Reformar la policía es afinar su violencia

una opinión de Peter

 

El 9 de abril pasado, El Salto publicó un artículo escrito por Ter García titulado “Modelo policial, un problema de orden público”. El artículo es problemático por contener varias falsedades importantes, por invisibilizar unas realidades claves y por promover los intereses institucionales de la policía, pero bajo una pretensión de crítica a la actuación de la policía al Estado español.

Comienza con unas estadísticas sobre agresiones policiales al Estado español, condenas por el Tribunal Europeo, etc. Después, va directamente a una comparación con las policías anglosajones y nórdicas, haciendo unas afirmaciones abrumadoras. La policía anglosajona, nos dice, está “orientada al servicio de la comunidad” y la policía nórdica tiene “una relación no antagónica con la ciudadanía”. El argumento es que, cambiando el modelo de policía aquí en el Estado español, se podría eliminar las violencias y antagonismos de la policía actual. Propone unidades de mediación, una formación policial más larga y más mujeres entre los cuerpos policiales, entre otras cosas.

Aquí es donde hayamos las falsedades descaradas del artículo. Tres semanas antes de que se publicó, la policía de Londres—esa que está “orientada al servicio de la comunidad” y que tienen entre los mejores indicios en cuanto a duración de la formación y porcentaje de policías mujeres—agredió en masa a una concentración pacífica de mujeres que estaban protestando en contra de los femicidios, concretamente por un femicidio reciente cometido por un miembro de la policía metropolitana.

Una semana antes del artículo, se dio la quinta manifestación en Bristol contra el Police and Crime Bill, una especie de Ley Mordaza a nivel nacional que criminaliza muchas formas de protesta; el 21, 23 y 26 de marzo la muy alabada policía inglesa había atacado a las manis anteriores con varias armas y mucha violencia.

El mismo día que salió el artículo en El Salto, alabando la policía nórdica por su relación “no antagónica” con la ciudadanía, salió otro artículo sobre como la policía de noruega había agredido a un menor de edad al obligarlo a desnudarse en un registro. Una investigación sobre la policía de Suecia, Batongerna slår nedåt, concluyó: “Las instituciones por la prevención de la delincuencia sirven para mantener una sociedad de clases y son racistas, patriarcales, violentas, represivas, inefectivas y deshonestas”. Suecia y Dinamarca, en particular, han desarrollado sistemas de apartheid racista, de segregación y control contra sus poblaciones migrantes muy extremas, utilizando guetos, controlando donde y cómo pueden vivir, quitando menores de un año de edad de sus madres para conseguir una asimilación forzosa. Y es la policía quien ejecuta ese orden racista. En Finlandia, está permitido para la policía parar a personas por su apariencia étnica y unos veinte o más personas mueren cada año en custodia policial, muchas veces en circunstancias sospechosas.

¿Cómo es que se ha dado una visión tan distorsionada de la policía nórdica y anglosajona? La fuente principal del artículo es una funcionaria del Institut de Seguretat de Catalunya, institución del Departament del Interior y responsable por la formación policial (las otras fuentes son otro policía, un profesor de derecho penal, un político de la CUP y un ONGista de derechos humanos; de los movimientos sociales o las comunidades más afectadas por la violencia policial, nada). Y ella recibe su información de lo bueno que es la policía nórdica directamente de la misma policía nórdica. O sea, al menos en el espacio de este artículo, El Salto se ha permitido utilizar como vocero de la policía, silenciando a todas las personas—migrantes, racializadas, de disidencia de género, mujeres y participantes en movimientos sociales—que viven en su cuerpo la violencia policial.

Utilizando los mismos criterios tan irresponsables de periodismo, sería fácil dibujar a la policía española como un faro de decencia y moderación, ahí en algún país suficiente lejos para no saber la verdad.

Las tergiversaciones de Ter García son igual de preocupantes. Según la portada de El Salto, “Las mejoras propuestas van desde aumentar la formación práctica de los agentes hasta crear organismos y control independientes y abrir vías de participación que permitan crear políticas de seguridad decididas en común”. En ningún momento menciona la propuesta—muy real y muy viva—de abolir la policía por completo.

Menciona el hashtag de Defund the Police (reducción de presupuestos policiales) de Estados Unidos, pero obvia el hecho de que este reformismo salió de los defensores de la policía para distraer de la que era la reivindicación del movimiento real a pie de calle: abolir la policía. Las masas de personas demasiado dolidas, demasiado pacientes durante demasiados años, que quemaron enteros comisarias de la policía desde Minneapolis a Portland no buscaban una reducción en los presupuestos policiales. Querían que la policía desapareciese ya de una vez de sus barrios. Habían observado, se habían formado y sabían que la policía en sus orígenes es una institución racista y patriarcal que existe para mantener la opresión. No existen para protegernos. No hay nada que reformar.

El reciente asesinato policial de Daunte Wright, a pocos kilómetros de donde se está realizando el juicio de Derek Chauvin por el asesinato de George Floyd, nos enseña como las personas que pretenden reformar la policía son también responsables por el racismo y la violencia policial. En este caso, fue una policía mujer quien apretó el gatillo. Llevaba cámara y dijo creer que era su Taser que disparaba y no su pistola; tanto las cámaras como los Tasers como el aumento de mujeres entre la policía son resultados de reformas policiales anteriores. De hecho, Brooklyn Park, el municipio donde se dio el asesinato, previamente había sido señalado como un modelo positivo de reforma de la policía.

Dejemos de lado el hecho de que ninguna reforma anterior ha disminuido el sufrimiento repartido por la policía ahí donde va. Este asesinato ha sido posible gracias a los reformistas y son los reformistas los que ayudarán a encubrirlo. Confundir una pistola y un Taser es una torpeza enorme, por lo tanto, la respuesta de los progresistas será que la policía necesita de más formación, igual como la hipótesis de Ter García. Gracias a que existe una corriente entre la oposición que aboga para reformar esta institución nociva, la policía puede hacer palanca para ganar más presupuesto: claro, tienen que entrenar mejor a sus agentes para evitar semejantes “accidentes”. Y los y las políticas tienen una excusa perfecta para romper con sus compromisos anteriores de desfinanciar la policía: la oposición ya reclama mejor entrenamiento y eso requiere más dinero. Así que, en menos de un año, se convirtió una posición muy extendida entre las clases populares—la de abolición de la policía—en el proyecto reformista y tecnócrata de Defund (porque pasa exclusivamente por quien maneja los presupuestos) y de ahí se ha vuelto a la normalidad asesina en que los presupuestos de aquellos y aquellas que nos matan, nos detienen, nos humillan y nos agreden siempre va en aumento. Gracias, reformistas.

Pero es aun peor, aun más tétrico. Es imposible confundir una pistola por un Taser. Un Glock cargado (pistola de servicio de la policía) pesa por encima de tres veces más que un Taser. Su gatillo tiene otra forma. Tiene seguro. Es negro, mientras el Taser es amarillo. Y en el caso del cuerpo policial responsable de la muerte de Daunte Wright, la funda está en el cinturón al lado derecha, la del Taser a la izquierda.

Mientras la poli lo sacaba con su mano derecha, mientras lo alzaba, notando un peso importante, mientras desarmó el seguro, mientras ponía su dedo al gatillo y mientras apuntaba, viendo su color, a cada paso sabía que lo que tenía a la mano era una pistola y no un Taser. ¿Por qué grita antes de disparar que tiene un Taser? ¿Por qué expresa sorpresa después de disparar, que era una pistola? Es porque tenía su cámara puesta, grabando. Gracias a los y las reformistas de ayer, tiene una coartada incuestionable.

Era una veterana de 26 años trabajando. Derek Chauvin, que ya había asesinado a otros personas antes de George Floyd, era un encargado de dar formaciones a otros policías. No necesitan más formación. No necesitan otro modelo. Necesitan desaparecer ya.

García habla de la policía de proximidad como un modelo favorable. Lo que no menciona es que el concepto de policía de proximidad apareció por primera vez después de los desordenes graves de los años 60. La gente había perdido la confianza en la policía porque veía claramente como eran unos asesinos racistas y machistas al servicio del poder, así de claro.

La introducción de policías de proximidad fue parte de una doble maniobra, llevado a cabo como estrategia de contrainsurgencia desde el Estado. La otra parte de la maniobra fue la militarización de la policía, pero también con muchas armas menos letales para que la policía pudiera aumentar su aplicación de violencia pero provocando menos muertos, ya que estos imposibilitaron disfrazar la naturaleza de la relación entre Estado y personas. La función de la policía de proximidad es de mejorar el imagen de los cuerpos policiales pero también de penetrar los barrios gobernados para captar más información, establecer redes de informadores y conocer el terreno sobre el cual tenían que actuar. Las experiencias de contrainsurgencia—desde Kenya a Argelia a Los Angeles a Belfast—dejaban clarísimo que se ganaba sólo con buena inteligencia y con la colaboración de una parte de las gobernadas. Un cuerpo que tiene una relación hostil con la población no puede ganar ni información ni complicidad. De ahí, y sólo de ahí, viene la policía de proximidad propuesta por los reformistas.

Y eso nos trae a la cuestión de la resistencia, esa resistencia invisibilizada en el artículo que aquí criticamos. Si vas a una manifestación en Inglaterra, en Suecia, en Finlandia e intentas tomar la calle o insistir en frenar la normalidad para dirigir atención a una cosa realmente grave, si pretendes parar un desalojo o resistir una expulsión, la policía te ataca y te pega con todas las armas que tienen disponibles. Igual que aquí. Eso es lo que hace la policía. Si hay más heridas en manifestaciones en el Estado español, es porque hay más manifestaciones, más personas que paran desahucios o que no aceptan la normalidad. En los países del norte, los estados han tenido más éxito pacificando a la población. Artículos como éste pretenden hacer el mismo: pacificarnos, buscando un modelo policial más inteligente, con más mano izquierda, para conseguir los mismos fines racistas, patriarcales y capitalistas.

Lo que necesitamos no es policía mejor, sino un mundo sin policía y sin capitalismo. Publicaciones como El Salto que pretenden tener el apoyo de los movimientos sociales no deberían dar espacio a voceros de la policía que invisibilizan tantas violencias tan extendidas.

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