LA PEQUEÑA HISTORIA. Memorias de un anarquista barcelonés

Año publicación: 
Segunda edición: 2022
Autor / es: 
Agustín Guillamón Nebot
Editorial: 
Balance. Cuaderno de historia número 40
ISBN: 
978-84-17190-86-6
Páginas: 
511

Presentación de LA PEQUEÑA HISTORIA

Memorias de un anarquista barcelonés de 1936 a 1975

Introducción

Mi padre, Agustín Guillamón Nebot, escribió sus memorias a finales de los setenta. Se trata de tres carpetas plastificadas, con las hojas extraíbles escritas a mano y numeradas. En la bolsa de la primera carpeta se guarda la foto de su abuela materna, Ana María, a quien tanto amó; mi bisabuela.

Durante muchos años no pude leer nunca la totalidad de su trabajo, porque me hacía daño su recuerdo, demasiado reciente. Finalmente, en julio de 2018, leí todo su trabajo, y me decidí a guarnecerlo con una gramática y un estilo apropiados. El motivo de tal decisión tenía un empuje y una causa externa, no por inesperada y ajena menos importante y urgente. Mi sobrina Clara, hija de mi hermana Elo, quiso hacer un trabajo de investigación de bachillerato fundamentado en las memorias de su abuelo, fallecido en 1996, cinco años antes de su nacimiento en 2001.

Era bonito e irresistible: las memorias del abuelo recuperadas por una nieta a la que no había llegado a conocer. Realizado el trabajo de investigación de mi sobrina, comprendí que las memorias de mi padre eran lo bastante valiosas, incluso fuera del ámbito familiar, como para ser publicadas. Solo había que vestirlas con gramática, ya que las memorias de mi padre andaban desnudas; algo de estilo literario, que no dulcificara la dureza de la experiencia vivida, y una redacción que respetase la fuerza expresiva de una narrativa escrita en primera persona, característica fundamental de la picaresca.

Pero todas estas cuestiones estéticas y literarias carecían de importancia, porque el objetivo no era, ni podía ser otro, que presentar al lector de hoy el testimonio vital de mi padre, peón del textil y camarero, nacido en 1926, que perdió una guerra a los doce años de edad y que falleció en 1996, a los setenta años, enfermo de un cáncer con el que la dictadura del hambre le condenó en su juventud, cuando le contrataron en la limpieza de unas calderas de amianto.

No soy ni pretendo ser un juez imparcial, porque no hay nada que juzgar y porque ésa es una especie que no ha existido nunca; pero me atrevo a vaticinar que las memorias de mi padre entroncan con la mejor tradición literaria hispana. Sin olvidar que el pícaro era un personaje fruto de la miseria e injusticias de su época que, por eso mismo, reflejaba fielmente las peculiaridades e injusticias de la sociedad que lo había creado, embrutecido y desnutrido. Sí, un pícaro proletario crecido bajo el franquismo, una de las dictaduras más terribles e injustas del mundo occidental durante el siglo 20.

Estas memorias aportan además ciertas noticias que contienen importantísimas novedades historiográficas, que merecen ser estudiadas en profundidad, como son los comités de defensa de barriada de los años treinta, los Regimientos de Marcha de los Voluntarios Extranjeros, la huelga general de 1951 en los barrios obreros barceloneses, los orígenes y naturaleza de los comisionados obreros ya en los años cincuenta, el asalto obrero al sindicato vertical en los sesenta y tantos otros temas, en ocasiones solo esbozados, pero en otras muy marcados y extremadamente originales.

De las memorias de mi padre destaca, sin duda, la enorme integridad y combatividad de un obrero, pobre de solemnidad, que llevaba un mundo nuevo y mejor en su corazón, al tiempo que practicaba una ética ajena a la burguesa, solidaria con su clase y con los suyos y enemiga de sus enemigos, porque el derecho a la vida y la libertad nunca se mendiga, se conquista día a día. La dignidad es siempre el primer paso hacia la libertad y la conquista del futuro.

Mi abuelo guerreó en las batallas de Belchite y del Segre; en 1940 estuvo en Alsacia y en el canal de las Ardenas y, en 1944, en el maquis que liberó los departamentos del sur de Francia. Mi padre libró batallas de aquellas que no aparecen en los libros de historia. Mi abuelo ganó dos medallas, como combatiente y como resistente. Mi padre, ninguna. La Gran Historia y la pequeña historia.

Mi abuelo jamás habló de su larguísima trayectoria militar. Sospecho que se sintió traicionado y superado por ese trueque de revolucionario anarquista en soldado antifascista y liberador de la nación francesa. Ni lo entendió, ni lo aceptó. Quizás por ello nunca quiso hablar francés en sus treinta años de exilio; pero aceptó, como no podía ser de otro modo, dada su precariedad económica, la pensión que comportaban aquellas medallas.

Ambos se enfrentaron al fascismo y la tiranía. Su combate late ahora en estas páginas, sin halagos ni embelecos, sin alardes ni fanfarrias, espero que liberador y pedagógico. En todo caso son nuestras raíces, al menos las mías. Es la batalla y la esperanza de dos generaciones de anarquistas, que el lector de hoy debe enfocar desde su presente y someter a la crítica implacable e inmisericorde del tiempo, que todo lo modifica y destruye; también son eco de luchas y hambre.

 

Niveles de lectura

 

La pequeña historia admite una múltiple lectura; puede leerse como un relato de aventuras, y también como una durísima crítica política del franquismo. Pero, sobre todo, transmite una ética y una perspectiva propias e inconfundibles, fundamentadas en el orgullo de clase y la solidaridad. También admite una lectura antropológica y literaria.

Ante todo, es preciso diferenciar entre memorias e historia. Las memorias (y el libro de mi padre es un libro de memorias) guardan y toleran siempre cierto grado de subjetividad y de error. No hay memorias sin errores, porque la memoria es huidiza y quebradiza e incluso, a veces, yerra. Así, por ejemplo, cuando mi padre hablaba del pasaje Nazaret, probablemente se refería al pasaje o calle Llatzaret. Pero no era cuestión de corregirlo, porque él había memorizado Nazaret.

Del mismo modo, cuando situaba el bombardeo del Tío Che en agosto de 1937, se equivocaba, ya que probablemente sucedió el 15 de enero de 1938. Pero eso no quitaba valor alguno a su descripción de los efectos del bombardeo, el derrumbe del edificio y la búsqueda de cadáveres, excavando con las manos entre los escombros.

Aquí y allá, aparecen hallazgos sorprendentes, aunque quizás intrascendentes: mi padre se escolarizó en un ateneo libertario, sito en la calle Luchana 23; el mismo edificio donde años después estuvo la academia Domingo, donde yo hice mis estudios de primaria en 1956-1959. Qué decir de su asombro en el Palacio del Laberinto de Horta, cuando ejerciendo de camarero reconoció cuadros y muebles, porque había estado allí en 1936.

En ocasiones, sus memorias cuestionan o proponen nuevos hechos historiográficos, como la ejecución al garrote de menores de edad en los años cuarenta, la presencia de la marina americana en la Bahía de Cádiz ya en 1946; que la huelga general de tranvías en 1951 no fue solo una negativa generalizada a subirse al tranvía, sino la primera huelga general barcelonesa después de la guerra civil.

Respecto a la narrativa de aventuras, confieso que siento cierta inclinación por dos capítulos; el primero se titula Enero de 1939 y narra el épico viaje de Tarrasa a Barcelona por las vías del tren, cargados a la espalda mi padre y mi abuela con las dos hermanas menores. Mi padre va recogiendo las armas que los soldados abandonan en las cunetas, mientras cada vez más cerca suenan las explosiones de los dinamiteros que vuelan los puentes para retrasar el avance de las tropas fascistas; el segundo, titulado El Grito, cuenta cómo los niños hambrientos de Pueblo Nuevo asaltaban los carromatos que transportaban el grano por la calle del Taulat, junto al cementerio. Se jugaban la vida por el puñado de grano que caía de los sacos, rasgados a navajazos. Pero existen otros muchos episodios más, entre los que destacan Revolución, Tarrasa, El saco, A barrigazos, etcétera, aunque en realidad todo el libro puede leerse de principio a fin como tal narración de aventuras. Y está bien que sea así, porque además de entretenido es instructivo.

También puede hacerse una lectura política, porque es muy evidente la crítica política del franquismo, dado que el terror y el hambre definen un régimen despótico y cruel, que no admite justificación alguna. Así sucede con los capítulos Frágiles y rotas (dedicado al trato dado a las mujeres vencidas), La tribu de Franco o La cruz de la espada. Franco se convierte desde 1940 en un Faraón que construye su pirámide mortuoria derrochando recursos materiales y económicos en una sociedad famélica y miserable. Los vencidos republicanos son esclavizados para construir la gran tumba faraónica en el Valle de los Caídos.

Confieso que, como editor y corrector del texto de mi padre, realizado en la primavera y verano de 2018, se me puso la piel de gallina cuando trabajé el capítulo titulado La tribu de los Franco. La narración sobre el juicio por corrupción en el que estaba implicado el hermanísimo, Nicolás Franco, conducido por el presidente de la Audiencia de Pontevedra, Mariano Rajoy (padre), tenía un evidente, extraño e inquietante paralelismo en los sucesos que salían diariamente en la prensa y televisión, referentes a cualquier figura que pudiera implicar a Mariano Rajoy (hijo) en asuntos de corrupción. En ambos casos, tanto en el del padre como en el del hijo, se reproducía el mismo método de muertes providenciales, pero muy sospechosas, por fatales accidentes, suicidios o ataques al corazón, que alimentaban rumores (fundados o no) de asesinatos de Estado. No se podía probar nada, ni acusar a nadie de nada; pero no se podía evitar cierta desazón, sorpresa y malestar. Era una repetición muy inquietante, que inducía a jugar con el significado de casual y causal.

A nivel antropológico destaca, sin duda, la fortísima relación amor/odio entre mi padre y mi abuelo, que es a la vez héroe invencible y villano que ha abandonado a la familia. Tal sentimiento contradictorio solo puede desaparecer con la muerte del padre, simultánea a la madurez del hijo. Es un tema universal y, a la vez, una variante del conflicto edípico, un arquetipo.

La amarga separación y creciente divergencia entre los exiliados y quienes se han quedado en España, que aparece en los capítulos Mirande, La muerte de mi hermano y otros, es una cruel constante de la que nunca se ha librado ningún exilio. Creo que mi padre consigue expresar esa cruel contradicción entre los exiliados, que continúan viviendo en la Barcelona del 36, que ya ha desaparecido, y los españoles que se han quedado en la España de la dictadura franquista, influidos inconscientemente por la propaganda fascista y adaptados necesariamente a los cambios políticos y sociales, impuestos por el déspota.

Por fin, el horizonte urbano y la falta de oficio de un niño proletario, apenas escolarizado, contrasta con la inmensa cultura rural del padre, lo cual le permite sobrevivir en la Francia ocupada por los nazis en las condiciones más adversas. Es un tema que nos remite a la España vacía y al profundo desarraigo de la emigración en su segunda generación.

 

Conclusiones

En fin, este libro de memorias es un testimonio recóndito, de un don nadie sin pretensiones, uno más entre otros muchos, que dejó constancia de su experiencia vital, dura y desgarradora, en una época terrible de la reciente historia de España. Mi padre fue heredero del combate por la libertad. Fue un proletario consciente de serlo y orgulloso de su clase. Estas memorias dan testimonio de su hombría y de su profundo e inquebrantable sentido de la justicia.

Y es que, pese a quien pese, la gente anónima en algunas ocasiones, muy pocas, toma la palabra, y con ese acto condena al infierno del recuerdo, de la realidad histórica y de la verdad a los poderosos y privilegiados que vivían y viven sobre la explotación, los sufrimientos y la miseria de la inmensa mayoría. Si la pequeña historia no encaja en la historiografía académica, el desafío y la credibilidad son un problema que afecta solo a la Gran Historia al servicio del Gran Hermano, amo que paga el sueldo a esos sesudos universitarios, que reescriben sin descanso el palimpsesto de la Historia Sagrada de la burguesía.

Agustín Guillamón Iborra

Barcelona, octubre de 2022

Acto de presentación:

El miércoles 9 de noviembre de 2022, a las 19 horas, se hará una presentación en el Ateneu LA FLOR DE MAIG, en la calle del Dr. Trueta, 195, 08005 Barcelona. (Metro: Linea 5, Llacuna/Poblenou)

Distribución no comercial:

En venta en la librería ETCÉTERA, en la calle Llull, en Pueblo Nuevo

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