Catalunya clama por la independencia

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Joreg
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Joreg » 25 May 2018, 18:59

_nobody_ escribió:Catalunya y las anarquistas
per Ruymán Rodríguez
https://lasoli.cnt.cat/25/05/2018/catal ... arquistas/
Que tenemos que intervenir en los acontecimientos, con nuestras propias estrategias, como en los cdr. Y que tan chungo es quitarse del medio, como participar como carne de cañón o de forma acrítica.
Lo que se gana en velocidad, se pierde en potencia. Lo que se gana en potencia, se pierde en velocidad.

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Joreg
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Joreg » 26 May 2018, 10:29

Un artículo interesante:

http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/40065

Los libertarios en los CDR

Habla con ellos/as
Lo que se gana en velocidad, se pierde en potencia. Lo que se gana en potencia, se pierde en velocidad.

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Super8
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Super8 » 26 May 2018, 10:37

Joreg escribió:
_nobody_ escribió:Catalunya y las anarquistas
per Ruymán Rodríguez
https://lasoli.cnt.cat/25/05/2018/catal ... arquistas/
Que tenemos que intervenir en los acontecimientos, con nuestras propias estrategias, como en los cdr. Y que tan chungo es quitarse del medio, como participar como carne de cañón o de forma acrítica.
O sea, nada.

Voltairine de Cleyre
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Voltairine de Cleyre » 29 May 2018, 14:21

Super8 escribió:
Joreg escribió:
_nobody_ escribió:Catalunya y las anarquistas
per Ruymán Rodríguez
https://lasoli.cnt.cat/25/05/2018/catal ... arquistas/
Que tenemos que intervenir en los acontecimientos, con nuestras propias estrategias, como en los cdr. Y que tan chungo es quitarse del medio, como participar como carne de cañón o de forma acrítica.
O sea, nada.

¡Vaya! No creo que se pueda reducir a tan poquito el artículo del compa.

Dice que el conflicto catalán (desde la perspectiva anarquista) está enquistado entre los que optan por inhibirse y los que lo hacen por participar. No concuerda con los que se inhiben porque a veces escudan su actitud tras argumentos o españolistas o puristas. A su vez cree que los que participan a veces lo hacen de forma seguidista, asumiendo narrativa ajena y sin programa propio.

Sus tesis son:

-Ante la represión solidaridad con las represaliadas. Como anarquistas, con independencia de que no coincidamos con X planteamientos, nuestro deber es estar del lado de toda comunidad humana desarmada que sea aplastada por la fuerza de un Estado. Hoy toca estar con las catalanas.

-En cualquier situación de ebullición social (del 15M al levantamiento de un bulevar o un muro) nos toca tratar de meter discurso y sobre todo práctica. Sólo en la confrontación y el trabajo cotidiano se puede incidir y crecer.

-La implicación debe darse con nuestros propios planteamientos, sin aguar el mensaje y sin asumir el de los políticos profesionales y las instituciones.

-Hemos de asumir el rol de tensores y generadores de conflicto, de "oposición callejera" (dixit) y no de colaboracionistas. No hay mejor papel con nuestra poca fuerza y número.

-Hay que trasladar el conflicto de lo abstracto (patrias y símbolos) a lo concreto (modelo social, autogestión, alimento, techo, producción, distribución).

-Someterse al planteamiento estatista es perder de antemano. Los Estados jóvenes son niños consentidos y tiránicos cuyo comportamiento se excusa hasta que no hay marcha atrás. Creer que los Estados recién nacidos son más vulnerables ante la disidencia interna es ignorar la historia y la estrategia política histórica.

-Asumir el transversalismo es la forma de que el conflicto nunca llegue a la cuestión social. La burguesía catalana sólo quiere independencia política. La independencia política sin independencia económica, sin autogestión de recursos, es puro maquillaje que en nada altera la vida de la clase trabajadora (señala a África y su fallida descolonización).

-Hay que implicarse en las organizaciones barriales de base y trasladar el foco del parlamento a la calle y de los políticos a la gente de a pie. Forzar el divorcio entre los que dirigen el conflicto y el pueblo, que es quien debería protagonizarlo.

Puede gustar más o menos, pero ya es más que "nada". :D

bo
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por bo » 29 May 2018, 17:21

La cuestión es que si las personas libertarias que están ahí en la calle, como con los CDR, hacen o no ese seguidismo o están tensando la cuerda.
Por ejemplo, los puntos de la regional catalana se la CNT ponen el énfasis en la cuestión laboral.
Hay muchos problemas y pocas soluciones.
Muchas críticas, lo sé, y pocas son constructivas.
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bo
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por bo » 30 May 2018, 18:01

"Mi hija me contó que, en un primer momento, determinados alumnos desafiaron los profesores: se han paseado con banderas españolas dentro de las aulas y han puesto el himno español con los móviles".
https://www.elsaltodiario.com/cataluna/ ... rdia-civil

Los hijos de los picoletos se han hecho anarcas y desafían la autoridad de los profesores.
Hay muchos problemas y pocas soluciones.
Muchas críticas, lo sé, y pocas son constructivas.
Kery James - Déséquilibre

Oc
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Oc » 30 May 2018, 18:54

bo escribió:
"Mi hija me contó que, en un primer momento, determinados alumnos desafiaron los profesores: se han paseado con banderas españolas dentro de las aulas y han puesto el himno español con los móviles".
https://www.elsaltodiario.com/cataluna/ ... rdia-civil

Los hijos de los picoletos se han hecho anarcas y desafían la autoridad de los profesores.
Más bien fachas no?
El artículo original en catalán: https://directa.cat/linstitut-el-palau- ... mperfecta/
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Oc
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Oc » 30 May 2018, 19:15

bo escribió:
"Mi hija me contó que, en un primer momento, determinados alumnos desafiaron los profesores: se han paseado con banderas españolas dentro de las aulas y han puesto el himno español con los móviles".
https://www.elsaltodiario.com/cataluna/ ... rdia-civil

Los hijos de los picoletos se han hecho anarcas y desafían la autoridad de los profesores.
Disculpa. Supongo lo decías en plan satírico, pero es que la cosa se sale de madre según como.
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http://www.anarkismo.net
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Rabioso
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Rabioso » 22 Jun 2018, 15:02

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_nobody_
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por _nobody_ » 27 Jun 2018, 00:32

No es lo que usa la ultraderecha suiza?
...vive como piensas o acabarás pensando lo que vives...

adonis
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por adonis » 29 Jun 2018, 18:59

A riesgo de que ya se haya publicado, ya que este hilo tiene un cerro de paginas, dejo este articulo relativamente reciente (finales de Mayo) que no habia leido hasta ahora:

https://lasoli.cnt.cat/25/05/2018/catal ... arquistas/
CATALUNYA Y LAS ANARQUISTAS

Hablar de Catalunya, desde el anarquismo (y casi desde cualquier sitio) resulta difícil. Lo cómodo parece ser mantenerse al margen, implicarse en las propias dinámicas, desdeñar lo que allí pasa como si no fuera nada de importancia o despacharlo tirando de lugares comunes y fórmulas doctrinarias. Parece que uno se juega el prestigio al inmiscuirse en temas tan enconados en los que se dibujan dos frentes claros, aún dentro del anarquismo. Sin embargo, yo no tengo prestigio alguno que arriesgar y hablar sin nada que perder aligera bastante la labor.

Lo siento por quien no coincida conmigo, pero no puedo callarme ante lo que veo (si no he dicho nada antes es por cuestiones ajenas a mi voluntad). Advierto que por las mismas cuestiones no me ha sido fácil mantenerme completamente informado sobre la situación en Catalunya, y puede que se me escape algún detalle que seguro las lectoras sabrán perdonar. Ninguna de mis observaciones alude por tanto a ninguna compañera o texto concreto, sólo a sensaciones y corrientes de opinión que he detectado.

Advierto también otra cosa, quien esto escribe se considera a sí mismo un apátrida, una persona opuesta por convicción y sensibilidad a cualquier nacionalismo y estatismo, desafecto a cualquier bandera y enemigo de toda frontera. Criado literalmente en un ambiente nacionalista, nunca he conseguido que me motiven ni los identitarismos ni las patrias. He visto durante demasiado tiempo, y lo siento por los aludidos, como las anarquistas en Gran Canaria nos comíamos solas (o casi) piquetes antidesahucio y realojos, sin que los nacionalistas intervinieran cuando desahuciaban a algún paisano suyo ni les ofrecieran a los afectados más que folclore y apoyo simbólico. El nacionalismo en Canarias ha ofrecido durante décadas galeradas y galeradas hablando de abstracciones, pero ni una sola respuesta organizada (excluyendo la caridad), a nivel callejero, a la miseria de un pueblo que no come banderas ni puede reivindicar una patria cuando ni siquiera tiene tierra. No es la primera vez que escribo esto.

Sobre la cuestión catalana, si simplificamos mucho un asunto que es verdaderamente complejo, parece que el anarquismo se ha dividido en dos posturas principales: una que llamaremos ortodoxa (aunque el término es deliberadamente engañoso), y que se opone a cualquier participación de las anarquistas en el conflicto catalán, y otra heterodoxa (ídem), que cree que las anarquistas deben implicarse. Yo no pienso atacar, ni siquiera analizar, ambas reducciones; pero sí voy a cuestionar sus exageraciones y lo que tomo por fallos estratégicos. Puede que leyendo el anterior párrafo quizás alguien se imagine ya dónde sitúo mi voz, pero no les recomiendo que se apresuren. En el anarquismo siempre hay hueco para no estar “ni al margen ni en el ajo”(1), para estar con la gente y contra los Estados.

Lo siento mucho, pero del discurso ortodoxo se desprenden en demasiadas ocasiones dos vertientes, subyacentes pero importantes, que no consigo tragar. En primer lugar detecto que muchas veces tras las críticas a la intervención de las anarquistas en lo que se ha venido a llamar el procés se esconde una mirada indulgente hacia el Estado español (la misma que se acusa de tener con la Generalitat al bando contrario), unos tics rancios de centralismo españolista con los que, como ápatrida, ni quiero ni puedo coincidir. Hay sorpresa y asombro, entre algunos de nuestros intelectuales, por que las catalanas quieren abandonar el naufragado cayuco español, cuando lo que debería sorprenderles es que el resto quiera continuar en él. Se alude a un impreciso internacionalismo que en realidad sirve de mampara para no admitir un pecado inconfesable: la propia comodidad dentro de una España cuya opresión se percibe como tolerable. Se tiene más miedo y se carga más tinta contra un Estado hipotético que contra uno real que nos aplasta a diario. El Estado catalán, como conjetura, asusta y preocupa más que el Estado español, como certeza. Cuando nuestra voz se une a los que cuelgan banderas de España de los balcones y a los que dan vivas a la Guardia Civil toca revisar seriamente qué está saliendo de nuestra boca.

El rejo españolista es la primera arista con la que no coincido, y la segunda es el eterno recurso de la “pureza”. La idea de que el anarquismo es algo demasiado grande y perfecto como para bajarlo de su pedestal de cristal de Swarovski y mezclarlo con causas espúreas, no es la mía. Así se entiende que en la mayoría de luchas sociales, como es el caso del frente de la vivienda en la última década, el anarquismo haya jugado un papel anecdótico o de comparsa, salvo aisladas excepciones. Porque para intervenir en esta lucha toca juntarse y trabajar con vecinos que pueden ser votantes del PP, que están cargados de mil prejuicios y que ignoran las ideas anarquistas. Así se entiende también que en el 15M nos mearan la mayoría de oportunistas políticos (nuevamente, salvo raras salvedades) y que en los últimos años nos adelante por la izquierda hasta una asociación de petanca. Creemos que solo podemos participar en luchas perfectas, con gente perfecta, con un porcentaje de un 100% de coherencia y de un 0% de contradicciones. Esas condiciones, todas lo sabemos, nunca se darán. Es por eso por lo que ya no participamos en casi nada.

Es triste, pero hemos guardado el pasado en ámbar. Creemos que el 19 de julio de 1936 la gente tomó las armas por la revolución social gracias a la ciencia infusa. Omitimos un trabajo previo pesado y agotador que describe Anselmo Lorenzo en el Proletariado militante(2), y que conllevaba tragar mucha mierda e ir a discutir a círculos burgueses en los que a veces se acababa a las malas. Los anarquistas pudieron impulsar los acontecimientos revolucionarios del 36 en Barcelona porque antes contactaron con la gente en sus aspiraciones más básicas y no le hicieron ascos a disputarle terreno a los burgueses ante los auditorios más hostiles. Si hoy se produjera una movilización por reducir la jornada laboral a las 6 horas o por bajar la edad de jubilación a los 60 años, muchos anarquistas se inhibirían de participar y acusarían a la movilización de reformista mientras en sus locales lucirían con orgullo el retrato de los Mártires de Chicago. Parece que algunas prefieren hacer una manifestación a favor del Apoyo Mutuo, en abstracto, mientras sus vecinos son apaleados ante su mirada indiferente.

Lo siento, pero no me hice militante anarquista para ejercer de vigilante monacal de la pureza de un dogma.

Creo que las anarquistas debemos situarnos en unos parámetros bien distintos. El linchamiento que sufrieron las catalanas el 1 de octubre de 2017 debería de habernos hecho despertar y haber cambiado muchas de nuestras certezas. Estamos asistiendo al apaleamiento masivo de un pueblo (de una de sus mitades, si se prefiere) que reivindica, esencialmente, el derecho a autogobernarse, y ninguna anarquista puede ignorar esto sin acabar aceptando un centralismo estatal que supuestamente hemos combatido desde la I Internacional. Y aun cuando las exigencias de las catalanas fueran más peregrinas, aquí nos encontramos ante un pueblo desarmado y unas fuerzas policiales que lo aplastan. Nuestro lugar de la barricada no puede ofrecer lugar a dudas. Podemos disentir todo lo que queramos de ciertos planteamientos independentistas (de hecho lo haré en la parte final de este texto), pero igual que oponernos a la persecución de una minoría religiosa no nos convierte en creyentes, oponernos a la persecución de las independentistas catalanas no nos convierte en nacionalistas. La discrepancia de conceptos en abstracto no nos puede hacer ignorar una violencia gubernamental que es concreta, material y tangible. Pongo la represión en el centro del debate porque es la demostración más clara del origen de nuestros pruritos y reservas, y lo que pone contra las cuerdas a nuestra autentica sensibilidad anarquista. Las anarquistas estaban en los años 30 y 40 del siglo pasado con las judías como hoy están con las palestinas, porque nuestro lugar, sin necesidad de asumir banderas, Estados, creencias religiosas y culturales, siempre ha estado con las perseguidas y contra los perseguidores, con las oprimidas y contra los opresores, y nunca nos han cabido dudas al respecto. Las anarquistas somos mapuches cuando cargan contra las mapuches, somos kurdas cuando bombardean a las kurdas, somos artistas cuando encarcelan a las artistas, y así sucesivamente, porque nuestra carne se compone de todas aquellas que sufren la represión en cualquier lugar del mundo. ¿Por qué somos anarquistas entonces? Porque quien siempre carga, bombardea y encarcela es el Poder. Hoy, por lo mismo, nos toca ser catalanas.

Seguramente varias compañeras verán exagerada la comparativa, pero lo esencial es que el sistema judicial español y su policía están apaleando, persiguiendo y encarcelando a personas que, peor o mejor, reclaman su derecho como comunidad humana a decidir por sí mismas. No reconocer que existe una agresión represiva nos vuelve a colocar ante una repugnante indulgencia con el Estado español, su judicatura y fuerzas policiales, que no le concederíamos a otros aparatos represivos internacionales. Para mí la sensibilidad anarquista debe estar con las catalanas que sufren las cargas y la persecución; lo demás es retórica. Creer que debemos asumir el ideario de una víctima para reconocerla como tal es unir nuestra voz a la de los verdugos. Ya lo decía Reclus: “Personalmente, cualesquiera que sean mis juicios sobre tal o cual acto o tal o cual individuo, jamás mezclaré mis voz a los gritos de odio de hombres que ponen en movimiento ejércitos, policías, magistraturas, clero y leyes para el mantenimiento de sus privilegios”(3).

En el plano de la sensibilidad y la solidaridad, factores que se ignoran en política, creo que ésta debe ser nuestra conclusión. Pero, ¿y en el plano estratégico? La cuestión podría extenderse hacia cualquier situación de efervescencia social, más allá de Catalunya. ¿Deben las anarquistas implicarse en estos casos? Siempre he pensado que sí. Salvo contadas excepciones, toda situación de conflicto social es un campo de trabajo propicio para el anarquismo. Tener reparos porque su origen o aspiraciones iniciales no son libertarias es condenarse a la inacción. Cuando surgió el 15M muchas anarquistas despreciaron el fenómeno por reformista y pacato y se negaron a participar. El análisis podía ser acertado, pero no la reacción de mantenerse al margen. Las cosas son lo que dejamos que sean, y ese “dejamos” nos incluye a nosotras. Las cosas se institucionalizan, politizan (en el mal sentido) y desinflan a niveles revolucionarios porque precisamente nosotras, las revolucionarias, nos quedamos de brazos cruzados y lo permitimos. Somos responsables. La I Internacional surge en 1864, entre otros factores, por las ganas que tenía Napoleón III de dar un aspecto social y aperturista a su dictadura, por eso manda a un grupo de proudhonianos a Londres para que confraternicen con los cartistas ingleses. ¿Debían participar los anarquistas en eso o despreciar el invento por sus orígenes? La historia nos demuestra que no le hicieron ascos al asunto y que gracias a él acabaron teniendo preponderancia en el movimiento obrero de las regiones europeas latinas.

Cuando las anarquistas grancanarias intervinimos en el 15M no lo hicimos de forma complaciente y aquiescente. Seguramente muchas reformistas y miembros de partidos políticos nos recuerdan más como generadoras de conflictos y eternas disidentes que como otra cosa. Pero esa participación no sólo desbarató muchos de sus manejos y radicalizó algunas situaciones y reivindicaciones, también nos permitió dar a conocer las ideas y herramientas anarquistas y afianzarnos como colectivo. Cuando la FAGC empezó a andar por el frente de la vivienda convocó asambleas de inquilinas y desahuciadas en las plazas y así contactamos con muchas vecinas, pero no fue esa nuestra única forma de crecer. La PAH local de aquella época, refractaria a la okupación, no interesada por los casos de alquiler y, a nuestro entender, bastante institucionalizada, no parecía un buen lugar para que la anarquía dejara su semilla. Pero fue en algunas de sus asambleas, a las que nos autoinvitábamos y en las que exponíamos a modo de contraste nuestra forma diferenciada de abordar la lucha por la vivienda, cuando muchos casos que no hallaban solución en la PAH empezaban a contactar con nosotras. Hacía falta que fuera allí, en una confrontación de ideas directas, donde las personas cuyos casos de alquiler se desestimaban escucharan que el problema de la vivienda requería soluciones integrales, sin situar a las hipotecadas por encima de las inquilinas y precarias. Hacía falta que la gente que ya tenía una orden de lanzamiento firmada en la mano escuchara allí que la okupación, convertida en tabú por parte de los activistas de clase media, siempre sería una alternativa más viable que dormir en la calle. ¿Qué potencial revolucionario tiene una movilización vecinal contra la colocación de parquímetros, la construcción de un bulevar o el levantamiento de un muro? Si nos dejáramos llevar por las apariencias, por lo inmediatista y localista de la reivindicación, por la voz de algunos participantes cargada de prejuicios y de ideas derechistas, seguramente nos parecería que ninguna. Pero como nos recomendaba Malatesta(4), es nuestro cometido participar en esas reclamaciones parciales y llevarlas a lugares más lejanos y más hondos. De ahí vienen las explosiones sociales, aunque sea a pequeña escala y a modo de entrenamiento para el futuro. ¿Pueden ser los actuales CDR (Comités de Defensa del Referéndum primero, y de la República después) algo similar? Lo desconozco porque la distancia no me permite hablar más que de oídas. Lo que sí sé es que en cualquier organización barrial y vecinal de base las anarquistas debemos intentar participar (hasta donde veamos que nos sea posible) para profundizar en el carácter social de las reivindicaciones y tratar de radicalizar tanto las formas como los fondos. Algunas compas me aducen con razón que no se ven participando en un órgano que apoye referendos y repúblicas, pero nada cuesta que esa erre se transforme y se levanten Comités de Defensa de la Revolución, tan sólo con participar, implicarse e intentar desbordar las expectativas. De todas formas, el continente no debería pesar más que el contenido.

Leído lo leído, las compas que siguen estas líneas pueden haber concluido que propongo que el anarquismo se sume al proceso soberanista catalán y que apoye a éste, y a las fuerzas que lo impulsan, de forma incondicional. Nada más lejos de mi intención. De hecho considero que para ofrecer apoyo ciego e implicación acrítica es mejor no salir de casa. Vaya por delante que no pretendo desde mi ultraperiferia decirle a las compas catalanas, a los que lo viven en primera persona y tienen que lidiar con el asunto a diario, cómo deben o no hacerse las cosas. Sólo pretendo ofrecer una visión desde la perspectiva que da la distancia y también desde la cercanía a los procesos de independencia que nos ofrece nuestro cercano continente africano.

En todo acto de conflicto social es interesante y necesario que intervengan las anarquistas, pero deben hacerlo a su modo y con sus propias condiciones. La participación anarquista es necesaria en clave de tensión, e incluso de oposición callejera. Porque implicarse no es ni puede ser sinónimo de colaboracionismo. Este aspecto no se está contemplando, al menos en toda su dimensión. La acusación de equidistancia y neutralidad ante cualquier desacuerdo, el “esto no toca” ante cualquier discrepancia, el “le estás haciendo el caldo gordo a la derecha y al 155” ante cualquier crítica, generará un ambiente óptimo para que quienes controlan el próces desde las instituciones se sientan cómodos, pero jamás permitirá que se pueda ahondar en la radicalización social del conflicto. El papel de las anarquistas no puede ser ni de palmeras ante los políticos menos malos ni exclusivamente de carne de cañón en los desafíos físicos (piquetes, cortes de carretera, etc.), eso no es más que reproducir milimétricamente un pasado en el que no nos fue demasiado bien.

Cuando estalla la Guerra Civil en 1936, y la consiguiente revolución popular, los comités confederales y anarquistas pierden todo el verano, cuando el impulso de la revolución era más fuerte, debatiendo sobre el papel del movimiento libertario en los acontecimientos. La tesis que se impuso desde primera hora fue la de la colaboración con las instituciones republicanas, tesis que reforzaba a quienes desde dentro de las organizaciones libertarias ya habían pedido el 14 de abril de 1931, ante un marco muy distinto, que se dejara respirar a la nueva República Española y se rebajara la conflictividad social para no poner en peligro su asentamiento. Este espíritu, reeditado en 1936, iría cristalizando mes a mes hasta hacer inviable toda crítica al gobierno y a sus disposiciones. Allí también se aducía el “esto no toca” y se hablaba de deslealtad y de lo contraproducente para la causa común que era emitir cualquier crítica. Así se va aceptando la militarización, la participación gubernamental, se va quitando a los anarquistas más recalcitrantes, como Liberto Callejas, de la prensa confederal, y se les va sustituyendo por otros más dóciles como Jacinto Toryho, hasta que el anarquismo, motor ideológico de la revolución, se ata así mismo las manos y asume el rol de comparsa republicana. José Peirats diría que lo mejor para la CNT hubiera sido convertirse en oposición, manteniendo su trinchera en la calle y en lo social(5). Si esta tesis puede mantenerse –de forma bien fundada viendo los acontecimientos posteriores– cuando el anarquismo era una fuerza preponderante, ¿cómo no mantenerla hoy cuando es ultraminoritaria?

La idea de intervenir sólo en los posibles altercados callejeros, pero sin elaborar un discurso propio detrás, con una estrategia de conflictividad propia, tampoco es propicia para que la cuestión social se abra camino. En todas las revueltas y conatos revolucionarios las anarquistas se han partido la cara en la calle las primeras, sin que esto haya evitado que desaparecido el alboroto también haya desaparecido su influencia. Victor Serge le relató a Ángel Pestaña cómo durante la Revolución Rusa las anarquistas ganaron mucho afecto popular al ser las primeras en batirse el cobre durante las jornadas de octubre, pero cómo todo se fue diluyendo cuando después de actuar como fuerza de choque se volvieron a sus locales a debatir sobre el sexo de los ángeles(6). Las anarquistas hemos sido, a nivel histórico, perfecta carne de cañón en conflictos que generan otros, pero no siempre hemos sabido generar los propios o al menos introducir nuestras exigencias en dichos conflictos y mantener la tensión callejera necesaria para alcanzar nuestros verdaderos objetivos que son, por fuerza, populares y extraparlamentarios.

La implicación por tanto debe ser práctica, resolutiva, pero respondiendo a una estrategia propia y no prestada, y sobre todo debe ser crítica y autónoma, incómoda, debe ser generadora de tensión social y no pacificadora. Y esto debe aplicarse a todo.

Aceptar banderas e identitarismos sólo aleja el conflicto del terreno social y lo entrega en manos de quienes controlan la narrativa de las emociones abstractas. Mientras el conflicto gire entorno a lo abstracto y no a lo concreto, el pan, la vivienda, la asistencia sanitaria, el trabajo, la autonomía económica, serán elementos que podrán sacrificarse sin pesar alguno en el altar de las patrias y los himnos. Los que buscan la hegemonía de lo etéreo son los mismos que buscan que no se mencione el capitalismo ni las posibles alternativas a éste. El juego del nacionalismo es poner a los elementos abstractos, como la nación, la identidad colectiva, los símbolos, en el centro del discurso, para evitar que tomen voz las personas concretas. Lo más peligroso, para los vendedores de quimeras, es que la gente llegue a darse cuenta de que autogobernarse no significa cambiar una bandera por otra, sino tomar decisiones sobre su propia economía, su propio modelo social y su propia vida.

Por otra parte, asumir que las anarquistas sólo pueden implicarse en un conflicto asimilando las ideas de quienes hasta ahora lo han dirigido es haber perdido de antemano. Aceptar como un mal menor supuestos pequeños Estados de rostro amable y simpáticas repúblicas coloristas es pecar de exceso de ingenuidad y de un optimismo infantil. Los Estados que nacen, después de procesos revolucionarios o de independencia, son, a ojos de sus partidarios, como niños mimados a los que se les consiente y perdona todo. Cualquier error que cometen es culpa de las agresiones externas, cualquier exceso represivo es responsabilidad de la nueva situación, etc. Esta idea se extiende y se acaba convirtiendo en un mantra para los grupos de presión que intentan silenciar cualquier disidencia aduciendo a la vulnerabilidad del nuevo Estado y acusando de desestabilizar a cualquier discrepante. Los Estados jóvenes son pequeños tiranos consentidos, y creer que son más fáciles de moldear o desafiar, por parte de su población interna, es un ejercicio de inocencia política imperdonable(7). Las anarquistas, en tanto en cuanto defiendan un proyecto de autogestión y autonomía real, no tienen porque sumarse a una aspiración, por muy generalizada que se pretenda, de carácter estatista. ¿Que toda tesis que no contemple la creación de un nuevo Estado está descartada entre la población? Pues nuestra misión es introducir la idea opuesta, pero no a través de manifiestos, discursos y jeremiadas, sino a través de crear los órganos prácticos, prescindiendo de cualquier retórica, que la hagan posible. Crear comités, comisiones y asambleas, o la estructura que se prefiera, para empezar a gestionar recursos fácilmente asumibles por la comunidad (como vivienda y suministros) que demuestren que en un nuevo marco de ruptura se puede prescindir del Estado. Con Estado y república, como nos demuestran la mayoría de países del mundo que han renunciado a las monarquías y siguen siendo regímenes liberticidas y capitalistas, no hay ruptura posible. Hay un cambio institucional pero no una transformación real de las relaciones económicas y sociales, y eso es lo realmente importante.

Ese es el peligro de aceptar el transversalismo como consecuencia inevitable del conflicto catalán. Los movimientos nacionales suelen ser, por tendencia, transversales e interclasistas; los movimientos sociales no pueden ni deben serlo. Aceptar la necesidad de la transversalidad es aceptar que la batuta del procés la lleve la burguesía catalana, con las consecuencias que esto conlleva. A la burguesía catalana le pueden importar mucho los símbolos y los sentimientos, pero su mayor afecto es para con el dinero y su símbolo favorito es el de los billetes de 500 euros. La propiedad privada lo es todo para ella, y no sacrificará nada que pueda ponerla en riesgo. Ante todo lo que pueda afectar al statu quo económico (por eso desaceleró tanto el procés –quizás más que la propia represión estatal– la fuga de capitales y los boicots empresariales españolistas) sabe bien dónde debe situar su solidaridad de clase –mucho mejor que nosotras–. Por eso el PdeCat se ha olvidado de la humillación del 155, de la provocación de ser un país tomado por la Guardia Civil, de sus presos y exiliados, y ha firmado con el PP, Ciudadanos y el PNV un acuerdo para destrozar la okupación famélica con desalojos expeditivos(8). Eso es transversalismo, y lo es también Felip Puig mandando a sus mossos a apalear manifestantes durante el 15M, lo son los mossos torturando a detenidos en comisaría y disparando pelotazos de goma en la cara, lo es Xavier Trías semiderribando Can Vies, lo son los desahucios, la gentrificación y la persecución de manteros, y lo son mil cosas más que las compas catalanas conocerán mucho mejor que yo. La retórica de los males menores es la madre de los grandes batacazos.

Y es aquí donde entramos en una cuestión capital. A la burguesía catalana sólo le interesa la independencia política, la de sus instituciones y sus estructuras de poder. Al pueblo trabajador catalán lo que le debe interesar es la independencia económica y social, porque sin esta última la independencia política se convierte en algo inútil y meramente estético. Si algo nos ha demostrado el sangrante ejemplo de África es que el supuesto proceso descolonizador que se produjo en el continente en la segunda mitad del siglo XX fue un proceso puramente formal que dejó intacta la estructura colonial en su mismo tronco. Los países africanos pueden presumir hoy de independencia política (a veces bastante parcial), pero su independencia económica está completamente en entredicho: los beneficios de sus recursos siguen sin permanecer en el suelo que los produce y siguen enviándose a la antigua metrópolis y su economía sigue siendo dependiente de las antiguas potencias coloniales. Los imperios de antaño sólo cedieron la independencia política cuando se aseguraron de que sus empresas tenían bien atado el monopolio económico. Catalunya puede conseguir mañana mismo la independencia sin que la situación de su clase obrera cambie en lo más mínimo, pues su economía puede seguir siendo perfectamente dependiente del Estado español y la Unión Europea (de ahí el temor de la derecha nacionalista catalana a romper con Europa). Cualquier intento de independencia que sólo contemple los aspectos políticos y no económicos sólo conseguirá una cosa: instituciones libres con ciudadanos esclavos.

Ese es el problema de que se haya aceptado que el proceso que se está dando en Catalunya tenga que ser dirigido por políticos profesionales, por partidos e instituciones. El protagonismo es suyo, y ellos deciden los tiempos y las hojas de ruta sin que les importe una mierda las exigencias de la calle. Si algo nos demostró la Revolución Francesa es el grave riesgo que corre el pueblo trabajador cuando se ponen al servicio de la burguesía y un supuesto “bien mayor”. Las obreras hacen la revolución pero después dejan que sean otras quienes decidan su curso. Así son utilizadas y explotadas para consolidar los intereses de una nueva clase dominante y finalmente son desechadas cuando ya no responden a ningún propósito útil. La misión de las anarquistas, y de todas aquellas fuerzas sociales extraparlamentarias, es una misión titánica pero importante: deben intentar que la capacidad de decisión se desplace de las instituciones a la calle; sacar el protagonismo del parlamento y los partidos y ponerlo en las organizaciones de base de barrio y su capacidad de generar narrativa y tensión; agudizar el antagonismo entre pueblo y gobierno, entre trabajadoras y clase política, hasta forzar el divorcio. La calle no está para apoyar a las instituciones y a los políticos, sino para presionarles y sobrepasarlos. Cuando antes citaba a Anselmo Lorenzo y cómo los primeros internacionalistas debatían en ambientes hostiles, no me refería –y espero que no se me haya entendido así– a mezclase con políticos ni a participar en sus aparatos de poder; hablaba de disputarles el auditorio; de cuestionar su legitimidad para encabezar cualquier proyecto colectivo; de juntarse con la gente de abajo, con independencia de sus ideas a priori, para empezar a desafiar la hegemonía gubernamental y poder construir desde la raíz.

La tarea es ardua y quizás, sobre todo a estas alturas, parezca imposible. Pero creo que las anarquistas que toman la decisión de implicarse en un proceso de ebullición social deben de hacerlo con sus condiciones; no por dogmatismo sino porque la propia práctica y la experiencia nos demuestran que es lo más pragmático. Para sumarnos a la combustión social no es necesario aceptar sufragios, Estados, banderas y chorradas; es necesario buscar el espacio para fracturar y meter nuestros discurso, y sobre todo nuestra praxis, por las grietas. Cuando Errico Malatesta lucha contra el colonialismo inglés en Egipto en 1882, o cuando Louise Michel apoya las reivindicaciones canacas y argelinas contra el Estado francés desde Nueva Caledonia en 1873, no hacen más que buscar una palanca social en conflictos que inicialmente sólo son nacionales. Bakunin mismo mantendría un fuerte idilio desde finales de los años 40 del siglo XIX con los movimientos soberanistas eslavos y las convulsiones nacionales que por entonces sacudían Europa y sólo lo rompería en 1863 después de sus últimos desencantos con el movimiento nacionalista polaco e italiano. Hasta cuando las anarquistas se han negado a participar en intentonas que consideraban fracasadas o que estaban impulsadas por los mismos que las perseguían, como el intento de proclamación de independencia de Companys en la Catalunya de 1934, no lo hacían para quedarse de brazos cruzados, sino para recoger los fusiles de los vencidos y prepararse para organizar sus propios levantamientos.

No soy optimista ni confiado. Tengo, de hecho, muchas reservas. Sólo sé que ante un caso de represión y cacería de disidentes como el que el Estado español está ejecutando en Catalunya nuestro deber, como libertarias, es estar con las catalanas y contra los resortes represivos del gobierno. Sólo sé que las anarquistas hemos de aprovechar casi cualquier situación de descontento popular para meter baza y para introducir presión en la olla social y evitar así que la gente siga sometida a la lealtad institucional y a la disciplina de partido. Sólo sé que para que el conflicto se externalice y el desafío con el gobierno pueda extenderse a otros puntos del Estado español es imperativo que transcienda de su dimensión nacional y aborde definitivamente la cuestión social. Sólo sé que el pueblo catalán, durante todo este proceso, ya ha dado por sí mismo varías muestras de rebeldía y de desobediencia a disposiciones, mandatos, ordenes y leyes. Sólo falta, por parte de nosotras, de todas las que componemos las fuerzas extraparlamentarias callejeras, que empujemos para coadyuvar a que también se vean capaces de desobedecer a sus propios líderes y empiecen a tomar decisiones sobre lo social, sobre la producción, sobre la distribución, sobre el pan y el techo, sobre su destino, sin delegar en nadie más que en ellas mismas. Repito que parece complicado e incluso imposible, pero ese es nuestro terreno: conseguir que lo extraordinario pase a ser cotidiano y que lo imposible sea factible. De hecho todos los proyectos que en este conflicto parecían posibles, por lejos que hayan podido llegar –sobre todo en lo simbólico–, hasta ahora han fracasado. Buscar lo imposible es hoy, en Catalunya, lo más realista.

Ruymán Rodríguez

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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por adonis » 23 Jul 2018, 18:00

Reflexion de uan compa despues de leer el articulo anterior:

https://anarquistasgc.noblogs.org/post/ ... hasta-hoy/
Escribo este (mini) texto después de leer el texto “Catalunya y las anarquistas” y reflexionar sobre él.

Me crie en Barcelona a finales de los noventa, casi siempre en ambientes anarquistas, CSOs, ateneos populares y casas okupas. En uno de los ateneos compartían espacio los anarquistas y los independentistas. Es importante recordar que entonces el independentismo era igual de minoritario. Un día apareció una enorme estelada en la persiana del local, recuerdo a mi madre cabreadísima y, al preguntarle, decirme que no todos los del ateneo eran independentistas, aquel día empecé a conocer la rivalidad entre un movimiento y otro. A pesar de todo, el once de setiembre íbamos a la mani, por aquel entonces eran cuatro gatos. Ahí viví mi primera carga policial con ocho o nueve años. Nadie la esperaba, fue terrible, recuerdo a mi madre corriendo desesperada con mi hermana de un año en brazos y su amigo corriendo conmigo. Si no me equivoco era época de CiU, justo antes del tripartit.

A los doce años colgué la estelada en mi habitación y mi vecino me dijo que tendría que ir a la asamblea a dar explicaciones, que en esa casa no podía haber esteladas (por si a alguien le interesa, la estelada se quedó allí un par de años). El pique entre independentistas y anarquistas era evidente, pero si desalojaban una casa donde había indepes, las anarcas iban a okuparla de nuevo y viceversa. Todo esto cambió cuando el independentismo empezó a crecer. De repente, los que mandaban a la BRIMO a las manis antifascistas eran los mismos que encabezaban el once de septiembre. Las relaciones fueron a peor y los movimientos se fueron distanciando ya que, mientras unos iban dejando de lado aquello de “Independència i socialisme!”, los otros empezaban a equiparar todo el independentismo con Convergència.

Entonces llegó el uno de octubre, fue un día histórico, todos protegimos los colegios. Recuerdo a mi vecino diciendo “yo no voy a votar, pero lo que falta ahora es que las vecinas quieran hacerlo y nos les dejen”. A partir de aquel día el movimiento independentista no supo mantener a esta gente, que, si ya tenía reticencias de antes por no querer un nuevo estado burocrático y centralizado (poco se habla de lo centralizada que está Cataluña), se apartó de nuevo al ver que la cosa iba de colgar lacitos y de defender a la clase política. Desde entonces la cosa solo ha ido a peor. Los políticos, como no podía ser de otra forma, se han asegurado de mantener su poltrona y han dejado de lado a los dos millones de personas que les hicieron confianza, y el anarquismo, en vez de aprovechar el descontento con la clase política, ha entonado el “ya os lo dije”.

Ahora estamos en un punto en que el movimiento independentista ha quedado en standby y va perdiendo adeptos por el camino, no hay iniciativa para realizar acciones útiles, y al mismo tiempo no hay un objetivo para llevarlas a cabo, además, tiene un grave problema de credulidad, la gente no quiere sentirse engañada y te dice “deixeu-los fer, feu confiança”. La distancia entre ambos movimientos es tan grande que resulta difícil imaginar un futuro en el que luchen por un mismo objetivo, pero, por el contrario, van codo con codo para evitar que talen la pineda de Castelldefels, para parar un desahucio o para manifestarse contra el turismo. Aun así, y ya para acabar, es evidente que los neonazis vuelven a andar a sus anchas por Barcelona, y es evidente que van a por los que llevan lacito, por lo tanto, las anarquistas tienen la responsabilidad de ayudar en todo lo que sea posible cuando se trata de autodefensa, ellas llevan muchos más años encarándose a los fascistas y se las necesita. Una vez las “tietes” y las anarquistas se conozcan y luchen juntas, como ya empiezan a hacer por ciertas causas, será mucho más fácil enfocar el movimiento hacia algo realmente transformador, ya que nunca debemos perder de vista que la mayoría de gente que defiende la independencia lo hace en pos de un cambio hacia una vida mejor y más justa.

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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por adonis » 02 Oct 2018, 00:16

Bueno, pues hoy parece ser que ha habido lio, en resumidas cuentas (y por supuesto dependiendo de en que periodico leas los titulares):

- La marcha para reivindicar el 1-O presiona a Torra para que "desobedezca o dimita".

- Los manifestantes desbordan a los Mossos, que se ven obligados a refugiarse dentro del Parlament. Grupos desalojados del Parlament y Via Laietana se enfrentan a los antidisturbios de los Mossos.

- Aznar, de gira para vender su libro: "Lo de Catalunya es igual que el golpe de Estado de la izquierda en el 34" :lol: :lol: :lol:

Pensamientos/comentarios/etc. de los que lo estais viviendo un poco mas cercano?

Saludos.

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Llibertat_
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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por Llibertat_ » 02 Oct 2018, 15:21

Se podría decir que se está a punto de conseguir hacer saltar por los aires los planes neo-autonomistas del Govern (y de España) pero a la vez no parece que haya nadie con un plan (y a la vez ganas) para tomar el relevo y liderar. Y no me refiero solo a política institucional.

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Re: Catalunya clama por la independencia

Mensaje por adonis » 10 Dic 2018, 16:01

Bueno, pues Torra en unas declaraciones que han levantado bastante barullo toma como ejemplo la llamada "via eslovena":
Los eslovenos lo tuvieron claro. Decidieron determinarse y tirar hacia delante en el camino de la libertad con todas sus consecuencias hasta conseguirlo. Hagamos como ellos
https://www.eldiario.es/internacional/v ... 15579.html

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