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La Revolución desde Casa

Publicado: 21 Dic 2007, 21:22
por Nestor Estebenz Nogal
Cuando leo o escucho relatos espeluznantes sobre tortura, malos tratos, lapidaciones, falsificaciones de la verdad en una producción de ignominia continua y además con referencias no solo a los países lejanos sino al de tu contexto geográfico, me quedo chocado sin acertar a poder decir nada coherente. He tenido la suerte biográfica de no pasar por interrogatorios bajo tortura y de interpretar mi condición de represaliado dentro de los parámetros ordinarios. Aun así los no pocos contactos o roces que me ha tocado tener con agentes de la autoridad de diversos países me han enseñado la existencia de un perfil básico común a todos, o la mayoría, de ellos. Ocasionalmente alguno, no demasiado metido en el oficio, se cree la etiqueta que lleva puesta de agente del orden ignorando que es la tapadera para reprimir todo lo que no convenga a un estado del que es su primer lacayo. La guerra social en curso en la que los estados cada vez más policiacos reprimen a todo lo que se mueve críticamente siempre plantea problemas de conciencia a quienes no estamos en la primera línea de fuego ni tomamos ya la calle como frente de lucha fundamental. Ni vamos a todas las manifestaciones ni nos apuntamos a todas las protestas ni creemos en que todas las reivindicaciones sean eso: realmente reivindicativas. Teorizar es fácil se suele decir, lo que cuenta es la militancia, el enfrentamiento frontal, el desmentido de las falsedades en cada hemiciclo, en cada espacio de mentira institucional. Es cierto. Lo que cuenta es la intervención en los foros presenciales, la extensión del discurso revolucionario ahí donde los abdómenes de los apoderados de la sociedad ganan volumen, la lucha verbal directa con los traidores a la verdad. Todo eso lleva a un trasiego constante por el vía crucis de donde extender la protesta, donde pararles los pies a los neonazis, donde sabotear a los especuladores, donde cerrar las fábricas que contaminan, donde tomar por asalto los trenes o transportes sin pagar mientras no cumplan con sus horarios y un sinfín de cosas más. Las revoluciones siempre se hicieron en las calles, en las explanadas, ante los muros de los palacios. La actual, si es que hay alguna en curso en alguna parte, va por otros lados: por la vía de la democracia electrónica, por la extensión informativa de las contra noticias, por las estrategias para engendrar otros valores alternativos, por el diseño de agrupamientos comunales colectivos que trasciendan la familia y el trabajo asalariado. Desde las latitudes privadas se puede pensar en todo eso. No es necesario reunir un millón de personas en una encrucijada el día D para una protesta fundamental con la que derrocar gestores de poder para poner otros en sus puestos. Sí es necesario cambiar de registro en lo doméstico, en lo cotidiano, en lo trans-relacional y también en lo teórico. Cuantos mas individuos teóricos haya en el sentido de analíticos y conocedores de las estructuras de la realidad menos gente habrá circulando en torno al mismo palo de ciego. Los enemigos principales de la Historia y de la Razón no son tanto los sicarios encargados de la represión como sus amos. En el ajedrez se puede estar toda la partida eliminando peones y no llegar nunca a hacer jaque mate. La Estrategia es la que plantea un análisis y un plan para hacerlo. Los informes sobre represión producen indignación y mueven las fibras sentimentales pero no son soluciones teórico-organizativas para acabar con la perpetuación ni de la saga de los represores ni la de sus dueños.
Por mucho que viva nunca lograré entender como pueden continuar existiendo oficiantes de la tortura: tipos capaces de estrangular con cuerdas el escroto de alguien o aplicarle descargas eléctricas a los genitales, asfixiarlos con bolsas de plástico o apuntarlos con pistolas en la sien. Todo parece estar sacado de la peor pesadilla. Kafka escribió las suyas. Cuando describimos situaciones grotescas las calificamos de kafquianas. En realidad el solo pudo imaginar un porcentaje menor de las atrocidades de las que es capaz de llegar el ser humano. ¿Ser humano he dicho? El humano es el único animal que mata por placer y por dinero.
La revolución es una construcción continua de modificación del pensamiento y de los hábitos. Se hace en casa, en lo más íntimo y, fuera de ella, en lo más público. En todas partes hay motivos de enfrentamiento a las viejas costumbres sociales y a los autoritarismos de estado. La revolución es una dialéctica del enfrentamiento. Eludiéndolo para conservar amistades se pasa a formar parte de lo que se odia y objetándolo se pasa a tener una lista de enemigos mayor. El laberinto que se crea puede llevar la vida a un continuo recorrido por sus infinitos recorridos sin que haya una salida evidente. La revolución es una carrera de fondo, de tan largo plazo que hay más probabilidades de terminar la concesión biográfica que te da la naturaleza biológica antes de ver el éxito de aquella. Otros la continuarán, decimos. En ese proceso los motivos para continuar luchando por los ideales no terminarán pero los peligros por circular e torno a un mismo tipo de temas aunque varíen las coyunturas serán múltiples.
Desde que parte de la oposición anticapitalista decidió alcanzar cotas de poder y compartirlo con los grandes señoríos del mercado y de la política, se ha inaugurado un concepto de Revolución de despacho y de chofer con coche oficial, idea que he tomado prestada de Pilar Rahola Es dudoso que esa praxis lleve muy lejos salvo a la endogenia autopublicitada de la clase política sin quitarle los meritos de algunos productos legislativos que contienen las pulsiones autodestructivas de la gente. Hay otros muchos sitios desde los que se mueven los hilos no tanto por ser sedes de un contrapoder como por crear formas alternativas y eficaces de existencia al margen de las formas impositivas e ineficaces de la no-existencia.
La posición del intelectual concomitante con la del poeta de buhardilla puede hacer de resonancia teórica o letrada de los acontecimientos duros que otros reciben de una realidad atroz en primera persona. No es que aquellos sean gentes aparte. Han tomado distancia de las hogueras y han dejado de participar en los conflictos tópicos y reiterados para no seguir mordiéndose la cola. Pero hay algo de dolor profundo en no poder acabar de una vez para siempre con aquellos actos criminales y hechos denunciados como el de la tortura, la miseria o la traición, tantas veces reprobados. Pero la manifestación colectiva de protesta traslada al espacio de la sonoridad social lo que ya estaba escrito y hablado en el espacio de la privacía doméstica.