Nueva ola de homofobia en Europa

Llevamos ya unos meses dándole vueltas a la idea de hablar sobre este tema. Nos parecen especialmente preocupantes las noticias que nos llegan de Francia o de Rusia: manifestaciones y escraches de miles de personas en los que se reclama la discriminación de quienes no aman como ellos/as, relatos más o menos constantes de ataques a homosexuales, y así un largo etcétera. No es que este problema venga de hace poco, simplemente ha tenido lugar un repunte violento en estos últimos meses, o al menos nosotros/as lo hemos sentido con más intensidad. Está claro que esto es algo cotidiano, que esta violencia la podemos palpar en nuestro día a día, muchas veces no de forma explícita, pero ahí están los comentarios, las bromitas, las miradas al “diferente”. Poco a poco se va avanzando en la aceptación de las diferentes formas de vivir la sexualidad de cada uno/a, o al menos eso queremos creer, pero lo cierto es que aún nos queda mucho camino por recorrer. Mucho camino de normalización, de educación y de aprender, pero también mucho camino de plantarnos, de no dejar pasar más comentarios asquerosos (aunque puedan parecer inofensivos), y también, cuando toque, de no amilanarnos ni dejar las calles a toda esa ralea homófoba.

“Manifestación para todos”

Vamos a comenzar este recorrido poco agradable por el caso francés. Hace algo más de un año que la socialdemocracia llegó de nuevo al poder en Francia, tiempo suficiente para que la desilusión regrese a muchos sectores de aquella izquierda que quiso ver en Hollande un cambio en el status quo actual. Pasados los meses, los cambios en las políticas sociales o económicas no llegan, o al menos las modificaciones respecto de la línea Sarkozy no son sustanciales. De entre las promesas electorales, la única que se pone en marcha es la regulación de los matrimonios entre personas del mismo sexo. El primer paso legislativo se dio en otoño de 2012, y la nueva ley se aprobó el pasado 23 de abril. Con esta nueva regulación se abren las puertas, además de a los matrimonios entre personas del mismo sexo, a la adopción de menores por parte de estas parejas.

Lo que el gobierno no esperaba es la masiva movilización en contra de esta reforma, o al menos la perseverancia y virulencia de la que ha hecho gala. Las primeras manifestaciones se realizaron al poco de conocerse la intención del ejecutivo Hollande, los días 17 y 18 de noviembre del pasado año. Desde ese momento, se han ido sucediendo casi mensualmente las movilizaciones, enormes, con cientos de miles de personas en las calles. A esto habría que añadir los numerosos escraches a políticos/as socialistas que se han realizado en estos meses. ¿De dónde surge esta protesta? Tratar de responder a esta pregunta es bastante complejo. Concretando,  habría que decir que las primeras movilizaciones fueron convocadas por el colectivo “Manifestación para Todos”, cuya cara más visible fue la humorista Frigide Barjot. Más adelante, este colectivo fue en muchos momentos superado por la derecha, llegando a romperse en parte con la aparición de quienes se vinieron a denominar “Primavera Francesa”. Echando un vistazo a las primeras filas de las manifestaciones y las organizaciones que apoyaban, podemos resumir nuestra respuesta en derechismo e integrismo católico. Bien es cierto que ni la Iglesia católica francesa ni los aparatos de los partidos derechistas tradicionales (la Unión por un Movimiento Popular, UMP, y el Frente Nacional de los Le Pen, FN) fueron los promotores de estas movilizaciones. Para tampoco hay que olvidar la publicidad que durante esos días se realizaba en muchas misas sobre las manifestaciones, ni las constantes alusiones de la curia francesa a la “fatalidad y falta de moral” de las relaciones sentimentales entre personas del mismo sexo. En cuanto a los/as políticos/as de profesión, tanto la UMP como el FN se fueron subiendo al carro según se iban dando cuenta de la magnitud de la protesta. Ahora es el momento de empezar a recoger los frutos electorales, tanto en votos como en captación de las caras visibles del movimiento para cargos políticos. Sin embargo, esta lentitud de reflejos de los grandes partidos de la derecha francesa (y a veces no sólo eso, pues si que es cierto que hay voces, sobre todo dentro de la UMP, que han criticado el seguimiento acérrimo de estas movilizaciones; en muchos casos más por consideraciones tácticas que morales) ha posibilitado a otros colectivos derechistas sus instantes de gloria. Este es el caso Renouveau français o del Grupo Unión-Defensa. Por otro lado, algunas de las caras visibles del movimiento amenazan ahora con plantear proyectos políticos propios para las próximas legislativas (ya se sabe, a río revuelto, ganancia de pescadores).

El apoyo a esta reforma legislativa, a pesar de ser masivo en todas las encuestas hechas durante estos meses (sobre todo el caso del matrimonio, pues en la adopción hay más discrepancias), ha pasado prácticamente desapercibido en las calles, o al menos ha sido sepultado por el ruido de sus detractores/as. No ha habido mucha presencia ni fuerza. Las razones que se han dado en muchos medios para este bajo apoyo ha sido la desilusión de la izquierda por estos meses de des-promesas socialistas.

Pero mientras que las muestras de apoyo han sido tímidas, la fuerza de la protesta iba en aumento, y en este clima de reinante homofobia en las calles, ha comenzado una carrera de agresiones y ataques tanto a parejas gays como a algún bar considerado “de homosexuales”. El final (por ahora) de este sprint contra lo impío nos lleva al pasado 5 de junio, cuando varios militantes del grupo derechista Jóvenes Nacionalistas Revolucionarios asesinaron a golpes al joven antifascista de 18 años Clèment Mèric en pleno centro de París. Que esto podría haber sucedido en cualquier otro momento, está claro que sí. Sin embargo, tampoco hay que ser iluso, las contantes manifestaciones y el verse respaldados por la masa homófoba han dado alas a estos grupos de extrema derecha. Sin ir más lejos, sólo cabe resaltar las palabras de la ya citada Frigide Barjot que sucedieron al asesinato de Clèment: “no habría muerto si Francia no hubiera legalizado el matrimonio homosexual”.

“Diputados, proteged al pueblo de los degenerados”

Carteles de este tipo podían leerse el pasado 11 de junio a la entrada de la Duma rusa de la mano de un grupo de ultra-ortodoxos. El motivo era de la aprobación de un nuevo paquete de medidas que incluye sanciones económicas a quienes “hagan publicidad de relaciones sexuales no tradicionales entre los menores”, o lo que es lo mismo, nada puede decirse en las escuelas que rompa con la estructura tradicional de La Familia. Esta nueva regulación, que proviene de un texto aprobado ya hace meses en la región de San Petersburgo, es acompañada también de otras medidas como el endurecimiento de las penas a quienes atenten contra los sentimientos religiosos. Poco más que decir.

Para concluir

Hasta aquí llega nuestro pequeño resumen de la actualidad. Pero no queríamos acabar este texto sin plantear, aunque sea en forma de preguntas o divagaciones, nuestra posición ante un par de las cuestiones tratadas. Para empezar dejamos claro algo, nosotros/as no creemos en el matrimonio, no necesitamos contratos que limiten nuestro amor hacia una persona. No consideramos que nadie tenga que intervenir o dar su venia a nuestras relaciones personales, pues nos consideramos suficientemente autónomos/as como para empezar o acabar nuestras relaciones de pareja cómo y cuándo creamos necesario, sin jueces/zas ni curillas de por medio. Pero sí queremos una sociedad donde cualquiera pueda amar a quien le plazca y decirlo bien alto, alejada de roles y estereotipos.

El trasfondo de esta noticia, lo que no podemos obviar, es que la crisis está destapando y dando alas a “movimientos” que buscan señalar y culpar al “débil” para evadirse de la mala hostia y la frustración de vivir un momento tan triste y precario. Hoy hablamos de homofobia, ayer del racismo que sacude Grecia, y mañana será otra cosa. Hay que andarse con cuidado y posicionarse firmemente por la libertad y la igualdad de todos/as, dejar de utilizar chivos expiatorios y unirnos contra el verdadero culpable: un sistema que utiliza a la mayoría, que nos vende bien barato, para enriquecer a unos/as pocos/as. No lo perdamos de vista, siempre es más fácil señalar al indefenso. Pero no comeremos más ni mejor cuando en nuestros barrios no haya homosexuales o negros/as.

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