El problema de la vivienda y su relación con el mundo del trabajo
La crisis de la vivienda es una de las características de nuestro tiempo. El proceso inexorable de acumulación capitalista se ha centrado en la acumulación de viviendas que son entendidas como commodities o mercancía para invertir, y no como lugares de residencia a los que proteger. El capitalismo especulativo, simbolizado por las bolsas de valores y los fondos buitre, entiende la vivienda como un recurso para hacer dinero, de la misma manera que utilizan las pensiones privadas, las funerarias o las mutuas de sanidad privada. Todo vale para especular y enriquecerse. Y lo que es esencial para la vida es lo más rentable.
Este proceso se aceleró en la última década debido a la explosión de la burbuja inmobiliaria en 2008. Como ya han explicado con acierto algunas personas con mayores conocimientos de economía que yo, la banca se encontró con activos enormes en forma de edificios invendibles. No sólo eso, si no que las personas propietarias, al comenzar a tener problemas laborales, no podían pagar las hipotecas. De aquí, que el problema se fuese trasladando de un sector a otro hasta hacer peligrar todo el sistema.
Hacia 2012 se halló la solución. Los bancos se fueron fusionando – o, más bien, los más grandes se comieron a los pequeños – mientras que los estados occidentales pusieron dinero a mansalva. En el estado español se les perdonó unos 60.000 millones de euros en concepto de rescate sin apenas contraprestaciones. Esto fue un escándalo mayúsculo que la clase obrera apenas pudo combatir.
Pero otra de las consecuencias de aquellas medidas fue la entrada en escena de los fondos buitre. Estos fondos de capital riesgo compraron todos los activos tóxicos que la banca se quería quitar de encima. De pronto acumularon muchos miles de pisos, entrando con fuerza en el mercado inmobiliario. A partir de entonces, esos fondos se sintieron con la suficiente legitimidad como para dictar las reglas.
Otro factor a tener en cuenta fue la aparición masiva de los pisos turísticos. Las plataformas online de alquiler de pisos por unos pocos días irrumpieron con fuerza y pronto se le dio una salida a tantos pisos vacíos que había en las grandes ciudades. Aprovechando el auge del turismo de masas que ha provocado la dinámica de los vuelos low-cost, los multipropietarios pusieron en el mercado miles de pisos turísticos. Ya se conoce el impacto a todas luces gentrificador y francamente violento de estas prácticas en nuestros barrios.
Hoy en día padecemos las consecuencias de aquellas malas políticas y tenemos un mercado de la vivienda a merced de grandes especuladores que no dudan en echar de sus casas a personas que no les han pagado alguna factura, a veces con deudas ridículas, de unas decenas de euros.
El problema de la vivienda está vinculado al modelo económico. A fin de cuentas, ¿a qué se dedica el país? Hace años a construir vivienda a mansalva. Ahora al turismo. No había otros planes para España. La precarización de las condiciones laborales a partir de los años 90 y la llegada de millones de trabajadoras y trabajadores extranjeros en las décadas siguientes conformaron un nuevo proletariado permanentemente endeudado, que encadena contrato basura tras contrato basura, y que no logra conseguir una estabilidad vital de ninguna clase. El alquiler está por las nubes, y comprar un piso es imposible.
Desde el punto de vista del anarcosindicalismo el problema de fondo está vinculado al mercado laboral. Si tú pierdes tu trabajo, o vives de forma tan precaria que tus ingresos no te llegan para cubrir tus gastos, tendrás problemas de vivienda. Muchas veces quien acaba pidiendo ayuda a las plataformas o sindicatos de vivienda primero pasó por un despido, o por una incapacidad de larga duración.
Como vemos con los dos argumentos anteriores, el movimiento de la vivienda es necesario, pero está tratando las consecuencias de la crisis y no el origen. El origen primigenio está en la derrota de las izquierdas en los años 70, que puso en bandeja la ofensiva neoliberal de las décadas siguientes. La reconversión industrial, las desregulaciones y privatizaciones fueron la tónica que desarticuló el movimiento obrero. Con un movimiento obrero en decadencia, no había nadie que pudiese detener la ofensiva capitalista.
El anarcosindicalismo propone construir una gran organización de clase que vuelva a poner sobre la mesa la cuestión del modelo económico (qué producir, para qué, con qué, con quiénes, a costa de qué…) y del control del mercado laboral. Y fruto de esta perspectiva, tratar la cuestión de la vivienda tiene otro sentido.
Pero mientras esto no se vaya articulando debemos realizar otras actuaciones. Como lo primero son las personas, podemos actuar en dos direcciones:
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Apoyar y confluir en la medida de lo posible – ya que nuestra función es prioritariamente laboral – el movimiento de vivienda.
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Promover y acoger asesorías jurídicas o sindicales de vivienda para la afiliación de los sindicatos, o de las personas que nos son afines y próximas.
Como nuestro objetivo es sacar la vivienda del mercado podemos:
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Exigir más vivienda de protección oficial, que no pueda ser objeto de compra-venta, sino que sea de propiedad pública.
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Poner coto a esta práctica de tener pisos como “inversión”.
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Exigir la prohibición de los fondos buitre y expropiación de su parque de vivienda.
El actual gobierno socio-liberal de PSOE y Sumar es incapaz de enfrentarse a los grandes capitales transnacionales. Lo solucionan todo con cheques y no se atreven a recortar los beneficios de los especuladores. Ya no digamos prohibirlos. Algo razonable hoy en día, como imponer que los alquileres no pasen del 30% de los ingresos de la inquilina, sería encarado desde el Gobierno desde la perspectiva de darle más dinero a la gente en forma de becas, de Renta Básica Universal o ingresos mínimos. Sabemos que esto no es la solución, ya que los rentistas pueden subir el importe de los alquileres casi de un día para el otro. Lo que hay que exigir es vivienda garantizada de por vida. Los subsidios siempre acabarán beneficiando a los ricos.
Nuestra propuesta de base es siempre el control sindical. En la Revolución de 1936 nuestros antecesores promovieron una política pública de vivienda que rebajó radicalmente los alquileres y que puso la propiedad en manos de los municipios gestionadas por los sindicatos. Pero no sería tan acertado proponer esto hoy en día, puesto que los municipios están también al servicio del mercado. Lo que se municipaliza hoy, lo pueden privatizar dentro de 4 años.
El control sindical actual pasa por ser parte de la negociación colectiva. Todo en esta vida es producto de la correlación de fuerzas. Sindicatos débiles provocan retrocesos en las condiciones de vida de la clase trabajadora. Lógicamente para negociar, hay que tener fuerza. En Suecia el sindicato de inquilinos negocia los alquileres con el Estado¹. Entendemos que esto es parte de la solución, como también lo sería la del cooperativismo de vivienda (si es que las viviendas son propiedades que no se puedan vender). Pero no es toda la solución, puesto que necesita una respuesta global y sistémica, que construya otra sociedad según otros valores.
Y por último añadir que cuando hablamos de negociación colectiva también estamos hablando de salario. Y a la vez, hablar de salario es hablar de horarios y carga de Trabajo y, en definitiva, hacer sindicalismo.
Sea como fuere, lo que nos toca construir hoy en día son las organizaciones de clase masivas que requiere el momento.
Miguel G. Gómez
Secretari General de CNT Catalunya i Balears
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