Falsos positivos
Una de las cosas más importantes que tiene que hacer un militante al cabo del día, aparte de defecar y lavarse las manos, es la de centrar sus ideas. Qué es lo importante, qué es lo que no es importante y qué es lo de una importancia muy importante. Las ideas, se forman por ahí, y cobran vida propia, en serio, constriñendo nuestros comportamientos. Alguien las lanza y las nutre. Si dejas que se desarrollen, ellas se apoderan de ti y rigen tu vida. Y probablemente el que te las dio te acabe controlando, tanto para apoyarlo, como para combatirlo.
Resulta que ponen bombas en Francia, que grupos armados arrasan Siria, que Turquía persigue a los kurdos, y se leen esos conflictos desde un punto de vista materialista en la prensa de izquierdas, como conflictos creados por el petróleo, por el control del gas, por la banca, por corporaciones… Pero en el fondo, hay también una lucha de ideas: las que describen un mundo con una sola raza humana, por encima de naciones, religiones, familias e intereses económicos; y las que defienden los Estados, la tiranía, la oligarquía, el monopolio y la dictadura empresarial, incidiendo en diferencias étnicas, religiosas, nacionales, políticas, idiomáticas y culturales, y así robar a los pobres para dárselo a los ricos.
Yo, que no tengo interés alguno en controlar el comportamiento de nadie, me limito a compartir con ustedes alguna reflexión, en torno a los falsos positivos. En medicina, el falso positivo es cuando –por ejemplo– te hacen el test de embarazo, y te sale que sí cuando resulta que es que no. Te llevas o un susto o un disgusto y te baja la regla, pero ahí queda todo.
En el mundo del Estado, un falso positivo es más duro. En Colombia, por ejemplo, cogían los militares a un muchacho cualquiera, un estudiante, un empleado, lo torturaban para que confesase, lo mataban y lo dejaban tirado con un arma al lado, afirmando que había muerto en un enfrentamiento y era un líder de las FARC. O un narco. Ya tienes el falso positivo. Y para dar más credibilidad al enfrentamiento, mataban los militares a cualquier soldado prescindible dejando el muerto con el chaval ejecutado. Y así constaba en las estadísticas, y permitía incrementar el control por parte del ejército de sus zonas de influencia: más dinero, más armas, más ascensos, más leyes represivas. Y a partir de este acoso, había jóvenes que se lanzaban al monte en busca de seguridad o de venganza, y emboscaban a soldados a los que hacían picadillo. Una vez empieza la rueda a moverse, puede durar un siglo.
Aquí en el Reino, resulta que también se nos lanzan ideas: la Generalitat la de la independencia; el Gobierno la de la ley; los partidos las de sus fichajes; y los candidatos las de las elecciones. Y la policía, también nos manda sus mensajes. Van tres o cuatro operaciones policiales contra el “terrorismo anarquista”, al que no se le puede imputar ni un solo atentado. Y somos mostrados a la población como enemigo a batir. Casi un centenar de detenciones, decenas de encarcelados, algunos de ellos que siguen superando el límite de prisión preventiva. Ni una sola prueba.
¿Qué hacen recientemente y realmente los anarquistas? Los anarquistas, desde 2011, se encontraron con un movimiento social de masas que empleaba métodos libertarios: autonomía, asamblea, rechazo a los partidos… Bueno, no fueron capaces de adaptarse a la situación y, o tomaron tímidamente en el movimiento llamado 15-M posiciones subalternas, o continuaron con sus tradicionales conversaciones orgánico-grupusculares en torno a rivalidades y pendencias, que podemos resumir en una pequeña montaña de mierda. Resultado: que el tirón protestatario lo aprovechan esos partidos emergentes que se presentan como salvadores del pueblo, y que son más de lo mismo.
¿Qué pueden hacer los anarquistas en el escenario que nos montan los Estados? Pues organizarnos y sumarnos a la lucha social. No hay otra salvación que esa. Planes mancomunados, objetivos comunes, federalismo y cooperación en lo que se pueda, y en lo que no se pueda, dejar que cada cual haga lo que le parezca. Dejémonos de discusiones estúpidas en torno a los votos que tiene tal, o si hace veinte años Mengano fue expulsado sin pruebas. Que le den por el orto a Mengano, a los votos, a las cuotas y a las pruebas. Hablemos del desempleo, los despidos, los desahucios, la factura de la luz y el agua. Hablemos de cómo intervenir de manera efectiva en los problemas comunes, y en cómo ofrecer nuestras alternativas.
Porque en lo positivo, y no falsos, los anarquistas somos los únicos que seguimos practicando una militancia desinteresada, gratuita, insobornable, al margen de las instituciones de las que no queremos formar parte. Tenemos mucho que ofrecer, mucho que regalar a poco que nos lo propongamos, basta con cambiar el orden de importancia de nuestras ideas.
Ya que si no, si no andamos con ojo, si no atendemos a las señales, si seguimos hablando de gilipolleces, si descuidamos la organización, si no conectamos con el pueblo y dejamos que nos pesquen en solitario, vamos a servir como carnaza para falsos positivos.
Siendo lo que nos espera después, civilización, y barbarie. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno.
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