[Colombia] Bella flor de la Resistencia
¿Qué está sucediendo en Madrid, Cundinamarca?
Era la noche del 1 de mayo, cuando el alcalde del municipio de Madrid, a escasos 20 kilómetros de la capital del país, llamó a los habitantes a no salir de sus casas y dejar las calles solas, según él, dado que los enfrentamientos que se estaban presentando entre la policía local y grupos de manifestantes estaban escalando y era inevitable que se presentará un ataque a la estación de policía que podría dejar uniformados en riesgo. No solamente no se dio dicho ataque más que con piedras y palos, ni siquiera hubo policías heridos más allá de algunos con uno que otro moretón, sino que el saldo se hizo del otro lado de la balanza: fue la policía quien mató a dos jóvenes madrileños en esta jornada.
Al primero, un mayor en una tanqueta del ESMAD que llegó desde Facatativá le propinó un disparo de un gas lacrimógeno directo al rostro, incrustándoselo directo en el ojo derecho; el segundo joven fue capturado por policías, llevado a la estación que supuestamente estaba bajo ataque, y en un acto de tortura fue descerebrado, le dejaron daño neurológico grave y luego fue abandonado afuera de la estación, sin prestarle ningún auxilio y ni siquiera llamaron una ambulancia, esperando a que muriera afuera, y luego de algunos días en coma murió. Sus nombres eran Bryan Niño y Elvis Vivas.
Frente a la sede de gobierno local, posa la bandera nacional al revés y los rostros de los dos jóvenes asesinados, como recuerdo de la sangre que cubre hoy los escritorios de los responsables detrás de estos asesinatos.
Andrés Tovar, el alcalde de Madrid y quien llegó a este puesto debiendo favores a todas las instancias departamentales y municipales hoy aliadas del gobierno nacional –y que, por cierto, ha sido un sector consolidadamente vinculado al volteo de tierras, corrupción y lobby político-, intentó replicar la estrategia del uribismo a nivel del municipio: mostrar a la policía como una fuerza que está siendo hostigada y que simplemente cumple su deber. Su orden de llamar al ESMAD al municipio y obligar a los habitantes a quedarse en sus casas, no era otra cosa que un plan pensado para que no hubieran testigos en las calles filmando, dado que esta orden no se acompañó con un llamado a personería, defensoría, procuraduría ni gestores de convivencia, que pudieran hacer la mínima presencia para garantizar el respeto a la integridad de los capturados o el cumplimiento de los protocolos de los antidisturbios, quienes llegaron disparando recalzadas, proyectiles en ángulo directo a cuerpos y cabezas, y gaseando a los vecinos que se atrevieran a grabar desde las puertas y ventanas. La policía es como un perro rabioso: si se le suelta el bozal, no se puede luego decir que no sé sabía que podía pasar, hay que asumir responsabilidades, sobre todo si se sucede, como parece ser, había una orden premeditada de usar el mayor uso de la violencia posible por parte de los uniformados.
De las flores a la industria: la misma desigualdad y miseria
Madrid es un pequeño pueblo ubicado a las afueras de Bogotá, si bien no limita con él, por lo cual se le suele considerar, a diferencia de otros municipios como Mosquera, Funza, Chia o Cota, un pueblo de segunda en perspectiva desde la elite capitalina, lo que se puede ver en su distribución demográfica que guarda una de las mayores desigualdades de la región.
A pesar de ser un pueblo tradicionalmente agrícola, vinculado al cultivo de papa, maíz y sobre todo arveja en las bonanzas de los 60 y 70, fue el auge de los negocios de floricultura lo que lo hizo famoso. Las flores, junto con el café, son los únicos productos agrícolas de alta exportación del país que tiene un peso importante en el PIB, no en vano, los empresarios de rosa, claveles, astromelias y demás flores son de los que más han acumulado riquezas en la región, y que solo se puede explicar dada los fenómenos de despojo en la región, precarización laboral de personas que pueden trabajar 12 o hasta 14 horas en temporadas altas sobre la proporción de un salario mínimo, mientras se exponen a plaguicidas, altas temperaturas en invernaderos y jornadas agotadoras en medio de espinas, y por supuesto, una política antisindical histórica en alianza con paramilitares locales. Desde hace varias décadas, el propio negocio de la floricultura es la dueña de más de la mitad de la fuerza laboral de muchos municipios de la sabana de occidente, si bien este fenómeno ha venido cambiando en detrimento de la industrialización, comercio y urbanización. (Puede leer artículo relacionado: El papel de las jóvenes y las hijas de las trabajadoras de las flores)
Aunque la mayoría de vías principales y secundarias de Madrid tienen profundos huecos, la malla vial principal y secundaria suele ser reemplazada cada 2 o 3 años porque se hace con los mínimos requerimientos de diseño para ahorrar –robar- en recursos, y muchos barrios e incluso veredas de alto flujo vehicular tienen las calles destapadas, mientras que la prioridad a nivel local y regional se ha establecido casi exclusivamente en la conexión vehicular con la capital, Bogotá: Un peaje en cada entrada del municipio, doble calzada para el tráfico de mulas y furgones, y cada vez más parqueaderos y bodegas de tráileres son el paisaje que domina en la periferia madrileña. Esta mejora en el tráfico económico tenía un solo fin: la instauración de zonas francas y múltiples industrias en el municipio, si bien jamás se acompañó de un mejoramiento del transporte humano, que adolece de busetas que no les cabe un alma en horas pico, precios de transporte intermunicipal elevados y que suelen subir de precio por encima del IPC, y falta de rutas. Pero ¿por qué el auge de la industria en el municipio?
El triángulo entre la clase corrupta, las constructoras y los sectores bancarios ha sido el principal ganador de un modelo urbanizador agresivo, que poco o nada deja a las personas más desfavorecidas.
Dado que Madrid ha sido un pueblo históricamente de vocación agrícola, muchas tierras han permanecido con enfoque rural, con lo cual son mucho más baratas, disponibles y de extensión en comparación a lo que sucede en Bogotá, que ha experimentado una alta urbanización desde los años 90. Sin embargo, no es tan fácil acceder a estas tierras, mucho menos, cambiar su vocación rural a industrial o residencial, precisamente por una tradición agrícola que no ha estado muy lejos de la capital y hace parte del panorama regional.
De esa forma, la elite del municipio que ha sido la históricamente gobernante, y que se puede sintetizar en unas 14 o 15 familias que mayoritariamente han vivido del erario público, entraron al negocio de la industrialización y comercialización de terrenos: han recibido dádivas de empresarios para, de manera fraudulenta o copando los espacios de gobierno a través de artimañas, cambiar la vocación de las tierras, mientras sus hijos ingenieros y contadores llenan la planilla de nuevas empresas, tal cual como sucedió con el volteo de tierras del que salieron beneficiados los hijos de Uribe en límites entre Madrid y Mosquera. Actualmente, hay varias investigaciones avanzadas por estos hechos a Giovanni Villarraga, exalcalde y antecesor espiritual de actual mandatario, varios de sus exfuncionarios y exconcejales, incluso de cargos tan lejanos al tema de ordenamiento como la secretaría de Educación, dado que la planilla corrupta empresarial da para ofrecer sobornos en todos los campos posibles (ver Link).
Esto, por supuesto, también se ha traducido en una agresiva urbanización, que se expresa en dos maneras: vivienda de interés social, muy pequeña y con bajo acceso a servicios sociales para las clases bajas, y viviendas de alto valor para las clases altas que se han venido desplazando al municipio. Por un lado, las viviendas de interés social tienen que compartir el territorio con los habitantes históricos del municipio y todos sus problemas, por ejemplo, al día de hoy no se ha aumentado la carga del sistema sanitario (que aún depende de un solo hospital de un solo piso) o el número de colegios (muchos de ellos que duraron y duran años como elefantes blancos), mientras que a los barrios de clase alta se les ha venido proveyendo de las mayores comodidades posibles, como el único espacio comercial de alta envergadura, una decente semaforización y una malla vial adecuada.
Sin embargo, para el pueblo, todo este vaivén político de las altas esferas solo ha representado dos cosas: desigualdad y miseria. Desigualdad, porque se tiene la idea, real por cierto, que la clase empresarial que se beneficia de Madrid mayoritariamente ni siquiera vive en el municipio o lo hace solo en los sectores de alta alcurnia, oscilando con apartamentos que han conseguido en Miami, y administra a través de una clase política que vive del erario público y a la complacencia de corruptos; y miseria porque las trabajadoras de flores y operarios de industria siguen ganando un salario mínimo que cada vez alcanza para menos, mientras sus propias condiciones de vida son cada vez más precarias.
La venda que cae
La Primera Línea, conformada por los jóvenes de las clases populares como medida de defensa luego de los asesinatos por parte de la polícia.
Para sostenerse en el poder, la clase dominante local se ha apoyado históricamente en líderes políticos de poca monta que pueden convencer, barrio por barrio, cuadra por cuadra, familia por familia, votar por x o y candidatos simplemente a cambio de un favor, de un puesto, de un almuerzo, de 50 mil pesos o persuadidos de que se va a mejorar en algo el polideportivo, la escuelita o el salón comunal, y que, con suerte, uno de los obreros que trabajé ahí puede ser un familiar o que uno que otro encargo se lo darán a quien dé su voto. En los concejos de estos municipios han pasado varios personajes pintorescos: el dueño del parqueadero, el mecánico automotriz, el comerciante de la zona pulposa o el abogado de cuentagotas; todos ellos subidos para ser comprados con facilidad y nombrados por el partido político que más rápido dé el aval, en el pasado, incluso de izquierda: no hay ética, no hay moral, solo curules y puestos a cambio de favores, desde los más pequeños hasta los más costosos.
Sin embargo, Madrid siempre ha tenido una semilla de rebeldía, especialmente desde el sector juvenil y cultural que no ha vendido su conciencia. Desde hace años existen colectivos, asociaciones y agrupaciones que han resistido desde la autogestión, la construcción de asambleas populares y la contracultura. De esa forma, la resistencia, denuncia y protesta no ha sido la excepción a lo largo del tiempo, y ha crecido exponencialmente en los últimos tiempos conforme el propio movimiento social ha venido explotando desde la firma de los acuerdos de paz, lo que significó el resurgir de demandas históricas y el posicionamiento de debates públicos que eran ocultados por el rugir de las balas. En este aspecto, es preciso recordar que Madrid cumple un rol estratégico en los planes militares a nivel nacional, pues alberga tanto la central de mantenimiento de la fuerza aérea (que funciona como base) como una escuela de suboficiales, además de ser entrada estratégica a la capital, por lo cual, se le ha querido imponer una tradición militarista desde arriba (por ejemplo, es común que los niños de los colegios tengan que asistir por obligación a las ferias militares de ciencia de la fuerza aérea, donde se ha querido instalar el discurso de enemigo interno).
Recientemente, como en el resto del país y la región, es el pueblo raso quien más ha sufrido las consecuencias de la pandemia, especialmente, dado que el uso agrícola de la tierra de antaño podría en estos momentos garantizar los mínimos vitales de demanda de agua, soberanía alimentaria e incluso un acceso más o menos digno a vivienda; sin embargo, el modelo agresivo floricultor, industrial y urbanizador sufrió un stop difícil de parar cuando se decretó el aislamiento obligatorio y que, por supuesto, no afecto de la misma manera a las de abajo como a los de arriba, pues no era obligatorio ni para los de arriba, ni obligatorio para la fuerza laboral que tenía que seguir cumpliendo su ritual desde la madrugada de llenar bolsillos ajenos. Esto se ha notado particularmente en la industria de las flores, detenida durante meses porque en el primer mundo no se regalaban flores al mismo ritmo de antes, y que en Madrid, tuvo especial repercusión en las mujeres y jóvenes que dependían de trabajar temporalmente o todo el año en esta industria, mientras la alcaldía en su arribismo llamaba a la población a quedarse en casa, al tiempo que cercaba el comercio informal desplazándose a áreas sin flujo de personas y negando una ayuda integral a las pequeñas empresas y negocios, como lo demuestran las ayudas ofrecidas que terminaron siendo funcionando como deudas. (Puede leer también: La revolución tecnológica y los momentos que vivimos)
No es gratuito, por supuesto, que sean estos jóvenes, mano de obra barata, sin estudios superiores, los migrantes, desempleados y padres o madres de familia sin futuro ni ayudas, quienes hayan aceptado el llamado el pasado 28 de abril a bloquear las calles del país. Si bien la indignación explotó como nunca antes había sucedido, esta ha sido recogida por los procesos históricos que ya se habían tejido en el campo popular madrileño, por ejemplo, con el propio comité del paro, que ya venía trabajando desde el 2019.
Cuando se junta un proceso de acumulado social de resistencia, la indignación y una alcaldía torpe, la receta de la rebeldía está hecha: no solamente se logró bloquear el 28 de abril la vía que conduce del occidente del país a la capital por la entrada de la calle 13, sino que el paro se extendió hasta el primero de mayo, en homenaje a las madres y padres de aquellos muchachos que también han sido quienes les han llenado los bolsillos a los floricultores desde hace décadas. Luego de varios días de paro, Andrés Tovar se sumó a la estrategia del uribismo de acabar el paro a sangre y fuego, como lo demuestra la muerte de estos dos jóvenes y decenas más de heridos y torturados, producto de sus decisiones no lamentables, sino conscientes.
Sin embargo, ni los infiltrados en la protesta, ni los patrulleros que han accionado armas de fuego en las protestas, ni el apoyo del ESMAD desde Facatativá y Bogotá, ni la fuerza aérea patrullando las calles madrileñas, ni los contratos o promesas que ha sorteado el alcalde dentro del comité del paro ni la primera línea, ha logrado parar la hoguera de la rebeldía: han sido casi dos meses de bloqueo de las principales vías del municipio, de confrontaciones con el Estado, pero también de olla popular para calmar el hambre, de asambleas deliberativas, de murales, de cultura, de mercado campesino y de otras acciones de solidaridad que ha vivido este pequeño pueblo, que quiere caminar a pasos avanzados contra la élite corrupta, e incluso en contra de sectores populares que aún están esperando las migajas de la clase política, en búsqueda de seguir arañando esa venda que les impide ver más allá del favor que hoy dan, y del permanente infiero que nunca para.
Lo que se pide:
Mercado campesino, organizado por el Comité del Paro y asociaciones productoras locales
A pesar de que hay una apuesta clara por la construcción de poder popular desde abajo, donde se plantee construir una negociación en función de lo que se quiere que sea el territorio, realmente las 3 condiciones que pide el comité del paro para iniciar la negociación son muy elementales: rechazo a la militarización del municipio por orden nacional y retiro del ESMAD; acto de perdón público a las familias de los jóvenes de los asesinados y las otras víctimas del abuso policial; y asumir la responsabilidad política por estos abusos, es decir, que no quede como una cuestión propia de la institución policial sino entender integralmente las fallas que llevaron a estos homicidios, con aras de garantizar justicia, verdad y no repetición.
A pesar de ser algo muy sencillo, y que con humildad la Alcaldía hubiera podido asumir incluso si tiene que bajar la cabeza, no es algo que ni siquiera se haya planteado, sino que la estrategia ha sido otra: se han citado diferentes actores de la elite política madrileña, para ver cuántos contratos o puestos le pueden dar a los integrantes del comité del paro, así sea un mercado, o buscando a quien pueden acercar a las diferentes tendencias políticas, quizá un contrato de asesoría en comunicaciones, una secretaria o hasta alguien a quien pongan a dar tintos, todo vale con tal de que no se afecte la impoluta -impune- hoja de vida de los responsables de todo esto, quienes no quieren perder sus puestos pues en un años aspiran a llegar a nuevos cargos -botines-. Pero la dignidad del pueblo ya es demasiada para venderse, no solamente porque han rechazado estas propuestas que se hacen por separado y debajo de cuerda buscando dividir al pueblo, sino porque la unidad se ha venido fortaleciendo y ahora el encuentro con las otras resistencias de la sabana y del país es cada vez más inevitable.
Sin lugar a duda, esto no es una lucha del corto plazo, se sabe que luego de instalar la mesa de negociación hay cosas que el régimen no quiere soltar, no solamente por la importancia de Madrid dentro del propio plan ciudad-región que pretende metropolizar Bogotá hacia las afueras, por ejemplo, con la construcción de un nuevo aeropuerto sobre la red de humedales de Madrid y Facatativá, que atenta directamente al medio ambiente y la población, sino también porque la elite local no quiere renunciar a los privilegios que ha construido, a los negocios que cada concejal monta con la plata que recibe de los privados, ni a la posibilidad de acabar con el poco verde rural que queda en el país para dárselo al mejor postor (o al que más porcentaje ofrezca), mucho menos, de perder la cierta impunidad que da el poder y ser cuestionados en los cimientos de sus capitales económicos y políticos.
Por eso, lo que el comité del paro ha venido construyendo y peleando es también hacia adentro del pueblo: aumentar el poder popular, crecer la participación ciudadana en las actividades, legislar sobre el territorio y gestionar cada vez más iniciativas como la alimentación o comercio de pequeños productos agrícolas. Mientras los responsables políticos de la muerte de Bryan y Elvis se niegan a dar ese mínimo perdón, será el pueblo quien tenga que asumir esa memoria para no perderla con cada mural, cada pinta y cada canción, porque parece que hasta algo tan elemental como el decir “perdón” no lo quieren hacer, y si lo llegan a hacer, será entredientes y anteponiendo un pero. Esto es una bola que sigue y sigue creciendo mientras se juntan más rebeldías, y eso es lo interesante: lo que se quiere y planea es una lucha para largo aliento, aunque los pasos se dan en el día a día, en cada olla comunitaria, en cada asamblea, en cada piedra.
Steven Crux
Julio 2021
- Inicie sesión o regístrese para comentar
- Imprimir
- 1591 lecturas
- Enviar a un amigo