Implacables e Inaplicables

La CNT firma un convenio en una empresa de Levante. El hecho, por sí mismo, es un tanto irrelevante, ya que la firma de un convenio rara vez es noticia. Podría decirse que el que la CNT firme algo, sí que es digno de admiración, ya que el sindicato no es que se prodigue en demasía. Pero en este caso sí que llama la atención por otros motivos. Y no porque hayan llevado adelante el proceso sin tener representación unitaria, que ya tiene mérito meter cabeza sin haber participado en las elecciones sindicales, enfrentándose a una legión de jefecillos, cargos intermedios y mustios pelotas. Si no porque han negociado e implantado un concepto que suena raro: el de inaplicabilidad.

 

Desde que se inició la Transición Española, en su mercado laboral las sucesivas Reformas Laborales han ido creando contratos precarios, despido fácil y desempleo escaso, por resumir. Y llama mucho la atención que estas medidas hayan sido tomadas en diversas ocasiones, por alguna u otra de las centrales sindicales representativas. Centrales sindicales, que han recibido además, un río de oro en forma de subvenciones directas, indirectas, formación ocupacional, participación institucional… Centrales sindicales, que además están desaparecidas del panorama social, y no parecen tener nada que decir en torno a precariedad, desempleo, desahucios… Más que cuando alguno de sus dirigentes hace alguna paniaguada declaración en la tele, que da impresión de estar viendo a un desconsolado viudo saliendo de un velatorio.

 

Bueno, pues con la firma de ese convenio, resulta que son inaplicables un montón de medidas que ha impuesto la legislación laboral española (1). Es decir, que lo destacable de esta firma, es que tira por tierra todo el alambicado edificio de leyes establecidas para joder a base de bien al trabajador.

 

Y eso lo ha hecho un sindicato, del que se dice que está formado por cuatro colgaos sin profesionalizar, que no participa del tinglado institucional de subvenciones y elecciones, y que carece de los recursos propios de que disfrutan en abundancia organizaciones que presumen de millones de afiliados.

 

Por supuesto, no soy triunfalista, porque a buen seguro, en cuantito pueda la empresa, los políticos, los jueces y las otras centrales, echarán encima de la experiencia una tonelada de mierda mezclada con metralla, estramonio y virus letales. Unos por venganza, otros por despecho, otros por justificar su posición, la vida siempre es complicada para el disidente que apuesta con su persona.

 

Pero de momento, suceda lo que suceda mañana, queda demostrado una vez más, que puede hacerse, que toda esta locura se sostiene sobre el miedo y la pasividad. Y que bastará darle un buen empujón, para que caiga a poco que todos arrimemos el hombro.

 

Señores empresarios, les inaplicamos en el sentimiento. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.

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