Gloria Fuertes, Javier Marías

Por Carlos Taibo

Me explica una colega que Javier Marías ha escrito un artículo sobre Gloria Fuertes. Contra Gloria Fuertes, para mejor decirlo. Me hago con el texto y descubro que mi informadora no se ha esmerado mucho en la descripción. Que Marías estime que Gloria Fuertes es una escritora sobrevalorada tiene un relieve menor, en la vida y, también, y pese a las apariencias, en su artículo. Faltaría más que el autor de “Corazón tan blanco” no pudiese enunciar sus preferencias literarias.

Lo que ocurre es que, hablando en propiedad, el texto de Marías no es sobre Gloria Fuertes: es un salto en el vacío que asume la forma de una diatriba dirigida contra esas feministas a las que nuestro hombre atribuye una indecorosa, estúpida y desinformada búsqueda de heroínas literarias. Caramba. ¿Cuántos ejemplos no habrá –algunos, por cierto, los cita el propio Marías cuando pone manos a la tarea de recordarnos que hay escritoras de fuste mucho mayor que el de Fuertes- de mujeres que han salido del pozo oscuro al que habían sido condenadas, para que, entre otras cosas, el hijo del filósofo pueda leerlas? ¿No tienen nada que ver con ello las feministas a las que, de forma tan generalizadora y gratuita, descalifica Marías? Si, por lo demás, lo que este último nos cuenta obedece al arriesgado procedimiento de tomar la parte por el todo –a buen seguro que hay feministas que dan fe de lo que dice nuestro hombre-, ¿no haría bien este último en aplicarse el cuento a sí mismo? Porque, ¿cuántas veces no habré escuchado elogios encendidos de la obra del propio Marías en labios de personas que, con proverbial esnobismo, pensaban que era una carta de prestigio reproducir los panegíricos que sobre las novelas de nuestro galardonado escritor aparecían en «Bobalia», ese aséptico e independiente medio de dignificación de la mejor literatura?

Voy a pasar por alto, en este caso, otro de los rasgos del texto de Marías: la soberbia de su autor, quien al parecer se considera un oráculo que debe iluminar nuestros precarios y desviados conocimientos literarios. Lo haré por cuanto entiendo que, en los hechos, quien emite un juicio en público asume, sí, un ejercicio de soberbia que es, al mismo tiempo, inevitable y, por ello, moderadamente disculpable. Me interesa más, mucho más, el lugar en el que Marías se explaya, el diario vitriólico «El País», en el que resulta difícil imaginar que vaya a aparecer una réplica –ojalá me equivoque- a su artículo. A menos, claro, de que en virtud de alguna razón extraña se le crucen los cables a alguno de los líderes de opinión –Vargas Llosa, Azúa, Savater, Pérez-Reverte o Cebrián- que exhiben masculinamente su superioridad intelectual y moral en el diario madrileño. ¿Se imaginan ustedes que en las páginas de «El País» alguien anotase que Marías es un novelista agostado y misógino, al servicio con descaro de un emporio empresarial y del modelo social por éste defendido, y protegido frente a cualquier contestación que se atreva a sugerir que el rey está desnudo? Que no se me lancen encima los admiradores de Marías. No estoy diciendo que el hijo del filósofo sea todo eso: me limito a preguntarme por qué no puede decirse, llegado el caso, que lo es en las páginas de un diario que presume de paladín de la democracia y del pluralismo, tanto más cuanto que Marías no ha dedicado una sola línea a explicar por qué la señora Fuertes se le antoja una prescindible autora de ripios.

No parece que a Marías le preocupe demasiado el haber sido protegido siempre por un grupo empresarial que, claro, defiende su negocio. Qué tiempos aquéllos en los que «El País» acogía opiniones dispares que se enfrentaban en buena lid. Mucho han cambiado las cosas. Hoy la reacción del diario humorístico ante el artículo de Marías ha consistido en acudir en defensa cerrada de su escritor, merced a la mano mágica de este genuino machaca contemporáneo que es Juan Cruz. No sé si la defensa le viene bien a Marías, tanto más cuanto que la condición de baboso imperial de Cruz rebaja inequívocamente –entiendo yo- la credibilidad del beneficiario de su texto. Años atrás, un amigo común me contó que le había reprochado a Cruz que de “El País” hubiesen desaparecido todas las voces que respondían a un impulso de pensamiento crítico y disidente. Aunque Cruz lo negó airadamente, según el relato de mi colega fue incapaz de explicar por qué las numerosas personas invocadas al respecto por éste o no habían escrito nunca en el diario satírico o habían desaparecido de sus páginas de manera no precisamente amistosa y cortés.

Acabo. Mi comentario final, como pronto podrá apreciarse, no tiene ningún peso literario. En realidad, no tiene ningún peso. Gloria Fuertes me caía bien –me parecía un apreciable ser humano- y Javier Marías me cae irremediablemente mal. Aunque el argumento pueda entenderse en provecho de este último, confesaré, sin embargo, que en muchos momentos me ha asaltado la idea de que sólo las malas personas pueden ser grandes escritores. Que nadie se escandalice: conozco también algunas malas personas que no son buenos escritores. Yo mismo, sin ir más lejos.

Tags: 
Aviso Legal  |  Política de Privacidad  |  Contacto  |  Licencias de Programas  |  Ayuda  |  Soporte Económico  |  Nodo50.org