Esto es un extracto de este escrito de Jesús Sepúlveda:
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La eficiencia es inflexible. Un cobrador automático procesa solamente la cantidad exacta para imprimir un boleto de microbús, de otro modo no funciona e invalida la operación. El cajero automático se alarma ante un guarismo no programado y rechaza la tarjeta de plástico. Ésa es la lógica de la eficiencia, o la razón de la inflexibilidad. Por lo mismo, ante esa lógica, ser indeciso es un signo de ineficacia, que marca y quema con la mácula de lo flexible.
La savia que fluye en la naturaleza se desparrama sin un patrón estable de identidad. Su fluir corre espontáneamente, a borbollones. No se reproduce de modo idéntico y rechaza los moldes de la mecanización. El fluido es el movimiento constante. Mientras el río corra, las gotas que lo constituyen no tienen réplica posible. Por lo mismo congelar una gota, apartarla, aislarla es un acto contra natura. Clonar la naturaleza a fin de verter su réplica en un tubo de probeta es un acto reificador.
La naturaleza es peculiarísima y frágil como cada copo de nieve. Su espíritu es flexible. La lógica de la estandarización, en cambio, se articula a través de los mecanismos de la eficiencia. Un experimento no puede flexibilizarse, ya que requiere de un patrón estable que sea puesto a prueba bajo condiciones y coordenadas inflexibles. La vida que fluye de modo orgánico, como la savia de las plantas, no es un experimento de laboratorio bajo control científico. Por el contrario, florece con la flexibilidad de un capullo. La savia riega el mundo por medio de cada una de sus peculiaridades. La eficiencia niega la naturaleza, puesto que trata de imponer un panel de control sobre el jardín que brota espontánea y orgánicamente. La eficiencia se expande y coloniza, ignorando toda peculiaridad. Por ello, su función es construir categorías que operen con la lógica de la estandarización taxonómica. Así diferencia y crea conjuntos, a la vez que niega las diferencias de esos mismos conjuntos, que tampoco logran resistir la luz y la organicidad de sus propias peculiaridades.
La realidad es un jardín de peculiaridades labrado en una constelación de otras peculiaridades, que a su vez se deshacen en el universo propio de sí mismas, al ritmo de la savia que fluye y florece. El fluido no se organiza ni se representa. Es sólo un flujo. Todo lo que lo habita es su organicidad, que crece en el movimiento constante de cada constelación, única e irrepetible.
La organicidad de los cambios -que a veces se expresa a borbotones como agua hirviendo- surge cuando los seres humanos concentran su energía -que se vuelve conciencia autorreflexiva- y corrigen el curso de los hechos cotidianos. Pero la organicidad también es natural e independiente a la conciencia. El calentamiento global causado por la tecnología humana, hará que el planeta se enfríe a fin de contrarrestar el calor espantoso y artificial de los gases fósiles. Esto causará inundaciones, maremotos y hasta la desaparición de poblados costeros. No entender esto es alienarse del curso de la vida que fluye entremedio de nosotros mismos. Es caer en la cosificación, es decir, en esa lógica que pone a los sujetos como objetos muertos en un panel de control. Ése es el tablero que enciende y apaga los sistemas maquínicos, negando con su tic-tac pausado el permanente derivar de la vida.
El Jardín de las Peculiaridades
El Jardín de las Peculiaridades
No somos nuestros trabajos, no somos nuestras cuentas corrientes, no somos el contenido de nuestras carteras. Somos la mierda cantante y danzante del mundo.
