ALB Noticias.- Reproducimos este texto que enmarca el debate en torno a la legalización de los espacios okupados. En este caso el texto da cuenta del resultado de un debate del Colectivo Heura Negra - Assemblea llibertària de Vallcarca, que en este caso implica la aceptación de la cesión del Espacio Comunitario La Fusteria (cosa que era deseada por la mayoría de los movimientos sociales del barrio) por parte del Ayuntamiento como medio de no alejarse del movimiento popular que se ha ido construyendo en Vallcarca en los últimos años. La cesión ha sido lograda mediante la presión social. Las partes en negrita del texto son nuestras.
Podéis leer el original en catalán en la web [1]http://heuranegra.net/ [2]
La okupación como herramienta de lucha [1]
Ilustración "Squat pattern" del grupo Da Costastraat Anarchichi.
Las siguientes reflexiones surgen a raíz de debates internos y de una jornada de debate, abierta a diversos colectivos, en torno a la legalización de algunos espacios okupados de la ciudad de Barcelona y alrededores.
Desde nuestros inicios como colectivo libertario de barrio el año 2012, con el CSO Old School como punto de encuentro y de actividad, hemos tenido una estrecha relación con la defensa de la okupación y sus prácticas. Algunas de nosotras okupamos y participamos de espacios ocupados desde hace más de una década, formamos parte de proyectos de vida comunitaria o militamos en el incipiente movimiento en defensa de la vivienda, que tiene en la okupación una de sus herramientas más efectivas. Defendimos Can Vies y el Banco Expropiado cuando fue necesario (y lo volveríamos a hacer). Y hace 2 años impulsamos, junto con otras vecinas de Vallcarca, la okupación y reapertura en el barrio del Espacio Comunitario La Fusteria.
Un poco de contexto
Uno de los antiguos talleres de oficios del barrio, La Fusteria (carpintería) es el último edificio que queda en pie en el tramo inicial de la calle Argentera, en pleno casco antiguo de Vallcarca. Después de un intento de derribo por parte del Ayuntamiento (que las vecinas conseguimos detener) y de un intento de okupación por parte de la Assamblea Jove de Vallcarca (desalojada pocos días después), una parte del vecindario decidió que era necesario reapropiarse de este espacio: tanto por su valor histórico y urbanístico como por el potencial transformador que esperábamos que pudiera generar, desde su ubicación estratégica en la zona cero del proyecto especulativo-urbanístico que afecta a nuestro barrio .
Desde el primer momento, el grupo motor que reabrió La Fusteria optó por el diálogo con el titular del edificio, el Ayuntamiento de Barcelona, explicitando las intenciones de rehabilitar el edificio (muy deteriorado por el intento de derribo) y convertirlo en un punto de encuentro vecinal, autogestionado y asambleario. El proyecto, llamado "espacio comunitario" y no "CSO", reflejaba más en los empleos vecinales de los años 80 o en iniciativas como la de Can Batlló que en los espacios propios del movimiento okupa clásico. Un año y muchas jornadas de rehabilitación más tarde, los colectivos e individualidades que componíamos la asamblea de gestión decidimos abrir las puertas a otras iniciativas y grupos del barrio y empezar a organizar actividades públicas. Aparte de varias charlas y debates, La Fusteria ha sido un espacio clave en fechas destacadas de movilización popular en Vallcarca, como el 1 y el 3 de octubre, el 8 de marzo o el pasado 1º de mayo.
A raíz de unas jornadas participativas organizadas en octubre de 2017 por el Ayuntamiento, el vecindario decide que el edificio se ha de salvar y conservar como espacio social. La Fusteria, originalmente destinada a ser demolida, se integra ahora, gracias a la presión vecinal, en la planificación urbanística del barrio como "futuro equipamiento", pese a perder 8 metros de la nave posterior. Estos hechos conllevan una serie de debates en el seno del proyecto, sobre qué dirección debe tomar para garantizar la continuidad del espacio. Las posiciones se polarizan entre los colectivos partidarios de ignorar las instituciones y resistir hasta la llegada del desalojo y los que defienden movilizarse para conseguir una cesión de uso en régimen de autogestión.
Nuestro posicionamiento
Como anarquistas, nos consideramos parte de un movimiento popular contestatario amplio y diverso, lo que implica que nos relacionamos y tejemos red, más allá de etiquetas, con colectivos, espacios e individualidades con los que compartimos una afinidad práctica y unos objetivos comunes. Partiendo de esta base, contemplamos la okupación como una herramienta práctica más, sometida a los objetivos específicos de cada contexto y cada caso concreto. Defendemos que la usurpación de edificios (y solares!) en desuso es una táctica legítima, que puede servir para cuestionar la propiedad privada y permitir, mediante la acción directa, satisfacer necesidades básicas que el sistema capitalista nos niega. Pero no la entendemos como un dogma ni una finalidad en sí misma, ni tampoco sentimos que tengamos ninguna exclusividad sobre esta herramienta ni que hayamos de conservar sus esencias. De hecho, valoramos positivamente que movimientos populares amplios, como el que representan las PAH, se hayan apropiado y la adapten a sus necesidades. Al fin y al cabo, no nos importa tanto que un edificio esté alquilado, cedido, okupado o comprado: lo que valoramos es la tarea social transformadora que se desarrolle dentro y esto está ligado a que haya un apoyo social y un tejido comunitario y vecinal organizado por detrás.
Así, desde las diversas sensibilidades y experiencias presentes en nuestro colectivo, tras varios debates y de afrontar muchas contradicciones, nuestra decisión respecto a La Fusteria ha sido apostar por apoyar la opción de la cesión de uso. En esta decisión hemos valorado tanto los consensos mayoritarios del vecindario, como la trayectoria y objetivos del proyecto desde sus inicios, además del actual estado del edificio, que apenas hemos conseguido mantener en pie con mucho esfuerzo y sufrimiento. Somos conscientes de los riesgos y dificultades que encarna esta decisión y tenemos muy claras cuáles son las líneas rojas que no queremos traspasar. Sin embargo, tenemos la firme voluntad de luchar por conquistar un espacio de autogestión popular y autonomía que perdure en Vallcarca, cedido legalmente pero arrancado de las manos de las instituciones y libre de sus injerencias y subvenciones. En los años que vienen veremos si la lucha por un barrio popular triunfa o sucumbe ante las fuerzas de la gentrificación. Ante esta realidad, nos ha pesado más la posibilidad de intentar mantener una trinchera desde la que seguir presentando batalla que no el valor de conservar unos supuestos principios intachables.
La historia de los últimos 40 años nos ha mostrado como muchos espacios conquistados por el movimiento vecinal han acabado generando inercias burocráticas, siempre que la participación popular ha decaído. Pero desde el movimiento okupa también conocemos numerosos casos en que, por falta de apoyo, hemos acabado perdiendo espacios, siendo incapaces de defenderlos ante los ataques de propietarios, juzgados, policía ... En definitiva, sólo un barrio popular organizado puede ser garantía para mantener, dar vida y hacer crecer espacios como La Fuste, pero también como Can Vies o cualquier CSO que tenga voluntad de esparcir prácticas sociales antagonistas: libres de cualquier atadura partidista y autónomos, pero con vocación explícitamente social e inclusiva.
El tiempo dirá.
Vallcarca, Junio del 2018
Heura Negra