Moral pròpia i aliena
Publicado: 01 Jul 2025, 11:39
Moral propia y ajena
Kant diferencia entre moral autónoma, aquella que surge de uno mismo fruto de su imperativo por el deber cumplido, y la moral heterónoma que viene impuesta desde fuera por las instituciones de la sociedad.
Yo quisiera hacer otra dicotomía dentro de la moral, entre la moral propia que es fruto de la reflexión sobre aquello que a uno le acaece de forma trascendente, más allá de uno mismo y fuera de si pero con implicaciones en lo personal; y la moral ajena que es la que se trata de imponer a los demás desde el punto de vista del beneficio moral personal; siempre y cuando no le imponga ni suponga al moralista ajeno ningún inconveniente en su propio quehacer y le permita moralizar sobre lo ajeno. Así la moral ajena es interesada y circunstancial, y es la que llena las instituciones que M. Focault diría «del control» de lo que constituye la periferia de la sociedad, que construye el discurso del quehacer cotidiano en todos los niveles y en todos los lugares, desde su interés o perjuicio por la moral ajena que viene impuesta de forma ejemplarizante y que más que una moral supone un conjunto taimado de opiniones que van y vienen conforme el interés personal de los que gustan de criticar vidas ajenas o piensan que esa es la forma adecuada de ganarse el trabajo y conseguir el pan en una sociedad donde se hace patente y visible que el adocenamiento es la forma virtuosa de prosperar, aunque sea más un espejismo que una realidad factible.
Kant en su crítica del juicio afirma que el ejemplo de lo ajeno es una forma positiva de educar, mientras que Nietzsche critica ese uso de la moral ejemplificante, que crea el ejemplo y al mismo tiempo educa sobre él. Algún límite debe de tener ese uso interesado del ejemplo fabricado por los psicopompos de la sociedad y es positivo pensar que el provecho de la moral ajena es más bien nulo y que ha de ser el trabajo propio y la moral autónoma el que nos lleve más lejos manteniendo nosotros el timón de nuestros propios destinos. Conceptos fantasmagóricos como «subconsciente colectivo» y otras categorías de las pseudociencias del espíritu dan de comer a los aquejados de carácter propio que aplauden como palmeros los vaivenes del devenir del espíritu, pero de nulo provecho, si no de pesada losa punitiva, suponen al que vive del propio esfuerzo. Una sociedad anarquista pondrá a estos fantasmas en el lugar que les corresponde por naturaleza.
Kant diferencia entre moral autónoma, aquella que surge de uno mismo fruto de su imperativo por el deber cumplido, y la moral heterónoma que viene impuesta desde fuera por las instituciones de la sociedad.
Yo quisiera hacer otra dicotomía dentro de la moral, entre la moral propia que es fruto de la reflexión sobre aquello que a uno le acaece de forma trascendente, más allá de uno mismo y fuera de si pero con implicaciones en lo personal; y la moral ajena que es la que se trata de imponer a los demás desde el punto de vista del beneficio moral personal; siempre y cuando no le imponga ni suponga al moralista ajeno ningún inconveniente en su propio quehacer y le permita moralizar sobre lo ajeno. Así la moral ajena es interesada y circunstancial, y es la que llena las instituciones que M. Focault diría «del control» de lo que constituye la periferia de la sociedad, que construye el discurso del quehacer cotidiano en todos los niveles y en todos los lugares, desde su interés o perjuicio por la moral ajena que viene impuesta de forma ejemplarizante y que más que una moral supone un conjunto taimado de opiniones que van y vienen conforme el interés personal de los que gustan de criticar vidas ajenas o piensan que esa es la forma adecuada de ganarse el trabajo y conseguir el pan en una sociedad donde se hace patente y visible que el adocenamiento es la forma virtuosa de prosperar, aunque sea más un espejismo que una realidad factible.
Kant en su crítica del juicio afirma que el ejemplo de lo ajeno es una forma positiva de educar, mientras que Nietzsche critica ese uso de la moral ejemplificante, que crea el ejemplo y al mismo tiempo educa sobre él. Algún límite debe de tener ese uso interesado del ejemplo fabricado por los psicopompos de la sociedad y es positivo pensar que el provecho de la moral ajena es más bien nulo y que ha de ser el trabajo propio y la moral autónoma el que nos lleve más lejos manteniendo nosotros el timón de nuestros propios destinos. Conceptos fantasmagóricos como «subconsciente colectivo» y otras categorías de las pseudociencias del espíritu dan de comer a los aquejados de carácter propio que aplauden como palmeros los vaivenes del devenir del espíritu, pero de nulo provecho, si no de pesada losa punitiva, suponen al que vive del propio esfuerzo. Una sociedad anarquista pondrá a estos fantasmas en el lugar que les corresponde por naturaleza.