Hay que ver cómo están las cosas, ¿no? Para relajarnos, me ha llamado la Amalia, la directora de alasbarricadas y, ¡alaorden!, me manda que cuente una anécdota inocua, festiva, infantil, sin referirme para nada a Cataluña, por no interferir en los acontecimientos abriendo un portal espacio-temporal, y se me ha ocurrido contaros la vez que participé en una peli porno. La cosa fue así.
¿A vosotros no os ha pasado que os tocáis un grano de la cara, y en vez de estrujarlo lo dejáis crecer a ver qué pasa? Yo tuve uno que dejé madurar cincuenta años, y en la jubilación del Matías, un Terapeuta Ocupacional, estábamos con el pedo, diciendo barbaridades, y me pidieron que me quitase el puto grano que me hacía parecer más desfigurado y subnormal de lo que me pertenecía, así que empecé a apretar y salió como una lombriz gorda, enorme y brillante con la cabeza negra, que bajo los focos de la discoteca, parecía maligna, retorciéndose, y olía mal... Un chorro de mayonesa saliendo del bote de Ligeresa. El Educador echó la pota, algo asqueroso. Para mayor abundamiento me bajé los pantalones de cara a mostrar mi hidrocele, que está muy solicitado. Es una acumulación de líquido amarillento en el escroto, que no se sabe por qué dice la médico, me los pone del tamaño de un melón de Los Palacios. Hice un meneo para que se balancearan. Gran regocijo.
Pensaba que ahí acabaría la cosa y que nos echarían a patadas los de Seguridad, cuando se me acercó un anciano venerable con barbas y chamarreta, sobornando a los guardas con un montón de billetes de cien euros, y me dijo que Él era El Productor, que era imposible no fijarse en mí, y que daba el tipo para una película de porno. Pero ¡ojo! No cualquier película, si no una de distribución restringida, para ricos muy importantes de la realeza que, hastiados de princesas y principitos y de infantas e infantes, querían emociones fuertes unidas a cuestiones filosóficas mu profundas. En resumen, buscaba un viejo guarro con testículos enormes. El tío era raro, parecía un asesino. Sin dudarlo ni un instante, acepté.
La peli se desarrollaba en acto único en un taller de reparación de neumáticos. Todo culminaba cuando me metían por el culo dos separadores de farabeuf, luego echaba un mojón a una palangana, y con efectos especiales, el mojón cagaba otro mojón, y todos los mojones se reproducían como para invadir el mundo, y una negra achinada con un consolador modelo King Kong atado a la barriga me sodomizaba, y un tipo que tomaba hormonas para que se le creciese el clítoris, me lo metía por el caño de la uretra previamente dilatada con un globo que se hinchaba. Todo ello, meneándome por lo del balanceo de los badajos, que significaba no sé qué. Y me callo lo del Gorila llamado Don Polla.
Y eso fue todo el resumen. Nada menos que seis mil euros me pagaron por dos horas de trabajo. Una experiencia emprendedora y científica. Y yo, ni corto ni perezoso, cogí la paga y la doné a Òmnium Cultural Fes-te'n-Soci para lo de la Independencia esa…
Joder, la hostia, que es que es imposible ponerse a hablar, y no terminar diciendo algo de lo de Cataluña.