Tetralogía 'Noviembre de 1918', cien años después de la revolución

Año publicación: 
2014 (1939-1950)
Autor / es: 
Alfred Döblin
Editorial: 
Edhasa
ISBN: 
9788435021562
Páginas: 
2.000 los cuatro volumenes
Tamaño del libro: 
Bolsillo, 12,5 x 19 cm

Tal vez sea bueno que los nazis quemen mis libros (Alfred Döblin)

En torno al centenario de la Primera Guerra Mundial la editorial EDHASA publicó en tapa dura por primera vez en castellano Noviembre de 2018, los cuatro densos volumenes de análisis novelado que Alfred Döblin dedicó a la revolución alemana del 1918 y al siniestro gambito del nazismo que supuso su represión. Por una afortunada coincidencia, en este mes de noviembre -centenario de la revolución- ya ha salido la edición en tapa blanda, más económica, y se anuncia la edición electrónica. En estos tiempos de desconciento es motivo de alegría que los análisis y documentos y testimonios y experiencias que Döblin compartió en esta obra colosal dedicada a un tiempo desconcertante cuenten al fin con ediciones económicamente accesibles.

El ciclo completo de la obra "Noviembre 1918" se estructura del siguiente modo:

-Primera parte, Burgueses y soldados.

- Segunda parte, vol I, El pueblo traicionado 

- Segunda parte, vol.II, El regreso de las tropas del frente 

- Tercera parte, Karl y Rosa.
 

Según el resumen de la editorial:

En la primera entrega, buena parte de la tesión narrativa que genera Döblin reside en el acusado contraste entre los esfuerzos del líder espartaquista Karl Liebknecht por movilizar al proletariado contra el poder establecido y, por otra parte, los pactos que el dirigente de la asamblea de los representantes del pueblo intenta establecer con los altos mandos militares. Un auténtico fresco del ambiente social y político de un episodio decisivo en la historia de Alemania, la revolución de 1918, que precipitó el cambio desde la monarquía del Reich alemán a la República de Weimar.
 

"El pueblo traicionado" forma una estrecha unidad sobre todo con "El regreso de las tropas del frente", y en ellas Döblin muestra un Berlín donde algunos habitantes viven en condiciones miserables, mientras otros saben sacar provecho de las oportunidades que la guerra ofrece a los comerciantes sin escrúpulos, a los pequeños y grandes estafadores, y también a los oportunistas políticos. Se trata de pequeñas historias personales que van conformando un espléndido mosaico en el que, en perspectiva, podemos ver también los enfrentamientos que se están produciendo como consecuencia de la negociación del Tratado de Versalles, que no tardará en cambiar por completo la situación en toda Europa.
 

1919. La revolución está a punto de acabar, en parte, o en buena parte, traicionada por los partidos de izquierda más próximos al poder burgués. El fin de la revolución espartaquista también es el fin, a la vez novelesco y dramático hasta el delirio, de Rosa Luxemburgo quien, consternada por la barbarie de sus tiempos, es encarcelada en 1919 y acaba sus días recibiendo las visitas fantasmagóricas de su amante muerto y del mismísimo Satán. También Karl Liebknecht, su compañero, sucumbe a sus peores pesadillas, pues es incapaz de impedir el desmoronamiento de las filas revolucionarias y la escalada de violencia. El sueño de la revolución (y su fracaso) produce monstruos.

Que la edición barata sea oportuna no significa que adentrarse en sus páginas no vaya a exigir una considerable dedicación del tiempo que tenemos que vender para vivir. Como corresponde al tema, esta saga es una obra compleja, de considerable densidad y nada gratificante.

Aparte de crónica de la revolución,  puede verse como una autobiografía tácita del arco temporal que a Döblin le ocupó la escritura y la publicación. Los dos primeros volumenes armonizan con el estilo expresionista, fragmentario y a su modo psicoanalítico de las obras que le hicieron famoso como escritor aleman contemporáneo de los hechos -psicoanalítico a su modo: 'Freud invitó al alma a desnudarse, pero ésta ha rechazado la invitación', escribió el doctor en medicina Döblin-. El puzzle expresionista de estas primeras entregas parece paralelo o, quizás, perpendicular al puzzle esperpéntico con el que Valle-Inclán fantaseó por los mismos años una crónica de la revolución antiborbónica española en El ruedo ibérico: quizás la obra de Döblin sea 'El ruedo germánico'.

En el tercer volumen -que a quien escribe no le parece tan armónico con el segundo como indica la editorial- se trasluce una visión menos iconoclasta: el Döblin que se exilió en USA y que luego volvió a su país para trabajar como funcionario de la desnazificación se muestra, pasada la segunda guerra mundial en el momento de la escritura, nostálgico de otro futuro, otro donde los valores de la mesura y la racionalidad se hubieran impuesto en las relaciones internacionales y, como condición de ello, en las humanas. En el cuarto volumen -donde reencontramos a los personajes escamoteados en el tercero con un salto en el tiempo- se profundiza en esa nostalgia y domina la opción espiritualista de un Döblin que se había convertido al catolicismo durante el exilio -"lo que durante algún tiempo ocultó porque le daba vergüenza" (Miguel Sáenz)-: a pesar de que los Karl Liebnkechk y Rosa Luxemburgo del título juegan un gran papel, es uno de los personajes de las entregas anteriores "representativos de la sociedad" el que se vuelve central, siguiendo un camino de no violencia que resulta irrelevante ante la violencia del entorno -y eso condena al entorno, no al camino-. El fracaso de Friedrich y su muerte como otro perro de apellido K es la lente de aumento de lo detestable de ese mundo que triunfa sobre él,  abonado con la sangre de los espartaquistas. 

Es pertinente traer a colación aquí uno de los más agudos comentarios a esta edición castellana, el de Miguel Casado: 

Casi al principio de 'Rosa Luxemburg', la película de Margarethe von Trotta, los líderes del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) se reúnen para celebrar el año nuevo de 1900. La protagonista se niega a bailar con Bernstein, uno de los padres fundadores, por sus recientes discrepancias ideológicas: no acepta separar lo personal y lo político, y ese principio, ser consecuente, lo llevará cada vez más a fondo. Otro de los fundadores, Bebel, será el que avise: “Ya la ahorcaremos”, aunque ella no titubee: “Veremos quién ahorca a quién”. En escasos planos, en concisas palabras, se condensa el drama de la evolución política de Rosa Luxemburg, que lleva a una íntima escisión personal y a la ruptura –la institucionalización en el sistema frente a la voluntad revolucionaria– con los maestros y los amigos de muchos años. El personaje que traza Von Trotta nunca vacila en esa encrucijada, pese a padecer en silencio una progresiva soledad. El choque final, por las posiciones ante la guerra de 1914, era forzoso: la contundencia y el valor de su postura antibelicista resuenan elocuentes en ese espacio vacío. La película se compone en tonos grises, con el hostil blanco de la nieve.

Algo que extraña en ella es la ausencia de esas masas de las que tanto se habla. Los trabajadores van a los mítines de Luxemburg, durante sus estancias en la cárcel se ve a otras presas; pero se vuelve siempre al marco de la cúpula socialdemócrata, sus discusiones, lo áspero de un pensamiento independiente. Sin embargo, durante la guerra y, sobre todo, con el estallido revolucionario que sigue a la derrota alemana a comienzos de noviembre de 1918, esas multitudes postergadas asumieron su protagonismo como nunca antes. Por su procedencia poco esperable, la carta en la que Rilke relata conmovido una asamblea popular en Munich, la toma de la palabra por los desposeídos, es muy expresiva para intuir la dimensión de un fenómeno que pudo cambiar la historia de Europa. Y que, seguramente, sigue aún por pensar.

En los últimos años fue apareciendo en castellano la serie narrativa que Alfred Döblin dedicó a Noviembre de 1918, en la magnífica traducción de Carlos Fortea, formada por cuatro extensos volúmenes: Burgueses y soldados, El pueblo traicionado, El regreso de las tropas, y el final, Karl y Rosa. El extraordinario narrador que es Döblin militó en la revolución entonces, pero no se decidió a afrontarlo en la escritura hasta los años 40, al final de su exilio. Su poder lingüístico, la exigente flexibilidad técnica, la rica variedad de sus recursos no sorprenden si se piensa que el crucial debate entre realismo y vanguardia tuvo quizá su núcleo más lúcido en Alemania, y ahí están, por ejemplo, los escritos teóricos de Brecht, que muestran la vanguardia como la vía más eficaz para explorar la realidad del mundo.

Döblin dibuja las tres posiciones en liza: la defensa del orden y del sistema por el nuevo gobierno republicano del SPD, el pragmatismo de los militares que amagan con su golpismo monárquico para proteger intereses de clase, y el entusiasmo de las multitudes revolucionarias –que derribaron la monarquía, establecieron el gobierno de los Consejos de obreros y soldados y, por último, fueron sangrientamente reprimidas por la alianza de los otros dos campos. A diferencia de la película de Von Trotta, la novela no entrega un relato con héroe, sino un mosaico social, un proteico personaje colectivo, sin jerarquías; Döblin recupera así la confusión de aquellos días, tratando de ver a través de ella, sin una perspectiva privilegiada, sin ningún alto observatorio que permita una visión de conjunto. Recoge la movilidad de los hechos, los vaivenes del ánimo, los engaños y verdades, el entusiasmo y el oportunismo, la abnegación y el medro. Y como, aun en la multitud, busca los primeros planos, no pierde de vista la raíz personal de los comportamientos, el cruce de lo ideológico y lo íntimo, en una atmósfera compartida de desesperación existencial. “Lo personal es político”, sí, como enunciará el viejo dicho feminista, que aquí cobra vida en su gama de claroscuros.

Y es la densidad de los hechos –y la sensación de deuda con ellos– la que invita a releer el revelador trabajo, fuera de eslóganes y esquemas, de Sebastian Haffner, 'La revolución alemana de 1918-1919'. Tramar su hilo con la dispersión fragmentaria del monumental texto de Döblin es un ejercicio apasionante. Hasta llegar a su término: el 15 de enero de 1919, Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, líderes del recién creado Partido Comunista, fueron asesinados por uno de los nuevos cuerpos de élite, fruto del pacto secreto entre el Estado Mayor y el SPD. La película de Von Trotta –a la que vuelvo con gusto y emoción, pese a las dudas de enfoque que me plantea– salta de la salida de la cárcel de Rosa, a mediados de noviembre, a la escena final, limitándose a sugerir disensiones en su grupo y obviando el papel de los socialdemócratas, aunque la cita inicial de Bebel ya anunciara cuál sería. No hay análisis ni apenas atención para la democracia que ejerce la multitud; de algunas cosas tal vez todavía no resulte fácil hablar, un siglo después. Un violento culatazo y un tiro callan la clarividencia de Luxemburg, su temple de polemista: “La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente”. La película se cierra con un plano sostenido de las aguas del canal, de noche, mudo. Como en el poema de Celan, donde late el origen judío de ella junto a la mención del Hotel Edén, cuartel general de los nuevos Fusileros de la Guardia: “Llega la mesa con los dones, / dobla la esquina de un Edén– / El hombre, hecho un colador, la mujer / ¡a nadar!, la marrana, / por ella, por nadie, por todos– / El canal de la Landwehr no hará ruido. / Nada / se estanca” (Este texto ha sido publicado en “La sombra del ciprés”, suplemento del diario El Norte de Castilla).

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Alfred Döblin (Stettin, 1878 - Emmendingen, 1957) Escritor alemán. Nacido en el seno de una familia de comerciantes judíos, se trasladó con su madre a Berlín (1888), donde más tarde cursó estudios de neurología y psiquiatría, doctorándose en 1905. Tras unos intentos narrativos juveniles, influidos por sus lecturas de Nietzsche y Freud, se adscribió a la corriente expresionista y fue, junto con H. Walden y L. Schreyer, uno de los fundadores de la revista Der Sturm. 

En 1915 obtuvo su primer éxito literario con la novela Los tres saltos de Wang-lun, parábola sobre la resistencia pasiva frente a la violencia, que tiene como correlato histórico la rebelión de una secta taoísta contra el gobierno imperial en la China del siglo XVIII. El lenguaje explosivo y renovador de la obra, que supone una ruptura decisiva con la tradición de la novela burguesa alemana, la convirtieron en el primer gran exponente del género dentro del expresionismo.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, en la que participó como médico militar, Döblin publicó La lucha de Wadzek con la turbina a vapor (1918), donde desarrolla uno de los temas centrales en su producción ulterior, la violencia de la técnica, y Wallenstein (1920), novela de estructura y dimensiones épicas ambientada durante la Guerra de los Treinta Años.

De su personal lectura del pensamiento marxista y socialista da testimonio El baile de máscaras alemán (1921), recopilación de ensayos y artículos políticos a la que siguieron otras dos importantes creaciones novelescas: Montañas, mares y gigantes (Berge, Meere und Giganten, 1924), utopía de la era técnica sobre una humanidad que se ha alejado irremisiblemente de la naturaleza y debe pagar las consecuencias, y Berlín Alexanderplatz, de 1929, sin duda su obra más famosa y la primera novela alemana importante sobre el tema de la gran ciudad.  El notable virtuosismo técnico desplegado en la composición de la novela (asociación, monólogo interior, diversidad de perspectivas y planos narrativos, collages, citas, yuxtaposición de las escenas y constante alternancia de los niveles lingüísticos) reproduce en todo momento el ritmo trepidante de la urbe y el trágico sino de la condición humana moderna.

Inmediatamente después del incendio del Reichstag (1933), Döblin huyó primero a Suiza y luego a Francia, donde permaneció hasta la invasión nazi en 1940 y escribió, entre otros títulos, La migración babilónica o La soberbia precede a la caída (1934), No habrá perdón (1935), novela de base autobiográfica, y las trilogías Amazonas (1937-48), donde recrea episodios de la historia hispanoamericana, y Noviembre de 1918. Una revolución alemana (1939-50), estas últimas continuadas en el exilio americano y en Alemania, adonde volvió al término de la Segunda Guerra Mundial. De su conversión al catolicismo, acaecida en 1941, informa detalladamente el ensayo El hombre inmortal. Diálogo Religioso (1946).

Carlos Fortea (traductor de 'Noviembre de 1918'). - Carlos Fortea nació en Madrid en 1963. Además de escritor, es profesor de las universidades de Salamanca y Complutense de Madrid y traductor literario con una labor de más de cien títulos, entre los que se cuentan obras de Thomas Bernhard, Günter Grass, Stefan Zweig, Alfred Döblin, E.T.A. Hoffmann, Eduard von Keyserling y Thomas Mann. En Edhasa ha traducido a Alfred Döblin, Thomas Mann, Gisbert Haefs, Jan Costin Wagner, Siegfried Obermeier,  Además es autor de las novelas juveniles Impresión bajo sospecha (Anaya, 2009), El diablo en Madrid (Anaya, 2012), El comendador de las sombras (Edebé, 2013) y A tumba abierta (Loqueleo Santillana, 2016). Los jugadores(Nocturna, 2015) fue finalista del Premio Espartaco de la Semana Negra de Gijón, es su primera novela para adultos, trayectoria que continuó con El mal y el tiempo (Nocturna, 2017).

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