La banalización del anarquismo
Publicado: 04 Nov 2004, 19:28
Los acontecimientos vividos en España entre los días 11 y 14 de marzo, que aún están a la espera de un análisis concienzudo por parte del movimiento libertario de nuestro país, han provocado un cambio de escenario político tan abrupto como inesperado. El atentado del integrismo islamista no tenía la capacidad suficiente para alterar la vida política nacional, pero no cabe duda que agudizó algunas tendencias latentes de la sociedad española: la identidad progresista de la mayoría de nuestros conciudadanos, la creciente hostilidad que despertaba la política reaccionaria del Partido Popular, el bloqueo de la democracia formal...
Si el terremoto social de marzo de 2004 ha instalado en el estupor a un Partido Socialista que aún no tenía previsto gobernar y a un Partido Popular que no había sospechado un desalojo tan precipitado del poder, es fácil imaginar lo que ha provocado en el campo de la izquierda institucionalizada, especialmente en Izquierda Unida. Si la estrategia del sorpasso de Julio Anguita sólo consiguió aupar a José María Aznar hasta el gobierno, la táctica de frente único de Gaspar Llamazares se ha revelado como el abrazo del oso socialista: su proximidad ha matado al más débil de los amantes.
Los resultados electorales de Izquierda Unida, sólo tres diputados propios, es decir, uno menos de los que consiguió el PCE en 1982, han convertido a esa heterogénea alianza centro-izquierdista en una jaula de grillos en la que todos gritan ¡sálvese quién pueda! mientras unos y otros corren en cualquier dirección buscando una improbable salida. El colapso de IU ha sido tan letal que ya ha provocado la "independencia" de su sucursal vasca, Ezker Batua, con la oposición de los últimos restos del Partido Comunista de Euzkadi (en cuya dirección se sentó un tal Andoni Elorza que hace años que anda repartiendo actas de defunción de la CNT).
Aunque nada humano nos es ajeno, la crisis de Izquierda Unida nos queda muy lejana; pero la ruptura de la izquierda institucionalizada está provocando cambios que repercuten en nuestra actividad sindical y en nuestra presencia social. En primer lugar, porque junto a una corriente reformista que quiere deconstruir el marxismo, encabezada por Gaspar Llamazares, y una línea comunista ortodoxa que quiere apuntalarlo, liderada por Francisco Frutos, hay una tendencia radical, con un resucitado Julio Anguita por adalid, que envuelta en la bandera de la Segunda República y con la excusa de recuperar la memoria histórica está intentando una apropiación hostil de la ideología anarquista, mientras esconde bajo la alfombra un recio pasado marxista-leninista.
Si el viejo alcalde comunista de Córdoba se ha declarado anarcosindicalista hace pocos meses, ya podemos suponer que no nos encontramos ante una conversión ideológica o una rectificación de su tradicional línea política: estamos ante una nueva muestra de oportunismo. El desprestigio de los países del llamado socialismo real, donde la ineptitud y la crueldad iban de la mano, la falta de referentes internacionales (tras la deserción de China sólo quedan como modelos Fidel Castro o Hugo Chávez), la falta de respuestas de catecismo para todas esa nuevas preguntas que Karl Marx ni siquiera imaginó... no es fácil presentarse ante el electorado español sin más credenciales que la hoz y el martillo. Pero unas gotas de anarquismo dan un toque de rebeldía juvenil, un halo romántico, un prestigio heroico y un pasado histórico más que presentable que ayudan a digerir una política pasada de fecha, rellena de errores y sazonada con un falso radicalismo con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
Ajado el viejo uniforme del marxismo-leninismo (modelo stalinista, maoísta, albanés o trotskista), hay que cubrir las vergüenzas con la bandera tricolor y unos complementos libertarios: aquí un poco de Durruti, allí un broche con la A, por acá algo de anarquismo de salón, nada serio. Porque para sus propósitos políticos es necesario convertir la ideología libertaria en una estética sin ética, apropiarse de los ácratas del pasado y ningunear a los anarquistas de hoy, en una palabra, banalizar la ideología anarquista con su profunda carga revolucionaria. Y así, este verano, hemos visto a los ultraortodoxos de la Corriente Roja celebrar unas jornadas de estudio en la "asamblearia" Marinaleda, a los jóvenes trotskistas de Espacio Alternativo organizar un campamento juvenil en Ruesta bajo el paraguas de la CGT, a Julio Anguita declararse anarcosindicalista, a algunos dirigentes de Izquierda Unida expulsados de CC OO entrar en la CGT (en Madrid y Extremadura)... ¡y lo que nos falta por ver!
Pero además, la ruptura política de Izquierda Unida puede traer como consecuencia la ruptura sindical de Comisiones Obreras, el viejo sindicato comunista que se ha deslizado hacia el centro reformista a mayor velocidad que Gaspar Llamazares y los suyos. En el texto con el que la Corriente Roja abandonaba la coalición, ya se enunciaba la necesidad de contar con un referente sindical que no podía seguir siendo Comisiones Obreras, central a la que se daba por perdida en la órbita de la socialdemocracia más light. Y no es un brindis al sol; éste no es el primer intento de fundar una correa de transmisión sindical de la izquierda institucionalizada; en Andalucía ya se intentó hace unos años con el sector minoritario de CC OO, CGT, STEC y el SOC.
Volverá a intentarse, utilizando de nuevo el "anarquismo posmoderno" de la CGT y de algunos personajes que, dentro de Izquierda Unida, se autoproclaman libertarios. Y para este giro sindical se vuelve a necesitar la banalización del anarquismo, su reducción a una cáscara vacía en la que cabe la revolución cofinanciada con el Estado, los libertadores que primero deciden "liberarse" ellos (por si no llega la libertad para todos), la transformación del mito del "superhombre" nietzschiano (que ahora es un político anarquista que hace la revolución "desde arriba")… En cualquier caso, se pondrá a prueba su fidelidad a unos principios y la capacidad de sobrevivir haciendo, sencillamente, sindicalismo.
Antonio Arbeig
TIERRA Y LIBERTADNOVIEMBRE DE 2004
--------------------------------------------------------------------------------
Si el terremoto social de marzo de 2004 ha instalado en el estupor a un Partido Socialista que aún no tenía previsto gobernar y a un Partido Popular que no había sospechado un desalojo tan precipitado del poder, es fácil imaginar lo que ha provocado en el campo de la izquierda institucionalizada, especialmente en Izquierda Unida. Si la estrategia del sorpasso de Julio Anguita sólo consiguió aupar a José María Aznar hasta el gobierno, la táctica de frente único de Gaspar Llamazares se ha revelado como el abrazo del oso socialista: su proximidad ha matado al más débil de los amantes.
Los resultados electorales de Izquierda Unida, sólo tres diputados propios, es decir, uno menos de los que consiguió el PCE en 1982, han convertido a esa heterogénea alianza centro-izquierdista en una jaula de grillos en la que todos gritan ¡sálvese quién pueda! mientras unos y otros corren en cualquier dirección buscando una improbable salida. El colapso de IU ha sido tan letal que ya ha provocado la "independencia" de su sucursal vasca, Ezker Batua, con la oposición de los últimos restos del Partido Comunista de Euzkadi (en cuya dirección se sentó un tal Andoni Elorza que hace años que anda repartiendo actas de defunción de la CNT).
Aunque nada humano nos es ajeno, la crisis de Izquierda Unida nos queda muy lejana; pero la ruptura de la izquierda institucionalizada está provocando cambios que repercuten en nuestra actividad sindical y en nuestra presencia social. En primer lugar, porque junto a una corriente reformista que quiere deconstruir el marxismo, encabezada por Gaspar Llamazares, y una línea comunista ortodoxa que quiere apuntalarlo, liderada por Francisco Frutos, hay una tendencia radical, con un resucitado Julio Anguita por adalid, que envuelta en la bandera de la Segunda República y con la excusa de recuperar la memoria histórica está intentando una apropiación hostil de la ideología anarquista, mientras esconde bajo la alfombra un recio pasado marxista-leninista.
Si el viejo alcalde comunista de Córdoba se ha declarado anarcosindicalista hace pocos meses, ya podemos suponer que no nos encontramos ante una conversión ideológica o una rectificación de su tradicional línea política: estamos ante una nueva muestra de oportunismo. El desprestigio de los países del llamado socialismo real, donde la ineptitud y la crueldad iban de la mano, la falta de referentes internacionales (tras la deserción de China sólo quedan como modelos Fidel Castro o Hugo Chávez), la falta de respuestas de catecismo para todas esa nuevas preguntas que Karl Marx ni siquiera imaginó... no es fácil presentarse ante el electorado español sin más credenciales que la hoz y el martillo. Pero unas gotas de anarquismo dan un toque de rebeldía juvenil, un halo romántico, un prestigio heroico y un pasado histórico más que presentable que ayudan a digerir una política pasada de fecha, rellena de errores y sazonada con un falso radicalismo con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
Ajado el viejo uniforme del marxismo-leninismo (modelo stalinista, maoísta, albanés o trotskista), hay que cubrir las vergüenzas con la bandera tricolor y unos complementos libertarios: aquí un poco de Durruti, allí un broche con la A, por acá algo de anarquismo de salón, nada serio. Porque para sus propósitos políticos es necesario convertir la ideología libertaria en una estética sin ética, apropiarse de los ácratas del pasado y ningunear a los anarquistas de hoy, en una palabra, banalizar la ideología anarquista con su profunda carga revolucionaria. Y así, este verano, hemos visto a los ultraortodoxos de la Corriente Roja celebrar unas jornadas de estudio en la "asamblearia" Marinaleda, a los jóvenes trotskistas de Espacio Alternativo organizar un campamento juvenil en Ruesta bajo el paraguas de la CGT, a Julio Anguita declararse anarcosindicalista, a algunos dirigentes de Izquierda Unida expulsados de CC OO entrar en la CGT (en Madrid y Extremadura)... ¡y lo que nos falta por ver!
Pero además, la ruptura política de Izquierda Unida puede traer como consecuencia la ruptura sindical de Comisiones Obreras, el viejo sindicato comunista que se ha deslizado hacia el centro reformista a mayor velocidad que Gaspar Llamazares y los suyos. En el texto con el que la Corriente Roja abandonaba la coalición, ya se enunciaba la necesidad de contar con un referente sindical que no podía seguir siendo Comisiones Obreras, central a la que se daba por perdida en la órbita de la socialdemocracia más light. Y no es un brindis al sol; éste no es el primer intento de fundar una correa de transmisión sindical de la izquierda institucionalizada; en Andalucía ya se intentó hace unos años con el sector minoritario de CC OO, CGT, STEC y el SOC.
Volverá a intentarse, utilizando de nuevo el "anarquismo posmoderno" de la CGT y de algunos personajes que, dentro de Izquierda Unida, se autoproclaman libertarios. Y para este giro sindical se vuelve a necesitar la banalización del anarquismo, su reducción a una cáscara vacía en la que cabe la revolución cofinanciada con el Estado, los libertadores que primero deciden "liberarse" ellos (por si no llega la libertad para todos), la transformación del mito del "superhombre" nietzschiano (que ahora es un político anarquista que hace la revolución "desde arriba")… En cualquier caso, se pondrá a prueba su fidelidad a unos principios y la capacidad de sobrevivir haciendo, sencillamente, sindicalismo.
Antonio Arbeig
TIERRA Y LIBERTADNOVIEMBRE DE 2004
--------------------------------------------------------------------------------