El Espasa del Anarquismo y la polinización libertaria

El Espasa del Anarquismo y la polinización libertaria

Rafael Cid

“No hay más que tres cosas en las cuales el pueblo obra por sí mismo

y sin representación: el trabajo, el impuesto y el servicio militar”

(Proudhon. Contradicciones políticas)

 

Durante la edad de oro del Movimiento Libertario Español (MLE), allá por el primer tercio del siglo pasado, se producía una especie de afinidad carnal entre la realidad laboral, representada por la vigorosa Confederación Nacional del Trabajo (CNT) en el mundo sindical, y una cultura de activismo obrero que aportaba los elementos cognitivos y emotivos para polinizar valores antiautoritarios entre amplios sectores de la sociedad. Pujanza y fortaleza que hoy no se dan en la misma intensidad ni extensión. A la euforia de antaño ha sucedido una divergencia de contornos inciertos. Ni lo que queda de la histórica CNT, ensimismada en la reconstrucción de las esencias frente al “desafío reformista”, ni la remozada y menos ortodoxa Confederación General del Trabajo (CGT), secuela que busca en un compromiso electoral de mínimos su alianza con los asalariados más conscientes y perspicaces , ocupan un lugar decisivo en el mundo del trabajo. Su obstinada oferta no estimula la demanda deseada. Aquí también la moneda falsa expulsa a la buena. Porque lo que ha mutado no han sido solamente esas “confederaciones” ácratas sino la base ciudadana a la que dirigen sus propuestas. Hoy lo anarcosindicalista cuenta con una limitada cuota de mercado. Se trata de un divorcio que tiene visos de permanencia, por más que la crisis de la gran recesión del 2008, con su brutal precarización de las condiciones laborales, haya demostrado que la explotación y la dominación siguen campando por sus fueros.

Y sin embargo, se da la paradoja de que muchos de las virtudes que constituían el arsenal ético e intelectual de aquel proletario militante siguen operativas, aunque en sordina. Ahora su huella se observa en ámbitos muy distintos de donde entonces enseñoreaban, incluso despuntan en territorios que tiempo atrás podrían considerarse de antagónicos. Cuando la izquierda institucional y sus atributos son prácticamente desechos de tienta que nada conmueven ni a nadie convencen, los principios y prácticas del pensamiento libertario progresan adecuadamente entre la población más crítica, responsable y proactiva. Así, el movimiento 15M, visto a priori con recelo por determinadas organizaciones del MLE, y el 8M feminista, han incorporado en sus señas de identidad algunas de las ideas fuerza y vectores de comportamiento individual y social del viejo anarquismo, sin necesidad de proclamar su denominación de origen. El rechazo de la burocratización sindical y partidista; la movilización espontánea y autónoma; el horizontalismo en la gestión de las protestas; el rechazo de las jerarquías en forma de líderes o dirigentes excluyentes que canibalizan a la gente; y la indiferencia ante las impostadas coberturas mediáticas que verticalizan y fulanizan las luchas; son herencias de un pasado libertario persistente. Pero entre esos registros, el más decisivo de todos, porque sobre su premeditada defenestración se ha basado la servidumbre voluntaria imperante, es el de la solidaridad.

Un apoyo mutuo que trasciende del coto cerrado de “la clase social” para abarcar a todo lo humano sometido, visibilizando la dominación más allá de la fábrica y la cadena productiva, y en la corta distancia de las historias mínimas de lo común. En ese ranking de la decencia recobrada hay que situar fenómenos como la cadena solidaridad barrial con los “sin papeles”, inmigrantes y refugiados; la resistencia ciudadana contra los desahucios; las muestras de repulsa e indignación que se dieron recientemente en media España tras la complaciente sentencia a La Manada; la refutación del sexismo y el patriarcado  en la práctica cotidiana (lacra y baldón del anarquismo clásico); o la promoción de los cuidados para el común en el marco de una economía colaborativa desmercantilizada. Con ello, en el plano cívico se hace intuitivo la cooperación que en el ámbito laboral persiguió con saña el franquismo y luego prohibió la democracia recobrada de aquella manera (art. 11.b RDLRT, de 04/1977), reafirmando una de las claves de la tradición libertaria en que hacia diana la obra  El Apoyo Mutuo: un factor en la evolución, del sabio ruso del siglo XIX Pedro Kropotkin.

Cara A y la cara B de una misma moneda. Pero nada que indique un juego de suma cero definitivo. Si hoy perviven vectores emancipatorios válidos y consecuentes en pos de una alternativa digna al desorden legal imperante es porque aún existe una eficaz siembra libertaria, aunque su origen sea una diseminación de nueva planta. Y eso se percibe en los cientos de ateneos anarquistas que pueblan la piel de toro; en las innumerables publicaciones con que grupos de afinidad y colectivos publicitan su dinamita cerebral para refutar el statu quo; o en las cooperativas de consumo y/o de producción con que sus seguidores se obstinan frente a la distopía vigente, más allá de la lectura cortoplacista de la “cuestión social”, como testimonio de ejemplaridad. En ese elenco surgen empresas colosales que sorprende hayan sido emprendidas por gente corriente, personas meritorias que escatiman tiempo a sus deberes profesionales y familiares para dejar huella emancipatoria, sin ayudas económicas ni apoyos institucionales, motivadas solo y exclusivamente por un imperativo moral. Uno de esos incunables es la monumental y excepcional Enciclopedia Histórica del Anarquismo Español, de cuya última edición este año cumple una década.

Este auténtico Espasa del Movimiento Libertario es mérito de dos militantes de largo aliento, Miguel Íñiguez y Juan Gómez Perín, sendos avanzados de la ilustración libertaria que asumieron el desafío de coordinar un proyecto junto a historiadores y activistas de abolengo como Ignacio Soriano y Eliseo Fernández. Su contribución al estudio de la memoria insumisa en todas sus vertientes pasará a los anales del anarcosindicalismo por su rigor, precisión y exhaustividad, convirtiéndose desde ya en un referente académico y social.  La idea de la Enciclopedia  surgió en 2002 desde la Asociación Isaac Puente de Vitoria, y se concretó inicialmente en un Esbozo de 700 páginas. De ahí se pasó en 2008 a una obra en tres volúmenes, dos de texto y otro de imágenes, que marcó la estructura de lo que sería el trabajo definitivo con el primer título largo de Enciclopedia Histórica del Anarquismo Español. Y este año, coincidiendo con el décimo aniversario de la publicación base, ha aparecido la versión definitiva, ahora renombrada como Enciclopedia del Anarquismo Ibérico, en cuatro densas entregas. De esta forma se da cuenta también, y de manera integral, de todo lo que ha acontecido en el ámbito de la acracia lusa (“con sus organizaciones, militantes, periódicos y eventos”), recobrando así la mejor tradición confederal. Testimoniada en siglas como la Federación Anarquista Ibérica (FAI), la Federación de Juventudes Ibéricas Libertarias (FJIL), o el más reciente Movimiento Ibérico de Liberación (MIL) de Puig Antich, en el espíritu de aquella Federación de Autonomía Ibéricas formulada por Felipe Alaiz   En total unas 3.500 páginas tamaño folio, cerca de 100.000 entradas y aproximadamente 6.000 ilustraciones, a lo que debe sumarse un CD con un copioso y valiosísimo aparato bibliográfico. La tarea de toda una vida.

Parecido registro, en categoría  y capacidad expositiva, ofrece el Centro de Documentación Antiautoritario y Libertario (CEDAL). Un portal especializado en rescatar, ordenar, valorar, archivar y hacer accesible al público todo rastro material sobre esta temática en soporte digital. El CEDALL está gestionado desde Badalona por un elenco de intelectuales y estudiosos del anarcosindicalismo coordinados por Joan Zambrana y Francisco Madrid. Un repositorio imprescindible para investigadores y personas interesadas en conocer de primera mano y a través de sus propias fuentes la realidad histórica de la autonomía obrera en el Estado español durante el siglo XX. De características próximas pero de carácter monográfico es la web Todos los Nombres sobre la represión en Andalucía, Extremadura y norte de África. Pilotada por Cecilio Gordillo, en junio pasado reunía las identidades de 96.129 víctimas del terrorismo franquista, 1.333 documentos y materiales, y 787 microbiografías. Todos los nombres echó a andar el 14 de abril de 2006 y representa un ejemplo de servicio público único para la recuperación de la memoria histórica de la dictadura. Y a la vez, una elocuente denuncia sobre la pasividad e indolencia de las instituciones a la hora de sacar del olvido a centenares de miles de personas que yacen en caminos y cunetas por oponerse al golpe militar fascista.

Pero todas estas talentosas iniciativas resultarían prácticamente baldías, una valiosa “arqueología”,  si a ello no se añadiera la constante proliferación de actividades presenciales y autónomas en torno al paradigma libertario. Talleres, charlas, exposiciones, ferias del libro anarquista, conciertos, conmemoraciones, encuentros, lecturas abiertas, cines fórum, presentaciones bibliográficas y debates (aquí los Athos, Porthos y Aramis se apellidan Taibo, Ibáñez y Amorós), y un sinfín de iniciativas ofrecidas desinteresadamente en ateneos, radios libres, centros sociales ocupados o fundaciones que recuerdan la existencia de vida inteligente en el nomadismo de la acción directa. Auténtica propaganda por el hecho sin parangón con lo que se percibe en la actualidad en otras opciones ideológicas con fuertes dispendios institucionales, mediáticos y económicos, auténticas cajas huecas de (in)significantes vacíos.

Hablo de Radio Klara y sus 37 años (¡se dice pronto!) de generosa presencia en las ondas con programación diaria de 24 horas ininterrumpidas a lo largo de toda la semana, conducida con profesionalidad y mérito por los dos Manolos y Aniceto. De la Fundación Salvador Seguí (CGT)  y Anselmo Lorenzo (CNT). De los ateneos La Idea en Madrid, Al Margen en Valencia y el Centro de Cultura Libertaria de Almada en Lisboa, uno de los más antiguos de la península. De revistas  orgánicas como Libre Pensamiento (CGT),  Estudios (CNT) y Tierra y libertad (FAI). De webs y blogs independientes como A las barricadas, Acracia, Portal libertario OACA, Polémica, Germinal, Argelaga, Reflexiones desde Anarres, Abordaxe (en galego). De editoriales de sensibilidad colindante como Virus, La Linterna Sorda, La Malatesta, Queimada, e innumerables puntos de confluencia de los múltiples anarquismos en movimiento. De muchas prácticas solidarias a pie de calle, como la de la Comunidad Esperanza en Canarias, animada por Ruyman Rodríguez y la FAGC, la mayor ocupación de casas vacías por familias precarizadas del Estado. Todos ellos, juntos en el fondo y revueltos en la crítica, contribuyen a la experiencia libertaria que mantiene en pie el universo antiautoritario y su reflejo simbólico. Al tiempo que atesoran una contracultura que fomenta el hálito de resistencia a la realidad forzada, generando nuevas maneras de cooperación social y prácticas de lo común. Quizás la clave de esta proactividad del apoyo mutuo traiga causa en el sesgo ético de la dialéctica estado-solidaridad que observaba la novelista norteamericana recientemente fallecida Ursula K. Le Guin en su libro El día antes de la revolución: <<El blanco principal del anarquismo es el Estado autoritario (capitalista o socialista); su objetivo práctico-moral principal es la cooperación (solidaridad, asistencia mutua). Es la más idealista, y para mí la más interesante, de todas las teorías políticas>>

El anarquismo se distingue de las ideologías al uso en no predicar ninguna ingeniería social científicamente redentora. Se trata de un ecosistema vital y ético que  brinda como eslabón axial el factor humano en todas sus dimensiones. Lo que certeramente Eliseo Reclus tradujo como “la más alta expresión del orden”. De esa polinización libertaria da cuenta y razón La Enciclopedia del Anarquismo Ibérico.

(Nota. Este artículo se ha publicado en el número de Diciembre de Rojo y Negro).

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