Mensaje
por CésarC » 12 Ago 2010, 20:05
La palabra clave es “tortura”: Acto de ocasionar dolor, y quien lo practica es un “torturador”.
“Sádico”: Quien disfruta con el dolor ajeno, no tiene porqué infligirlo. Evidentemente un torturador es también un sádico, y un sádico un torturador, por lo menos en potencia.
Nunca jamás se puede justificar la tortura, sea a un animal o a una persona. La tortura es lo más atroz e innoble que ha podido inventar el ser humano y para colmo hacen de ello un espectáculo.
La tortura está penada por ley (o sea, es delito) y al torturador se le condena a prisión. Al sádico no lo queremos ninguno de vecino, socialmente es rechazado y en cuanto al torturador cuanto más lejos mejor.
1. El torturador en la cárcel
2. El sádico en el psiquiátrico.
En cambio circulan libremente por las calles, se mezclan con el resto de las personas, algunos van de buenos, luchando por alguna causa social o algún niño desvalido y cuando pueden se quitan la piel de cordero solidario y celebran ésa, que dicen “fiesta”, donde dan rienda suelta a sus patologías.
Si por desgracia en algún país un régimen totalitario se hace con el poder recurre a este tipo de seres para, en dependencias habilitadas para ello, torturar en interrogatorios policiales.
Es una regla muy básica, una igualdad muy simple, “quien maltrata a un ser vivo o disfruta de ello no puede ser una buena persona”.
¿Por qué tienen que torturar para divertirse? ¿No pueden hacerlo sin utilizar un indefenso animal y mucho menos aplicarle semejante suplicio?
¿Desde cuándo a los torturadores hay que dejarlos en paz? ¡Si se sigue cometiendo esa atrocidad aberrante se seguirá luchando contra ella!
En una sociedad que se tiene "en teoría" por democrática, justa e igualitaria no hay cabida para la tortura, no podemos seguir inmovilizados en el medioevo. Por más que lo justifiquen no dejará de ser lo que es, un acto brutal, despiadado, sanguinario, enfermizo, delictivo, atroz, depravado, repulsivo, un estancamiento moral quedado allá por el s. XIII cuando se autorizó el tormento en la inquisición (1252). Es, sencillamente, LA TORTURA ¡la palabra clave!
Que más da a quien se inflija, no importa si es animal o humano, se cuestiona y combate el hecho, no a quién o a qué ni cuánto. Se compara la acción, el horror que contiene, no la racionalidad del que lo sufre. Y este concepto no lo entienden, lo pasan por alto. Tendemos a ponernos en un plano superior y eso nos pierde.
A esos que tanto admiran la valentía del torero y tanto justifican esa barbarie, a éstos, al torero valentón y toda la comparsa, al ganadero, al que llaman empresario, a todos estos, si les hincaran el hierro de igual manera ¿hasta qué punto de dolor serían capaces de apreciarlo como “arte”?
Es necesario terminar para siempre con esta barbaridad en justicia para los toros, y en consecuencia a otros animales, y por la buena salud moral del ser humano y por la calidad de los valores que transmitamos en beneficio de las futuras generaciones.
Salud