Alta velocidad en China
Publicado: 25 Ago 2011, 13:49
Os pongo este texto, aunque no conozco las fuentes:
Sombras de la China
De Chernóbil a Wenzhou: accidentes y responsabilidades de la era industrial
El 24 de julio nos enterábamos por los principales medios de comunicación, de que la colisión entre dos trenes de alta velocidad ocurrida el día anterior en la ciudad de Wenzhou, en la República Popular China, había dejado un saldo de 35 personas muertas (cifra que finalmente ascendería a 43) y casi 200 heridos. Siempre de acuerdo a la versión oficial, el accidente se habría producido cuando un tren bala chocaba por detrás a otro que se encontraba detenido en la vía tras perder el suministro de corriente a causa de un rayo. Seis coches se descarrilaban por el impacto y cuatro de ellos caían de un viaducto de más de 20 metros de altura.
Pocos días después del accidente, la noticia pasaba de la crónica de sucesos a las páginas de política internacional. El 1 de agosto El País nos ilustraba de que “en China, se producen todos los años numerosos accidentes industriales, explosiones en minas y choques de autobuses, entre otros” ¡Qué barbaridad! Menos mal que vivimos en un país desarrollado, dónde éste tipos de cosas no ocurren. A partir de aquí todas las noticias se centrarán en el ocultismo del gobierno chino, en la importancia que estarían adquiriendo los medios digitales para combatir los recortes de la libertad de prensa y sobre todo, en la mala gestión del accidente. Dicho de otro modo, el accidente había pasado de poner en cuestión la Alta Velocidad ferroviaria a fustigar al régimen comunista chino.
Tras esta evidente instrumentalización política, existe otra, algo menos obvia, que consiste en evitar que aquello que se ponga en tela de juicio sean las implicaciones de proyectos sobre los que existen enormes intereses económicos sino de modo completamente parcial, reduciendo su cuestionamiento a la mala gestión que un determinado gobierno hace de ellos, y si resulta que se trata de un régimen políticamente incómodo, tanto mejor. De más está decir que nuestra intención no es defender al régimen de Wen Jiabao, pero sucede que a los más memoriosos, este sutil desplazamiento que consiste en distraer la atención acerca de las verdaderas implicaciones de un acontecimiento, reduciendo sus impactos a los de su accidente y acotando sus causas a la irresponsabilidad del gobierno, nos recuerda demasiado a aquello que se nos dijo con ocasión del fallo en la central nuclear de Chernóbil, cuya responsabilidad última se terminó atribuyendo desde occidente a la falta de pericia de los científicos soviéticos, de seguridad en la central y por extensión, a la negligencia de los dirigentes comunistas. Por cierto que cuando se lo compara con este linchamiento mediático, el tratamiento que recientemente se le ofreció al gobierno japonés en relación al desaguisado de Fukushima parece desproporcionadamente indulgente, ya que no se corresponde con la magnitud de ambas catástrofes.
Aunque el tren bala chino ha sido el buque insignia del reverdecimiento de la que en la actualidad es una de las principales economías del mundo, ya desde el principio no le han faltado los detractores que cuestionaran tanto su rentabilidad como el elevado precio de sus billetes. A todo esto hay que añadir las denuncias sobre malversación de fondos y corruptelas varias que han rodeado unas obras realizadas en tiempo record, y que han terminado por quitar lustre a este nuevo Salto Adelante(1) de las infraestructuras chinas. Hay que tener en cuenta que desde que se inaugurara la primera línea con ocasión de los Juegos Olímpicos de 2008 la red china de alta velocidad no ha dejado de crecer hasta alcanzar los 8.358 kilómetros actuales, que además representan uno de los principales argumento de los que se vale el gobierno para atraer inversores. Quizás haya que recordar que el chino es el único Estado del mundo con más kilómetros de alta velocidad construidos que el español, con la pequeña diferencia que la superficie de este es la veinteava parte de la de aquel. Por todo esto ni la economía china, como tampoco la española, se pueden permitir el lujo de poner en entredicho esta gigantesca operación financiera que es la alta velocidad.
Más allá del cuestionamiento tanto de la eficacia de los mecanismos de seguridad, como de aquellos implementados para atenuar las consecuencias de un accidente una vez que este se ha consumado, un análisis de las catástrofes de la era industrial debiera ser capaz de trascender la
crítica de su más o menos oportuna gestión, para comenzar a hablar de la naturaleza misma y de los riesgos que determinadas tecnologías implican per se.
En este sentido, una de las tesis fundamentales del filósofo y urbanista Paul Virilio afirma que junto con cada ingenio humano, con cada nueva tecnología creada, se crea también su accidente específico. Con los primeros trenes construidos se creaban también la colisión y el descarrilamiento. Si toda tecnología lleva intrínseco, cuando menos en potencia, su posibilidad de colapsarse, a una técnica cuya naturaleza fuera en sí misma aberrante (tal es el caso de buena parte de los procesos tecnocientíficos desarrollados bajo los imperativos del mercado y sus exigencias), le correspondería pues un accidente exponencialmente monstruoso. Para probarlo y solo en el último año se han reeditado, aunque amplificados, los que hasta el momento venían siendo quizás los dos peores accidentes de la era industrial: Chernóbil y el Exxon Valdez han quedado empequeñecidos junto a las catástrofes de Fukushima y el derrame de crudo de la plataforma de la BP en el Golfo de México.
En épocas de tecnologías globales y totalitarias, que suceden en tiempo real y se han autonomizado hasta convertirse ellas mismas en la medida de prácticamente la totalidad de las relaciones sociales, el rosario de devastaciones (no sólo “accidentales”) que cada día pueblan las rotativas de todo el planeta, independientemente del color político del régimen que gobierne allí dónde estas tengan lugar, debieran llevarnos a cuestionarnos la noción misma de aquello que llamamos “accidente”, y qué es exactamente lo que estamos asumiendo cuando consentimos la implantación de una determinada tecnología, en este caso: convoyes atravesando pueblos, comarcas y valles a velocidades que oscilan entre los 250 y los 400 km/h, y que nos recuerdan que a veces, los grandes Saltos Adelante pueden conllevar caídas no menos profundas.
1. “La influyente revista china Caijing ha calificado el esfuerzo en infraestructuras como el nuevo Salto Adelante, en referencia al catastrófico movimiento de industrialización impulsado por Mao Zedong entre 1958 y 1960. La publicación apunta a la enorme deuda que han generado los proyectos ferroviarios.” “China extiende su poder a todo tren” (El País, 24 de Junio de 2010).