Desde El Salvador de las "maras": ¿Es posible un país sin pandillas?

Erick Orellana (Revista Aurora)

Qué buena noticia es leer y escuchar la posible desarticulación de las pandillas MS-13 y Barrio 18 Sureños en territorio salvadoreño. Sería un sueño hecho realidad, un deseo cumplido. El problema es que no todos le creen. Más aun, lo difícil será la reinserción social de miles de hijos e hijas de la guerra, que han vivido una “vida loca”. Me pregunto si tenemos la suficiente capacidad para ello, y si no, entonces, ¿cómo alcanzarla? Porque este asunto que ha perturbado a este país hay que darle una solución pronto.

El periódico digital “El Faro” publicó recientemente en su sección la Sala Negra, que la pandilla MS-13 pide al gobierno salvadoreño diálogo y propone como punto importante de agenda discutir su posible desarticulación como estructura delictiva. Días después voceros de la pandilla del Barrio 18 Sureños retomaron la propuesta de la MS-13 y proponen además poner fin a las extorsiones y localizar a las personas desaparecidas.

Los voceros de la MS-13 se reunieron con el Faro en Diciembre del año pasado para exponerles su propuesta de crear una mesa de diálogo pública, entre los lideres de las pandillas y todos los partidos políticos, las instituciones que velan por los derechos humanos, las autoridades de los centros penales, familiares de reos, directivos comunales y el gobierno. Esto con la intención de parar la violencia en ascenso y un conflicto mayor entre las pandillas y las fuerzas estatales. Otros dos puntos a negociar en la mesa serian el permitir a miembros activos de la pandilla poderse salir a través de un proceso con apoyo del gobierno; y el otro punto es el de negociar la posible desarticulación de la pandilla. A estas propuestas se sumaron voceros del Barrio 18 Sureños donde agregan además de las propuestas de la MS-13 terminar con las extorsiones y colaborar para encontrar los cadáveres de las personas desaparecidas por ellos mismos. También incluyen como mediadores a Naciones Unidas y la Iglesia Católica.

Esto refleja la voluntad que poseen los integrantes de las pandillas a cambiar de modo de vida. Todo ser humano puede cambiar, inclusive aquella persona que ha vivido por años en la criminalidad. Las demás personas que integramos este experimento de sociedad, podríamos darle esa oportunidad y ayudarles de manera inteligente a que puedan incorporarse a la vida social. Y ahí está el reto. Muy grande de por si, pero no imposible de realizar.

Históricamente las clicas surgieron como grupos de defensa por causas socioeconómicas y psicológicas producto de la violencia estructural; la pobreza, la guerra, la discriminación por clase social, por raza o nacionalidad, la educación patriarcal y autoritaria en las familias y barrios. Subsanar esas falencias gradualmente vendría a recomponer el tejido social carcomido por la violencia, la intolerancia, la falta de compresión y sensibilidad hacia el otro ser.

Esta tarea no es solo del gobierno actual o del que vendrá, sino de toda la gente de las colonias, comunidades, barrios que viven con esa problemática a diario, y que quieren una solución racional sin derramar más sangre.

La organización comunitaria se hace indispensable para que haya una participación efectiva de la población y una solución real. El poder discutir y tomar decisiones en las asambleas barriales entorno a estos temas y otros que surjan hará al tejido social tener nueva vida y hará cambiar los aires de la ciudad y del país.

La violencia pandilleril ha sido una mordaza hacia la gente, que ha desviado la atención a los problemas estructurales de esta débil sociedad. Si en el futuro cercano estas propuestas se cumplen, el escenario social será otro.

[Publicado originalmente en la revista anarquista Aurora # 10, San Salvador, enero 2017. Número completo accesible en https://concienciaanarquista.noblogs.org/files/2017/02/RevAuroraN10.pdf.]

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