¿A vosotros y vosotras no os ha pasado, eso de que os laváis las manos y el agua sale negra, luego os laváis la cabeza y sale negra, y más tarde te lavas en la palangana las partes genitales y sale aún más negra el agua…? Y entonces te preguntas… ¿Desde cuando no me lavo? Ah, sí, ya lo sé. Que no me distraiga, que no estoy hablando de Cataluña. La hostia.
Que me pide la Amalia, la directora de la página, que diga si estoy a favor o en contra de la Independencia de Cataluña. Contesto a esa cuestión concreta: yo estoy por la independencia, si es eso lo que se desea. Es solo mi opinión personal. No intento influenciar nada. Pienso, sinceramente, que si los trabajadores catalanes van a obtener mayores ventajas con su país en solitario, y desean hacer el experimento, por mí, encantado. Que un convenio local consiga mayores ventajas que el provincial, siempre ha de ser bienvenido como referencia. Cataluña posee derecho a independizarse, lo mismo que un cónyuge tiene derecho a divorciarse por lo que le parezca oportuno, inclusive el "porque sí", aunque la otra parte no quiera, sea por amor, o sea por perjuicio económico o de cualquier otro tipo. Mientras antes se acepte esto, mejor. Una vez consumada la separación, a negociar luego por los bienes gananciales, por las pensiones y por la custodia de los niños. De buen o de mal rollo. Eso es así. ¿Por qué pienso de este modo?
El problema identitario es este: la identidad étnica y/o nacional, afecta tanto a la percepción personal de lo que se siente que se es, como la percepción social de lo que se espera de uno, cuando se es clasificado como "miembro de". Esta interacción entre lo que uno percibe y lo que perciben los demás, entre lo que uno quiere y lo que los demás esperan, da lugar a deseos y sensaciones de bienestar o de malestar, en función de que coincidan o no las expectativas personales con las del entorno social. La tendencia actual en el mundo, es aceptar que es cada cual el que debe definir lo que se es, y el entorno aceptar este deseo.
Por ejemplo, hemos vivido un gran cambio en percepción de identidad de género en los últimos cincuenta años. En este momento se admite que la identidad de género es la experiencia interna e individual, tal y como cada persona la siente, que puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, y que incluye la vivencia personal del cuerpo. Adaptar el cuerpo a esta sensación puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido. Todo ello ha sido despenalizado y despatologizado.
Esta evolución de la forma de pensar, que ha cambiado la actitud ante la homosexualidad, pasando de darles descargas eléctricas para curarlos, a aceptarlos como personas sanas, está basada en el concepto de Derechos Humanos. De forma reiterada las Naciones Unidas se han manifestado en el sentido de que los Estados deben facilitar el reconocimiento legal de la identidad personal sin menoscabar en modo alguno la dignidad de personas y pueblos, y sin incurrir en discriminaciones de ningún tipo. ¿Y qué es una vida digna? Pues es una vida libre de temor, con relaciones amistosas, y disfrutada en libertad, donde uno es o puede llegar a ser, aquello que siente que es.
Así pues, independencia. ¿Que no será la República ideal? Je. Eso seguro. Viendo a los capitanes, esto puede ser la guerra de los Rose (1). Lo que pasa es que obligar a los demás, quienquiera que sea, a que sean, hagan o sientan algo que no desean, es la base de todos los males sociales. La represión del deseo, solo tiene un camino: el de la locura. Y la enfermedad social a veces tiene un tratamiento, que es la insurrección contra la tiranía. Ya se verá.
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NOTA