Compañeros

Autor / es: 
Rodolfo González Pacheco

Para mediado de diciembre, Editorial Eleuterio prepara un interesante lanzamiento de una obra de Rodolfo González Pacheco, periodista, dramaturgo y militante anarquista argentino que dejó una vasta y fecunda bibliografía en folletos, periódicos y libros. Esta obra será el cuarto volúmen de los Cuadernos de Literatura y abrirá la línea de manuscritos teatrales dentro de la colección.

De momento, compartimos un libro que digilizamos en 2009 y que pueden descargar desde nuestra Biblioteca Virtual: se trata de la obra “Compañeros”, editado originalmente en 1936 por Ediciones Tierra y Libertad en Barcelona, es decir, una obra hecha para dialogar con todas y todos aquellos que luchaban en los agitados días de la Revolución Social Española.

Compañero
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Para introducir nuestra idea de publicar teatro social, dejamos a continuación las palabras con que Rodolfo González Pacheco abre este libro, en tanto nos parece que representan con claridad el valor que adquiera la palabra y el artista escénico en la dramaturgia como representación de la realidad popular y sus dolores:

Ningún arte más adentro del pueblo que el teatro. El poeta escénico es, de todos los artistas, el que necesita menos intelectualismo y más entrañas. Como la tierra y las madres, sus criaturas, son, o no son, sin que las salve o las pierda más que la vida que tengan o que les falte.

Y esto, que debiera ser un bien, es, sin embargo, un mal; porque, para la mayoría de los autores, decir pueblo es decir banalidad o simpleza; un estado de conciencia fronterizo de la idiotez sin remedio. Y es sobre esa convicción que fundamentan el teatro que se y lee en todas partes. Lo mejor de él, drama, comedia o sainete, gira siempre dentro de un círculo de tragedia, sin salida hacia la libertad o la justicia; hacia eso que es, precisamente, la realidad popular, tan teatral y rica de arte.

El autor no la ve así, salvo cuando, como Lope en Fuente Ovejuna, el propio pueblo le entrega su material militante, el tesoro de su vida épica. Pero, para una de éstas, recordad cien: Todas son pesimistas y fatales; un coro de llantos o de blasfemias ante un destino cerrado, que hay que aceptar o morir.

Y la cosa marcha bien y les da dinero y gloria, en tanto el eterno esclavo no halla, él tampoco, salida a su esclavitud más que volcándose en lágrimas o en sarcasmos. Él mismo se mira en ello como en su más fiel pintura. Y la paga y la aplaude…

Hasta el día en que, aburrido o cansado, no puede aguantarlos más y, no sólo a sus artistas, sino a sus legisladores, sus amos y sus sociólogos, los manda al diablo. Se yergue, da un paso al frente, uno solo, y cuanto entonces fue, creyeron éstos que era su íntima imagen, no es más. El pueblo es otro, y la ley y el arte, la sociología y la fe, todo cuanto parecía tan evidente y profundo, se queda atrás o al margen, royéndoles los zancajos.

Esto es lo que está pasando ahora con el teatro. El proletariado está en trance de superar la llamada civilización burguesa. Hasta donde su existencia es más trágica y oscura, la realidad popular es una gesta de luz; sus dolores son de parto. Y en España, por ejemplo, ya son de crecimiento. Se apodera de la tierra y de las máquinas; crea otro mundo, plantea otros problemas. ¿Dónde está la obra teatral que interprete la intensidad de esta vida que hoy vive el pueblo español, y que un poeta cabal debiera sentirla viva también hasta el terrón y el hierro?… No la hay.

Pero, habrá. Y de eso se trata con esta publicación: de estimular el cariño a este arte, popular por excelencia; de ennoblecerlo a fuerza de hacerlo fiel con lo más noble y profundo que tiene el pueblo: su coraje y su esperanza. Publicaremos para esto cuanto bueno haya, mientras esperamos que lo mejor venga. Como esperamos los anarquistas todo: trabajando.

R.G.P.

Buenos Aires.

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