La práctica de la Horticultura contiene en sí misma principios que exigen una filosofía del cuidado del ser, que al igual que el anarquismo humanista, consiste en cieta idea de rectitud y moderación en el comportamiento. Prevengo de que 'rectitud' no sea entendida como 'rigidez'.
El horticultor debe trabajar con la naturaleza y no en contra de ella; siendo consciente de que la naturaleza es diversa, debe practicar la diversidad; ello exige la cría y cuidado de otras formas de vida en medios lo más parecidos posibles al que les sea natural; tal cuidado, implica que se debe devolver al suelo tanto, o casi tanto, como se le ha quitado; consecuentemente con lo anterior se debe alimentar al suelo y no a las plantas, lo que implica un estudio de la naturaleza como un todo y no como una parte aislada. Tal concepción práctica enlaza sin dificultad con la moral anarquista, que como 'filosofía' es siempre algo más que política, y trasciende en este sentido el campo de las ideologías. De este modo la Horticultura, por ser una práctica de abastecimiento no mercantil y autogestionada, aparece como una opción práctica destinada a reforzar la moral anarquista, librándola de caer en la ideología y vinculándola a la practica, vinculándola a la Tierra y dotando del conocimiento de los diversos procesos que en ella acontecen.
Esto quizá pueda ser de utilidad para aquellos compañeros que dentro de una perspectiva libertaria, intentan desvincularse de la idea - ¿idea?- de producción y de explotación de la Tierra o de la Naturaleza por el hombre. Ya que es imposible desvincularse de todo proceso de producción, la práctica de la horticultura puede servir como ayuda a la comprensión de la práctica anarquista, tanto por el tema de la producción en sí como por la lucha contra el estado y el mercantilismo.