La juventud vasca en los años 80. Entrevista con Jakue Pascual

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El rock, y la música popular en general, son reflejos de la realidad en la que viven sus protagonistas. Un nuevo libro analiza los aspectos sociales que rodean el surgimiento del llamado “Rock radical vasco”.

Jakue Pascual [@Xakue] es un sociólogo donostiarra, autor del libro de reciente publicación “Movimiento de Resistencia – Años 80 en Euskal Herria – Contexto, crisis y punk” (Editorial Txalaparta). Se trata de una obra en la que analiza en detalle las expresiones culturales y tendencias sociales que se dieron en el País Vasco y Navarra en los años 80, ambiente en el que surgieron un buen puñado de bandas de música rock, marcadas por la diversidad de estilos, aunque agrupados todos bajo una etiqueta que sirvió para englobarlos y poner el foco sobre lo que estaba allí sucediendo: “Rock Radical Vasco”.

Jakue vivió en primera persona aquellos años de efervescencia, con una participación activa en el grupo Zirikatu del Gaztetxe de Bilbao, en medios contrainformativos, en iniciativas ecologistas y antimilitaristas. Durante su trayectoria, que incluye la obtención de la licenciatura en sociología y un doctorado, ha publicado numerosos artículos y tienen también varios libros, entre ellos “Telúrica vasca de liberación”, “El juguete de Mari” y “Anarkherria”.

Su nueva obra es un texto denso e intenso, que permite conocer y entender en profundidad el contexto en el que surgió el denominado “Rock radical vasco” y como fue fruto de unas singulares circunstancias históricas:

El libro “Movimiento de Resistencia – Años 80 en Euskal Herria” parte de una tesis doctoral que hiciste en 2010. ¿Qué visteis en ese trabajo tanto tú como la editorial Txalaparta para transformar aquel estudio académico en una publicación accesible para el público en general? ¿Hiciste algún tipo de adaptación para hacerlo más digerible a los lectores no especializados?

Los años 80 siguen suscitando un gran interés y era una pena dejar enterrado todo este material en los depósitos de la Academia. Hasta ahora se han publicado una serie de libros sobre el tema que si bien aportan cantidad de datos, siendo algunos muy buenos trabajos, siempre lo hacen desde un punto concreto del fenómeno: sea una banda o una zona o territorio concreto. Hasta que apareció mi tesis no había ninguna interpretación de conjunto, no sólo en relación al punk y al RRV, sino a lo que estos fenómeno implican en el seno de un movimiento antiautoritario muchísimo más complejo.

Mi tesis era que en los 80 se desarrolló todo un movimiento de resistencia juvenil que tenía tres referentes de conjunto: La crítica radical del punk, ya que en un medio en el que no había posibilidad de nada, en crisis, en el que no había futuro para los jóvenes, pues cualquiera podía idear y hacer lo que le viniera en gana. Una premisa dual y simple que se complementaba con una forma directa de hacer las cosas y una toma de decisiones asamblearia. Un criterio de autoorganización horizontal al que no se había llegado por casualidad, sino que se tomaba de la enorme experiencia organizativa asamblearia que tuvo lugar a finales de los 70, cuyo poso ya se había sedimentado y en cuyas estructuras de base había tenido lugar la primera experiencia activista de la avanzadilla de la generación de los 80. Y todo esto en un medio, como el vasco, en el que la cuestión nacional era experimentada como represión política en primera persona por los jóvenes, a los cuales se había declarado sospechosos en el Plan Zona Especial Norte

Pues bien, llegados al punto del interés de Txalaparta por publicar este libro, me dispuse a rehacer de cabo a rabo todo el apartado que se dedicaba al punk y al RRV en la tesis. Ya que -si bien había contado para su elaboración con un muy buen soporte de materiales escritos, visuales, sonoros y gráficos- ahora me encontraba con que había mucho más material documental; eso sí, disperso en infinidad de bases de datos, webs y blogs… De ahí que manteniendo el material original me dispusiera a reformular todo el destinado al punk y, a la vez, a insertar el fenómeno en su contexto, con lo cual las dimensiones que toma el libro son coherentes con la tesis que planteo.

Y sí, he optado por una prosa ágil y por suavizar los contornos teóricos, pero sin eliminar ni un ápice su bagaje documental y utilizando un estilo de escritura más entretenido y asequible. Por ejemplo, en la tesis había una exploración teórica del punk que no se ha publicado en el presente volumen.

En tu juventud formaste parte activa de algunas de las iniciativas sociales que estudias y describes en tu libro. ¿Esto ha supuesto algún tipo de hándicap para que el estudio tuviera el grado de objetividad que necesita una tésis doctoral?

Puede pasar, pero no. Y no me voy a remitir a la calificación máxima otorgada por el tribunal de tesis, que es lo de menos. Toda tesis parte de una hipótesis, algo ocurrió en la sociedad vasca de los años 80 para que las cosas fueran de una forma y no de otra. Hubo un movimiento de resistencia de jóvenes, esa es la tesis que hay que demostrar, el hecho social que, para tener validez, tiene que ser rellenado con datos objetivos suficientes para demostrar que fue así y no de otra forma. El hecho social que yo analizo cuenta con una argumentación contrastada con miles de datos que complementan los distintos aspectos que colorean en detalle, con un sin fin de matices cromáticos, el gran lienzo que compuso todo un movimiento heterogéneo que complementó expresiones contrainformativas, ocupacionistas, punk, antimilitaristas…

Por tanto, la objetividad está en la combinatoria de detalles que son capaces de explicar que un hecho tuvo lugar de una manera y no de otra. Además, hay que tener en cuenta, que dadas las características radicales que contiene la hipótesis de partida, era necesario afinar y cargar al máximo el contenido de un hecho social como el que se estaba analizando. Cuando fui a depositar la tesis e hice entrega del primer volumen, me dijeron que con tres ejemplares bastaba y yo les dije que no, que esos cuatro volúmenes sólo eran el primero. Cuando la recepcionista del registro de una ojeada multiplicó 3332 folios x 3 llamó al bedel y le requirió para que se viniera con un transporte motorizado. Dentro de este trabajo, el capítulo del punk y del RRV sólo era una parte y esa es la que he rehecho radicalmente para su publicación.

Como podéis imaginaros hay otros varios grandes capítulos que se hallan a la espera de un tratamiento específico; aunque de antemano, también os digo, que no voy a encontrar tanto material nuevo como he encontrado en el capítulo dedicado al punk y al RRV, especialmente en el aspecto musical de bandas de rock and roll.

Y al hacer este estudio formal… ¿Descubriste muchos aspectos que te sorprendieron y desconocías cuando vivías en primera persona algunos de los acontecimientos?

Por supuesto, pero sobre todo lo que sorprende, aunque intuías que era así, es ver cómo encajan las piezas en un todo repleto de matices –movimentales, grupales y subjetivos- que a la postre se reconocen como parte de una misma dinámica compleja y que van construyendo su propia política de alianzas informales de hecho y de criterio. Uno vive una vida y por muy intensa que fuera la actividad y el acceso a las informaciones de lo que se estaba produciendo –y modestamente creo que en mi caso si fueron intensos ambos aspectos- la vastedad del fenómeno y la gran variedad de agentes intervinientes e historias resultantes no deja de traerte, según vas investigando, nuevas sorpresas que como matices complementan el fenómeno estudiado.

Formaste parte grupo Zirikatu del Gaztetxe de Bilbao y colaboraste con la Agencia de Contrainformación Tas-Tas de Vitoria. ¿En que consistió tu implicación y activismo social en los años 80? ¿En qué otras iniciativas participaste?

Durante los 80 mantengo una doble práctica activista, la militancia en los movimientos ecologistas y antimilitaristas y, a la par, me implico en la construcción del Movimiento de Resistenca Joven. A finales de los 70 ya había colaborado con los Comités Antinucleares. Pertenezco a una generación que el conocimiento de lo político se fragua en la más tierna infancia el medio opresivo del autoritarismo franquista que lo impregnaba todo; no sólo lo político, lo militar y lo jurídico, sino todos los aspectos de la sociedad y de la vida, como la escuela, el trabajo, el ocio y la familia. Desde muy pequeño eres consciente de la represión, la vives de cerca, en los propios familiares…

La primera huelga en la que participo siendo un crío es contra los fusilamientos de Txiki y Otaegi y de los tres miembros del FRAP. Y cuando tu adolescencia y primera juventud es marcada por la violencia extrema sólo tienes dos caminos, o te enfrentas o te escondes. Estoy hablando de represión pura y dura. Yo ya había participado como adolescente en la ocupación del local de la OJE en la calle Prim de Donostia y en la durísimas marchas estudiantiles. Estaba en Iruñea en los sanfermines en los que mataron a Germán González y al día siguiente en Donostia, cuando repiqueteaban las campanas de las iglesias tras caer abatido Barandiaran en la cuesta de Aldapeta, en una manifestación de repulsa por la muerte de Germán. Habíamos cruzado dos minutos antes el puente sobre el Ebro, la Guardia Civil se desplegaba. Una asamblea alrededor del charco de sangre, Gladys estaba muerta. Iñaki Quijera… Habíamos salido escopeteados del franquismo y enseguida llegaron las rebajas democráticas.

Golpe de estado de Tejero, LOAPA y Amejoramiento del Fuero, dos meses después estábamos viendo a The Clash en Donostia y nos miramos y vimos que éramos muchos y que algo comenzaba a cambiar en nuestras mentes, que éramos una nueva generación; algo que nos dispusimos a construir, mientras participábamos de los primeros conciertos underground que el punk se disponía a mostrar en garitos, bajeras y las primeras muestras de música novel en las plazas de los pueblos. En 1981 formamos la Asamblea Ecologista de Donostia. Un grupo de ecología experimental que, una vez paralizado el proyecto de la central nuclear de Lemoiz, se abrió a la posibilidad de la recuperación de bosques, ríos y faunas, el transporte y las energías alternativas, el reciclaje de residuos, el cambio climático, las variadas contaminaciones, el urbanismo y cantidad de otros aspectos relacionados con el medio ambiente local y global.

Un grupo que fue capital para poner en marcha el potente movimiento anti-OTAN en el sur vasco. En el 83 estoy en la permanente y ese otoño en el concierto inaugural de la campaña nace el RRV. Previamente habíamos constituido un grupo antimilitarista en la Universidad de Deusto, que fue capital para que confluyeran personas que luego tendrían un papel importante en el impulso del movimiento por la objeción y la insumisión. Empieza la era del RRV y me involucro en el experimento radiofónico de Txantxangorri Irratia. Formamos un grupo de trabajo y realizamos un programa que se llamaba La Hora Pronobis, en el que junto a representaciones radiofónicas, entrevistas, textos y noticias de interés metíamos en antena punk y RRV. Y poco a poco vamos construyendo una forma de pensar y actuar que nos asocia a lo alternativo y a la autonomía libertaria y que se fundamenta en la colaboración y en la ayuda mutua y en la decisión entre iguales en plano de círculo y en asamblea. Criterios que eran comunes a gran parte de los experimentos que grupos específicos, pero similares, comienzan a poner en marcha, infestando por contagio a un importante sector de la juventud vasca.

En ese momento entro en Zirikatu, un grupo experimental de la autonomía juvenil, que formado por gentes procedentes de diferentes expresiones políticas y sociales alternativas y radicales tiene su sede en el Gaztetxe de Bilbo y confluye para impulsar una convergencia asamblearia, cuyo intento fallido tendrá lugar en Orio en 1988. Zirikatu es un núcleo activista de reflexión, propaganda, dinamización y acción que mantiene una práctica asociada a múltiples nodos de la red que compone el sustrato de asociaciones que marcan las localizaciones principales del propio movimiento. De ahí que nuestra colaboración, personal y colectiva, con radios libres, revistas como el Resiste, gaztetxes como el de Bilbao, colectivos como el MOC o agencias de contrainformación como Tas-Tas fuera una constante.

En el año 1986 ya escribiste “Anarkherria” junto a Mark Legasse, obra que se reeditó revisada en 2011. ¿Cómo fue escribir aquel estudio justo en aquel momento cuando se estaba en el centro de todo lo que estaba aconteciendo en Euskal Herria?

Era precisamente eso, una aportación redactada en el epicentro del debate. La tesis de Anarkherria era simple. Existe un pueblo antiautoritario que -a pesar de todos los condicionantes- experimenta dicha forma de ser mediante la expresión práctica de su libertad. Lo cual implicaba validar la dimensión libertaria del propio proceso de liberación vasco que estaba teniendo lugar en aquel momento y que también contaba con potentes antecedentes históricos. Modestamente creo que es ahora cuando se ve la importancia de este texto, en un momento en el que las categorías ideológicas cerradas, más propias de otras épocas, dan paso a recombinatorias creativas ensamblables. Todo se andará.

En “Movimiento de Resistencia – Años 80 en Euskal Herria” se incluye información muy detallada sobre los acontecimientos que narras. En el prefacio indicas que el avance de las nuevas tecnologías te ha permitido acceder con cierta facilidad a un fondo informativo y documental que unos pocos años antes habría sido muy difícil conseguir… ¿Cuánto tiempo has dedicado a realizar este estudio? ¿Hasta que punto te ha sido útil YouTube y muchas webs y blogs que recogen información de aquellos años?

Como ya he dicho, aún contando con una gran base de datos y conociendo la existencia de otros muchos documentos, es ahora cuando he tenido acceso a materiales originales (bases de datos de discográficas, bandas de rock y documentos visuales y sonoros), lo cual me ha obligado a incluir nuevos elementos y a rehacer completamente el primer texto dedicado al punk y al RRV en la tesis. He empleado unos siete meses para ello. Y claro, la red ha sido la principal surtidora de estos elementos con los que he complementado el primer trabajo realizado, pero también se han editado nuevos textos centrados en aspectos concretos del fenómeno. Claro está, que esto tiene su lado negativo, pues entre la enorme cantidad de materiales de los que nos surte la red telemática hay muchos errores que hay que saber discriminar, para lo cual es imprescindible cotejar los datos sistemáticamente y tener un conocimiento previo y preciso del fenómeno.

Un compañero de trabajo, que vivía en Navarra en los 80, me comentaba hace unas semanas que recordaba haber visto peleas multitudinarias en plena calle, con los punks como protagonistas. Yo mismo recuerdo algunos viajes al País Vasco, con punkis con unas estéticas y actitudes que producían el recelo de los transeúntes con los que se cruzaban. ¿Qué factores impulsaron la transformación de uso lúdico de la violencia, como forma de encauzar la rabia acumulada, hacía planteamientos más comprometidos con el cambio social dentro de las personas que formaban la escena punk en aquellos años?

Es un proceso natural de reconocimiento social, que desde la adopción de una actitud individual, pasa por la agregación en bandas y finalmente establece una política de relaciones entre las mismas. De manera que la conflictividad inicial se va haciendo política al establecerse relaciones entre las bandas, hasta desembocar en un proceso de madurez alternativa con la consolidación de nodos de interacción común, alrededor de focos contrainformativos y espacios ocupados como gaztetxes. Todo un aprendizaje experimental y práctico que concluyó afianzando espacios de contrapoder principalmente a escala local, sin dejar de mostrar su reflejo como un todo al calor de acontecimientos como los que tuvieron lugar alrededor del 50 aniversario del bombardeo de Gernika en el 87 o en los intentos de coordinación de la autonomía juvenil en el 88. Del rechazo individual, de la rabia frente a una situación de no futuro, se busca -mediante agregaciones básicas- la identificación con situaciones particulares similares. Estas bandas primero son autoafirmantes de la propia agregación y de ahí el nivel de confrontación inicial existente entre dichas experiencias que, tras establecer relaciones de afinidad entre ellas en una segunda fase, llegan a agregarse en muchos casos a proyectos comunes como son las radios libres o los gaztetxes, llegando a experimentar así prácticas autoorganizadas en interacción con sectores juveniles alternativos (antimilitaristas, ecologistas, feministas) a cuyos movimientos apoyan.

Si, es cierto, en un primer momento la imagen punk era agresiva, pero sobre todo porque rompía la norma de lo estéticamente y socialmente establecido, de ahí que la violencia de lo normalizado se catalizara de manera salvaje contra dicha disidencia juvenil. Una disidencia que empezaba por la propia indumentaria, con la que se devolvía simbólicamente al sistema el odio que éste generaba con su práctica política, social y cultural represiva. Son los años en que los medios de comunicación herederos del franquismo y los de la nueva socialdemocracia de la reestructuración económica y el GAL, crean alarmismo en relación al rule de las bandas punk por las fiestas estivales, empeñados como estaban en imponer una imagen sumisa de los jóvenes. Son los años en los que el punk abre una confrontación frontal contra la persistencia de los mecanismos autoritarios del franquismo. Los poderes fácticos habían decretado que el bacilón de la apertura de la Transición se había acabado e intentaban imponer una vuelta a las maneras autoritarias en todos los aspectos de la vida patria. Los jóvenes de ahora, que están viendo desde su propia perspectiva los intentos de degradación social, política y cultural en los que les intentan sumir, deben entender que, si tienen conciencia de ello, es porque el punk, como movimiento (y aliado con otras fuerzas juveniles autónomas y alternativas) se enfrentó directamente a los intentos de mantener el autoritarismo dispuestos tras el golpe de estado del 23-F.

Desde fuera en mucha ocasiones se ha percibido la existencia de una relación muy estrecha entre el denominado Rock Radical Vasco y la izquierda independentista vasca. Sin embargo en tu libro aclaras que la relación es mucho más compleja, con encuentros, desencuentros y recelos de grupos musicales y colectivos relevantes, que temían un aprovechamiento instrumental por parte de la izquierda independentista. ¿Consideras que el inicial interés de la izquierda independentista por la incipiente corriente juvenil fue totalmente interesado? ¿Hubo otros factores que ayudaron, en ese inicial acercamiento, a superar los recelos y el rechazo que producía el rock y los movimientos juveniles que surgían entorno a él?

La Izquierda Abertzale era consciente de que gran parte del potencial de ruptura y cambio venía de mano de los jóvenes y que estos eran el recambio. Como también eran conscientes algunos, dentro de sus filas, de que algo se estaba cociendo en el underground político y cultural. Las generaciones de los 60 y 70 daban señales de un rápido agotamiento y sus utopías pasaban a formar parte de las leyendas izquierdistas.

No es que el análisis de la IA les hubiera llevado a ello, simplemente se encontraron con una nueva generación que hacía las cosas a su manera, de ahí que prefirieran aportar marcos para su expresión que silenciarla. Ya antes, durante la primera campaña anti-OTAN (Otoño-83), la correlación de fuerzas que la impulsaba (Izquierda Abertzale, extraparlamentaria, alternativa y movimientos sociales), a través de los portavoces del incipiente mundo musical sumergido, había acuñado el término de Rock Radical Vasco para describir al elenco de bandas noveles (Hertzainak, Barricada, La Polla Records, RIP, Basura…) que iban a participar en su concierto inaugural. Una denominación que fue dispuesta por primera vez en el Plaka-Klic de Egin, una hoja destinada por este diario a la música local que evolucionará hasta convertirse en un cuadernillo semanal que tuvo mucha acogida entre los jóvenes llamado “Bat, Bi, Hiru…”; y que facilitará la convocatoria del concurso Eginrock en 1984, cuyo proceso de selección y de votaciones fue todo un acontecimiento, previo a que desde la Izquierda abertzale se dispusiera el imponente marco escénico musical de “Martxa eta borroka”.

Y es en este proceso donde hay encuentros y desencuentros, los más notorios son los del rechazo de Eskorbuto, tras considerar que fueron abandonados por las Gestoras Pro-Amnistía cuando se les aplicó la Ley Antiterrorista, tas ser detenidos con algunas grabaciones de sus primeros temas; o por el contrario, la oferta de Kortatu para colaborar culturalmente con la sensibilidad política de la IA, pero sin perder pie con el medio punk y autogestionario del que surge como banda. De manera que las bandas y la gente joven, sus seguidores, también se aprovecharon de que una estructura política dispusiera para ellos escenarios en condiciones. Y es que la capacidad autoorganizativa de Herri Batasuna era ya de muy alto nivel por la mitad de los 80.

Con el paso del tiempo hubo diferencias, pero también muchas sinergias, entre las corrientes juveniles surgidas en torno al punk y la izquierda independentista vasca. ¿Hubo al revés, por parte de los grupos y colectivos punk, un uso interesado de los medios y proyección que les proporcionaba participar en festivales o aparecer en los medios de comunicación de la izquierda independentista?

Más o menos ya hemos respondido a esta pregunta. Sí, se da un proceso de confluencias en las prácticas, en lo cotidiano y en los acontecimientos; y también, se da un proceso de alejamientos, que afectan tanto a los grupos de música como a todo tipo de prácticas políticas y sociales juveniles. La heterogeneidad del conjunto del espacio sociológico de la IA es tan grande que es imposible concentrarla en departamentos estancos; pero a grosso modo diremos que hay un proceso de confluencias no programáticas que se construye entre 1983 y 1985 y que llega a su máxima expresión en 1987, alrededor de los actos del 50 aniversario del bombardeo de Gernika, a partir de lo cual -y condicionado por el cierre de filas en torno a HB y la negociación política entre ETA y el Estado español (Conversaciones de Argel), además de por hechos como el de la acción espontánea que un grupo de jóvenes perpetra contra la Casa del Pueblo de Portugalete (Caso Mendeku)- dejará de funcionar una entente cordiale que, como ésta, nunca fue declarada. Los 90 ya serán otra historia en Euskal Herria.

Cuando uno se acerca a los movimientos juveniles que surgieron en los 80, o en las dos décadas anteriores, tiene la sensación de que todo pasaba antes mucho más rápido… El nivel de evolución y maduración que tuvo la escena punk vasca, y sus grupos musicales de rock en general, en una década fue muchísimo mayor de lo que yo percibo que ha pasado después en 25 años… ¿Crees que es así o que las cosas que están sucediendo después se están explicando peor o no tenemos la suficiente distancia para verlas?

Sí, las cosas fueron muy rápidas en los 80, pero hubo muchos elementos que lo favorecieron. Explicarlos todos nos llevaría a repetir toda la tesis. Pero la mezcla entre el baby boom de los 60, el exceso se tiempo de ocio marcado por la crisis, la tremenda conflictividad política, social y cultural en la que vivía el pueblo vasco, el punk, la autogestión de los espacios y de las distintas expresiones juveniles, las drogas como el speed o la heroína, el surgimiento de cientos de bandas de rock y de colectivos y movimiento juveniles muy impregnados de prácticas autoorganizadas y asamblearias…

Todo ello confluyo en una década vertiginosa y se confabuló en una contestación contra el sistema que, operando por contagio, evolucionó de¡ simple rechazo, del no futuro, hacia el descubrimiento de formas alternativas que satisficieran las necesidades de ocio, expresión y espacio por parte de los jóvenes vascos y que hasta entonces les habían sido vedadas. Pero bueno, también hay que realizar la crítica de esa década, pues lo errores fueron de bulto, y ponerla en comparación con lo que hoy ocurre; y así podremos observar cómo nos encontramos ante un nuevo cambio de paradigma, sobre el que se han desplegado nuevas fuerzas políticas, sociales, tecnológicas y juveniles; y que éste está acreditando un nuevo estilo de hacer las cosas, que aún tiene que terminar de definirse; pero que anticipa, por lo menos a priori, una alta cualificación a la hora de disponer sobre el terreno nuevas formas expresivas y agregaciones en el espacio. Pienso que el potencial está ahí, el problema será el de la consistencia que adquiera como estilo común de hacer y reconocer las cosas.

En tu libro también se trata el uso de las drogas que se hizo dentro de la escena punk y las terribles consecuencias que tuvieron para muchos jóvenes involucrados en grupos musicales o en iniciativas culturales o sociales de diversa índole… El peaje que muchos pagaron por aquella época de efervescencia fue muy duro. ¿Tienes una idea de lo que ha deparado a la mayoría de los supervivientes? ¿Siguen involucrados en proyectos sociales y estilos de vida alternativos? ¿Se han “integrado” en la “normalidad” del sistema?

Así es. La factura que pagó el punk fue muy alta, pero no hay que olvidar que fue una lacra que afectó a toda la estructura social y de convivencia. Teníamos conocimiento de la existencia de la heroína desde hacía tiempo. Los hippies de la zona en sus viajes iniciáticos a Ibiza o la India ya tonteaban con ella a mediados de los 70; pero era sólo eso. Lo que vino después es muy difícil de explicar. Para 1978 la Transición ya había dado todo lo que tenía que dar. El horizonte se tornaba negro, comenzaba a aumentar el paro y el desencanto con la apertura política y social empezaba a hacer mella en grandes capas de la población juvenil. Es el momento en el que empiezan las grandes traiciones y las derivas socialdemócratas de la izquierda en su conjunto.

Y de tener todo al alcance de la mano nos encontrábamos con un espacio de nuevo en clausura. También tuvo algo que ver que en un primer momento se asociaba el uso de drogas con la experimentación de algo transgresivo, cuasi revolucionario. Y es ahí, en 1978, cuando detectamos una entrada masiva de heroína en Euskal Herria. Era una constatación práctica. Yo andaba en aquel momento con una chiquita de Errenteria y de la noche a la mañana la mitad de su cuadrilla estaba metiéndose jaco. Las primeras papelinas eran casi regaladas. Para que os hagáis una idea, en una localidad como Errenteria había unas tres cuadrillas, de una treintena de personas cada una, que completaban toda la cohorte generacional del pueblo y ese fue el gran impacto que tuvo en un comienzo la heroína. Hubo pueblos y barrios que, como Bermeo o Sestao u Otxarkoaga, por poner sólo unos ejemplos, quedaron arrasados.

Yo siempre pongo un caso, antes de la entrada del caballo no había porteros automáticos y todos los portales estaban abiertos. Luego vino todo el combate contra la lacra. Hay que darse cuenta de que los afectados eran los propios colegas y que fue un proceso continuo de rechazo y reenganche, que dejó una gran cantidad de muertos por el camino. Una cuestión que se vio enormemente agravada por la aparición del SIDA y la ausencia de información que las autoridades brindaron sobre el tema. La segunda entrada masiva se produce hacia 1983, es ahí donde comienzan las escaramuzas entre los yonquis y los miembros de los incipientes proyectos alternativos, que se van absteniendo cada vez más de mantener relaciones tóxicas con ellos.

Y hay una tercera entrada hacia 1986, pero los proyectos alternativos ya se habían consolidado y eran casi impermeables a dicho consumo; lo cual no quiere decir que otras drogas, como el speed, se impusieran y marcaran el tiempo. Entre los grupos de punk y RRV hay cantidad de bajas producidas por la lacra de la heroína, pero sería un error interpretar que esta sólo afectó a dicho escenario contracultural. La heroína se extendió por toda la sociedad y afectó a todos los estratos de clase; y sólo en su última etapa se cronificó en los sectores sociales más desfavorecidos.

El rock vasco tuvo un gran impacto e influencia en el resto del estado y también en zonas de Sudamérica. ¿Crees que se debe a coincidencias, aunque sean parciales, con las condiciones sociales que se vivían en Euskal Herria, o que sobre todo se debe a la dimensión artística de los grupos que allí surgieron?

Las dos cosas. Evidentemente, cuando el interés por el punk vasco eclosiona en México es porque la juventud de allí vive en unas condiciones de merma de las expectativas personales y sociales. Pero también porque lo preclaro de la actitud, el mensaje y el lenguaje compartido, actúan como agentes difusores de los propios grupos de punk vasco que los producen.

El contexto de violencia extrema con fines políticos que se vivía en aquellos años es una de las diferencias más acusadas con la realidad que se vivía en otras zonas de la península. ¿Añadía una tensión adicional ese clima a las reivindicaciones sociales y las expresiones artísticas que surgieron del moviendo punk vasco en aquellos años?

Más que añadir una tensión adicional, lo que el punk planteaba era un desplazamiento y una ampliación del horizonte del conflicto hacia lo social y lo cultural reprimido. La ruptura debía ser total, no sólo política. El abertzalismo de izquierdas se quedaba en lo político; sin embargo el punk incursionaba en lo social desde el no hay futuro y planteaba la alternativa autogestionaria con el cualquiera puede hacerlo; además de incursionar también en lo cultural, en lo simbólico y en la forma social, desde la ruptura que imponía el desarrollo de una estética al margen de las convenciones sociales establecidas.

La transición hacia una nueva época llegó con Negu Gorriak y con la nueva hornada de grupos vascos, que se caracterizaban por tener un dominio instrumental superior a los de la década anterior, aunque en su mayoría no lograron alcanzar la misma popularidad… ¿En lo social también hubo disrupción con el cambio de década? ¿Qué pasó con las iniciativas sociales y contraculturales que se describen en el libro? ¿Desaparecieron o se transformaron con la nueva década?

Sobre la popularidad podíamos discrepar. Piensa en que en los 90 se desplegó una potentísima artillería rock con bandas como la que citas, Negu Gorriak, pero con combos del calibre de Su Ta Gar o Sociedad Alkoholika. Y hay muchos más ejemplos, algunos de bandas que se forman en los 80 pero que en la década posterior adquieren maestría como BAP, Doctor Deseo, Anestesia o Cancer Moon, por poner sólo algunos casos. Pero hay muchísimas otras, como Une Latzak, PILT, Pop Crash Colapso, Nuevo Catecismo Católico… Todos los estilos y todas las combinaciones entre el hardcore y los metales eclosionan sobre una base punk.

No en vano estábamos pasando de lo analógico a lo digital, de ahí que Negu Gorriak sea el arquetipo de dicha mutación de paradigma, al registrar magistralmente una recombinación entre estilos que ponía a nuestro alcance la revolución tecnológica que se estaba produciendo. Luego legará el la censura política y su no reproducción mediática, lo que elimina la referencia del rock. Y de ahí a la música de los Pitufos, al consumo del fragmento –ya ni de una canción (y qué decir de un disco entero)- que profesan ahora los más jóvenes y adolescentes.

En lo político y en lo social también hay un cambio. Mientras que en los 80 lo que fluye y confluye es una heterogeneidad de jóvenes que se reconocen compartiendo el no futuro, la represión y la autogestión. Que se concentran en focos como Hala Bedi, La Eguzki Irratia o el Gaztetxe de Bilbo… En los 90 lo que se produce en una absorción por parte de Jarrai de todas estas dinámicas, lo que llegará a generar el movimiento juvenil más potente del momento, por lo menos en Europa. Pero adentrarnos en ello requeriría otra tesis.

Y ya para terminar. ¿Tienes algún nuevo libro en proyecto?

Varios. Una reedición ampliada, con la parte teórica y con artículos del momento del, “Telúrica Vasca de Liberación”, que fue escrito en la primera mitad de los 90 y es uno de los pocos textos de análisis político, cultural y sociológico de aquel momento. También estoy trabajando alrededor del confederalismo y ya he entregado un primer avance en forma de capítulo resumido para un libro colectivo de análisis de teoría política. Y tengo pendientes dos entregas más alrededor del movimiento de resistencia juvenil de los 80, una centrada en los movimientos sociales, contrainformativos y ocupacionistas y otro en las dimensiones políticas específicas del conflicto en el que se inserta dicho movimiento.

 

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https://borrokagaraia.wordpress.com/2016/07/03/la-juventud-vasca-de-los-anos-80-a-estudio/
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