer » 05 Ene 2008, 01:15

Existe la carne vegetal?
En el barrio chandalskins mandan y no tu panda.

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