Internacionalización de la represión y de los proyectos emancipatorios: el caso del Kurdistán turco

Desde mediados de los años 90 el interés del movimiento de liberación nacional kurdo en Turquía por las ideas libertarias ha ido en constante ascenso.

En ello no ha tenido tanto que ver el derrumbe del “socialismo real” (que más bien supuso una derrota en Turquía para el conjunto de la izquierda de intención revolucionaria y un avance de las tesis socialdemócratas y de contemporización con el capitalismo), sino el mantenimiento desde fines de los años 70 de una fuerza de oposición a la naturaleza oligárquica y colonialista del Estado turco; una fuerza, además, con adhesión de masas, composición popular y objetivos rupturistas, que se ha visto confrontado, a medida que se ha ido desarrollando, con la necesidad de elaborar un programa, de ir creando una alternativa al estado de las cosas que lucha por transformar y de recoger, para ello, los aportes teóricos y prácticos necesarios.

La penetración del comunismo libertario en el Kurdistán turco ha obedecido a una causa muy sencilla y nada novedosa: son los movimientos dinámicos, con protagonismo de las clases subalternas y con capacidad de arrastre los más proclives a interesarse por las ideas-fuerza del socialismo revolucionario y del anarquismo y a plasmarlas en la práctica, a pesar de que se hayan formado en otras tradiciones de organización y de lucha.

El tránsito de las sociedades de socorros mutuos y del republicanismo federal españoles a las posiciones de Bakunin, el recorrido de los hermanos Flores Magón del liberalismo revolucionario al comunismo libertario, el terreno fértil que supusieron y suponen las luchas populares en Latinoamérica para la expansión de las prácticas anarquistas, son sólo algunos ejemplos que nos ofrece la historia y la actualidad de la veracidad de esta tesis y de la ingenuidad y el suicidio político que supone el hecho de pretender que el anarquismo prenderá al margen de los movimientos populares ya constituidos y en marcha, partiendo de cero en vez de hacerlo de la experiencia y de las luchas en curso. No es difícil apoyar esta tesis con ejemplos de todo el mundo: lo difícil más bien es encontrar excepciones.

Un comunismo libertario kurdo deberá partir (y de hecho lo hace) de la trayectoria y de las experiencias acumuladas a lo largo de décadas de lucha de los pobres del campo y de la ciudad, de sus tradiciones organizativas y de su imaginario, de sus cuadros y de sus formas de trabajo político, del contexto concreto en el que se desenvuelve.

En ese sentido, algunas ideas de Murray Bookchin sobre la estructuración federalista de la sociedad a partir de los órganos de democracia directa municipales han calado muy hondo, así como las propuestas de socialización desde la base y de planificación colectiva expuestas por Piotr Kropotkin, que se han hecho un hueco junto a los tradicionales escritos de Lenin o de Mao en la formación política de los militantes.

Pero no sólo han circulado internacionalmente las ideas y las prácticas revolucionarias, sino también los modos de combatir a los movimientos populares. El Estado turco sólo concibe la represión como forma de afrontar una “cuestión kurda” cuya existencia sólo reconoce como problema de orden público. Así, ha boicoteado sistemáticamente todos los intentos de dar una salida dialogada al conflicto, la última el cese de operaciones militares declarado el pasado mes de agosto por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (o PKK por sus siglas). El Estado turco desde entonces no ha hecho un solo gesto de disposición al diálogo y por el contrario ha aumentado la presión sobre las comunidades kurdas.

También ha tomado prestada del español la legislación represiva para frenar la presencia de la causa kurda en el Parlamento y encarcelar a sus cuadros políticos, adaptando la Ley de Partidos. Así se matan dos pájaros de un tiro: se combate a la causa kurda al tiempo que, usando para ello, en el plano legal, unas fórmulas ya aprobadas por Estrasburgo se obtiene legitimidad ante la Unión Europea de cara a su anhelado ingreso en ella.

Un triunfo no menor es la inclusión del PKK en el listado de organizaciones consideradas como terroristas por EEUU y la UE, lo cual aporta al Estado turco una baza en el marco de una “guerra contra el terrorismo” con patrocinio internacional y donde se mete en un mismo saco (intencionadamente, por supuesto) a conflictos muy diversos.

A pesar de todos los obstáculos que se le pongan por delante, el movimiento popular kurdo ha demostrado sobradamente a lo largo de tres décadas su capacidad de adaptación y de permanencia frente al acoso militar, policiaco, judicial y mediático del Estado turco y a contextos internacionales siempre difíciles para su causa. No hay motivos para pensar que el Estado turco está más cerca que hace 10 años de su exterminio. Su reciente interés por las propuestas comunistas libertarias no es más que una muestra de su capacidad de superación y su voluntad de exploración de nuevos horizontes en busca de su completa liberación.

Manu García
22 de febrero de 2011

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