Optimistas y pesimistas en la vida sindical


Fernando Palomares (IWW) en un mal día

Quería, ahora que estamos en verano, comentar alguna cosa del manual del militante sindical, que puede ser de utilidad en momentos de depresión y zozobra, tan habituales en ese entorno, escabroso, tenebroso y receloso, que es el mundo del trabajo, o del tan común de la precariedad y del desempleo. 

Lo primero: sindicato, estructura y organización. Grupos de trabajo dedicados a un tema concreto: precariedad, desempleo, despidos, convenio de empresa, secciones sindicales, apoyados por abogados. Recordad que cualquier decisión que se delegue en técnicos especialistas está destinada a ser catastrófica, y que cuestiones técnicas que son abordadas sistemáticamente de forma política llevan normalmente a la derrota. Es lioso pero es así.

Los grupos de trabajo analizan, asesoran, planifican. No reaccionan a los planes de la patronal, si no que se anticipan, elaboran y plantean la batalla buscando el mejor empleo de la Fuerza. Esta actividad inteligente genera militancia en empresas y sectores. Esta militancia debe ser consolidada y apoyada, para que a su vez se convierta en grupo de trabajo y reproduzca la actividad de asesoramiento, acompañamiento y apoyo que permita la expansión. La estrategia es: ampliar la estructura de forma armónica. Todo esto genera sentimientos colectivos, comunidad, solidaridad y energía.

Lo segundo: saber que somos importantes, que nuestras tácticas de acción directa son efectivas, que nuestra estructura basada en voluntarios no remunerados, es correcta. Una prueba evidente de ello la muestra las dificultades que tienen pequeños sindicatos de discurso radical, de los que se presentan a las elecciones y apoyan a partidos, para crecer y consolidarse. ¿Por qué? Pues porque una vez que logran delegados, liberaciones, locales y recursos, acaban convirtiéndose en la pesadilla que antes criticaban, y acaban cayendo. 

Lo tercero: esto es una carrera de fondo. Reserva tus fuerzas e empléalas solo en aquello que desees realmente hacer. El o la militante no puede dedicarse 24 horas al día al rollo de militar, porque si no se acaba volviendo entre majareta e insoportable, si no ambas cosas. Una persona normal, tiene que tener tiempo para dedicarlo a su familia, a sus aficiones, y a follar. Recordad que follando se establecen relaciones humanas y se hace ejercicio.

Muy importante: crítica y autocrítica. Debatir, discutir está muy bien. Pero que nos coman la moral, ni hablar. A nuestras organizaciones, en público y en privado, hay que defenderlas sin concesiones ni condescendencia. Si alguien habla mal de nosotros, o de nosotras, mordisco a la yugular. Y si dicen algo con sentido, no les damos la razón. Nunca. Ni hablar. Porque la patronal, y otras organizaciones, siempre van a incidir en decirnos que somos: inexpertos, insignificantes, inútiles. Y van a intentar venderte la burra los que mienten en todas las elecciones, los que son derrotados una y otra vez, los herederos del hundimiento de la URSS, los que viven del cuento y no saben hacer la "o" con un canuto. Pues no: que no nos vendan la moto cuatro mataos con los que no hay manera de razonar. 

En resumen, dentro de las organizaciones sindicales, tenemos que cuidarnos unos a otros, animarnos, y organizar la batalla de forma que se actúe del mejor modo posible con lo que tenemos. Claro que sí. Es el camino para extendernos, expandirnos, explayarnos, y lo hacemos porque somos excepcionales, extraordinarios, exergónicos, y a los cuatro vientos gritamos que nada puede detenernos, que hemos cambiado el mundo, y que vamos a seguir aportando lo mejor. Ni la recesión, ni las crisis, ni los economistas, ni el calentamiento, van a poder con nosotros.

Y a tomar por culo.

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