Movilizando a los precarios

Presente y futuro de la Lucha Obrera, así como la validez, aciertos y contradicciones de las formas de organización de la Clase Trabajadora. Seguimiento de conflictos laborales, huelgas, etc.
Brutus
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Movilizando a los precarios

Mensaje por Brutus » 05 Dic 2006, 17:52

Movilizando a los precarios
El anarcosindicalismo español contemporáneo ante el "capitalismo flexible"
Beltrán Roca Martinez
Extraído de http://www.ucm.es/info/nomadas/13/brmartinez.html

RESUMEN.- Las complejas transformaciones sociales acaecidas en el estado español tras la metamorfosis del régimen franquista en una democracia formal, trajeron consigo una reformulación del panorama sindical. Por diversos factores, el anarcosindicalismo español no logró obtener la representación social que tuvo antes del golpe de estado de 1936. En la actualidad, la Confederación Nacional el Trabajo trata de aplicar y adaptar sus viejas recetas a un nuevo contexto. Con este trabajo pretendo mostrar a través de la descripción etnográfica de tres casos de lucha sindical, cómo distintas culturas del trabajo se articulan con culturas políticas radicales dando lugar a diferentes estrategias de actuación capaces de ofrecer resistencia a los embistes del neoliberalismo. 

ABSTRACT.- The complex social transformations ensued in the Spanish State after the fascist regimes’ metamorphosis in a formal democracy, brought with them a reformulation of the unionism landscape. For many reasons, spanish anarcho-syndicalism didn’t achieve the social influence it had before 1936’s civil war. Nowadays, the Conferedación Nacional del Trabajo is trying to apply and adapt it’s old recipes to a new context. With this article I intend to show through the ethnographic description of three cases of labour conflicts, how different work cultures  join with radical political cultures outcoming dissimilar strategies of action capable to offer resistance to neoliberalisms’ attacks. 

I. INTRODUCCIÓN 

Desde sus comienzos el capitalismo ha tratado de gestionar la flexibilidad. De hecho, se puede decir que el grado de flexibilidad ha sido, y es, una de las principales causas de confrontación entre el capital y el trabajo. La etapa actual se diferencia de las anteriores, entre otras cosas, en que esta flexibilidad ha cobrado una centralidad sin precedentes en los imaginarios de los gestores del capitalismo. Se ha impuesto la creencia en que las rígidas y burocratizadas estructuras organizativas son totalmente ineficientes, y por tanto, deben ser sustituidas por estructuras más flexibles. Para Richard Sennet (2004) este «nuevo capitalismo»  se caracteriza por el desarrollo de un cambio radical en el ejercicio del poder. El autor reconoce tres elementos característicos de este nuevo sistema de poder: la reinvención discontinua de las instituciones, la especialización flexible de la producción y la concentración sin centralización de poder. Es decir, se producen constantemente cambios irreversibles en la organización empresarial, se pretende producir bienes y servicios más diferenciados cada vez más rápido, haciendo hincapié en la innovación y la especialización tecnológica, y, finalmente,  el desarrollo y la difusión de los nuevos tecnologías de la información y la comunicación están haciendo posibles nuevos y más eficaces sistemas de vigilancia que afectan a las relaciones trabajo-capital.

Las políticas y la legislación en materia laboral, la organización industrial y la producción “científica” sobre el mundo empresarial, están basadas en estas preconcepciones sobre la flexibilidad. La organización de muchas empresas está adoptando una compleja forma reticular. Todo indica que estamos presenciando el advenimiento de un nuevo paradigma organizacional (Castells, 1997).

El resultado de la hegemonía de estas creencias es la generalización de la precariedad en las condiciones de trabajo a escala planetaria. La precariedad significa simplemente falta de estabilidad en el empleo. Implica bajos salarios, incertidumbre sobre la duración de la relación contractual, pérdida de derechos laborales, mayor índice de siniestrabilidad, etc.: 

“…el desarrollo de la subcontratación de obra lleva consigo una forma singular de integración y de división del trabajo a los talleres de la factoría o del astillero, así como una reducción y focalización del conflicto y de la negociación laboral y se convierte paralelamente en un poderoso instrumento de presión de las gerencias sobre el rendimiento y disposición de las propias plantillas, ya que se puede recurrir a la misma cuando no se alcanzan acuerdos con los representantes de los trabajadores sobre estos aspectos. De este modo, los costes de la fuerza de trabajo, de los componentes o de tramos de la construcción se reducen significativamente” (García, 2003: 16). 

Como apunta Isidoro Moreno (1999), la tradicional división entre clases sociales está conviviendo cada vez más con otra división social importante: la existente entre integrados, precarios y excluidos. El trabajador precario manifiesta una serie de orientaciones cognitivas que prometen un futuro nada esperanzador para la actividad sindical: en primer lugar, cree que su continuidad en el puesto de trabajo depende en gran medida del hecho de ganarse la buena voluntad de la gerencia; en segundo lugar, percibe al empresa como un espacio ajeno al sistema legal; por último, tienden a mostrarse escépticos ante el sistema legal  y reacios a cualquier tipo de denuncia (Bilbao, 1999).

Sennet demuestra cómo estas transformaciones en el ámbito de la empresa están teniendo consecuencias negativas para la personalidad y la identidad de los trabajadores. Si bien en la era fordista el trabajo era una de las principales fuentes de identidad para las personas, en la actualidad los continuos desplazamientos –de una profesión a otra, del paro al trabajo, de una empresa a otra, etc.–  y la aparición de nuevas y variadas “ofertas” identificatorias, impiden la cristalización de una identidad socio-profesional al estilo de antes para una buena parte de los trabajadores. Como consecuencia, las organizaciones sindicales de los países del norte están asistiendo desconcertadas a su propio entierro. En concreto, en España la respuesta de los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, a esta situación ha sido de resignación y, en muchos casos, de atenuación de la agitación obrera. Como bien ilustra Fernando Ventura (2004) los sindicatos se han convertido en instrumentos de desmovilización de trabajadores y de reproducción del sistema. La introducción de las elecciones sindicales, los comités de empresa y un sistema generoso de financiación han ocasionado una desviación rotunda en los intereses originarios de estas organizaciones. Otros sindicatos de menor peso tratan de competir con CCOO y UGT sin cuestionar las mismas “reglas del juego”. Muy pocos de esos sindicatos minoritarios se plantea construir un sindicalismo alternativo. Entre éstos se encuentra la CNT.

En la actualidad la CNT es un sindicato que ocupa un lugar marginal dentro del «campo sindical» español. El desenlace de la llamada Transición Democrática, la represión estatal, las traumáticas escisiones y divisiones internas y la incapacidad para reconocer y adaptarse a un nuevo entorno, entre otros factores, han hecho que esta organización apenas cuente con algunos miles de afiliados (1). Existen pequeños sindicatos repartidos por toda la geografía española, en algunas ciudades cuentan con algunos sindicatos muy activos y de cierto peso en su municipio o dentro de determinadas empresas. Además está federada a nivel internacional en la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) que tiene secciones en decenas de países de todo el mundo –especialmente en Europa y América– pero que está estrechando contactos con organizaciones anarcosindicalistas de Asia y África.

La CNT es un sindicato inspirado en los principios anarquistas de la democracia directa, el federalismo, la ayuda mutua y la autogestión. Su estructura es formalmente horizontal, las decisiones van de abajo hacia arriba, desde el sindicato local hasta la confederación nacional. Por principios, no recibe financiación estatal, actúa con total independencia. No tiene liberados, está integrada exclusivamente por militantes voluntarios. Otro aspecto relevante de la CNT es su negativa a participar en las elecciones sindicales. Rechazan los comités de empresa como órganos de representación de los trabajadores y proponen, en su lugar, las secciones sindicales para representar a sus afiliados y la asamblea de trabajadores para tomar decisiones que afecten al conjunto de la plantilla.

Como toda organización, la CNT sufre luchas de poder internas, aunque a muchos anarcosindicalistas les cueste reconocerlo. Existe una fuerte polarización en la organización entre dos facciones encontradas. Por un lado, hay un conjunto de sindicatos locales cuyos integrantes defienden unas posturas que podríamos llamar “ortodoxas”, consideran, básicamente, que las condiciones en las que se creó el anarcosindicalismo no han cambiado apenas, por lo que el discurso y las prácticas deben permanecer inalteradas. Denuncian a la facción contraria de querer integrar a la CNT dentro del sistema, principalmente fusionándose con al CGT y aceptando las elecciones sindicales. Por otro lado, los “heterodoxos” son aquellos que creen que el sistema ha cambiado considerablemente y las estrategias deben transformarse. No tienen problemas en crear redes y establecer alianzas con otras organizaciones (incluida CGT). Argumentan que la CNT es ante todo un sindicato y como tal debe centrarse en la labor sindical. Critican al sector “ortodoxo” de confundir la CNT con una asociación ideológica o cultural.

Los segundos han comprendido que el anarcosindicalismo es, ante todo, una práctica y como tal, debe adaptarse a situaciones cambiantes para solucionar los problemas reales de los trabajadores. En su reciente trabajo, el antropólogo Davis Graeber recalca que la primacía de la práctica es la característica primordial del anarquismo –en todas sus ramificaciones. Esto explica en parte la ausencia de académicos anarquistas, en contraposición al marxismo (Graeber, 2004: 6). La interiorización de esta idea por parte de este sector de los militantes y las transformaciones actuales en la organización de la producción han creado las condiciones adecuadas para que la CNT protagonice importantes luchas laborales. Como consecuencia, la facción “heterodoxa” está multiplicando su afiliación, ganando la credibilidad de los militantes indecisos y, por tanto, ocupando los cargos de representación de la CNT, es decir, haciéndose con el poder de la organización. Los “ortodoxos” se encuentran cada vez más aislados y confusos, no es extraño que originen situaciones desesperadas y fuera de lugar en reuniones de carácter interno. Sólo una pequeña parte de este conflicto saldrá a la luz a través de publicaciones en círculos antiautoritarios. 

II. ESTUDIOS DE CASO 

A continuación voy a describir someramente tres conflictos sindicales protagonizados por la CNT en los últimos años, para posteriormente realizar un análisis comparativo y mostrar cómo las culturas del trabajo de los operarios huelguistas y la ideología política anarcosindicalista se articulan de tal modo que determinan las estrategias de resistencia a las condiciones de trabajo impuestas por sus empresas. Otro aspecto en el que también me detendré es en los esfuerzos de este sindicato por adaptarse a la nueva coyuntura sociocultural, con las tensiones y contradicciones internas que esto origina. 

Caso 1: Las huelgas de la limpieza pública de Tomares (Sevilla) 

El servicio de limpieza de la cuidad de Tomares protagonizó dos huelgas durísimas durante dos años consecutivos. La primera huelga duró 22 días y tuvo lugar entre abril y marzo de 2002. Con anterioridad a la huelga, el Ayuntamiento de Tomares, bajo el mandato del PP y el PA, decidió privatizar la limpieza viaria y recogida de basuras, y ceder este servicio a la empresa PILSA. Los hasta entonces trabajadores del Ayuntamiento fueron cedidos a esta contrata, siendo cinco de ellos fijos laborales del Ayuntamiento, y terminando todos ellos por perder la vinculación con el Ayuntamiento de una forma fraudulenta, pasando a ser trabajadores de PILSA. En las siguientes elecciones el PSOE, en coalición con Izquierda Unida, se hicieron con el poder.

Ante las malas condiciones de trabajo en la empresa y el miedo a perder su puesto de trabajo con la rescisión del contrato entre PILSA y el Ayuntamiento en el 2003, cuatro trabajadores acudieron a la CNT de Sevilla en busca de asesoramiento. El motivo por el cual se dirigieron a CNT fue su desconfianza hacia los sindicatos mayoritarios CCOO y UGT. Uno de los trabajadores había oído hablar bien de la CNT a un amigo del pueblo. Pronto constituyen una sección sindical que en poco tiempo logró afiliar a toda la plantilla (20 trabajadores). Desde ese momento comenzaron a funcionar de modo asambleario y prescindieron totalmente de la representación vía comité de empresa, a pesar de la negativa del ayuntamiento a reconocer la sección sindical.

Tras muchas dudas y deliberaciones los trabajadores decidieron por unanimidad convocar una huelga con carácter indefinido. La exigencia fundamental es que si el Ayuntamiento rescinde el contrato con PILSA, los trabajadores tendrían que ser subrogados (recogidos, asumidos), bien por el Ayuntamiento en una de sus empresas públicas o en una nueva empresa contratada para el servicio. Otras reivindicaciones fueron la contratación de manera indefinida, el cumplimiento del convenio general de la limpieza pública, la homologación de los salarios con los de los empleados del Ayuntamiento, el pago de atrasos y horas extras realizadas, etc. Los días previos al la huelga, la alcaldesa amenazó a los trabajadores con rescindir el contrato con PILSA y “echarlos a la calle” si no desconvocaban la huelga.

El 17 de febrero comenzó la huelga. Como es usual, el Delegado del Gobierno determinó unos servicios mínimos. A pesar de los intentos de la alcaldesa y la empresa por incumplirlos, y la protección de los cuerpos de seguridad a los esquiroles, los piquetes lograron disuadir a los esquiroles venidos de otras ciudades de no recoger la basura. La basura se acumulaba.

 El 22 de febrero, vulnerando un derecho constitucional como es el derecho a huelga, la alcaldesa contrató una flota de 9 camiones de la empresa Ferrovial que, con más de 50 esquiroles escoltados por un centenar de guardias civiles y policías locales, recogieron 80.000 kg. de residuos. El desconcierto y la frustración se cernieron sobre los trabajadores.

En ese momento empezaron a multiplicarse las acciones: manifestaciones, recogidas de firmas, una marcha desde Tomares a Sevilla, reparto masivo de panfletos, caceroladas, sabotajes nocturnos, quema de contenedores, etc., contando con la solidaridad de toda la confederación. El 6 de marzo la empresa Ferrovial llamó extraoficialmente a la CNT y les dice que el ayuntamiento había roto el contrato con PILSA y ellos se iban a hacer cargo del servicio. Esa tarde citaron al sindicato para llegar a un acuerdo pero no acudieron a la cita, llamaron diciendo que estaban reunidos con la alcaldesa. Por la noche, volvieron a llamar diciendo que no accedían a las peticiones de los trabajadores. Paralelamente, varios camiones procedentes de los pueblos colindantes llegaron al pueblo para recoger la basura acumulada. Habían mentido a los esquiroles diciéndoles que la huelga había finalizado. Ante la presión de los piquetes los esquiroles se retiraron, pero fueron sustituidos por personal del ayuntamiento. La Policía Local y la Guardia Civil los escoltaron. Comenzaron los enfrentamientos, cuatro sindicalistas fueron detenidos y pasaron la noche en las dependencias policiales. Sin saber por qué, la guardia civil se retiró de la ciudad y los trabajadores se diseminaron por el pueblo para evitar el enfrentamiento directo. La basura fue sacada de los contenedores y esparcida por personas anónimas para dificultar su recogida. Asimismo, un camión de recogida de basura de PILSA que estaba aparcado salió ardiendo. Al día siguiente los medios de comunicación comenzaron a hacer eco de los acontecimientos. El ayuntamiento dejó de fomentar el esquirolaje.

El 9 de marzo de 2002, tras 22 días de huelga, la CNT firmó un acuerdo con la empresa FERROSER, ratificado por el Pleno del Ayuntamiento, que supuso la subrogación con contratos indefinidos de toda la plantilla de recogida de basura y limpieza viaria (antes en PILSA) y una serie de mejoras de las condiciones laborales de los trabajadores (asimilar los costes salariales al de los empleados del Ayuntamiento, vacaciones, complementos salariales, etc.). Los trabajadores se mostraron muy activos durante la huelga, por ello, la CNT logró que se firmara en el acuerdo una “cláusula de garantía laboral” por la que todo “despido improcedente” sería equivalente a un “despido nulo”. Con un despido improcedente, la empresa tiene la capacidad de decidir entre indemnizar al despedido según el tiempo trabajado y readmitirlo, en cambio, con un despido nulo, la empresa tiene la obligación de readmitir al trabajador. Es decir, que se impedía a la empresa despedir a los trabajadores arbitrariamente por lo que se cubrían las espaldas ante su actividad sindical. Pero esta garantía tan solo pudo firmarse para un año.

Al año siguiente, antes de la fecha de expiración de la cláusula, la sección de CNT en FERROSER convocó una nueva huelga. El incumplimiento de la empresa de muchos de los acuerdos firmados, la negativa a negociar un convenio de empresa, los intentos de romper la sección sindical de CNT con amenazas de despido, etc., además de intentar prolongar la garantía laboral, fueron los argumentos de los trabajadores para ir a la huelga.

Desde ese momento se sucedieron interminables asambleas, reuniones, se hizo una caja de resistencia, se construyó una página web (2) para difundir mejor la información, se presentaron múltiples denuncias desde ambas partes, también se pidió la solidaridad de toda la confederación: se suceden acciones de protesta y sabotaje por todo el estado, incluso a nivel internacional por medio de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores). Los piquetes salen cada noche, se realizaron marchas, caceroladas, concentraciones, ocupaciones de edificios simbólicos, pintadas, notas de prensa, pegadas de carteles, repartida de panfletos, etc. Algunos desconocidos aprovechaban la noche para volcar o quemar contenedores y evitar la recogida de la basura. Varios sindicalistas fueron detenidos. Hubo varios enfrentamientos con la policía. La huelga se hizo infinitamente más dura que la anterior. Las familias y los trabajadores pasaron enormes dificultades, y ello a pesar de que la caja de resistencia sirvió para atender sus necesidades más inmediatas durante el conflicto.

En un momento avanzado del conflicto varios trabajadores se encerraron en una iglesia de Sevilla e iniciaron una huelga de hambre. Paralelamente, las expresiones de solidaridad se multiplicaban por todas partes. Varios artistas realizaron obras que pusieron a la venta para apoyar económicamente a los huelguistas.

Finalmente, el 28 de julio de 2003, los trabajadores de la limpieza pública de Tomares y laCNT firmaron en la Delegación provincial de Trabajo un acuerdo con la empresa FERROSER con el que se pusieron fin a una huelga de 134 días, la segunda huelga más larga en el estado español desde la época de la llamada “transición”. A pesar de no haber obtenido la garantía laboral, lograron la anulación de todos los expedientes disciplinarios causados durante la huelga, la readmisión de los despedidos, la contratación por seis meses para los cinco trabajadores nuevos que tenían contrato temporal y, sobre todo, el derecho de preferencia sobre trabajadores externos para ser nuevamente contratados, la retirada mutua de todas las demandas ocasionadas durante la huelga, un incremento salarial sustancial, la aceptación por parte de la empresa de que cualquier acuerdo que afecte al conjunto de la plantilla tendría que ser aprobado por la asamblea de trabajadores y reconocimiento de la representatividad de las secciones sindicales, entre otros puntos. 

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