Margarita en Mali
En los años setenta, lo recuerdo bien, la izquierda clandestina y perseguida afirmaba que el bien y el mal no existen. Que lo que existen son hechos que adelantan a la Humanidad en el camino del progreso, y acciones que la hacen retroceder de su destino inexorable hacia lo que no puede ser nombrado (el comunismo), regido por implacables leyes históricas que predicen un futuro luminoso. Así imaginaban esos pazguatos que cuando los budistas alcanzaban la iluminación, se encontraban en la entrada del Nirvana un centinela y un burócrata flanqueados por banderas rojas, que le plantaban por delante al perplejo monje un formulario en el que declarar si era un obrero, un campesino o un intelectual.
Por supuesto el Partido, que analizaba la realidad a la luz de la ciencia social marxista, no podía estar equivocado. Y si apoyaba a algún dictador completamente ido de los callos, que estaba asesinando al ciento y la madre, era porque de ese apoyo se derivaba la aceleración final de ya se sabe qué. En cambio, si en medio de un pavoroso incendio yo elegía salvar a una adorable ratita en lugar de a Fidel Castro o a Yasser Arafat…, eso podía ser considerado contrarevolucionario. Yo, por supuesto, salvo a la rata. Por pesar poco.
A medida que fueron avanzando las décadas, y alejándose más y más el futuro luminoso en manos de capitalistas, nacionalistas de vía estrecha, ultraderechistas y tertulianos, fue quedando un tanto devaluada la idea de leyes inexorables y camino del progreso, y evidenciándose que los líderes infalibles, más que analizar con leyes el momento histórico, se limitaban a dar opiniones tan válidas como las de un fogonero borracho en un bacaladero islandés. Y así se fueron buscando fascistas y analistas nuevas palabras para dar lustre a sus devaneos. La última es Geoestrategia. Se lee una y otra vez en los blogs de análisis social.
Con la geoestrategia pueden afirmar tranquilamente, que la invasión del ejército ruso de Ucrania, no es más que la respuesta a la agresión bélica de la OTAN. O sea: que Rusia se está defendiendo de los EEUU, y que los bombardeos de instalaciones de agua, gas y electricidad, son necesarios para acabar con la hegemonía de los EEUU, responsable último y primero de todo (1).
Y la geoestrategia marca la presencia de la marca «España» en Mali, con 335 militares. La Ministra de Defensa ha visitado al contingente militar en Bamako, donde –según Moncloa– colaboran con la Junta Militar, para construir «un mundo en paz, sin terrorismo y en contra de la inmigración ilegal». Democracia, la precisa, podríamos decir, porque los intereses patrios están fijos con la vista en el gas, el uranio y el litio, aparte de otros recursos, para con la geoestrategia esa, competir contra rusos y el grupo Wagner, los chinos y sus consorcios, los australianos y por qué no, Ferrovial que ahora es holandesa, para garantizar un suministro energético y de materias primas estable a los intereses empresariales de sus respectivas patrias. Pero la Ministra habla de yihaidismo, mafias de inmigración y redes de prostitución, como motivo humanitario.
Todo sea por la geoestrategia, antaño futuro luminoso. El bien y el mal, recordadlo, no existen pa esta peña.
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NOTA
(1) Quiero que quede claro que si yo hubiese sido el presidente de Ucrania, de inmediato me hubiera rendido a los rusos. A mí el tema de soberanía e integridad territorial y esa vaina, me trae al fresco y por eso no soy presidente de nada. Vamos, que me hubiera rendido en Ucrania, y me hubiera rendido hace cuarenta o cincuenta años en Cuba, en Palestina y en Venezuela al enemigo. Es que me hubiera rendido incluso en el 36, visto lo visto. Porque las cosas empiezan, y vete a saber cuándo acaban, y cómo. Véase por ejemplo la invasión de Ucrania:
Empezó como una operación sanitaria altruista de Putin: desnazificar el país, liberar el Donbas y acabar con el genocidio. Y se ha convertido en un bochinche que no hay quien lo termine, con millones de desplazados, miles de civiles muertos, cientos de miles de soldados liquidados, mutilados y trastornados, el país arrasado, el nacionalismo pujante, las ciudades del Donbas hechas polvo, Putin asegurando que Occidente quiere destruir Rusia, China que se piensa lo de mandar obuses a Rusia, y Borrell soltando barbaridades. O sea: es peor el remedio que la enfermedad. Pensadlo sin caer en la lógica del orden mundial.
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