La trampa del debate sobre la violencia

Cuando surgen protestas que buscan ser efectivas e ir más allá de una performance simbólica, periodistas, tertulianos y políticos abren el debate sobre la violencia. Una violencia que identifican básicamente en quien protesta o, como mucho, con el hecho de la protesta en sí. De esta manera se relaciona la protesta (que pretende ser efectiva, es decir, que sirva para algo) con la palabra violencia. Una palabra que se asimila a situaciones muy determinadas y que estas mismas tribunas suelen demonizar. Dee paso negativizan también el reconocimiento del conflicto que hay detrás de las protestas. Entrar en este debate nos hace caer en su trampa. Lo estamos viendo en las actuales protestas por el encarcelamiento del cantante Pablo Hasel. Me intento explicar.

¿Es mala la violencia? En abstracto, evidentemente que lo es. Pero pienso que esta no es la pregunta que debemos hacernos. Vivimos en un mundo violento. Esto es una certeza que no admite discusión. Es violento en cada momento de su cotidianidad. Miles de migrantes mueren huyendo de la miseria extrema. Una persona como Amancio Ortega acumula un patrimonio de casi el 200% del presupuesto anual de la Generalitat de Catalunya, mientras muchas de sus trabajadoras en muchos países sufren condiciones cercanas a la esclavitud. Cada día desayunamos con antidisturbios repartiendo porrazos en el enésimo desahucio de la semana. Muchas veces en el trabajo nos vemos obligadas a hacer unas horas que no nos pagan y si nos quejamos nos echan sin ninguna contemplación. La realidad es violenta y esta violencia, que no nos gusta, ahora mismo forma parte del ADN de nuestra sociedad.

Nosotros, por nuestra parte, queremos cambiar este mundo. Para ello, el primer paso es reconocer como es este mundo. Esto conlleva identificar lo que es violento. Por ejemplo, que se ahoguen cada día personas en el Mediterráneo no es una situación inevitable, sino que responde a unas determinadas políticas de la UE. Que cada año mueran en el mundo muchos miles de mujeres asesinadas por hombres no es "natural" sino que responde a una forma específica de organización social. Un machismo que, entre otras, la publicidad alimenta de forma bien intencional. Del mismo modo que el paro y los sueldos de miseria de jóvenes, mujeres y migrantes es una decisión económica que alguien la ha tomado, fuera de todo control social. Este tipo de situaciones, que son los pilares del mundo actual, responden a políticas conscientes. No aparecen en ningún programa electoral, pero hay quien las diseña y quien las ejecuta de forma totalmente premeditada.

Ante esto, la protesta social debe ser efectiva porque de lo contrario es simplemente teatro. Y para que una protesta sea efectiva es necesario que violente aquello contra lo que protesta. Si esto no lo tenemos claro, no vamos a ninguna parte. Por lo tanto, nos corresponde pensar cómo podemos obtener esta efectividad. ¿Puede ser efectivo bloquear un almacén de distribución hacia muchas automovilísticas de cristales para coches para evitar despidos? Quizás sí. ¿Es violento? Pues para los dueños de la empresa que fabrica esos cristales y por las empresas automovilísticas lo es. ¿Podemos detener un desalojo encendiendo un barrio o una ciudad? A veces sí. ¿Es violento? Evidentemente lo es para quien ha conceptualizado este desalojo como una oportunidad para hacer negocio o también para los políticos comprometidos con quien quiere hacer ese negocio. ¿Ocupar un rectorado y detener su actividad o bloquear un campus defendiendo tasas universitarias menos caras y frenar despidos de profesores/as precarias puede ser útil? Muchas veces lo ha sido, a pesar de suponer un coste para gerentes y para quien mercantiliza las universidades. O quizás precisamente por ello.

Pienso que a nosotros no nos corresponde entrar a debatir sobre la violencia. Como decía, la violencia existe y cuando luchamos, de una forma u otra la aplicamos en diferentes grados. Para nosotros el debate relevante es qué objetivos queremos alcanzar cuando promovemos una protesta y de qué medios para hacerlo disponemos por nosotras mismas. Estos medios pueden ser muchos, diversos y cambiantes según las situaciones. Hacer una asamblea y romper el individualismo podría ser uno, al igual que también lo son bloquear una vía de circulación, detener un servicio de recogida de basuras o levantar barricadas en llamas. Y muchos otros que no mencionaré. La reflexión que para nosotros es relevante es identificar la finalidad de nuestra lucha, quiénes somos ese nosotros que lucha, qué medios tenemos y cómo los podemos implementar para que nuestra lucha sirva para acercarnos a los objetivos que la promueven. Para mí, el límite de todo esto radica en la efectividad.

Evidentemente en este debate hay una serie de riesgos que hay que tener presentes. Uno de ellos: nuestras acciones también determinan cómo nos vamos construyendo en cada momento. Esto pone de relieva una dialéctica constante entre nuestros actos (a nadie nos gusta romper cristales o cortar una calle [siempre en abstracto], pero a veces puede que lo hagamos) y como somos. Es un riesgo que debemos tener presente sin perder de vista que la pasividad o el limitarnos a un simple teatro reivindicativo básicamente nos hacen dejar de ser lo que somos. Otro: nuestra violencia tiene sentido cuando responde a una lucha colectiva, por mucho que pueda tomar la forma de acciones individuales. Esto conlleva que el debate sobre objetivos y los medios para alcanzarlos debe ser colectivo, aunque a menudo, y por la propia naturaleza del debate, sea difícil tenerlo de forma pública. Es necesario que la rabia esté organizada. Ahora bien, esta organización siempre debe partir de quien la protagoniza y tenemos que escapar de cualquier tentación de pretender estructurar y canalizar luchas y protestas de las que no somos protagonistas. Este, sin embargo, es otro debate.

En definitiva. La validez de nuestras acciones radica en su utilidad. Una utilidad que depende de dos aspectos: 1) de la efectividad que proporcionan a nuestra acción colectiva ante un conflicto y 2) en cómo nos posiciona a nosotros en el conflicto. El debate sobre las formas que toman estas acciones descontextualizado de todas estas cuestiones, como la pregunta sobre si es o no es válido quemar un contenedor, simplemente hace el juego al que tiene el Poder. Un Poder que, como sabemos por experiencia, es violento.

Especial: 
Anti represivo
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