Colombia bajo el paramilitarismo
- Alexandra Kollontai
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
ke me estas contando gato, han echado al alcalde izquierdista de Bogotá por darle la recogida de basuras a una empresa pública?
“Hacer política es siempre caminar entre precipicios”
Lenin
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- gato negro
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
Decir que Petro es de izquierda es mucho, dejémoslo en "progresista", que además es la etiqueta que él mismo usa.
Lo del manejo de los residuos urbanos ha sido la excusa para inhabilitarle por 15 años para ejercer cualquier cargo público.
Petro no sólo era el alcalde de Bogotá, también la carta de las fuerzas democráticas, progresistas y de la izquierda con mayores probabilidades de llegar al gobierno nacional a mediano plazo, por eso se lo han cepillado.
Y bueno, de hecho la oligarquía utilizó otra excusa ("vínculos con las FARC") para inhabilitar en el 2010 por 18 años a la senadora Piedad Córdoba, una campeona de la lucha por la paz con justicia social en Colombia y una figura que podría haber disputado las presidenciales de 2014.
Otra lectura es que además es un torpedo contra el proceso de paz lanzado por los sectores de la oligarquía colombiana que viven de la guerra. Justamente ahora que se está poniendo sobre el tapete en La Habana la cuestión de las garantías para la participación política de la izquierda y que se dice que está próxima a abrirse una mesa con el ELN.
Un buen análisis:
PETRO Y LA SUPREMACÍA OLIGÁRQUICA
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178022
Lo del manejo de los residuos urbanos ha sido la excusa para inhabilitarle por 15 años para ejercer cualquier cargo público.
Petro no sólo era el alcalde de Bogotá, también la carta de las fuerzas democráticas, progresistas y de la izquierda con mayores probabilidades de llegar al gobierno nacional a mediano plazo, por eso se lo han cepillado.
Y bueno, de hecho la oligarquía utilizó otra excusa ("vínculos con las FARC") para inhabilitar en el 2010 por 18 años a la senadora Piedad Córdoba, una campeona de la lucha por la paz con justicia social en Colombia y una figura que podría haber disputado las presidenciales de 2014.
Otra lectura es que además es un torpedo contra el proceso de paz lanzado por los sectores de la oligarquía colombiana que viven de la guerra. Justamente ahora que se está poniendo sobre el tapete en La Habana la cuestión de las garantías para la participación política de la izquierda y que se dice que está próxima a abrirse una mesa con el ELN.
Un buen análisis:
PETRO Y LA SUPREMACÍA OLIGÁRQUICA
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178022
Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
- gato negro
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
Más análisis:
Crisis y conflicto en Bogotá a raíz de la destitución de Petro
Con ocasión de la destitución del Alcalde Gustavo Petro por el Procurador y de las campañas promovidas por la ultraderecha para bloquear el actual gobierno de Bogotá y su progresista Plan de Desarrollo, la situación política se ha tornado muy compleja involucrando no sólo aspectos coyunturales sino también estructurales.
El conflicto ha derivado en una crisis de bastas proporciones en la que resaltan elementos políticos, institucionales, jurídicos y sociales. La idea de crisis como método, ha sido postulada para pensar sobre todo la producción de conocimiento en sociedades abigarrados o con diversidad cultural como la bogotana en la que habitan casi diez millones de ciudadanos.
El caso que nos ocupa sugiere recurrir a un nuevo andamiaje conceptual, el cual nos parece más pertinente para abordar el contexto de transformaciones que opera en Bogotá en los años recientes con ocasión del triunfo electoral de Petro (2012-2015) como resultado de su dura campaña contra el robo de los presupuestos de la ciudad por los gobernantes del Polo Democrático (2008-2012), que llevó al encarcelamiento del Alcalde Samuel Moreno, del Senador Iván Moreno, de varios concejales, de contratistas y de otros altos funcionarios públicos. A lo que hay que sumar la adopción de un Plan de Desarrollo organizado con ideas reformistas para superar la segregación social, la degradación ambiental, la conservación del agua y la profundización de la democracia participativa.
Las crisis permiten ver lo que no era obvio, discernir causalidades ocultas. Todo porque entran en juego y se tensionan una pluralidad de saberes e interpretaciones que trascienden las versiones sesgadas emitidas desde los poderes dominantes interesados en perpetuar la ignorancia de las mayorías sociales.
Algunos, desde una postura de “ultra izquierda”, (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178167 ) prefieren aludir a episodios pasados de la mecánica legislativa como el voto depositado por Petro en la elección de Alejandro Ordoñez como Procurador, que según aquel se hizo como un gesto de tolerancia y convivencia entre contradictores ideológicos, descartando el uso de la violencia y el ataque visceral tan común en nuestra sociedad, como una explicación de la situación que se vive en estos momentos, agregando consideraciones sobre identidades ideológicas, de cultura política o de formación económica, para congraciarse y justificar la arbitraria destitución de Ordoñez con la idea peregrina de que al Alcalde le están dando de su misma medicina. Olvidando, por lo demás, el importante papel jugado por Petro como Senador, en el destape y señalamiento de la parapolítica uribista.
Se trata, a mi juicio, de una lectura muy simple, cargada de prejuicios personales, por eso mismo irrelevante en la interpretación de los hechos en curso. La crisis en desarrollo demanda un análisis multidimensional de los aspectos más relevantes de la realidad sociopolítica bogotana que permitan un abordaje integral del proceso, recoger sucesos que se encontraban desconectados, así como demostrar la complejidad de las relaciones sociales y de los fenómenos emergentes.
Por lo pronto se han visibilizado saberes políticos, legales, jurisprudenciales y constitucionales como herramientas de interpretación y salida de la crisis. El Alcalde y el cuerpo político que lo acompaña han recurrido en las tres grandes manifestaciones realizadas a lo largo de la semana que finaliza, a la noción de “poder constituyente” como elemento de pulsión en su convocatoria a la multitud para confrontar el “poder constituido” atrincherado en la Procuraduría, utilizado por el bloque fascista para destruir la reforma social popular y progresista.
Para los efectos de esta nota, y como un aporte preliminar, parece conveniente acudir a una categoría de mayor espesor en el análisis de la coyuntura generada con la destitución de Gustavo Petro.
Me refiero al concepto de campo de conflicto (Melucci, 1999) como operador metodológico. El cual permite discernir entre los conflictos de carácter estructural o hegemónico que implican situaciones de crisis estatal y conllevan la posibilidad de una transformación de las relaciones, de aquellos corporativos o meramente coyunturales cuyo impacto y alcances son limitados, y no afectan a la estructura del poder. Además, constituye sujetos, en episodios de conflictividad los sujetos se agregan, articulan, construyen discursos, pueden cambiar la cualidad y el alcance de la acción colectiva, en tanto que en situaciones históricas en que no existe conflictividad o ésta se reduce a cuestiones puntuales, los sujetos colectivos tienden a inhibirse e incluso a desaparecer. Ello permite abordar a los movimientos en su multiplicidad y variabilidad, en sus desplazamientos entre los diversos ámbitos del sistema y del campo político; así su identidad no es una esencia sino el resultado de “intercambios, negociaciones, decisiones y conflictos entre diversos actores.
Lo que hace estructural y hegemónico el conflicto perfilado con la destitución de Petro es su articulación con los diálogos de La Habana y las connotaciones de los mismos por lo concerniente a la reforma agraria, la participación política y la solución del problema de las drogas, temas que ya disponen de sólidos acuerdos entre las partes.
La categoría de conflicto –campo de conflictividad– se vuelve central para la reconstrucción del proceso desatado con la destitución de Petro ya que permite no sólo la constitución y visibilización en el ámbito nacional de los actores estratégicos, sus luchas y discursos, sino también las contradicciones y fracturas sociales, así como la dinámica de la recortada democracia que rige en Colombia.
Conviene un análisis de la dinámica política en curso, a partir del campo de conflicto, porque éste está dando lugar a la emergencia de nuevos sujetos, discursos y representaciones simbólicas en la disputa por el poder.
Me limitó por ahora al hecho notorio del reagrupamiento de la izquierda después de la negativa experiencia del Polo Democrático. Más que las disposiciones legales sobre el sistema electoral (umbral, p.ej.) o el de partidos (castigo al transfuguismo), los sucesos de Bogotá ha permitido la configuración de un importante bloque de la izquierda colombiana, deslindada de aquella esfera inmersa en la degradación ética, que accede a niveles estratégicos en la disputa por la próxima elección presidencial.
Con los diálogos de paz de La Habana en que las FARC han profundizado su desempeño político y simbólico y con la movilización popular desatada en Bogotá, liderada por Petro, en Colombia se ha iniciado el proceso de construcción de una nueva hegemonía, entendida como un “complejo entrecruzamiento de fuerzas políticas, sociales y culturales” (Gramsci en Portantiero, 1987)
De ahí que ante estas nuevas configuraciones políticas y sociológicas, resulta apremiante una lectura atenta de los rasgos y connotaciones que adquiere la democracia, la acción colectiva y las emisiones discursivas de los sujetos, en la medida en que es ahí, en el territorio de las prácticas, donde se gestan las “nuevas” significaciones de la política y sus nuevos derroteros.
Horacio Duque
Crisis y conflicto en Bogotá a raíz de la destitución de Petro
Con ocasión de la destitución del Alcalde Gustavo Petro por el Procurador y de las campañas promovidas por la ultraderecha para bloquear el actual gobierno de Bogotá y su progresista Plan de Desarrollo, la situación política se ha tornado muy compleja involucrando no sólo aspectos coyunturales sino también estructurales.
El conflicto ha derivado en una crisis de bastas proporciones en la que resaltan elementos políticos, institucionales, jurídicos y sociales. La idea de crisis como método, ha sido postulada para pensar sobre todo la producción de conocimiento en sociedades abigarrados o con diversidad cultural como la bogotana en la que habitan casi diez millones de ciudadanos.
El caso que nos ocupa sugiere recurrir a un nuevo andamiaje conceptual, el cual nos parece más pertinente para abordar el contexto de transformaciones que opera en Bogotá en los años recientes con ocasión del triunfo electoral de Petro (2012-2015) como resultado de su dura campaña contra el robo de los presupuestos de la ciudad por los gobernantes del Polo Democrático (2008-2012), que llevó al encarcelamiento del Alcalde Samuel Moreno, del Senador Iván Moreno, de varios concejales, de contratistas y de otros altos funcionarios públicos. A lo que hay que sumar la adopción de un Plan de Desarrollo organizado con ideas reformistas para superar la segregación social, la degradación ambiental, la conservación del agua y la profundización de la democracia participativa.
Las crisis permiten ver lo que no era obvio, discernir causalidades ocultas. Todo porque entran en juego y se tensionan una pluralidad de saberes e interpretaciones que trascienden las versiones sesgadas emitidas desde los poderes dominantes interesados en perpetuar la ignorancia de las mayorías sociales.
Algunos, desde una postura de “ultra izquierda”, (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=178167 ) prefieren aludir a episodios pasados de la mecánica legislativa como el voto depositado por Petro en la elección de Alejandro Ordoñez como Procurador, que según aquel se hizo como un gesto de tolerancia y convivencia entre contradictores ideológicos, descartando el uso de la violencia y el ataque visceral tan común en nuestra sociedad, como una explicación de la situación que se vive en estos momentos, agregando consideraciones sobre identidades ideológicas, de cultura política o de formación económica, para congraciarse y justificar la arbitraria destitución de Ordoñez con la idea peregrina de que al Alcalde le están dando de su misma medicina. Olvidando, por lo demás, el importante papel jugado por Petro como Senador, en el destape y señalamiento de la parapolítica uribista.
Se trata, a mi juicio, de una lectura muy simple, cargada de prejuicios personales, por eso mismo irrelevante en la interpretación de los hechos en curso. La crisis en desarrollo demanda un análisis multidimensional de los aspectos más relevantes de la realidad sociopolítica bogotana que permitan un abordaje integral del proceso, recoger sucesos que se encontraban desconectados, así como demostrar la complejidad de las relaciones sociales y de los fenómenos emergentes.
Por lo pronto se han visibilizado saberes políticos, legales, jurisprudenciales y constitucionales como herramientas de interpretación y salida de la crisis. El Alcalde y el cuerpo político que lo acompaña han recurrido en las tres grandes manifestaciones realizadas a lo largo de la semana que finaliza, a la noción de “poder constituyente” como elemento de pulsión en su convocatoria a la multitud para confrontar el “poder constituido” atrincherado en la Procuraduría, utilizado por el bloque fascista para destruir la reforma social popular y progresista.
Para los efectos de esta nota, y como un aporte preliminar, parece conveniente acudir a una categoría de mayor espesor en el análisis de la coyuntura generada con la destitución de Gustavo Petro.
Me refiero al concepto de campo de conflicto (Melucci, 1999) como operador metodológico. El cual permite discernir entre los conflictos de carácter estructural o hegemónico que implican situaciones de crisis estatal y conllevan la posibilidad de una transformación de las relaciones, de aquellos corporativos o meramente coyunturales cuyo impacto y alcances son limitados, y no afectan a la estructura del poder. Además, constituye sujetos, en episodios de conflictividad los sujetos se agregan, articulan, construyen discursos, pueden cambiar la cualidad y el alcance de la acción colectiva, en tanto que en situaciones históricas en que no existe conflictividad o ésta se reduce a cuestiones puntuales, los sujetos colectivos tienden a inhibirse e incluso a desaparecer. Ello permite abordar a los movimientos en su multiplicidad y variabilidad, en sus desplazamientos entre los diversos ámbitos del sistema y del campo político; así su identidad no es una esencia sino el resultado de “intercambios, negociaciones, decisiones y conflictos entre diversos actores.
Lo que hace estructural y hegemónico el conflicto perfilado con la destitución de Petro es su articulación con los diálogos de La Habana y las connotaciones de los mismos por lo concerniente a la reforma agraria, la participación política y la solución del problema de las drogas, temas que ya disponen de sólidos acuerdos entre las partes.
La categoría de conflicto –campo de conflictividad– se vuelve central para la reconstrucción del proceso desatado con la destitución de Petro ya que permite no sólo la constitución y visibilización en el ámbito nacional de los actores estratégicos, sus luchas y discursos, sino también las contradicciones y fracturas sociales, así como la dinámica de la recortada democracia que rige en Colombia.
Conviene un análisis de la dinámica política en curso, a partir del campo de conflicto, porque éste está dando lugar a la emergencia de nuevos sujetos, discursos y representaciones simbólicas en la disputa por el poder.
Me limitó por ahora al hecho notorio del reagrupamiento de la izquierda después de la negativa experiencia del Polo Democrático. Más que las disposiciones legales sobre el sistema electoral (umbral, p.ej.) o el de partidos (castigo al transfuguismo), los sucesos de Bogotá ha permitido la configuración de un importante bloque de la izquierda colombiana, deslindada de aquella esfera inmersa en la degradación ética, que accede a niveles estratégicos en la disputa por la próxima elección presidencial.
Con los diálogos de paz de La Habana en que las FARC han profundizado su desempeño político y simbólico y con la movilización popular desatada en Bogotá, liderada por Petro, en Colombia se ha iniciado el proceso de construcción de una nueva hegemonía, entendida como un “complejo entrecruzamiento de fuerzas políticas, sociales y culturales” (Gramsci en Portantiero, 1987)
De ahí que ante estas nuevas configuraciones políticas y sociológicas, resulta apremiante una lectura atenta de los rasgos y connotaciones que adquiere la democracia, la acción colectiva y las emisiones discursivas de los sujetos, en la medida en que es ahí, en el territorio de las prácticas, donde se gestan las “nuevas” significaciones de la política y sus nuevos derroteros.
Horacio Duque
Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
Re: Colombia bajo el paramilitarismo
De nuevo el procurador Ordóñez dejando la cagá con sus dictámenes, como fiel perrito faldero de la mafia guerrerista de Uribe, pero no hay vallas legales que consigan hacer callar la voz del pueblo cuando está organizado, los hermanos colombianos llevan demostrándolo 50 años ¡todo el aguante compañeros, a resistir a pie firme la arremetida oligárquica!
Re: Colombia bajo el paramilitarismo
gracias por la info... muy fuerte todo lo que ocurre a nuestro alrededor
Re: Colombia bajo el paramilitarismo
Corteros de caña: Despidos masivos, despojo y control territorial
Aportemos a nuestras organizaciones de clase, a la construcción popular en nuestros lugares de trabajo, de estudio, en nuestros sectores profesionales, en nuestros barrios y pueblos, en todos los espacios donde estemos presentes.
EL PUEBLO AVANZA CON ORGANIZACIÓN Y UNIDAD DE LOS QUE LUCHAN
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- gato negro
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
Era un secreto a voces, ahora dejó de ser secreto tras las revelaciones del Washington Post: la CIA ayudó a matar líderes de las FARC http://www.albatv.org/La-CIA-ayudo-al-gobierno-de.html
El ministro de Defensa lo reconoce y dice "¿y qué?" http://www.albatv.org/Ministro-de-defen ... ia-La.html
Y no sólo la CIA http://www.albatv.org/Reino-Unido-e-Israel-tambien.html
El ministro de Defensa lo reconoce y dice "¿y qué?" http://www.albatv.org/Ministro-de-defen ... ia-La.html
Y no sólo la CIA http://www.albatv.org/Reino-Unido-e-Israel-tambien.html
Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
- gato negro
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
Meten en la cárcel a un destacado intelectual y militante de Marcha Patrótica, Francisco Toloza:
Libertad al profesor Francisco Toloza
Todo el tiempo encarcelan a nuestros compañeros. Buscan cansarnos y desgastarnos. No hay mes que no haya que escribir solidarizándose con algún revolucionario que acaban de encarcelar. ¿A esto llaman “libertad”? ¿A esto denominan “pluralismo”? ¿Esto es “el mundo libre”? ¡Por favor! Largan a uno y al día siguiente hay otro encarcelado. Acaban de soltar al cantante y compositor Julián Conrado y al mismo tiempo encarcelan al profesor Francisco Toloza. Nos mantienen “ocupados” pidiendo y reclamando todo el tiempo “suelten a fulano”, “liberen a mengano”. En Colombia. También en Argentina. En Paraguay. En todo el continente.
No acabamos de ir a ver a un dirigente piquetero a la cárcel que ya hay otro campesino que está preso. No terminan de soltar a un cantante popular que ya metieron tras las rejas a un conocido profesor universitario. Y en ese vaivén se nos va la vida. Visitando presos, escribiendo todo el tiempo estas cartas de solidaridad, tratando de frenar la represión, la persecución, la demonización. ¿Hasta cuándo?
Y mientras tanto…. Ellos siguen haciendo sus sucios negocios. Mugrientos negocios. Con su sonrisa cínica en la boca. Mostrando siempre los dientes ante cada fotografía, como si fueran modelos de la TV que hacen anuncios de pasta dentífrica. Falsedad. Sus sonrisas son de cartón. Cinismo puro y duro. No es una risa aflojada, relajada, de alegría espontánea y serenidad de espíritu. Es una sonrisa artificial para la foto, dura, petrificada, meditada, planificada, manipulada. Se ríen mientras destilan veneno, odian y encarcelan al pueblo. Gente mala. Sí, gente mala. No sólo explotan, degradan, humillan a nuestro pueblo y entregan nuestras riquezas y recursos naturales. Además son gente mala. Su risa es la de una hiena.
Conocido intelectual y profesor universitario colombiano cae prisionero. Su nombre es Francisco Toloza. De él se trata esta vez. No les alcanzó con meter en prisión al profesor Miguel Ángel Beltrán, gran conocedor de la historiografía sobre Simón Bolívar y el pensamiento teórico de José Martí. No quedaron satisfechos con las amenazas de muerte al profesor Renán Vega Cantor, erudito de la sociología y gran investigador colombiano. No. La lista sigue. Ahora es Toloza, el joven y valiente intelectual Francisco Toloza. “Pacho” Toloza, para sus amigos y compañeros.
Todos ellos han venido a Buenos Aires, han pasado por las aulas universitarias de Argentina, han compartido sus saberes, sus lecturas, sus libros, sus teorías, sus debates. El movimiento estudiantil argentino, sus profesores, sus investigadores universitarios y científicos los han (los hemos) conocido. Y con todo el sabor amargo en la boca, con todo el ácido en el estómago nos enteramos ahora que están presos. Que los cazan como moscas. Que los tratan como si fueran delincuentes.
Qué asco. No escondamos lo que sentimos. Qué asco. Que clase social dominante, corrupta, degradada, mafiosa y lumpen que no puede permitirse lo que hasta una burguesía lúcida y bienpensante se permitiría: que haya un par de intelectuales que opinen diferente, que escriban sus libros, que den conferencias. No. La burguesía colombiana, sumisa y obediente hasta la humillación con el imperialismo norteamericano, por momentos más papista que el papa, persigue sin piedad hasta al último pensador que se anime a escribir dos líneas expresando un pensamiento diferente.
Y no sólo persecución sistemática a todo pensador, a todo escritor, a toda voz disidente. Fosas comunes. La última que se encontró (hasta donde tenemos noticias) albergaba nada menos que 2.000 (dos mil) cadáveres, sepultados como NN, sin nombre ni apellido, sin tumba individual. Ni siquiera un símbolo religioso singular que le otorgue consuelo a cada familia de cada muerto. ¡Ni eso! No era una fosa común de hace cinco décadas… Era del año… 2007. ¡Demasiado reciente! Nada diferente al Chile de 1973 o a la Argentina de 1976.
¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo esto? ¿Hasta cuándo vamos a continuar aceptando que a ese país se lo llame en el concierto internacional de las naciones modernas “democrático” y “constitucional”? ¿Por qué el Estado de Colombia sigue formando parte de los organismos multilaterales latinoamericanos sin recibir sanciones diplomáticas o comerciales que de una vez por todas disciplinen a su clase dominante y la obligue —le guste o no— a garantizar aunque sea mínimos derechos democráticos, típicos de cualquier país burgués? Acá no se trata de derechos populares o socialistas. ¡No! En Colombia no se respetan ni los derechos jurídicos burgueses. Ni siquiera eso.
Profesor Francisco Toloza. Muy preparado. Tremendamente leído. Culto. Erudito. Persuasivo. Gran orador. Inundada cada una de sus oraciones de datos empíricos y bibliografía actualizada. La primera impresión que tuvimos de él fue impactante. El profesor Francisco Toloza habla rápido y sin parar. Con un entusiasmo y una energía que no intenta disimular. Detrás de sus grandes lentes de plástico negro, se toma su gorra, que nunca abandona, se la saca, se la pone, se la vuelve a sacar y así durante horas, mueve las manos, hace gestos y mientras tanto proporciona cifras abrumadoras, datos empíricos demoledores de la sociedad oficial colombiana.
Conoce al dedillo la historia de su país y la conformación sociológica de su formación económico-social. Pero como ha viajado por varios países representando a su organización social y política, la Marcha Patriótica, al mismo tiempo va describiendo la situación del movimiento popular de muchos países de América Latina. Y la cosa no se queda allí. Comienza a hablar de Europa Occidental. Y da detalles de la situación de cada país europeo, sus tendencias, sus debates, como está el movimiento obrero, como se encuentra el movimiento estudiantil, qué piensan en cada país y en cada movimiento popular europeo de Nuestra América. Sí, hablar con el profesor Francisco Toloza provoca un impacto.
Lo conocimos personalmente en Buenos Aires. El profesor Toloza estaba por entonces pidiendo y reclamando solidaridad para la federación estudiantil universitaria. Nos contactó a nosotros, junto con Atilio Boron y Jorge Beinstein, todos profesores de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Seguramente debe haber hablado con otros investigadores también. Tiempo después lo volvimos a encontrar en México, en un seminario internacional organizado anualmente por el Partido del Trabajo (PT) de México al que asistían intelectuales de todo el mundo, incluyendo norteamericanos y europeos. En medio de esa multitud escuchamos con sorpresa: “Ey, profe Néstor, ¿Cómo anda? ¿Nos tomamos una cerveza? ¿Conversamos un rato?” (siempre me dio risa que me llamara “profe” cuando en la práctica Toloza sabe mucho más que nosotros de una cantidad enorme de temas. Sospeché para mis adentros que quizás sea una costumbre colombiana esa manera de hablar). Y con esa cerveza compartida volvió durante horas la andanada de cifras, datos, libros, artículos, textos y debates.
Una gran preparación intelectual. Del mismo estilo que la que poseen Renán Vega Cantor y Miguel Ángel Beltrán. No es casual que todos ellos hayan sido “marcados” por los poderosos en Colombia y sus aparatos de vigilancia y represión. No es accidental que en Colombia hayan sido perseguidos, amenazados o directamente hecho prisioneros. En otro país los premiarían (por ejemplo Renán Vega recibió el «Premio Libertador al Pensamiento Crítico» en Venezuela; en México, dentro de la UNAM y en el ámbito de sus posgrados en ciencias sociales y estudios latinoamericanos, los principales investigadores no dejaron de hablarme maravillas de Miguel Ángel Beltrán, ya que él dictó clases allí). En Colombia, en cambio, la sociedad oficial los trata como si fueran “criminales”, cuando su gravísimo pecado y su principal “delito” ha sido y es actuar como intelectuales comprometidos con su pueblo y su nación. Sencillamente lo que debería hacer con su vida cualquier intelectual que se precie de tal.
¡Qué notable diferencia la actitud intelectual de estos compañeros (Vega Cantor, Beltrán, Toloza) frente a tanto “doctor” que anda circulando por Buenos Aires y no puede articular ni siquiera dos oraciones encerrado dentro de la pecera de su pequeña parcela de “especialista”! Con estos compañeros, en cambio, se puede hablar de todo. Manejan un abanico increíble de problemáticas, autores y debates. Se les nota a simple vista que son intelectuales militantes —lo cual no implica ningún delito jurídico— y por eso mismo nunca aceptaron ser “especialistas” en ese sentido tan mediocre y ramplón que le otorga a ese término el Banco Mundial. Especialistas, rumiadores ventrílocuos de papers insulsos, inodoros, incoloros, insípidos, orgullosos de su docta ignorancia en todo aquello que no sea su microscópico e intrascendente “tema de beca” o de todo lo que se interponga en su mezquino camino de ascenso en el escalafón académico. Ya decía nuestro querido Deodoro Roca, ideólogo de la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918, que “el puro universitario es una cosa monstruosa”. El profesor Francisco Toloza constituye precisamente la antítesis de ese tipo de intelectual mediocre y sumiso.
Toloza es un intelectual universitario, sí, pero en un sentido mucho más rico y completo, comprometido hasta los huesos con su pueblo, tal como reclamaba Deodoro Roca. Por eso me puso tan contento escuchar ahora un video suyo que se acaba de difundir a raíz de su injusta detención en Colombia donde Toloza reivindica con nombre y apellido a nuestro Deodoro Roca y a la Reforma Universitaria de Córdoba (1918).
¿De qué nos habló Pacho Toloza cada vez que lo cruzamos? En Argentina y en México Pacho Toloza no dejó de denunciar el Estado gansteril y mafioso que dirige su país desde hace décadas. La situación calamitosa de la educación pública. La violación sistemática de los derechos humanos. La miseria de su campesinado y la explotación de su clase trabajadora urbana. La persecución oficial contra cualquier tipo de oposición política. Eso es lo que tanto les molestó a los jueces que lo encarcelaron. Que el profesor Toloza jamás se calló la boca. Si visitó otros países no fue para buscar rédito mezquino o ganancia personal, para “acomodarse” ni para mendigar una migaja de lástima. No. El profesor Francisco Toloza no dejó ni un minuto, sea en Argentina, en México o en Europa de reclamar por los derechos de su pueblo a vivir en libertad, con justicia social y respeto de los derechos humanos. Eso no constituye ningún delito. ¡Al contrario! Por eso nos llena de orgullo haberlo conocido y escuchado.
Más allá de su erudición académica, su militancia incansable y su pasión política, Pacho Toloza es un hombre con un humor desopilante. Ni bien entra en confianza comienza a hacer bromas y chistes. Incluso es un gran imitador. Cuando vivamos en el socialismo y ya no haya que preocuparse por los asesinatos a mansalva, la persecución política de la oposición, la censura o el encarcelamiento de la disidencia, el profesor Toloza bien podría ganarse la vida en un programa de humor.
Ojalá que la solidaridad internacional no deje de crecer. Ojalá que muy pronto podamos volver a conversar con él en libertad, hablando de Simón Bolívar, de la historia de su abnegado pueblo y escuchando sus bromas, sus chistes y su risa sincera.
Nestor Kohan
Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina
Sábado 11 de enero de 2014
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Libertad al profesor Francisco Toloza
Todo el tiempo encarcelan a nuestros compañeros. Buscan cansarnos y desgastarnos. No hay mes que no haya que escribir solidarizándose con algún revolucionario que acaban de encarcelar. ¿A esto llaman “libertad”? ¿A esto denominan “pluralismo”? ¿Esto es “el mundo libre”? ¡Por favor! Largan a uno y al día siguiente hay otro encarcelado. Acaban de soltar al cantante y compositor Julián Conrado y al mismo tiempo encarcelan al profesor Francisco Toloza. Nos mantienen “ocupados” pidiendo y reclamando todo el tiempo “suelten a fulano”, “liberen a mengano”. En Colombia. También en Argentina. En Paraguay. En todo el continente.
No acabamos de ir a ver a un dirigente piquetero a la cárcel que ya hay otro campesino que está preso. No terminan de soltar a un cantante popular que ya metieron tras las rejas a un conocido profesor universitario. Y en ese vaivén se nos va la vida. Visitando presos, escribiendo todo el tiempo estas cartas de solidaridad, tratando de frenar la represión, la persecución, la demonización. ¿Hasta cuándo?
Y mientras tanto…. Ellos siguen haciendo sus sucios negocios. Mugrientos negocios. Con su sonrisa cínica en la boca. Mostrando siempre los dientes ante cada fotografía, como si fueran modelos de la TV que hacen anuncios de pasta dentífrica. Falsedad. Sus sonrisas son de cartón. Cinismo puro y duro. No es una risa aflojada, relajada, de alegría espontánea y serenidad de espíritu. Es una sonrisa artificial para la foto, dura, petrificada, meditada, planificada, manipulada. Se ríen mientras destilan veneno, odian y encarcelan al pueblo. Gente mala. Sí, gente mala. No sólo explotan, degradan, humillan a nuestro pueblo y entregan nuestras riquezas y recursos naturales. Además son gente mala. Su risa es la de una hiena.
Conocido intelectual y profesor universitario colombiano cae prisionero. Su nombre es Francisco Toloza. De él se trata esta vez. No les alcanzó con meter en prisión al profesor Miguel Ángel Beltrán, gran conocedor de la historiografía sobre Simón Bolívar y el pensamiento teórico de José Martí. No quedaron satisfechos con las amenazas de muerte al profesor Renán Vega Cantor, erudito de la sociología y gran investigador colombiano. No. La lista sigue. Ahora es Toloza, el joven y valiente intelectual Francisco Toloza. “Pacho” Toloza, para sus amigos y compañeros.
Todos ellos han venido a Buenos Aires, han pasado por las aulas universitarias de Argentina, han compartido sus saberes, sus lecturas, sus libros, sus teorías, sus debates. El movimiento estudiantil argentino, sus profesores, sus investigadores universitarios y científicos los han (los hemos) conocido. Y con todo el sabor amargo en la boca, con todo el ácido en el estómago nos enteramos ahora que están presos. Que los cazan como moscas. Que los tratan como si fueran delincuentes.
Qué asco. No escondamos lo que sentimos. Qué asco. Que clase social dominante, corrupta, degradada, mafiosa y lumpen que no puede permitirse lo que hasta una burguesía lúcida y bienpensante se permitiría: que haya un par de intelectuales que opinen diferente, que escriban sus libros, que den conferencias. No. La burguesía colombiana, sumisa y obediente hasta la humillación con el imperialismo norteamericano, por momentos más papista que el papa, persigue sin piedad hasta al último pensador que se anime a escribir dos líneas expresando un pensamiento diferente.
Y no sólo persecución sistemática a todo pensador, a todo escritor, a toda voz disidente. Fosas comunes. La última que se encontró (hasta donde tenemos noticias) albergaba nada menos que 2.000 (dos mil) cadáveres, sepultados como NN, sin nombre ni apellido, sin tumba individual. Ni siquiera un símbolo religioso singular que le otorgue consuelo a cada familia de cada muerto. ¡Ni eso! No era una fosa común de hace cinco décadas… Era del año… 2007. ¡Demasiado reciente! Nada diferente al Chile de 1973 o a la Argentina de 1976.
¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo esto? ¿Hasta cuándo vamos a continuar aceptando que a ese país se lo llame en el concierto internacional de las naciones modernas “democrático” y “constitucional”? ¿Por qué el Estado de Colombia sigue formando parte de los organismos multilaterales latinoamericanos sin recibir sanciones diplomáticas o comerciales que de una vez por todas disciplinen a su clase dominante y la obligue —le guste o no— a garantizar aunque sea mínimos derechos democráticos, típicos de cualquier país burgués? Acá no se trata de derechos populares o socialistas. ¡No! En Colombia no se respetan ni los derechos jurídicos burgueses. Ni siquiera eso.
Profesor Francisco Toloza. Muy preparado. Tremendamente leído. Culto. Erudito. Persuasivo. Gran orador. Inundada cada una de sus oraciones de datos empíricos y bibliografía actualizada. La primera impresión que tuvimos de él fue impactante. El profesor Francisco Toloza habla rápido y sin parar. Con un entusiasmo y una energía que no intenta disimular. Detrás de sus grandes lentes de plástico negro, se toma su gorra, que nunca abandona, se la saca, se la pone, se la vuelve a sacar y así durante horas, mueve las manos, hace gestos y mientras tanto proporciona cifras abrumadoras, datos empíricos demoledores de la sociedad oficial colombiana.
Conoce al dedillo la historia de su país y la conformación sociológica de su formación económico-social. Pero como ha viajado por varios países representando a su organización social y política, la Marcha Patriótica, al mismo tiempo va describiendo la situación del movimiento popular de muchos países de América Latina. Y la cosa no se queda allí. Comienza a hablar de Europa Occidental. Y da detalles de la situación de cada país europeo, sus tendencias, sus debates, como está el movimiento obrero, como se encuentra el movimiento estudiantil, qué piensan en cada país y en cada movimiento popular europeo de Nuestra América. Sí, hablar con el profesor Francisco Toloza provoca un impacto.
Lo conocimos personalmente en Buenos Aires. El profesor Toloza estaba por entonces pidiendo y reclamando solidaridad para la federación estudiantil universitaria. Nos contactó a nosotros, junto con Atilio Boron y Jorge Beinstein, todos profesores de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Seguramente debe haber hablado con otros investigadores también. Tiempo después lo volvimos a encontrar en México, en un seminario internacional organizado anualmente por el Partido del Trabajo (PT) de México al que asistían intelectuales de todo el mundo, incluyendo norteamericanos y europeos. En medio de esa multitud escuchamos con sorpresa: “Ey, profe Néstor, ¿Cómo anda? ¿Nos tomamos una cerveza? ¿Conversamos un rato?” (siempre me dio risa que me llamara “profe” cuando en la práctica Toloza sabe mucho más que nosotros de una cantidad enorme de temas. Sospeché para mis adentros que quizás sea una costumbre colombiana esa manera de hablar). Y con esa cerveza compartida volvió durante horas la andanada de cifras, datos, libros, artículos, textos y debates.
Una gran preparación intelectual. Del mismo estilo que la que poseen Renán Vega Cantor y Miguel Ángel Beltrán. No es casual que todos ellos hayan sido “marcados” por los poderosos en Colombia y sus aparatos de vigilancia y represión. No es accidental que en Colombia hayan sido perseguidos, amenazados o directamente hecho prisioneros. En otro país los premiarían (por ejemplo Renán Vega recibió el «Premio Libertador al Pensamiento Crítico» en Venezuela; en México, dentro de la UNAM y en el ámbito de sus posgrados en ciencias sociales y estudios latinoamericanos, los principales investigadores no dejaron de hablarme maravillas de Miguel Ángel Beltrán, ya que él dictó clases allí). En Colombia, en cambio, la sociedad oficial los trata como si fueran “criminales”, cuando su gravísimo pecado y su principal “delito” ha sido y es actuar como intelectuales comprometidos con su pueblo y su nación. Sencillamente lo que debería hacer con su vida cualquier intelectual que se precie de tal.
¡Qué notable diferencia la actitud intelectual de estos compañeros (Vega Cantor, Beltrán, Toloza) frente a tanto “doctor” que anda circulando por Buenos Aires y no puede articular ni siquiera dos oraciones encerrado dentro de la pecera de su pequeña parcela de “especialista”! Con estos compañeros, en cambio, se puede hablar de todo. Manejan un abanico increíble de problemáticas, autores y debates. Se les nota a simple vista que son intelectuales militantes —lo cual no implica ningún delito jurídico— y por eso mismo nunca aceptaron ser “especialistas” en ese sentido tan mediocre y ramplón que le otorga a ese término el Banco Mundial. Especialistas, rumiadores ventrílocuos de papers insulsos, inodoros, incoloros, insípidos, orgullosos de su docta ignorancia en todo aquello que no sea su microscópico e intrascendente “tema de beca” o de todo lo que se interponga en su mezquino camino de ascenso en el escalafón académico. Ya decía nuestro querido Deodoro Roca, ideólogo de la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918, que “el puro universitario es una cosa monstruosa”. El profesor Francisco Toloza constituye precisamente la antítesis de ese tipo de intelectual mediocre y sumiso.
Toloza es un intelectual universitario, sí, pero en un sentido mucho más rico y completo, comprometido hasta los huesos con su pueblo, tal como reclamaba Deodoro Roca. Por eso me puso tan contento escuchar ahora un video suyo que se acaba de difundir a raíz de su injusta detención en Colombia donde Toloza reivindica con nombre y apellido a nuestro Deodoro Roca y a la Reforma Universitaria de Córdoba (1918).
¿De qué nos habló Pacho Toloza cada vez que lo cruzamos? En Argentina y en México Pacho Toloza no dejó de denunciar el Estado gansteril y mafioso que dirige su país desde hace décadas. La situación calamitosa de la educación pública. La violación sistemática de los derechos humanos. La miseria de su campesinado y la explotación de su clase trabajadora urbana. La persecución oficial contra cualquier tipo de oposición política. Eso es lo que tanto les molestó a los jueces que lo encarcelaron. Que el profesor Toloza jamás se calló la boca. Si visitó otros países no fue para buscar rédito mezquino o ganancia personal, para “acomodarse” ni para mendigar una migaja de lástima. No. El profesor Francisco Toloza no dejó ni un minuto, sea en Argentina, en México o en Europa de reclamar por los derechos de su pueblo a vivir en libertad, con justicia social y respeto de los derechos humanos. Eso no constituye ningún delito. ¡Al contrario! Por eso nos llena de orgullo haberlo conocido y escuchado.
Más allá de su erudición académica, su militancia incansable y su pasión política, Pacho Toloza es un hombre con un humor desopilante. Ni bien entra en confianza comienza a hacer bromas y chistes. Incluso es un gran imitador. Cuando vivamos en el socialismo y ya no haya que preocuparse por los asesinatos a mansalva, la persecución política de la oposición, la censura o el encarcelamiento de la disidencia, el profesor Toloza bien podría ganarse la vida en un programa de humor.
Ojalá que la solidaridad internacional no deje de crecer. Ojalá que muy pronto podamos volver a conversar con él en libertad, hablando de Simón Bolívar, de la historia de su abnegado pueblo y escuchando sus bromas, sus chistes y su risa sincera.
Nestor Kohan
Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina
Sábado 11 de enero de 2014
Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
Mensaje a la juventud latinoamericana del profesor Toloza:
[youtube]Z7rTbK0nuNA#t=196[/youtube]
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Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
DENUNCIA SOBRE EL EXTERMINIO DE ACTIVISTAS DE MARCHA PATRIÓTICA
La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, enero 22 de 2014
El pasado 20 de enero, en rueda de prensa, la ex senadora Piedad Córdoba denunció ante el mundo la noticia del asesinato de 29 activistas del Movimiento político y social MARCHA PATRIÓTICA en dos años de existencia. Y en el mismo evento, uno de los 256 activistas encarcelados, Francisco Tolosa, responsable de relaciones internacionales de esa organización,sin nunca haber empuñado un arma,expresó vía telefónica desde la prisión, que, “estamos presos por hacer política sin armas” y opinó “que no hay democracia real en Colombia sin Marcha Patriótica”.
Hablamos con cierta desazón desde La Habana, donde hemos firmado con el gobierno de Juan Manuel Santos un acuerdo parcial para ampliar la democracia y la participación política en Colombia, porque el hecho denunciado por la dirigente de MARCHA es un mentís a lo convenido, un desconocimiento de los deberes del Estado, y una pésima señal que sigue minando la confianza en la palabra del gobierno.
Lo que denuncia Piedad Córdoba reafirma que durante el gobierno de Santos se desconoce el derecho a la opción política y se sigue exterminando a los activistas políticos, y de organizaciones sociales y populares.
Para que este proceso de paz no termine en una farsa o en una comedia, en sonoridades de palabras vacías sobre expansión de la democracia, es urgente que el gobierno detenga el viacrucis de la Marcha Patriótica.
Los colombianos todos, los que siempre hemos soñado con la solución política al más largo de los conflictos en el hemisferio, con el fin de la confrontación para que tengamos reconciliación nacional, tenemos que defender el proceso de paz y exigir verdaderas garantías políticas y seguridad para los movimientos sociales y políticos del país.
No podemos tolerar que en medio de un proceso de paz, la Marcha Patriótica sea aniquilada de manera sistemática, día a día, como ocurrió con la UP, no solamente de cara al gobierno, sino con su participación solapada, callando frente a los asesinatos, urdiendo el empapelamiento jurídico de los líderes para colocarlos tras las rejas, porque “representan un pensamiento peligroso”, como dice una de las fiscales. Los asesinatos de líderes sociales y populares siempre tuvieron en Colombia un comienzo con la denominada judicialización, pero después terminaron muertos.
Se nos insta permanentemente desde el gobierno a cambiar balas por votos, pero se asesina y se mutila a los campesinos cuando protestan,henchidos de justicia, en las carreteras contra las políticas del Estado que solo favorecen los intereses de las trasnacionales y condenan a las mayorías a vivir como parias con las banderas de la soberanía plegadas, tiradas en el suelo.
Cómo duelen las justificaciones que hacen algunos agentes del Estado para explicar el por qué ocurrió el terrible genocidio de la UP. Jamás aceptaremos la explicación brutal e incivilizada de que aquellas muertes ocurrieron porque no podían permitir impunemente la combinación de las formas de lucha. Pero nosotros afirmamos, que ni Jaime Pardo, ni Bernardo Jaramillo, Ni Leonardo Posada, ni José Antequera, ni Manuel Cépeda, ni los congresistas, ninguno de los miles de mártires de la UP portaba fusiles ni antes ni al momento de ser asesinados.
Cuánta razón asiste al señor Fiscal General de la República, el doctor Eduardo Montealegre, cuando afirma que “el gran desafío del posconflicto va a ser la guerra sucia”.
En Colombia es una necesidad vital desmontar la Doctrina de la Seguridad Nacional, la concepción del enemigo interno y el paramilitarismo, como factores que han acicateado el terrorismo de Estado. El gobierno no solamente debe jurar un “nunca más”, sino desplegar acciones convincentes para frenar operaciones sanguinarias como la del tristemente célebre “Baile Rojo” que exterminó a un movimiento y que ahora pretende aplicarse a la Marcha Patriótica.
¿Dónde está la tolerancia pregonada en el acuerdo parcial para la Participación Política? Hay que dejar a un lado las palabras zalameras y almibaradas sobre la democracia, cuando se tolera el estallido de las balas contra los opositores al régimen, para destruir, de manera calculada, cualquier asomo de construcción de una alternativa política. Hay que comenzar la aplicación, ya, de lo acordado, para que el proceso no sea palabrería vacua. Es un deber del Estado proteger la vida de los ciudadanos y garantizar el derecho a la opción política en Colombia.
DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP
La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, enero 22 de 2014
El pasado 20 de enero, en rueda de prensa, la ex senadora Piedad Córdoba denunció ante el mundo la noticia del asesinato de 29 activistas del Movimiento político y social MARCHA PATRIÓTICA en dos años de existencia. Y en el mismo evento, uno de los 256 activistas encarcelados, Francisco Tolosa, responsable de relaciones internacionales de esa organización,sin nunca haber empuñado un arma,expresó vía telefónica desde la prisión, que, “estamos presos por hacer política sin armas” y opinó “que no hay democracia real en Colombia sin Marcha Patriótica”.
Hablamos con cierta desazón desde La Habana, donde hemos firmado con el gobierno de Juan Manuel Santos un acuerdo parcial para ampliar la democracia y la participación política en Colombia, porque el hecho denunciado por la dirigente de MARCHA es un mentís a lo convenido, un desconocimiento de los deberes del Estado, y una pésima señal que sigue minando la confianza en la palabra del gobierno.
Lo que denuncia Piedad Córdoba reafirma que durante el gobierno de Santos se desconoce el derecho a la opción política y se sigue exterminando a los activistas políticos, y de organizaciones sociales y populares.
Para que este proceso de paz no termine en una farsa o en una comedia, en sonoridades de palabras vacías sobre expansión de la democracia, es urgente que el gobierno detenga el viacrucis de la Marcha Patriótica.
Los colombianos todos, los que siempre hemos soñado con la solución política al más largo de los conflictos en el hemisferio, con el fin de la confrontación para que tengamos reconciliación nacional, tenemos que defender el proceso de paz y exigir verdaderas garantías políticas y seguridad para los movimientos sociales y políticos del país.
No podemos tolerar que en medio de un proceso de paz, la Marcha Patriótica sea aniquilada de manera sistemática, día a día, como ocurrió con la UP, no solamente de cara al gobierno, sino con su participación solapada, callando frente a los asesinatos, urdiendo el empapelamiento jurídico de los líderes para colocarlos tras las rejas, porque “representan un pensamiento peligroso”, como dice una de las fiscales. Los asesinatos de líderes sociales y populares siempre tuvieron en Colombia un comienzo con la denominada judicialización, pero después terminaron muertos.
Se nos insta permanentemente desde el gobierno a cambiar balas por votos, pero se asesina y se mutila a los campesinos cuando protestan,henchidos de justicia, en las carreteras contra las políticas del Estado que solo favorecen los intereses de las trasnacionales y condenan a las mayorías a vivir como parias con las banderas de la soberanía plegadas, tiradas en el suelo.
Cómo duelen las justificaciones que hacen algunos agentes del Estado para explicar el por qué ocurrió el terrible genocidio de la UP. Jamás aceptaremos la explicación brutal e incivilizada de que aquellas muertes ocurrieron porque no podían permitir impunemente la combinación de las formas de lucha. Pero nosotros afirmamos, que ni Jaime Pardo, ni Bernardo Jaramillo, Ni Leonardo Posada, ni José Antequera, ni Manuel Cépeda, ni los congresistas, ninguno de los miles de mártires de la UP portaba fusiles ni antes ni al momento de ser asesinados.
Cuánta razón asiste al señor Fiscal General de la República, el doctor Eduardo Montealegre, cuando afirma que “el gran desafío del posconflicto va a ser la guerra sucia”.
En Colombia es una necesidad vital desmontar la Doctrina de la Seguridad Nacional, la concepción del enemigo interno y el paramilitarismo, como factores que han acicateado el terrorismo de Estado. El gobierno no solamente debe jurar un “nunca más”, sino desplegar acciones convincentes para frenar operaciones sanguinarias como la del tristemente célebre “Baile Rojo” que exterminó a un movimiento y que ahora pretende aplicarse a la Marcha Patriótica.
¿Dónde está la tolerancia pregonada en el acuerdo parcial para la Participación Política? Hay que dejar a un lado las palabras zalameras y almibaradas sobre la democracia, cuando se tolera el estallido de las balas contra los opositores al régimen, para destruir, de manera calculada, cualquier asomo de construcción de una alternativa política. Hay que comenzar la aplicación, ya, de lo acordado, para que el proceso no sea palabrería vacua. Es un deber del Estado proteger la vida de los ciudadanos y garantizar el derecho a la opción política en Colombia.
DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP
Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
Extraordinario artículo del profesor Vega Cantor sobre lo que pasa en Colombia.... se le ponen a uno los pelos de punta.
"Si se trata de buscar una ilustración práctica de los nexos entre libre comercio, tortura y muerte, Colombia es el modelo más brutal"
La motosierra y el libre comercio
“De rodillas, escondido detrás de un precario horno de leña, Ismael Peña vio la forma como sus vecinos eran asesinados. El campesino, de 35 años de edad, guardó en lo más profundo de su alma el dolor que sentía al presenciar que los hombres armados con fusiles, machetes y motosierras, humillaban a sus víctimas. […] Los hombres armados primero insultaban a las personas. Les decían que eran guerrilleros mal nacidos y que iban a morir como perros”.
El País (Cali), abril 16 del 2001.
"Es lo peor: desmembrar a las personas. Y eso no es imaginación, eso es una vergüenza. Esa es la barbarie de hasta dónde ha llegado la violencia en Buenaventura […] Buenaventura es el corredor estratégico para la salida de la droga […]. Pero no es sólo la droga. Hay muchos otros intereses […]. Los megaproyectos también han azuzado la violencia".
Héctor Epalza, Obispo de Buenaventura, BBC Mundo, 24 de marzo de 2014.
1
La propaganda neoliberal difunde desde hace décadas la falacia que el libre comercio es sinónimo de prosperidad y bienestar para los países que lo adopten. En el discurso convencional y dominante, que incluso han asumido sectores de la izquierda light a nivel mundial, se asegura que la apertura comercial de un país le traerá como por arte de magia ríos de leche y de miel. Para completar el cuadro, al evocar los “milagros del libre comercio” se afirma que son un resultado de las fuerzas irreversibles del mercado que se imponen por su superioridad intrínseca sobre sus “enemigos naturales”, entre los que se encuentran el Estado, los sindicatos, las organizaciones sociales…
Estas mentiras justifican la imposición de Tratados de Libre Comercio, después de 1994, por parte de la mayoría de países de América Latina, con los que entraríamos en el Primer Mundo, porque rompíamos siglos de aislamiento secular, que nos habían mantenido al margen de la modernización y el progreso. Con una lógica bastante primaria, propia de los economistas neoliberales, a rajatabla se imponen los TLC y aunque las evidencias empíricas –como en el caso de México– indiquen un impacto negativo sobre la vida de la población, los librecambistas repiten el estribillo que el libre comercio representa la redención para quienes “valientemente” lo adopten en forma consciente porque, se agrega, que no existe alternativa: se trata de “exportar o morir”.
Quienes esto sostienen no están muy equivocados, salvo que haya que darle la vuelta al dilema, porque en realidad esa consigna devino en “exportar y morir” o, más precisamente, “morir para exportar”, “exportar aunque muchos mueran”, “exportar gracias a la muerte de miles de personas”, o “exportar sobre los huesos de los muertos” Esto es indispensable recordarlo, porque el libre comercio debe entenderse como otra forma de guerra, como lo decía Bertolt Brecht: “He oído a mucha gente decir que el comercio y la economía son humanos, y que sólo la guerra es inhumana. Pero resulta que, en primer lugar, ni el comercio ni la economía son humanos, y en segundo lugar, nos conducen a la guerra […] La barbarie procede de la barbarie, puesto que la guerra procede de la economía”i.
Estas macabras características del libre comercio han sido estudiadas en forma magistral en 'La Doctrina del Shock', la obra de Naomi Klein, en la cual se demuestra con numerosos ejemplos que la libertad de mercado no es un resultado de la “mano invisible” del mercado, sino del brazo bien armado de diversas fracciones del capital que propician la guerra, la tortura y la muerte de millones de seres humanos. Sobre una interminable pila de cadáveres de gente pobre y humilde se levantan las “exitosas” economías exportadoras, siendo Chile el ejemplo más alabado. El descubrimiento analítico de Naomi Klein puede sintetizarse con pocas palabras: para que el libre comercio opere, sin incómodos obstáculos sociales, los capitalistas de cada país generan un estado previo de pánico y terror, que inmoviliza a la población, y posibilita la apertura comercial y la aplicación de medidas neoliberales. En otros términos, existe una estrecha relación entre libre mercado y tortura, porque esta última es uno de los instrumentos favoritos para aterrorizar a la población y consolidar las “economías de exportación”, que luego son presentadas como modelos exitosos y ejemplos que deben ser imitados.
Sobre la sangre todavía fresca y los restos de trabajadores, campesinos, indígenas, afrodescendientes, mujeres humildes y, en general, habitantes pobres del campo y la ciudad, se erigen los monumentos del mercado libre, si recordamos que “algunas de las violaciones de derechos humanos más despreciables de este siglo, que hasta ahora se consideraban como actos de sadismo fruto de regímenes antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e introducir las ‘reformas’ radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado”ii.
2
Si se trata de buscar una ilustración práctica de los nexos entre libre comercio, tortura y muerte, Colombia es el modelo más brutal, como lo ejemplifica lo que sucede por estos días, y desde hace varios años, en el Puerto de Buenaventura, en el Océano Pacífico. Sin embargo, no debe suponerse que este es un hecho aislado, circunstancial y producto de la delincuencia o de los “violentos” en abstracto, como suele presentarlo la falsimedia criolla. De ninguna manera, Buenaventura es sólo una muestra a pequeña escala del terror que acompaña la imposición de casi dos decenas de Tratados de Libre Comercio entre Colombia y el resto del mundo. El símbolo criminal que identifica la apertura comercial de Colombia es la motosierra, que de ser un medio de trabajo utilizada para cortar árboles y madera, en manos de los paramilitares –ligados en forma directa al Estado colombiano y financiados y armados por las clases dominantes– se transformó en el más horroroso y cruel instrumento de tortura y de muerte, por medio del cual se procede a desmembrar vivas a las personas, se les pica y luego se les bota como animales a un caño, a una ciénaga, al mar o se les entierra en fosas comunes.
En todos los lugares del territorio colombiano que hoy son presentados como modelos de éxito exportador, como paso previo se destruyeron las sociedades y economías locales, al tiempo que se arrasaban las bases sociales de los movimientos reivindicativos y de la insurgencia, mediante el terror planificado. El método más frecuente, el que puede denominarse como la contribución auténticamente colombiana a la historia universal de la infamia, ha sido el de la motosierra para destrozar a seres humanos, como se ilustra en la película, Perro come perro. No por azar, la BACRIM (Banda Criminal) más sanguinaria, la de los uribeños, acuñó como lema de guerra (electoral y militar) el de “Mano firme, Motosierra grande”.
En Medellín, la “tasita de plata” de los traquetos paisas y de las clases dominantes de Colombia que en estos días se exalta como una “ciudad pujante” que superó su pasado violento, los ejércitos paramilitares la emplearon y sobre miles de muertos de esta ciudad y de las zonas circundantes se levanta el proyecto de una ciudad competitiva, turística y abierta a las inversiones extranjeras.
En la costa atlántica, durante años se efectuó una ronda de muerte a punta de machete y motosierra, en muchas ocasiones acompasada por el ritmo de gaitas y vallenatos y en esos mismos territorios se erigen megaproyectos, represas, grandes haciendas y centros comerciales, que se enaltecen como los milagros de la “paz paramilitar”. Para no ir muy lejos, a la ciudad de Montería, capital de Córdoba, una de las cunas del paramilitarismo, y sitio de donde es oriundo Salvatore Mancuso –un paramilitar “aristocrático” y bestial– se le compara con Miami y, lo que parece un chiste cruel, fue distinguida como una de las cincos ciudades más sostenibles del planeta en el año 2014, por parte del Fondo Mundial para la Naturalezaiii.
Los Llanos Orientales han sido la cuna de ejércitos paramilitares, escenario a vasta escala del exterminio de la Unión Patriótica y donde se efectuaron masacres, como la de Mapiripan en 1997, con participación de los Estados Unidos y las Fuerzas Armadas de Colombia. Es a ese mismo territorio de los Llanos al que los capitalistas locales y foráneos quieren convertir en un emporio agrícola de vocación exportadora que produzca caña, palma, caucho y materias primas para generar agrocombustibles, y en el que se extraen miles de barriles de petróleo por la Pacific Rubiales y otras compañías que, como se observa en estos momentos, destruyen las reservas hídricas de algunos sectores del Departamento del Casanare.
Se podrían seguir enumerando en forma rutinaria las regiones de Colombia que aparecen como emblemas del libre comercio, todas las cuales tienen un pasado y un presente pleno de crímenes y torturas, que se constituye en el telón de fondo en el que, en medio del terror de la motosierra, se despejaron territorios, se asesinaron a sus líderes sociales, se masacraron habitantes lugareños y otros fueron obligados a huir… Y luego vinieron los “prósperos” y “honorables” hombres de empresa a fortalecer las empresas exportadoras. Esto lo manifestaron sin pestañear, como si fueran laureados economistas de encopetadas universidades, los jefes paramilitares. Por ejemplo, Vicente Castaño afirmó en una ocasión: “Queremos que nos dejen hacer nuevos modelos de empresas que ya hemos venido desarrollando a nivel nacional. […] En Urabá tenemos cultivos de palma. Yo mismo conseguí los empresarios para invertir en esos proyectos que son duraderos y productivos. La idea es llevar a los ricos a invertir en ese tipo de proyectos en diferentes zonas del país. Al llevar a los ricos a esas zonas llegan las instituciones del Estado. Desafortunadamente las instituciones del Estado sólo le caminan a esas cosas cuando están los ricos. Hay que llevar ricos a todas las regiones del país y esa es una de las misiones que tienen todos los comandantes”iv.
En estas afirmaciones no puede dejarse pasar un detalle fundamental: en Urabá, la región a la que se refiere Vicente Castaño, se presentó un proyecto de limpieza social por los paramilitares, los militares y el Estado, que recurrió al terror y a las masacres. No por casualidad de ese proyecto regional salió un político local directamente a la presidencia de la República. Y los productos estrellas de ese proyecto de muerte, el banano y la palma aceitera (o palma africana, por su origen geográfico), se consolidaron como renglones exportadores del país gracias a la motosierra. Luego de que miles de trabajadores fueran asesinados, se destruyeran sus sindicatos clasistas, se exterminara a la Unión Patriota, la Chiquita Brands financiara a las bandas de paracos, se “pacificó” la región y ésta se convirtió en una zona competitiva en la producción y exportación del banano…, por supuesto un banano sangriento. En cuanto a la palma, comunidades afrodescendientes fueron masacradas para que en sus tierras se iniciara el proyecto terrateniente de trasformar el país en la Malasia de Sudamérica, sembrando la región con la “palma de la muerte”v.
El paramilitar conocido como El Alemán pontificaba sobre las bondades del librecomercio, como cualquier Ministro de Hacienda o Agricultura formado en las “mejores escuelas de negocios” del país o del mundo, cuando sostenía: “Queremos […] un desarrollo regional que desde grandes proyectos de infraestructura posibilite el establecimiento de cadenas productivas y de comercialización que aprovechen las ventajas geoestratégicas de nuestro país, generando una verdadera revolución constructiva y democratizadora del agro que integre a la industria y al gran capital con el trabajo asociado y con el pequeño propietario rural”vi. Quien no tenga ni idea de quien procede esta afirmación puede pensar que nos encontramos ante un consultor internacional del Banco Mundial o ante un ilustre economista de Chicago, pero lo llamativo es que quien así hablaba era el cabecilla del bloque paramilitar Elmer Cárdenas, responsable de la muerte de miles de campesinos en Urabá. Este mismo individuo, para más señas, controlaba el negocio de la madera en el Atrato, e impulsó el Plan Motosierra que se sustentaba en poseer 200 motosierras y 500 mulas, que se usaban para presionar a los campesinos y obligarlos a producir grandes cantidades de madera, mediante la aparcería y el endeude forzado: “Le vendíamos al que nos trajera la plata en efectivo, no fiábamos. Nos llegaba la plata en costal. Había meses de 200 o 100 millones (de pesos). Era la participación que teníamos. Y el campesino tenía la posibilidad de volver al monte e ir pagando la herramienta que no tenía”. Como en cualquier enclave, “a cambio de las herramientas, los campesinos empeñaban la madera cortada para pagar la deuda y el resto […] se les pagaba con vales que sólo podían redimir en negocios controlados por los 'paras'”vii. Tan jugoso negocio no podía prosperar sin acudir a la fuerza bruta, porque al bloque Elmer Cárdenas fue responsable del “episodio de un grupo de paras que luego de cortar la cabeza de una de sus víctimas, jugó fútbol con ella” y del “asesinato con sevicia de mujeres embarazadas y la quema de caseríos”viii.
Como veremos enseguida, lo que acontece en Buenaventura tiene notables antecedentes y similitudes con lo sucedido en otras regiones de Colombia, en donde se rubricó un nexo orgánico entre el libre comercio y la motosierra. Esto es necesario plantearlo para eludir las explicaciones convencionales de los medios de desinformación, quienes se rasgan las vestiduras y pretenden que los hechos de Buenaventura son inéditos y un resultado exclusivo de la delincuencia y el narcotráfico, sin ninguna relación con los magaproyectos de modernización del puerto. Como si, además, el narcotráfico y la violencia asociada no fueran también expresiones del libre comercio, impulsadas por los Estados Unidos.
3
En Buenaventura, ubicada a 115 kilómetros de Cali, se encuentra el primer puerto de Colombia, tanto por el volumen de carga que llega del mundo como el que se envía desde nuestro país hacia el exterior. El puerto está enclavado en la región del Choco biogeográfico, un auténtico tesoro de la naturaleza que se extiende desde Panamá hasta el Ecuador en un área de 187 kilómetros cuadrados, siendo la zona más lluviosa del mundo. Su elevada pluviosidad, su ubicación tropical y su aislamiento la convierten en una de las regiones más biodiversas del planeta en plantas, mamíferos, aves, reptiles y anfibios, además de que posee maderas, agua y minerales. Esta riqueza es apetecida por los países imperialistas y sus empresas transnacionales, cuyo interés aumenta por la geoestratégica ubicación, comercial y militar, de Buenaventura.
Junto a esa riqueza de la naturaleza, coexiste una terrible desigualdad social, que exacerba aún más el libre comercio -entre unos pocos ganadores y muchos perdedores-, lo cual ha hecho emerger dos realidades opuestas, dos Buenaventuras que están claramente separadas, como es típico en los enclaves económicos, cuya característica distintiva es la de servir de punto de tránsito de mercancías hacia el mercado mundial. Esas dos Buenaventuras están formadas por el puerto y la ciudad. El puerto se localiza en una envidiable posición geográfica, en el corazón de la cuenca del Pacífico, hoy por hoy el centro del comercio mundial, y próximo a las principales rutas marítimas del planeta, entre ellas el Canal de Panamá. Por ese puerto circula el 60% del comercio exterior de Colombia, incluyendo el 80% del café, y está equipado con lo último en tecnología, es limpio y automatizado. Funciona sin parar las 24 horas del día y un muro electrificado lo separa del resto de la ciudad. Ese puerto es apetecido por inversionistas y transnacionales, y como parte de esa avanzada se construyó el Terminal de Contenedores. Está protegido metro a metro por centenares de miembros de las fuerzas militares del Estado y guardias privados. Se le menciona siempre como modelo exitoso de la integración exitosa del país al comercio mundial.
Por el puerto pasan diariamente enormes buques trasatlánticos que descargan y se llevan cada año doce millones de toneladas, en un típico intercambio desigual puesto que “por cada 10 contenedores que llegan llenos de juguetes, ropa, carros y electrodomésticos de Asia, sólo tres regresan cargados con productos de postre: café, plátanos o azúcar de Colombia” ix . El Puerto de Buenaventura es una prueba a pequeña escala de los “beneficios” del libre comercio, que tanto exaltan Mario Vargas Llosa y todos los neoliberales de su estilo. Este puerto aparece como el epicentro de megaproyectos de infraestructura y como la capital colombiana de la Alianza del Pacífico en que participan Chile, México, Costa Rica y Colombia. Es un puerto sin gente, con pocos trabajadores, hecho para descargar containers y almacenar mercancías, porque las grandes grúas y enormes recipientes sustituyeron a los estibadores. Mientras que a finales de la década de 1980 trabajaban en el puerto 2500 trabajadores, en la actualidad la Sociedad Portuaria emplea a 181, quienes garantizan la conexión con el mercado mundial x .
Al lado del iluminado, limpio, trasparente, privatizado y “pacífico” puerto está la ciudad, en donde viven en la pobreza absoluta 400 mil personas, cuyas condiciones de vida alcanzan tal indignidad que bien podría llamarse Malaventura. Cada cuatro de cinco de sus habitantes, en un 88% afrodescendientes, son pobres absolutos, el desempleo supera el 60%, el 35% de la población no cuentan con acceso al agua potable, al alcantarillado, a la energía eléctrica y al gas. Si antes había pobreza ahora lo que hay es miseria extrema, como resultado de la privatización de Colpuertos, puesto que los trabajadores que estaban ligados a esta empresa pública eran quienes redistribuían sus ingresos entre la población, y con sus salarios dinamizaban la economía local. La eliminación de esa empresa y la formación de La Sociedad Portuaria le ocasionaron un golpe mortal a la economía de la ciudad y, en contra de la cartilla neoliberal del libre comercio, propiciaron que Buenaventura se aislara no sólo del mundo sino del resto de Colombia.
Esto ha sido el resultado de la privatización de la actividad portuaria porque se rompió el vínculo entre el Puerto y la ciudad, como consecuencia de lo cual “Buenaventura, negra, mulata, indígena ha devenido gueto y el gueto va camino de convertirse en una gran prisión en la que las fuerzas armadas del Estado supervisan la matanza que ocurre ante sus ojos”xi. Malaventura crece y se expande para recibir los miles de desplazados de las zonas circundantes, a quienes se les despoja de sus tierras y bienes comunes, con lo que se ahondan los problemas de miseria y desempleo. Nada la une con el puerto, ni negocios, ni trabajo, ni actividad económica, porque la ciudad no transforma ningún producto que provenga del puerto y ninguna empresa de la ciudad abastece al puerto. Para sobrevivir, como en cualquier prisión, los bonaerenses deben recurrir a lo que está al alcance de la mano, que en este caso es el microtráfico de estupefacientes, pero a un nivel paupérrimo y miserable, que nada tiene que ver con los grandes negocios y fortunas de los capos de los carteles de otras regiones. Se lucha entre pobres para conseguir unos cuantos centavos, con lo cual se completa el círculo vicioso de delincuencia, descomposición del tejido social y abandono de cualquier lucha colectiva. Sin embargo, en Buenaventura no hay dinero, porque éste se encuentra afuera, en las manos de quienes ordenan los envíos, “los dueños de las caletas, los que hacen los negocios con los DEA en Miami o en Nueva York, los que pagan por matar a los muchachos que han participado en algún envío fallido, los que pagan por ejercer un control precario sobre las zonas claves de la ciudad, los que se apropian de los escasos dineros públicos. Por eso, en las calles con nombres de temas de salsa los muertos mueren sin dinero y todos los dineros viven en la pobreza absoluta, sin agua, sin alcantarillas, sin educación, sin esperanza”. La miseria y la muerte están ligadas al comercio mundial, porque “los que pagan por matar y los que disfrutan del dinero por cuya causa tantos mueren en Buenaventura no están en la ciudad y no viven en los barrios periféricos en los que rondan la muerte y el terror” xii. Esto sucede, aunque en la vida cotidiana la población pobre de la ciudad (es decir, casi todos sus habitantes) haya sido encarcelada en un gueto, aislado del resto del territorio colombiano, y que no le interesa ni al Estado ni a las clases dominantes.
Para completar el acoso y el agobio, la Armada ha impuesto una estricta vigilancia costera, so pretexto de evitar la entrada y salida de embarcaciones ilegales, y ha prohibido que los pescadores locales salgan a pescar de noche y les raciona la cantidad de combustible que les venden, como consecuencia de lo cual se dispararon los precios de gasolina en el “mercado negro” y se restringió la pesca, uno de los pocas actividades legales que todavía existían. Esto ha originado la cruel paradoja que en Buenaventura, en cuyo mar se encuentra una gran variedad de pesca, sus habitantes compren pescado importado mientras “los barcos pesqueros de Asia arrasan en las aguas profundas frente a la costa. Las pesqueras colombianas en Buenaventura quebraron y sus fábricas se están convirtiendo en almacenes para carbón y otros recursos que esperan su embarque para Asia” xiii . Como para que no queden dudas de que la realidad supera el realismo mágico de Gabriel García Márquez, ¡a Malaventura se le denomina oficialmente por el Estado como el Distrito Especial, Industrial, Portuario, Biodiverso y Ecoturístico de Buenaventura! ¡Típico en un país de gramáticos y leguleyos que suponen que con nombres rimbombantes se edulcora la miseria y la infamia!
Que estos dos mundos tan cercanos y separados por una inmensa barrera ya no tienen ninguna relación, lo testifica de manera cínica Domingo Chinea, gerente general de la Sociedad Portuaria Regional de Buenaventura, para quien, mientras los pobres son descuartizados en los barrios de Bajamar, el Puerto “está trabajando perfectamente”. En el mismo sentido, el gerente de Hamburg Süd, una empresa naviera alemana –una de las veinte más importantes del mundo– que en el 2013 se instaló en el puerto, señala que “el tema (sic) de Buenaventura no ha impactado el comercio y el movimiento de carga de ninguna manera”xiv. En otras palabras, como lo dijo el Presidente de la Cámara de Comercio local, “Mientras la maquinita de hacer dinero (el puerto) siga facturando, el Estado no atenderá las problemáticas de Buenaventura”. Para los promotores del libre comercio en Buenaventura queda claro que una cosa es la gente y otra la carga, es decir, la ganancia.
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La gente de Malaventura ya no interesa al capital ni como fuerza de trabajo, ni como consumidores porque no tienen ingresos de ninguna índole, pero al capital si le apetecen los lugares en donde se hacinan esos pobres, sobre todo los barrios de bajamar, porque allí se tienen proyectadas obras de ampliación del puerto y de “modernización económica”. Los habitantes de esos lugares son vistos como incómodos estorbos, que impide el progreso del puerto, y a los que se debe quitar del camino, como sea. Por este evidente interés, se libra una guerra brutal contra la gente más pobre, con el objetivo de expulsarla de sus lugares de habitación. Por supuesto, los asesinos intelectuales e ideólogos del mercado libre no se manchan directamente las manos con sangre, sino que actúan por medio de los grupos paramilitares –con la aquiescencia y participación velada del Estado y sus fuerzas represivas– que cambian de nombre (ahora se llaman los Chocoanos, Los Rastrojos, La empresa…,) pero siempre actúan en representación del gran capital colombiano o extranjero, con la finalidad de conseguir los apetecidos terrenos, que luego de ser arrebatados o comprados a bajo precio a sus legítimos propietarios son vendidos a los inversionistas en finca raíz y a los agentes de las empresas portuarias.
Las bandas criminales de paramilitares recurren a todos los medios en su propósito de desalojar los barrios de bajamar, por donde se van a construir los megaproyectos. Entre esos medios se encuentran los “incendios de clase” o la “demolición en caliente”, como la denomina el geógrafo Mike Davis, que consisten en quemar las casas de los pobres para obligarlos a salir y luego apropiarse de los terrenos ahora yermos y deshabitadosxv. Eso se ha hecho en varias ocasiones, como recientemente, el primero de abril de 2014, cuando fueron devoradas por las llamas 35 viviendas en el Barrio Santa Fe, quedando 196 familias en la intemperie. La gente afectada señaló que “las bandas las quemaron para que nos vayamos del todo”. Estas afirmaciones se relacionan con el hecho que “Santa Fe es uno de los barrios de bajamar que han sido codiciados por la administración distrital para adelantar la ampliación portuaria de la Terminal de Contenedores de Buenaventura (TCBuen), ubicada al noroeste de la ciudad. La terminal, que según sus representantes, factura cerca de U$122.000 millones al año y ha buscado la expansión en los últimos cinco años” xvi.
Como sucede en el resto del país, donde los paramilitares actúan tranquila e impunemente, la región está militarizada, sin necesidad de que se la tomen las fuerzas armadas, como lo anunció triunfalmente Juan Manuel Santos, porque a escasos 9 kilómetros se encuentra Bahía Málaga, en donde funciona la principal Base Militar de la Infantería de Marina, y ha hecho presencia la Marina de los Estados Unidos. Sencillamente, la llegada de más tropa lo que quiere es consolidar el proceso de expulsión de los pobres de los barrios de bajamar.
Con lo dicho anteriormente, se quiere resaltar la razón principal que explica el terror generalizado que se ha impuesto desde hace años en Buenaventura, detrás del cual se encuentran los grandes inversionistas nacionales y extranjeros, aunque ellos nunca aparezcan como directos responsables. Dichos inversionistas aplican a las mil maravillas el manual del capitalismo del shock, que ordena aterrorizar a la población para hacer avanzar los proyectos de “desarrollo” y “modernización” propios del capitalismo neoliberal. Algunos habitantes de la ciudad entienden lo que se mueve detrás de los descuartizamientos, como lo indica una dirigente social que prefiere permanecer anónima: “Lo que está en el fondo de esta violencia no es sólo el narcotráfico, es el control territorial del municipio, es una táctica de terror para que la gente se vaya de la zona insular ‘para’ y se desplace hacia las zonas rurales, para que los megaproyectos puedan tener rienda suelta. Los mafiosos, aliados con algunos empresarios, quieren sacar a la gente a punta de miedo y comprando barato, para luego hacer buenos negocios”xvii.
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Malaventura, la de los pobres, y Buenaventura, el puerto del capital, no figuran en los mismos planes de la Alianza del Pacífico, el plan de Libre Comercio que ha entrado en marcha para que los cipayos de América Latina (Chile, Colombia, México y Costa Rica) le preparen el terreno a las multinacionales de Estados Unidos, en su proyecto de revivir el ALCA. Para esa Alianza del Pacífico, que pretender extraer y llevar rápido aquellos productos primarios (petróleo, carbón, madera, minerales, cocaína…) que necesita el capitalismo mundial, lo prioritario es el puerto, no la gente. Por eso ponderan las obras indispensables para que Colombia sea competitiva en el concierto mundial, tales como la doble calzada Buga-Buenaventura, el aumento del tamaño de los muelles, la ampliación de los depósitos de carga y descarga, la construcción de un malecón… Pura cuestión de negocios y de dinero. A ese puerto es el que se quiere declarar la capital colombiana de la Alianza del Pacífico, donde no haya gente y mucho menos si son pobres y afrodescendientes, porque aparte de la dominación de clase impera el racismo.
Malaventura, donde vive la gente y corre la sangre a chorros, se tortura y se procede a desmembrar a jóvenes y mujeres con motosierra, hachas y machetes, porque son un estorbo para los “empresarios de bien”, los partidarios del libre comercio. Aún más, su terrorífica miseria, sus casas derruidas, su suciedad no puede ser ni siquiera vista por los grandes inversionistas del mundo. Por esa razón, allí no se reunieron a comienzos de este año los presidentes de la Alianza del Pacífico, que se sentaron a manteles a mil cien kilómetros de distancia, en Cartagena, que no está sobre el Océano Pacífico, sino al otro lado, en el Mar Caribe. Tan inesperados giros geográficos, en una vuelta de tuerca, llevan a que una cumbre del Pacífico se reúna en el Atlántico, lo cual no importa, porque la sapiencia geográfica no es propia de los tecnócratas del Libre Comercio y porque lo fundamental es la buena imagen que el Estado colombiano como huésped les debe mostrar a sus socios comerciales. Además, en Malaventura por la magnitud de la miseria urbana no es posible realizar lo que se ha hecho recientemente en Medellín durante el Foro Mundial Urbano, cuyos pobres fueron sacados de la ciudad durante los ochos días que duró el encuentro, para que los ilustres visitantes no se alteraran al contemplar a mendigos e indigentes, puesto que eso afea el milagro paisa y altera negativamente el buen clima de los negociosxviii.
Ni siquiera eso de expulsar a los pobres del centro de la ciudad puede hacerse en Buenaventura, porque tendrían que, literalmente desocuparla, lo que no es fácil, ¿por qué a dónde y cómo van a trasladar a 400 mil pobres? ¿Acaso los van a echar al mar, luego de picarlos a todos, para que los inversionistas y presidentes de la Alianza del Pacífico puedan almorzar con tranquilidad algún día en un lujoso hotel de la empobrecida ciudad, sin ver a un pobre ni a un afro en su camino y sin contemplar ni un tugurio? Aunque eso no lo puedan hacer plenamente, por ahora se fortalece el capitalismo del shock, porque como lo ha dicho el Obispo Héctor Epalza, “El puerto se convirtió en la patria del miedo y mientras el progreso avanza, el genocidio continúa ”. Nada debe detener el libre comercio, así que mientras se pica a la gente con motosierra en los barrios de bajamar, los negocios andan boyantes, porque los barcos entran y salen del Puerto llevando y trayendo mercancías de toda clase, entre ellas armas y cocaína, que tanto le fascinan a los Estados Unidos, el campeón mundial de la guerra y de la imposición del libre mercado.
NOTAS:
i. Bertolt Brecht, Diálogos de refugiados, Alianza Editorial, Madrid, 1994, p. 58.
ii. Naomi Klein, La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre, Editorial Paidós, Barcelona, 2007, p. 31.
iii. Ver: “Montería ganó premio como ‘ciudad sostenible del planeta’”, El Espectador, marzo 28 de 2014.
iv. “Habla Vicente Castaño”, Revista Semana, junio 5 del 2005, disponible en http://www.semana.com/portada/articulo/ ... no/72964-3
v. Gearóid Ó Loingsigh, La reconquista del Pacífico. Invasión, inversión, impunidad, Proceso de Comunidades Negras, Bogotá, 2013, pp. 170 y ss.
vi. Citado en http://actualidadetnica.com/sitioNuevo/ ... s-y-negros
vii. El Alemán, Fredy Rendón Herrera, en http://www.verdadabierta.com/victimario ... -el-aleman
viii. Revista Semana, 31 de julio de 2006, edición 1265, disponible en http://www.verdadabierta.com/victimario ... erde-uraba
ix. Sandra Weiss, Buenaventura. La puerta del “Chapo” en Colombia, en http://www.contrapunto.com.sv/latinoame ... n-colombia
x. Oscar Almario, “Ay mi bello puerto del mar, mi Buenaventura”, Posiciones. Revista de la Universidad del Valle, No. 1, julio de 2007, pp. 15 y 18.
xi. Boris Salazar, “Morir en Buenaventura: entre el gueto y la prisión”, Posiciones. Revista de la Universidad del Valle, No. 1, julio de 2007, p. 68.
xii. Ibíd., pp. 70-71.
xiii. Sandra Weiss, loc. cit.
xiv. La problemática en Buenaventura: más allá de la droga, el contrabando y las Bacrim, en http://www.legiscomex.com/BancoConocimiento/
xv. Mike Davis, Planeta de ciudades miseria, Editorial Foca, Madrid, 2007, p. 173.
xvi. Santiago Valenzuela, “Destierro en bajamar”, El Espectador, abril 5 de 2014. Disponible en http://www.elespectador.com/noticias/na ... ulo-485127
xvii. Citado en Alfredo Molano Jimeno, “Buenaventura, entre la pobreza y la violencia”, http://www.elespectador.com/noticias/na ... -violencia
xviii. “Tras el foro urbano reaparecen habitantes de la calle en Medellín”, en http://www.elespectador.com/noticias/na ... ulo-487480
"Si se trata de buscar una ilustración práctica de los nexos entre libre comercio, tortura y muerte, Colombia es el modelo más brutal"
La motosierra y el libre comercio
“De rodillas, escondido detrás de un precario horno de leña, Ismael Peña vio la forma como sus vecinos eran asesinados. El campesino, de 35 años de edad, guardó en lo más profundo de su alma el dolor que sentía al presenciar que los hombres armados con fusiles, machetes y motosierras, humillaban a sus víctimas. […] Los hombres armados primero insultaban a las personas. Les decían que eran guerrilleros mal nacidos y que iban a morir como perros”.
El País (Cali), abril 16 del 2001.
"Es lo peor: desmembrar a las personas. Y eso no es imaginación, eso es una vergüenza. Esa es la barbarie de hasta dónde ha llegado la violencia en Buenaventura […] Buenaventura es el corredor estratégico para la salida de la droga […]. Pero no es sólo la droga. Hay muchos otros intereses […]. Los megaproyectos también han azuzado la violencia".
Héctor Epalza, Obispo de Buenaventura, BBC Mundo, 24 de marzo de 2014.
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La propaganda neoliberal difunde desde hace décadas la falacia que el libre comercio es sinónimo de prosperidad y bienestar para los países que lo adopten. En el discurso convencional y dominante, que incluso han asumido sectores de la izquierda light a nivel mundial, se asegura que la apertura comercial de un país le traerá como por arte de magia ríos de leche y de miel. Para completar el cuadro, al evocar los “milagros del libre comercio” se afirma que son un resultado de las fuerzas irreversibles del mercado que se imponen por su superioridad intrínseca sobre sus “enemigos naturales”, entre los que se encuentran el Estado, los sindicatos, las organizaciones sociales…
Estas mentiras justifican la imposición de Tratados de Libre Comercio, después de 1994, por parte de la mayoría de países de América Latina, con los que entraríamos en el Primer Mundo, porque rompíamos siglos de aislamiento secular, que nos habían mantenido al margen de la modernización y el progreso. Con una lógica bastante primaria, propia de los economistas neoliberales, a rajatabla se imponen los TLC y aunque las evidencias empíricas –como en el caso de México– indiquen un impacto negativo sobre la vida de la población, los librecambistas repiten el estribillo que el libre comercio representa la redención para quienes “valientemente” lo adopten en forma consciente porque, se agrega, que no existe alternativa: se trata de “exportar o morir”.
Quienes esto sostienen no están muy equivocados, salvo que haya que darle la vuelta al dilema, porque en realidad esa consigna devino en “exportar y morir” o, más precisamente, “morir para exportar”, “exportar aunque muchos mueran”, “exportar gracias a la muerte de miles de personas”, o “exportar sobre los huesos de los muertos” Esto es indispensable recordarlo, porque el libre comercio debe entenderse como otra forma de guerra, como lo decía Bertolt Brecht: “He oído a mucha gente decir que el comercio y la economía son humanos, y que sólo la guerra es inhumana. Pero resulta que, en primer lugar, ni el comercio ni la economía son humanos, y en segundo lugar, nos conducen a la guerra […] La barbarie procede de la barbarie, puesto que la guerra procede de la economía”i.
Estas macabras características del libre comercio han sido estudiadas en forma magistral en 'La Doctrina del Shock', la obra de Naomi Klein, en la cual se demuestra con numerosos ejemplos que la libertad de mercado no es un resultado de la “mano invisible” del mercado, sino del brazo bien armado de diversas fracciones del capital que propician la guerra, la tortura y la muerte de millones de seres humanos. Sobre una interminable pila de cadáveres de gente pobre y humilde se levantan las “exitosas” economías exportadoras, siendo Chile el ejemplo más alabado. El descubrimiento analítico de Naomi Klein puede sintetizarse con pocas palabras: para que el libre comercio opere, sin incómodos obstáculos sociales, los capitalistas de cada país generan un estado previo de pánico y terror, que inmoviliza a la población, y posibilita la apertura comercial y la aplicación de medidas neoliberales. En otros términos, existe una estrecha relación entre libre mercado y tortura, porque esta última es uno de los instrumentos favoritos para aterrorizar a la población y consolidar las “economías de exportación”, que luego son presentadas como modelos exitosos y ejemplos que deben ser imitados.
Sobre la sangre todavía fresca y los restos de trabajadores, campesinos, indígenas, afrodescendientes, mujeres humildes y, en general, habitantes pobres del campo y la ciudad, se erigen los monumentos del mercado libre, si recordamos que “algunas de las violaciones de derechos humanos más despreciables de este siglo, que hasta ahora se consideraban como actos de sadismo fruto de regímenes antidemocráticos, fueron de hecho un intento deliberado de aterrorizar al pueblo, y se articularon activamente para preparar el terreno e introducir las ‘reformas’ radicales que habrían de traer ese ansiado libre mercado”ii.
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Si se trata de buscar una ilustración práctica de los nexos entre libre comercio, tortura y muerte, Colombia es el modelo más brutal, como lo ejemplifica lo que sucede por estos días, y desde hace varios años, en el Puerto de Buenaventura, en el Océano Pacífico. Sin embargo, no debe suponerse que este es un hecho aislado, circunstancial y producto de la delincuencia o de los “violentos” en abstracto, como suele presentarlo la falsimedia criolla. De ninguna manera, Buenaventura es sólo una muestra a pequeña escala del terror que acompaña la imposición de casi dos decenas de Tratados de Libre Comercio entre Colombia y el resto del mundo. El símbolo criminal que identifica la apertura comercial de Colombia es la motosierra, que de ser un medio de trabajo utilizada para cortar árboles y madera, en manos de los paramilitares –ligados en forma directa al Estado colombiano y financiados y armados por las clases dominantes– se transformó en el más horroroso y cruel instrumento de tortura y de muerte, por medio del cual se procede a desmembrar vivas a las personas, se les pica y luego se les bota como animales a un caño, a una ciénaga, al mar o se les entierra en fosas comunes.
En todos los lugares del territorio colombiano que hoy son presentados como modelos de éxito exportador, como paso previo se destruyeron las sociedades y economías locales, al tiempo que se arrasaban las bases sociales de los movimientos reivindicativos y de la insurgencia, mediante el terror planificado. El método más frecuente, el que puede denominarse como la contribución auténticamente colombiana a la historia universal de la infamia, ha sido el de la motosierra para destrozar a seres humanos, como se ilustra en la película, Perro come perro. No por azar, la BACRIM (Banda Criminal) más sanguinaria, la de los uribeños, acuñó como lema de guerra (electoral y militar) el de “Mano firme, Motosierra grande”.
En Medellín, la “tasita de plata” de los traquetos paisas y de las clases dominantes de Colombia que en estos días se exalta como una “ciudad pujante” que superó su pasado violento, los ejércitos paramilitares la emplearon y sobre miles de muertos de esta ciudad y de las zonas circundantes se levanta el proyecto de una ciudad competitiva, turística y abierta a las inversiones extranjeras.
En la costa atlántica, durante años se efectuó una ronda de muerte a punta de machete y motosierra, en muchas ocasiones acompasada por el ritmo de gaitas y vallenatos y en esos mismos territorios se erigen megaproyectos, represas, grandes haciendas y centros comerciales, que se enaltecen como los milagros de la “paz paramilitar”. Para no ir muy lejos, a la ciudad de Montería, capital de Córdoba, una de las cunas del paramilitarismo, y sitio de donde es oriundo Salvatore Mancuso –un paramilitar “aristocrático” y bestial– se le compara con Miami y, lo que parece un chiste cruel, fue distinguida como una de las cincos ciudades más sostenibles del planeta en el año 2014, por parte del Fondo Mundial para la Naturalezaiii.
Los Llanos Orientales han sido la cuna de ejércitos paramilitares, escenario a vasta escala del exterminio de la Unión Patriótica y donde se efectuaron masacres, como la de Mapiripan en 1997, con participación de los Estados Unidos y las Fuerzas Armadas de Colombia. Es a ese mismo territorio de los Llanos al que los capitalistas locales y foráneos quieren convertir en un emporio agrícola de vocación exportadora que produzca caña, palma, caucho y materias primas para generar agrocombustibles, y en el que se extraen miles de barriles de petróleo por la Pacific Rubiales y otras compañías que, como se observa en estos momentos, destruyen las reservas hídricas de algunos sectores del Departamento del Casanare.
Se podrían seguir enumerando en forma rutinaria las regiones de Colombia que aparecen como emblemas del libre comercio, todas las cuales tienen un pasado y un presente pleno de crímenes y torturas, que se constituye en el telón de fondo en el que, en medio del terror de la motosierra, se despejaron territorios, se asesinaron a sus líderes sociales, se masacraron habitantes lugareños y otros fueron obligados a huir… Y luego vinieron los “prósperos” y “honorables” hombres de empresa a fortalecer las empresas exportadoras. Esto lo manifestaron sin pestañear, como si fueran laureados economistas de encopetadas universidades, los jefes paramilitares. Por ejemplo, Vicente Castaño afirmó en una ocasión: “Queremos que nos dejen hacer nuevos modelos de empresas que ya hemos venido desarrollando a nivel nacional. […] En Urabá tenemos cultivos de palma. Yo mismo conseguí los empresarios para invertir en esos proyectos que son duraderos y productivos. La idea es llevar a los ricos a invertir en ese tipo de proyectos en diferentes zonas del país. Al llevar a los ricos a esas zonas llegan las instituciones del Estado. Desafortunadamente las instituciones del Estado sólo le caminan a esas cosas cuando están los ricos. Hay que llevar ricos a todas las regiones del país y esa es una de las misiones que tienen todos los comandantes”iv.
En estas afirmaciones no puede dejarse pasar un detalle fundamental: en Urabá, la región a la que se refiere Vicente Castaño, se presentó un proyecto de limpieza social por los paramilitares, los militares y el Estado, que recurrió al terror y a las masacres. No por casualidad de ese proyecto regional salió un político local directamente a la presidencia de la República. Y los productos estrellas de ese proyecto de muerte, el banano y la palma aceitera (o palma africana, por su origen geográfico), se consolidaron como renglones exportadores del país gracias a la motosierra. Luego de que miles de trabajadores fueran asesinados, se destruyeran sus sindicatos clasistas, se exterminara a la Unión Patriota, la Chiquita Brands financiara a las bandas de paracos, se “pacificó” la región y ésta se convirtió en una zona competitiva en la producción y exportación del banano…, por supuesto un banano sangriento. En cuanto a la palma, comunidades afrodescendientes fueron masacradas para que en sus tierras se iniciara el proyecto terrateniente de trasformar el país en la Malasia de Sudamérica, sembrando la región con la “palma de la muerte”v.
El paramilitar conocido como El Alemán pontificaba sobre las bondades del librecomercio, como cualquier Ministro de Hacienda o Agricultura formado en las “mejores escuelas de negocios” del país o del mundo, cuando sostenía: “Queremos […] un desarrollo regional que desde grandes proyectos de infraestructura posibilite el establecimiento de cadenas productivas y de comercialización que aprovechen las ventajas geoestratégicas de nuestro país, generando una verdadera revolución constructiva y democratizadora del agro que integre a la industria y al gran capital con el trabajo asociado y con el pequeño propietario rural”vi. Quien no tenga ni idea de quien procede esta afirmación puede pensar que nos encontramos ante un consultor internacional del Banco Mundial o ante un ilustre economista de Chicago, pero lo llamativo es que quien así hablaba era el cabecilla del bloque paramilitar Elmer Cárdenas, responsable de la muerte de miles de campesinos en Urabá. Este mismo individuo, para más señas, controlaba el negocio de la madera en el Atrato, e impulsó el Plan Motosierra que se sustentaba en poseer 200 motosierras y 500 mulas, que se usaban para presionar a los campesinos y obligarlos a producir grandes cantidades de madera, mediante la aparcería y el endeude forzado: “Le vendíamos al que nos trajera la plata en efectivo, no fiábamos. Nos llegaba la plata en costal. Había meses de 200 o 100 millones (de pesos). Era la participación que teníamos. Y el campesino tenía la posibilidad de volver al monte e ir pagando la herramienta que no tenía”. Como en cualquier enclave, “a cambio de las herramientas, los campesinos empeñaban la madera cortada para pagar la deuda y el resto […] se les pagaba con vales que sólo podían redimir en negocios controlados por los 'paras'”vii. Tan jugoso negocio no podía prosperar sin acudir a la fuerza bruta, porque al bloque Elmer Cárdenas fue responsable del “episodio de un grupo de paras que luego de cortar la cabeza de una de sus víctimas, jugó fútbol con ella” y del “asesinato con sevicia de mujeres embarazadas y la quema de caseríos”viii.
Como veremos enseguida, lo que acontece en Buenaventura tiene notables antecedentes y similitudes con lo sucedido en otras regiones de Colombia, en donde se rubricó un nexo orgánico entre el libre comercio y la motosierra. Esto es necesario plantearlo para eludir las explicaciones convencionales de los medios de desinformación, quienes se rasgan las vestiduras y pretenden que los hechos de Buenaventura son inéditos y un resultado exclusivo de la delincuencia y el narcotráfico, sin ninguna relación con los magaproyectos de modernización del puerto. Como si, además, el narcotráfico y la violencia asociada no fueran también expresiones del libre comercio, impulsadas por los Estados Unidos.
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En Buenaventura, ubicada a 115 kilómetros de Cali, se encuentra el primer puerto de Colombia, tanto por el volumen de carga que llega del mundo como el que se envía desde nuestro país hacia el exterior. El puerto está enclavado en la región del Choco biogeográfico, un auténtico tesoro de la naturaleza que se extiende desde Panamá hasta el Ecuador en un área de 187 kilómetros cuadrados, siendo la zona más lluviosa del mundo. Su elevada pluviosidad, su ubicación tropical y su aislamiento la convierten en una de las regiones más biodiversas del planeta en plantas, mamíferos, aves, reptiles y anfibios, además de que posee maderas, agua y minerales. Esta riqueza es apetecida por los países imperialistas y sus empresas transnacionales, cuyo interés aumenta por la geoestratégica ubicación, comercial y militar, de Buenaventura.
Junto a esa riqueza de la naturaleza, coexiste una terrible desigualdad social, que exacerba aún más el libre comercio -entre unos pocos ganadores y muchos perdedores-, lo cual ha hecho emerger dos realidades opuestas, dos Buenaventuras que están claramente separadas, como es típico en los enclaves económicos, cuya característica distintiva es la de servir de punto de tránsito de mercancías hacia el mercado mundial. Esas dos Buenaventuras están formadas por el puerto y la ciudad. El puerto se localiza en una envidiable posición geográfica, en el corazón de la cuenca del Pacífico, hoy por hoy el centro del comercio mundial, y próximo a las principales rutas marítimas del planeta, entre ellas el Canal de Panamá. Por ese puerto circula el 60% del comercio exterior de Colombia, incluyendo el 80% del café, y está equipado con lo último en tecnología, es limpio y automatizado. Funciona sin parar las 24 horas del día y un muro electrificado lo separa del resto de la ciudad. Ese puerto es apetecido por inversionistas y transnacionales, y como parte de esa avanzada se construyó el Terminal de Contenedores. Está protegido metro a metro por centenares de miembros de las fuerzas militares del Estado y guardias privados. Se le menciona siempre como modelo exitoso de la integración exitosa del país al comercio mundial.
Por el puerto pasan diariamente enormes buques trasatlánticos que descargan y se llevan cada año doce millones de toneladas, en un típico intercambio desigual puesto que “por cada 10 contenedores que llegan llenos de juguetes, ropa, carros y electrodomésticos de Asia, sólo tres regresan cargados con productos de postre: café, plátanos o azúcar de Colombia” ix . El Puerto de Buenaventura es una prueba a pequeña escala de los “beneficios” del libre comercio, que tanto exaltan Mario Vargas Llosa y todos los neoliberales de su estilo. Este puerto aparece como el epicentro de megaproyectos de infraestructura y como la capital colombiana de la Alianza del Pacífico en que participan Chile, México, Costa Rica y Colombia. Es un puerto sin gente, con pocos trabajadores, hecho para descargar containers y almacenar mercancías, porque las grandes grúas y enormes recipientes sustituyeron a los estibadores. Mientras que a finales de la década de 1980 trabajaban en el puerto 2500 trabajadores, en la actualidad la Sociedad Portuaria emplea a 181, quienes garantizan la conexión con el mercado mundial x .
Al lado del iluminado, limpio, trasparente, privatizado y “pacífico” puerto está la ciudad, en donde viven en la pobreza absoluta 400 mil personas, cuyas condiciones de vida alcanzan tal indignidad que bien podría llamarse Malaventura. Cada cuatro de cinco de sus habitantes, en un 88% afrodescendientes, son pobres absolutos, el desempleo supera el 60%, el 35% de la población no cuentan con acceso al agua potable, al alcantarillado, a la energía eléctrica y al gas. Si antes había pobreza ahora lo que hay es miseria extrema, como resultado de la privatización de Colpuertos, puesto que los trabajadores que estaban ligados a esta empresa pública eran quienes redistribuían sus ingresos entre la población, y con sus salarios dinamizaban la economía local. La eliminación de esa empresa y la formación de La Sociedad Portuaria le ocasionaron un golpe mortal a la economía de la ciudad y, en contra de la cartilla neoliberal del libre comercio, propiciaron que Buenaventura se aislara no sólo del mundo sino del resto de Colombia.
Esto ha sido el resultado de la privatización de la actividad portuaria porque se rompió el vínculo entre el Puerto y la ciudad, como consecuencia de lo cual “Buenaventura, negra, mulata, indígena ha devenido gueto y el gueto va camino de convertirse en una gran prisión en la que las fuerzas armadas del Estado supervisan la matanza que ocurre ante sus ojos”xi. Malaventura crece y se expande para recibir los miles de desplazados de las zonas circundantes, a quienes se les despoja de sus tierras y bienes comunes, con lo que se ahondan los problemas de miseria y desempleo. Nada la une con el puerto, ni negocios, ni trabajo, ni actividad económica, porque la ciudad no transforma ningún producto que provenga del puerto y ninguna empresa de la ciudad abastece al puerto. Para sobrevivir, como en cualquier prisión, los bonaerenses deben recurrir a lo que está al alcance de la mano, que en este caso es el microtráfico de estupefacientes, pero a un nivel paupérrimo y miserable, que nada tiene que ver con los grandes negocios y fortunas de los capos de los carteles de otras regiones. Se lucha entre pobres para conseguir unos cuantos centavos, con lo cual se completa el círculo vicioso de delincuencia, descomposición del tejido social y abandono de cualquier lucha colectiva. Sin embargo, en Buenaventura no hay dinero, porque éste se encuentra afuera, en las manos de quienes ordenan los envíos, “los dueños de las caletas, los que hacen los negocios con los DEA en Miami o en Nueva York, los que pagan por matar a los muchachos que han participado en algún envío fallido, los que pagan por ejercer un control precario sobre las zonas claves de la ciudad, los que se apropian de los escasos dineros públicos. Por eso, en las calles con nombres de temas de salsa los muertos mueren sin dinero y todos los dineros viven en la pobreza absoluta, sin agua, sin alcantarillas, sin educación, sin esperanza”. La miseria y la muerte están ligadas al comercio mundial, porque “los que pagan por matar y los que disfrutan del dinero por cuya causa tantos mueren en Buenaventura no están en la ciudad y no viven en los barrios periféricos en los que rondan la muerte y el terror” xii. Esto sucede, aunque en la vida cotidiana la población pobre de la ciudad (es decir, casi todos sus habitantes) haya sido encarcelada en un gueto, aislado del resto del territorio colombiano, y que no le interesa ni al Estado ni a las clases dominantes.
Para completar el acoso y el agobio, la Armada ha impuesto una estricta vigilancia costera, so pretexto de evitar la entrada y salida de embarcaciones ilegales, y ha prohibido que los pescadores locales salgan a pescar de noche y les raciona la cantidad de combustible que les venden, como consecuencia de lo cual se dispararon los precios de gasolina en el “mercado negro” y se restringió la pesca, uno de los pocas actividades legales que todavía existían. Esto ha originado la cruel paradoja que en Buenaventura, en cuyo mar se encuentra una gran variedad de pesca, sus habitantes compren pescado importado mientras “los barcos pesqueros de Asia arrasan en las aguas profundas frente a la costa. Las pesqueras colombianas en Buenaventura quebraron y sus fábricas se están convirtiendo en almacenes para carbón y otros recursos que esperan su embarque para Asia” xiii . Como para que no queden dudas de que la realidad supera el realismo mágico de Gabriel García Márquez, ¡a Malaventura se le denomina oficialmente por el Estado como el Distrito Especial, Industrial, Portuario, Biodiverso y Ecoturístico de Buenaventura! ¡Típico en un país de gramáticos y leguleyos que suponen que con nombres rimbombantes se edulcora la miseria y la infamia!
Que estos dos mundos tan cercanos y separados por una inmensa barrera ya no tienen ninguna relación, lo testifica de manera cínica Domingo Chinea, gerente general de la Sociedad Portuaria Regional de Buenaventura, para quien, mientras los pobres son descuartizados en los barrios de Bajamar, el Puerto “está trabajando perfectamente”. En el mismo sentido, el gerente de Hamburg Süd, una empresa naviera alemana –una de las veinte más importantes del mundo– que en el 2013 se instaló en el puerto, señala que “el tema (sic) de Buenaventura no ha impactado el comercio y el movimiento de carga de ninguna manera”xiv. En otras palabras, como lo dijo el Presidente de la Cámara de Comercio local, “Mientras la maquinita de hacer dinero (el puerto) siga facturando, el Estado no atenderá las problemáticas de Buenaventura”. Para los promotores del libre comercio en Buenaventura queda claro que una cosa es la gente y otra la carga, es decir, la ganancia.
4
La gente de Malaventura ya no interesa al capital ni como fuerza de trabajo, ni como consumidores porque no tienen ingresos de ninguna índole, pero al capital si le apetecen los lugares en donde se hacinan esos pobres, sobre todo los barrios de bajamar, porque allí se tienen proyectadas obras de ampliación del puerto y de “modernización económica”. Los habitantes de esos lugares son vistos como incómodos estorbos, que impide el progreso del puerto, y a los que se debe quitar del camino, como sea. Por este evidente interés, se libra una guerra brutal contra la gente más pobre, con el objetivo de expulsarla de sus lugares de habitación. Por supuesto, los asesinos intelectuales e ideólogos del mercado libre no se manchan directamente las manos con sangre, sino que actúan por medio de los grupos paramilitares –con la aquiescencia y participación velada del Estado y sus fuerzas represivas– que cambian de nombre (ahora se llaman los Chocoanos, Los Rastrojos, La empresa…,) pero siempre actúan en representación del gran capital colombiano o extranjero, con la finalidad de conseguir los apetecidos terrenos, que luego de ser arrebatados o comprados a bajo precio a sus legítimos propietarios son vendidos a los inversionistas en finca raíz y a los agentes de las empresas portuarias.
Las bandas criminales de paramilitares recurren a todos los medios en su propósito de desalojar los barrios de bajamar, por donde se van a construir los megaproyectos. Entre esos medios se encuentran los “incendios de clase” o la “demolición en caliente”, como la denomina el geógrafo Mike Davis, que consisten en quemar las casas de los pobres para obligarlos a salir y luego apropiarse de los terrenos ahora yermos y deshabitadosxv. Eso se ha hecho en varias ocasiones, como recientemente, el primero de abril de 2014, cuando fueron devoradas por las llamas 35 viviendas en el Barrio Santa Fe, quedando 196 familias en la intemperie. La gente afectada señaló que “las bandas las quemaron para que nos vayamos del todo”. Estas afirmaciones se relacionan con el hecho que “Santa Fe es uno de los barrios de bajamar que han sido codiciados por la administración distrital para adelantar la ampliación portuaria de la Terminal de Contenedores de Buenaventura (TCBuen), ubicada al noroeste de la ciudad. La terminal, que según sus representantes, factura cerca de U$122.000 millones al año y ha buscado la expansión en los últimos cinco años” xvi.
Como sucede en el resto del país, donde los paramilitares actúan tranquila e impunemente, la región está militarizada, sin necesidad de que se la tomen las fuerzas armadas, como lo anunció triunfalmente Juan Manuel Santos, porque a escasos 9 kilómetros se encuentra Bahía Málaga, en donde funciona la principal Base Militar de la Infantería de Marina, y ha hecho presencia la Marina de los Estados Unidos. Sencillamente, la llegada de más tropa lo que quiere es consolidar el proceso de expulsión de los pobres de los barrios de bajamar.
Con lo dicho anteriormente, se quiere resaltar la razón principal que explica el terror generalizado que se ha impuesto desde hace años en Buenaventura, detrás del cual se encuentran los grandes inversionistas nacionales y extranjeros, aunque ellos nunca aparezcan como directos responsables. Dichos inversionistas aplican a las mil maravillas el manual del capitalismo del shock, que ordena aterrorizar a la población para hacer avanzar los proyectos de “desarrollo” y “modernización” propios del capitalismo neoliberal. Algunos habitantes de la ciudad entienden lo que se mueve detrás de los descuartizamientos, como lo indica una dirigente social que prefiere permanecer anónima: “Lo que está en el fondo de esta violencia no es sólo el narcotráfico, es el control territorial del municipio, es una táctica de terror para que la gente se vaya de la zona insular ‘para’ y se desplace hacia las zonas rurales, para que los megaproyectos puedan tener rienda suelta. Los mafiosos, aliados con algunos empresarios, quieren sacar a la gente a punta de miedo y comprando barato, para luego hacer buenos negocios”xvii.
5
Malaventura, la de los pobres, y Buenaventura, el puerto del capital, no figuran en los mismos planes de la Alianza del Pacífico, el plan de Libre Comercio que ha entrado en marcha para que los cipayos de América Latina (Chile, Colombia, México y Costa Rica) le preparen el terreno a las multinacionales de Estados Unidos, en su proyecto de revivir el ALCA. Para esa Alianza del Pacífico, que pretender extraer y llevar rápido aquellos productos primarios (petróleo, carbón, madera, minerales, cocaína…) que necesita el capitalismo mundial, lo prioritario es el puerto, no la gente. Por eso ponderan las obras indispensables para que Colombia sea competitiva en el concierto mundial, tales como la doble calzada Buga-Buenaventura, el aumento del tamaño de los muelles, la ampliación de los depósitos de carga y descarga, la construcción de un malecón… Pura cuestión de negocios y de dinero. A ese puerto es el que se quiere declarar la capital colombiana de la Alianza del Pacífico, donde no haya gente y mucho menos si son pobres y afrodescendientes, porque aparte de la dominación de clase impera el racismo.
Malaventura, donde vive la gente y corre la sangre a chorros, se tortura y se procede a desmembrar a jóvenes y mujeres con motosierra, hachas y machetes, porque son un estorbo para los “empresarios de bien”, los partidarios del libre comercio. Aún más, su terrorífica miseria, sus casas derruidas, su suciedad no puede ser ni siquiera vista por los grandes inversionistas del mundo. Por esa razón, allí no se reunieron a comienzos de este año los presidentes de la Alianza del Pacífico, que se sentaron a manteles a mil cien kilómetros de distancia, en Cartagena, que no está sobre el Océano Pacífico, sino al otro lado, en el Mar Caribe. Tan inesperados giros geográficos, en una vuelta de tuerca, llevan a que una cumbre del Pacífico se reúna en el Atlántico, lo cual no importa, porque la sapiencia geográfica no es propia de los tecnócratas del Libre Comercio y porque lo fundamental es la buena imagen que el Estado colombiano como huésped les debe mostrar a sus socios comerciales. Además, en Malaventura por la magnitud de la miseria urbana no es posible realizar lo que se ha hecho recientemente en Medellín durante el Foro Mundial Urbano, cuyos pobres fueron sacados de la ciudad durante los ochos días que duró el encuentro, para que los ilustres visitantes no se alteraran al contemplar a mendigos e indigentes, puesto que eso afea el milagro paisa y altera negativamente el buen clima de los negociosxviii.
Ni siquiera eso de expulsar a los pobres del centro de la ciudad puede hacerse en Buenaventura, porque tendrían que, literalmente desocuparla, lo que no es fácil, ¿por qué a dónde y cómo van a trasladar a 400 mil pobres? ¿Acaso los van a echar al mar, luego de picarlos a todos, para que los inversionistas y presidentes de la Alianza del Pacífico puedan almorzar con tranquilidad algún día en un lujoso hotel de la empobrecida ciudad, sin ver a un pobre ni a un afro en su camino y sin contemplar ni un tugurio? Aunque eso no lo puedan hacer plenamente, por ahora se fortalece el capitalismo del shock, porque como lo ha dicho el Obispo Héctor Epalza, “El puerto se convirtió en la patria del miedo y mientras el progreso avanza, el genocidio continúa ”. Nada debe detener el libre comercio, así que mientras se pica a la gente con motosierra en los barrios de bajamar, los negocios andan boyantes, porque los barcos entran y salen del Puerto llevando y trayendo mercancías de toda clase, entre ellas armas y cocaína, que tanto le fascinan a los Estados Unidos, el campeón mundial de la guerra y de la imposición del libre mercado.
NOTAS:
i. Bertolt Brecht, Diálogos de refugiados, Alianza Editorial, Madrid, 1994, p. 58.
ii. Naomi Klein, La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre, Editorial Paidós, Barcelona, 2007, p. 31.
iii. Ver: “Montería ganó premio como ‘ciudad sostenible del planeta’”, El Espectador, marzo 28 de 2014.
iv. “Habla Vicente Castaño”, Revista Semana, junio 5 del 2005, disponible en http://www.semana.com/portada/articulo/ ... no/72964-3
v. Gearóid Ó Loingsigh, La reconquista del Pacífico. Invasión, inversión, impunidad, Proceso de Comunidades Negras, Bogotá, 2013, pp. 170 y ss.
vi. Citado en http://actualidadetnica.com/sitioNuevo/ ... s-y-negros
vii. El Alemán, Fredy Rendón Herrera, en http://www.verdadabierta.com/victimario ... -el-aleman
viii. Revista Semana, 31 de julio de 2006, edición 1265, disponible en http://www.verdadabierta.com/victimario ... erde-uraba
ix. Sandra Weiss, Buenaventura. La puerta del “Chapo” en Colombia, en http://www.contrapunto.com.sv/latinoame ... n-colombia
x. Oscar Almario, “Ay mi bello puerto del mar, mi Buenaventura”, Posiciones. Revista de la Universidad del Valle, No. 1, julio de 2007, pp. 15 y 18.
xi. Boris Salazar, “Morir en Buenaventura: entre el gueto y la prisión”, Posiciones. Revista de la Universidad del Valle, No. 1, julio de 2007, p. 68.
xii. Ibíd., pp. 70-71.
xiii. Sandra Weiss, loc. cit.
xiv. La problemática en Buenaventura: más allá de la droga, el contrabando y las Bacrim, en http://www.legiscomex.com/BancoConocimiento/
xv. Mike Davis, Planeta de ciudades miseria, Editorial Foca, Madrid, 2007, p. 173.
xvi. Santiago Valenzuela, “Destierro en bajamar”, El Espectador, abril 5 de 2014. Disponible en http://www.elespectador.com/noticias/na ... ulo-485127
xvii. Citado en Alfredo Molano Jimeno, “Buenaventura, entre la pobreza y la violencia”, http://www.elespectador.com/noticias/na ... -violencia
xviii. “Tras el foro urbano reaparecen habitantes de la calle en Medellín”, en http://www.elespectador.com/noticias/na ... ulo-487480
Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
- gato negro
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
Ha empezado un Paro Nacional indefinido en Colombia, con especial fuerza en el medio rural. Se lucha por soberanía, dignidad y paz.
El gobierno acusa a la protesta de estar instigada por las FARC y el ELN y ha enviado a las Fuerzas Armadas a reprimir.
Recordemos que en las tres semanas que duró el paro del año pasado las fuerzas militares y policiales mataron a decenas de campesinos.
En esta página se puede seguir el día a día del conflicto: http://www.colombiainforma.info/
El gobierno acusa a la protesta de estar instigada por las FARC y el ELN y ha enviado a las Fuerzas Armadas a reprimir.
Recordemos que en las tres semanas que duró el paro del año pasado las fuerzas militares y policiales mataron a decenas de campesinos.
En esta página se puede seguir el día a día del conflicto: http://www.colombiainforma.info/
Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
Re: Colombia bajo el paramilitarismo
“Esto no va a detener la lucha ni voy a encerrarme”. Sobre el atentado al sindicalista Luis Alberto Plazas V.
http://www.anarkismo.net/article/27008
Le ponen un escolta que le salva la vida... y detienen al escolta por homicidio.
http://www.anarkismo.net/article/27008
Le ponen un escolta que le salva la vida... y detienen al escolta por homicidio.
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Hay muchos problemas y pocas soluciones.
Muchas críticas, lo sé, y pocas son constructivas.
Kery James - Déséquilibre
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- gato negro
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
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Privar al anarquismo de su carácter de herramienta al servicio de los de abajo sería condenarlo al amorfismo, vaciarlo de contenido, transformarlo en un pasatiempo filosófico, en una curiosidad para intelectuales, en un objeto de simpatía para gente deseosa de tener un ideal, en un tema para discusión académica
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Re: Colombia bajo el paramilitarismo
¿No se ha hablado de los Acuerdos de Paz de Colombia? Aquí una crítica a los mismos desde la perspectiva del pueblo Ansa del norte del Valle de Cauca que parece que sigue una línea parecida al zapatismo. Ver artículo de Steven Crux (compa libertario colombiano) sobre la lucha. El artículo que reproduzco lo he sacado de Subversiones.org, página mexicana afín al zapatismo.
Los proyectos de «los dueños sin pueblos» y las propuestas de «los pueblos sin dueño»
Por Valentina Valleon2 diciembre, 2016/0 comments
Tres temas en general: Uno, el contexto particular de lo que está pasando en Colombia, y en qué condiciones se firma el acuerdo. Dos, el análisis de qué paz se está hablando, y porqué para nosotros es solamente la firma de un acuerdo bilateral de cese al fuego entre las FARC y el gobierno. Tres, las posibilidades y los desafíos para los pueblos en el contexto actual y en el marco de esta firma.
Después de esta introducción, Vilma Almendra, indígena nasa del Norte del Cauca, hace una pausa, mira los asistentes en los ojos, toma aire y empieza un recuento largo, rápido, emocionado, enojado, fiero, que le sale del corazón y que para nosotros dura una hora pero, para los pueblos del Norte del Cauca, tiene cientos de años. Es una historia de despojo, prepotencia, robo y violencia. Pero también de resistencia, fuerza, amor, dignidad. Una historia que nos hizo pensar que hay algo en común entre el «sí» del movimiento indígena colombiano a los Acuerdos de Paz entre gobierno y FARC-EP y la propuesta del EZLN al Congreso Nacional Indígena (CNI) de candidatear una mujer indígena que represente un Concejo Indígena a las presidenciales mexicanas de 2018. Y que este algo, sea la vida. Su vida.
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Vilma Almendra hablando durante el más reciente Congreso Nacional Indígena en el CIDECI de San Cristóbal de Las Casas. Fotografía: Cumbia del Sur
Las palabras de Vilma y de Manuel Rozental, explicaron las razones de las comunidades indígenas colombianas en pedir la firma de unos acuerdos cuyo contenido va en contra de todo lo que vienen combatiendo desde décadas. En estas motivaciones, nos pareció encontrar un eco de las que tal vez contribuyeron a que las comunidades indígenas de México recibieran una propuesta que a primera vista parece igual de incongruente con todo lo planteado en los últimos veinte años.
A menos de un mes de la reapertura de los trabajos del 5º CNI, este texto no quiere establecer si el subcomandante insurgente Moisés quiere ser presidente, porque ya dijo que no. Lo que quiere es compartir la palabra de esta pareja de pensadores y amigos colombianos, porque desde la primera vez que la escuchamos nos pareció una interesante llave de lectura para entender la propuesta que el EZLN hizo al CNI. Puesto que los únicos realmente llamados a leerla, pensarla, repensarla, entenderla, abrazarla o rechazarla, son los pueblos indígenas de México.
Uno: El contexto. De cuando para luchar se necesita estar vivos.
Históricamente nos han aplicado las «cuatro ex» que Manuel siempre nombra: exploración, explotación, exterminio, exclusión. De hace más de 500 años esas han sido permanentes, con diferentes máscaras, diferentes instituciones, y en los últimos años con el neoextractivismo. Lo que se puede ver en Colombia es lo mismo que nos saturamos de escuchar aquí en el anterior CNI y que hemos escuchado estos dos días [1]: hidroeléctricas, mineras, fracking, narcotráfico… Toda esta cantidad de estrategias de terror y guerra, cosas que son simplemente para despojar los territorios, garantizar la entrada de las transnacionales y mercantilizar todo. Y los que sobramos pues que se mueran o los matamos con las guerras.
Así empieza la contextualización de Vilma, dos frases que resumen cinco siglos de vejaciones y abusos sufridos por los pueblos indígenas de América Latina. Y no es una queja, ni una denuncia, más bien es un hecho que llena de digna rabia, sobretodo al reconocer que a las razones históricas «ahora se tiene que agregar otra forma de despojo, menos estudiada, menos manifiesta, pero no por eso menos nefasta: la cooptación y la captura de los movimientos».
Cuenta ella que en el Norte del Cauca se empezó a experimentar después de 2008, cuando de ahí salió la Minga de Resistencia Social y Comunitaria con su agenda popular, y el pueblo colombiano se levantó, con una movilización capaz de aglutinar varios procesos, de los cortadores de caña de azúcar a los judiciales, de los estudiantes a los camioneros.
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Más de 40.000 personas, entre indígenas, afrocolombianos, campesinos e integrantes de organizaciones sociales, marcharon hasta Cali, esperando reunirse con el presidente para que sus exigencias sean escuchadas. Fotografía: Omar Vera (CC BY-NC-SA 2.0)
Después de eso, el castigo al Cauca fue esta cooptación. Caen como buitres muchas ONGs y muchos otros aparatos del Estado y lo que hacen es que empiezan a robarnos el discurso, a robarnos la palabra, y hablan de la Madre Tierra, en Ecuador hablan del Buen Vivir… agarran estos conceptos y los vacían de sentido y los utilizan para decir que son nosotros, pero en realidad son ellos, y están para acumular, están para despojar y están para legitimar todo este proyecto de muerte.
Los así llamados «Acuerdos de Paz entre las FARC-EP y el gobierno colombiano» serían el ejemplo más actual de esta captura de la lucha que se ha venido dando desde 2010. El punto central de la movilización indígena que salió con tanta fuerza desde el Cauca, para luego tejerse a otros procesos y movimientos, era «No al Modelo Económico Transnacional y no a los Tratados de Libre Comercio».
Sabíamos que era una constitución supranacional donde los colombianos pasábamos de ser sujetos de derecho a sujetos de derecho de las corporaciones, y esto era matar todo y era darle garantía a los señores de la muerte y de la guerra. Sin embargo, desde la entrada de las ONG’s el proyecto originario empezó a cambiar a favor de una agenda que empezó disminuyendo las movilizaciones y terminó afirmando que dicho punto no se podía abordar, que mejor había que pelear por salud, recursos, educación, gobierno autónomo, territorio, etc. En otras palabras, una agenda que había salido tan emancipadora, con un proceso trabajado desde el 2000 hasta el 2008, desde 2010 se empezó a convertir en algo diferente, que al final pudo caber en la agenda de negociación de las FARC con el gobierno, una negociación que para tener éxito necesitó la captura de los movimientos más radicales, emancipadores y vivos del país.
El resultado fueron las palabras de Humberto de la Calle, el negociador por Colombia, que cuando en Noruega se anunció la apertura del diálogo mencionó que «el Modelo no era negociable». Manuel las repite una y otra vez, y denuncia este episodio como un momento clave para entender que la paz propuesta no podía ser verdadera, puesto que lo que había generado la guerra era precisamente dicho Modelo.
En cambio, en la agenda popular propuesta por la Minga de Resistencia Social y Comunitaria del Norte del Cauca, el «No al Modelo Económico» era el primero de cincos puntos que salieron de un proceso de consulta «duro, largo, controvertido, difícil pero precioso, al cual le decimos barrido, y que se había llevado a cabo de casa en casa, de aldea en aldea» para informar a la gente sobre las condiciones impuestas por el modelo neoliberal y escuchar su postura.
Los demás puntos de la agenda preveían, en este orden: suplantar la legislación vigente por una política desde abajo propuesta por los pueblos; rechazar el discurso de defensa de los derechos humanos en favor de denuncias más contundentes; pedir el derecho a la educación, la salud y la consulta; construir un tejido de unidad de los pueblos, es decir una institucionalidad otra.
Sin embargo, todos estos puntos empezaron a ser, como dice Manuel, «misteriosamente modificados precisamente a partir de aquel 2008 que fue el año de la movilización más grande». Toda la gente que defendía esta agenda empezó a ser perseguida, amenazada de muerte y exiliada. Y apareció una contra-agenda de negociación promovida por Organizaciones No Gubernamentales (ONG’s) y grupos vinculados a las FARC que empezaron a trabajar en el Cauca con nombres aparentemente reformadores como La Casa del Pensamiento.
Necesitaban la Minga y la legitimidad que tenía para entrar al proceso de negociación, y lo que tenían que hacer era cambiar de una agenda que transformaba y venía de los pueblos en una agenda reducida que no modificara la estructura. La misma agenda que hablaba de Tratados de Libre Comercio hablaba también de derechos humanos, y con un genérico «No a la minería» resumía toda una lucha que antes era el núcleo de la propuesta. Con eso, y con la promesa de mucha plata, empezaron a capturar la dirigencia del movimiento indígena, a cooptar procesos como el Congreso de los Pueblos, que nació de la Minga, empezaron a tomárselos. Cuando apareció la agenda de negociación FARC-Estado nosotros dijimos: «¡uy! esta es igualita a la que nos transformaron».
La estrategia que describe Manuel es sencilla pero efectiva y no se puede decir que México no la conozca. De ahí en adelante ha habido más Mingas, pero todas han sido enfocadas a conseguir cantidades enormes de recursos para la educación, la salud y otros asuntos vinculados con un supuesto bienestar y desarrollo. Nunca más la propuesta ha vuelto a rechazar el Modelo Económico, siempre los cambios estructurales han sido postergados y hasta la fecha nunca han sido reformados.
Así, Manuel y Vilma, triste pero enérgicamente, afirman que la dirigencia indígena colombiana está capturada por un proceso de negociación que va más allá del acuerdo entre las FARC y el gobierno, y para cuyo éxito fue fundamental el papel jugado por los defensores de los derechos humanos.
En la agenda originaria del Cauca, no solo todo el aparato derechohumanista no estaba presente sino que se denunciaba claramente su intención de maniobrar la palabra de los pueblos. Donde las comunidades hablaban de robo y despojo, ellos cambiaban por una genérica denuncia de violación de los derechos humanos, encubriendo así el beneficiario y el propósito de dicha violación.
La gente en el Cauca entendió que lo que había que decir era «nos están matando para robarnos, el terror es un instrumento del libre comercio, y si lo presentamos como violación de derechos humanos les sirve al sistema para encubrir».
Pero el discurso de las organizaciones era muy atractivo, y sus recursos económicos casi ilimitados, considerando que el financiamiento venía de la Unión Europea, quien sostenía la defensa de los derechos humanos a la par de negociar un TLC con Colombia.
Así el encubrimiento funcionó y, según Manuel, no originó solo la contaminación del proceso en el Cauca sino también una cooptación de la opinión publica nacional: la gente empezó a creer que saliendo a la calle a reclamar que se les respetaran sus derechos humanos estaba cumpliendo, demostrando que el resultado de años de guerra había sido, además de despojar enormes cantidades de territorio, también crea «una mentalidad entre el terror y el circo, una ignorancia política extraordinaria, un desinterés para lo político enorme, y una reducción de lo político a meras fórmulas, incluidas la de izquierda».
Manuel le llama «ocupación del territorio del imaginario», un proceso lento de marginación de lo político como aburrido, ajeno, insoportable, que explica, en su opinión, el resultado del plebiscito: más del 66% de la población que no salió ni a votar, creyó ciegamente la versión del gobierno según el cual la consulta era sobre «la paz de Santos y las FARC», mientras en realidad se trataba de darle aliento al país, de interrumpir una guerra para reorganizar las fuerzas y no estar obligados a escoger entre el binomio fascista de Santos-FARC y la ultraderecha de Uribe.
Quienes lo entendieron perfectamente fueron las comunidades más golpeadas por la guerra, las que fueron despojadas no solo de sus tierras sino también de su discurso y que, con una aparente incongruencia, se revelaron las más dispuestas a aceptar esta versión manipulada y violentada de una agenda de paz que, años atrás, ellas mismas habían propuesto. «Y no por brutos», concluye Manuel, «sino que porque estos pueblos se levantaron a pesar de la guerra y en medio de la guerra, y saben que si no les están disparando de un lado y del otro se van a levantar otra vez». En otras palabras, para levantarse estos pueblos necesitan estar con vida y en esta elección la verdad no hay nada incongruente.
Dos: De qué paz estamos hablando.
Los acuerdos se deben de firmar, se les debe garantizar un mínimo a esta gente que nació con una revolución histórica y que en los 60 y 70 fueron los que acompañaron la lucha y la resistencia.
Vilma no olvida cuando, a pesar de tener su propia fuerza con el Quintín Lame, el movimiento del Cauca reconocía a las FARC como Ejército del Pueblo. Sin embargo, en los últimos años los muertos han venido tanto del lado de la guerrilla como de los paramilitares y militares. Los últimos cuatros Tehualas, las guías espirituales que armonizan el territorio nasa, han sido asesinados por las FARC. De víctimas han pasado a ser victimarios, y todo para obtener el control de un territorio, el Norte del Cauca, estratégico para el trasiego de droga, armas, y mucha otras mercancías.
Las FARC no quieren desaparecer el movimiento indígena, quieren domesticarlo, que se movilice pero obediente, bajo el control de la izquierda radical o de ellos. Pero el Norte del Cauca habla de una autonomía que es no depender de nadie, tener una posición propia y defender la vida y el territorio.
Una defensa de la vida que, a diferencia de otros movimientos, para el Cauca ha significado no matar a nadie, «no volver sagrados los instrumentos de guerra, porque ética y estratégicamente eso no ha servido». Sin mucha especulación son los mismos hechos que les han demostrado que la estrategia de confrontación no es victoriosa. Las comunidades no tardaron mucho en entender que a los ataques de las FARC solo correspondían otras tantas agresiones por parte del Estado, que bajo el cuento de defender la patria mandaba miles de soldados a vigilar y cuidar las torres de Carlos Slim y de Comcel. Y, una vez en el territorio, los soldados contaminaban, violaban, robaban, y desarmonizaban todo.
Por cada golpe estratégico de ellos, los que pagábamos los platos rotos éramos nosotros. Este acuerdo no es de paz, es un cese al fuego bilateral entre ellos dos, pero es importante porque al menos si se paran las balas entre las FARC y los militares, lugares como Jambaló y Toribío podrán vivir sin esta guerra de ellos, y será más fácil levantarse.
Así que la paz es en realidad un acuerdo de cese el fuego bilateral. Manuel coincide, y propone de examinar el contenido para que quede claro que ésta supuesta paz no tiene ningún sustento. Tan solo el mantenimiento del sistema neoliberal como marco general es una razón suficiente para no tomar seriamente el proyecto. Pero hay más.
El acuerdo, expone Manuel, se compone de 297 páginas y está dividido en seis puntos: reforma rural integral; ampliación de la democracia; cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo; solución al problema de las drogas ilícitas; tema de las victimas y un mecanismo de verificación e implementación. De estos, el único estructural es el de la reforma agraria que presenta el gran problema de no ser aplicable bajo vigencia de un Tratado de Libre Comercio. Es decir, las diez millones de hectáreas de terrenos baldíos que deberían ser distribuidos entre campesinos y ex guerrilleros ha sido ya destinada a un plan de desarrollo definido por la Ley denominada ZIDRES, (Zonas de Interés para el Desarrollo Rural, Económico y Social).
Las tierras que tendrían que garantizar la paz resultan ya apartadas «para el desarrollo». Como también la semilla nativa del campo colombiano, que los acuerdos afirman proteger e incentivar mientras en realidad ya ha sido entregada a Monsanto, a través de la homónima Ley. En otras palabras, al firmar los acuerdos de paz, Colombia estaría violando tratados internacionales; bajo TLC la reforma rural integral no es aplicable. Como no es realizable la ampliación de la democracia sin un verdadero cambio en la estructura política del país, así que también este punto se reducirá al ingreso, por parte de algunos dirigentes de las FARC, en el tradicional sistema de partidos.
Lejos de ser una propuesta de paz, estos acuerdos son para Manuel «la definición del horizonte político permitido», donde la dicotomía Uribe-Santos/FARC constituye una enorme limitación mental que la clase dirigente ha impuesto al pueblo, para que Colombia piense que no hay alternativas. Lo que se denuncia aquí no es solo el contenido de los acuerdos, sino el engaño político de quienes pretenden que los y las colombianas crean que este contenido es el único posible.
Para los pueblos originarios, en cambio, una verdadera propuesta de paz puede existir, pero debe surgir desde abajo y llevar determinaciones y prioridades completamente diferentes.
Tres: Posibilidades y desafíos.
Existe otro factor que no ha sido tomado en cuenta en los acuerdos, y que preocupa al Norte del Cauca: la reagrupación y fortalecimiento del paramilitarismo que se ha venido dando en los últimos cinco años. Manuel y Vilma denuncian que pueblos como Naya, donde en el 2001 hubo una tremenda masacre, se han visto amenazados por paramilitares y/o simpatizantes de las FARC que les han dicho que tras los acuerdos firmados «ellos volverán a mandar». Las confrontaciones por la tierras seguirán y ahora tendrán también el rostro de las reservas campesinas que se quieren implementar donde están los resguardos indígenas. La resistencia a los proyectos agroindustriales y mineros será siempre más perseguidas: después de la presentación de los acuerdos 20 líderes y lideresas indígenas del país, campesinos y de la urbanidad, que se oponían a fracking, la minería y a los demás proyectos de muerte, han sido asesinados.
«¿Cómo es posible que estemos hablando de paz y estén matando a la gente que está cuestionando este modelo económico que se blindó con los acuerdos?», se pregunta Manuel. «Hay una minoría», agrega Vilma, «que está clara con esta posición que estamos presentando aquí, que saben que es una cosa mínima que hay que hacer, pero la paz no es de ahí, que la paz se construye desde abajo». Y en este proyecto de construcción, que puede seguir al cese al fuego, ellos ven la posibilidad de resurgir del movimiento.
Las y los Liberadores de Uma Kiwe, la Madre Tierra, integrantes de un proceso que históricamente plantea la recuperación de la tierra, son parte de la minoría de la cual habla Vilma. De espacios de renovación como este hay que re-empezar a organizarse. Para los y las Liberadores la firma de la constitución fue un duro golpe, y aún más dura fue la masacre de Nilo en 1991. Pero en 2004 volvieron a tomar fuerza, y empezaron a dar un nuevo sentido a la recuperación de la tierra que iba más allá del expropio de la propiedad y contemplaba la liberación de todas «las amarras del capital», que incluyen proyectos de monocultivos y de extracción.
En diciembre 2014, el pueblo nasa entró, nuevamente, en el proceso de liberación de la Madre Tierra. Las tierras que tienen que liberar son sus tierras ancestrales del plano. Fotografía: Patxi Beltzaiz
Liberar la Madre Tierra es lo que están haciendo los compañeros, retomando la palabra de 2004 y, a final de 2014, han tomado muchas hectáreas de Ardila Lulle que estaban infestadas de monocultivos y ahí están sembrando frijol, maíz, yuca y comida para la gente. Se están generando inventos para los buenos vivires, se está desafiando no solo el sistema y el capital, con que arrancan la muerte y siembran la vida, sino que están desbordando las contradicciones internas y los autoritarismos que dicen que no hay que movilizarse porque no conviene, porque estamos en negociaciones con el gobierno, y no hay que movilizarse sino Santos no nos recibe, no nos da la plata.
Así, los que reconstruirán Colombia no lo harán a la luz de los reflectores y desde La Habana, sino que silenciosamente y desde abajo. Ellos y ellas necesitan los acuerdos de paz para salir de la guerra. No les ha seducido su contenido pero ocupan este espacio de maniobra que un cese al fuego les puede ofrecer para volver a ampliar el horizonte político, y no solo del Norte del Cauca, sino que nacional, si habrá alguien dispuesto a acompañarlos en este camino. Este es el punto.
Si no resistimos, si no gestionamos nuestra comida, si no gestionamos nuestras relaciones, nuestras formas de organizarnos, nos van a acabar a todos. El desafío es romper estas categorías desde la articulación, empezar a tejer una agenda de unidad, empezar a caminar la paz.
Existen muchas diferencias entre la Colombia de los acuerdos y el México de la propuesta. Sin embargo, la autolimitación de pensar que solo se puede escoger entre «algo malo» y «algo peor» nos parece una profunda similitud que comparten estos dos países. Dice Manuel, «los acuerdos caben en Colombia pero Colombia no cabe en estos acuerdos». Dice el EZLN, «nuestros sueños no caben en sus urnas, pero tampoco nuestras pesadillas».
Las posibilidades que tenemos son inmensas, nos han hecho creer que nuestro espacio político tiene el tamaño de un estanque mientras en realidad es un océano. Acuerdos y urnas son instrumentos, herramienta posible para destruir un horizonte político imposible, para cambiar los proyectos «de los dueños sin pueblos» en propuestas de «los pueblos sin dueño».
Notas
[1] Los días del más reciente CNI, del 9 al 14 de octubre de 2016.