Manuel Escorza del Val. Los servicios de información de la CNT y FAI (1936-1939)

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Manuel Escorza del Val. Los servicios de información de la CNT y FAI (1936-1939)

Mensaje por koikili » 03 Nov 2018, 00:13

Manuel Escorza Cómo un "tullido lamentable" creó el servicio secreto anarquista durante la Guerra Civil

En 'El Eco de las muletas' el periodista e historiador Dani Capmany trata de dilucidar qué hay de cierto en un personaje vilipendiado por amigos y enemigos.

Fermín Grodira

La vida de Manuel Escorza del Val se puede intentar resumir con una frase suya: "Aunque una insurrección puede improvisarse, una victoria no". Este personaje fue clave en la Guerra Civil y la revolución social que tuvo lugar en Catalunya y Aragón tras la derrota del golpe de Estado de Franco. Es él quien organiza desde cero los servicios secretos anarquistas en 1936. Muchos son las incógnitas sobre el vilipendiado y alabado por amigos y enemigos Manuel Escorza, a quien el periodista e historiador Dani Capmany trata de hacer justicia en El eco de las muletas. Una aproximación a Manuel Escorza del Val (Piedra Papel Libros, 2018).

Hijo de un sindicalista de la CNT, el anarquista Escorza nació en el barrio barcelonés de Raval en 1912. En su infancia contrajo la polio y le dejó una cojera de por vida que le impidió participar en los combates callejeros contra los sublevados en Barcelona o unirse a las columnas libertarias que partieron hacia Zaragoza. "Aquel tullido lamentable, tanto de cuerpo como de alma", como su compañero de filas Juan García Oliver lo denominó en sus memorias El eco de los pasos, se puso al frente de la recién creada Comisión de Investigación para disponer buena información en un momento de hegemonía de la CNT tras la prácticamente desaparición del Estado.

Tras la victoria en las calles, la CNT-FAI catalana se dividió en dos posturas. Una defendida por Federica Montseny abogaba por colaborar con el resto fuerzas antifascistas. En cambio, Juan García Oliver apostaba por "ir a por el todo" y hacer la revolución social, acabando con el Estado republicano. En cambio, Escorza optó por el camino del medio: "Proponía colaborar y hacerse poco a poco con el control de la Generalitat hasta que callase por su propio peso. Según Abel Paz [historiador anarquista y testigo de los hechos] fue la vía que se llevó a la práctica", aclara Dani Capmany en una entrevista telefónica con Público.

El papel de Escorza en la revolución social española fue muy importante. "Comenzó una tarea de ir aplacando a los golpistas y se buscaba a la gente que podían ser enemigos en la retaguardia. Manuel Escorza del Val puso todas sus energías en estas tareas de información y persecución de potenciales enemigos de la revolución", cuenta Dani Capmany, autor de la aproximación biográfica a Escorza. En los primeros días se producen atracos y asesinatos y hay un intento de aplacar toda esa violencia por parte del movimiento libertario. "La Comisión de Investigación de Escorza se presentó fusilando a Gardeñas, un histórico militante que participó en saqueos, poniendo límites a sus propios grupos. A partir de aquí Escorza parece que iba coordinando todos los grupos que estaban en tareas de inteligencia en la retaguardia. El papel político de Escorza irá subiendo tanto dentro del movimiento libertario como a nivel político propiamente dicho, llevando las negociaciones en abril de 1937 con la Generalitat para tener un nuevo Govern", afirma Capmany.

La Comisión de Investigación se instauró en la última planta de la Casa Cambó, renombrada tras su incautación como Casa CNT-FAI. "Al entrar en la Casa Cambó y descubrir todos los archivos de la patronal y de Francesc Cambó [líder del partido conservador Lliga Regionalista] encontró una forma de trabajar para la revolución", defiende el historiador. Las contradicciones del momento llevaron a que este servicio secreto se publicite en septiembre de 1936 en Solidaridad Obrera, el diario de la CNT-FAI, para encontrar colaboradores. La comisión fue creciendo, llegando a crear una red de información en Francia liderada por su cuñado Liberto Minué.

Una de las paradojas del movimiento revolucionario fue precisamente que en la zona republicana había una mayor libertad de prensa que en el otro bando, lo que facilitó la labor del espionaje del bando franquista según el historiador Domènec Pastor i Petit.
La comisión ayudó a los antifascistas alemanes e italianos exiliados en Barcelona

A las labores de inteligencia de la comisión ayudaron en gran manera los antifascistas alemanes e italianos exiliados en Barcelona, sobre todo los anarquistas alemanes del Grupo DAS, encargado de investigar a los alemanes en Barcelona por ser posibles agentes de Hitler. "Eran los encargados de dar aval de antifascistas a otros alemanes. También tenían un papel muy importante en el control de fronteras, de correos, en las escuchas telefónicas” de las comunicaciones en alemán. No obstante, la actividad de los anarquistas no llegaba a las embajadas, incluidas de Alemania e Italia, para evitar conflictos internacionales, algo que se volvió "en contra porque era un espacio por el que muchos enemigos del régimen revolucionario pudieron huir", según Capmany.

Escorza fue respetado en vida "tanto dentro como fuera de las filas libertarias", defiende Capmany, pero algunos de sus críticos más furibundos tras su muerte eran anarquistas como Federica Montseny y Juan García Oliver. "El ataque furibundo de García Oliver es una forma de desrresponsabilizarse de la muerte de Gardeñas. En cambio, acaba diciendo que Escorza dirigía muy bien su servicio. Montseny en sus memorias dice que sentía angustia por los métodos de Escorza en tareas de represión aunque en una nómina aparece Montseny junto a Escorza en el departamento de Investigación. Nadie quiere destacar en tareas de represión", afirma el autor.

El comienzo del fin, tanto de la hegemonía libertaria como de la Comisión de Investigación, fueron los Hechos de Mayo de 1937. La llamada "guerra civil dentro de la guerra civil" se inició tras un intento de controlar la central de Telefónica, en manos de los anarquistas, por parte del estalinista Euserio Rodríguez Salas, comisario general de la Consejería de Orden Público de la Generalitat. Este acto derivó en combates callejeros en Barcelona y otras ciudades catalanas y llevó a la ilegalización y persecución del POUM [Partido Obrero de Unificación Marxista, partido revolucionario antiestalinista]. "Para el movimiento libertario supone ser expulsados de todos los cargos de gestión del Estado. Les empiezan a cortar las comunicaciones, se les cerró vías de financiación... Para el movimiento libertario empieza una hecatombe. Se pierde toda la ilusión de luchar para construir una sociedad más igualitaria y más libre. Ahí ese sueño muere definitivamente. Empieza la gran desilusión", explica el historiador Capmany.

El papel de Escorza en estos sucesos, "orquestados por el PSUC [Partido Socialista Unificado de Catalunya, de corte estalinista] y el Estat Catalá [partido independendistata catalán antirrevolucionario]" y calificados por Capmany como "un golpe de Estado en toda regla para echar al movimiento libertario", no está claro. Algunas fuentes lo sitúan como iniciador de la chispa tras "la provocación" que supuso el asalte a la Telefónica, otras dicen que condenó la reacción violenta en las calles. "Cuando se enciende todo se pone a trabajar, aportando información de lo ue dicen sus agentes", explica el autor de El eco de las muletas.

La investigación de Dani Capmany, aclara, es solo una aproximación para que otros historiadores indaguen sobre la Comisión de Información, un ámbito de la Guerra Civil que por su propia naturaleza y la derrota militar ha dejado pocas huellas. Tras su investigación sobre Manuel Escorza, Dani Capmany explica que "lo único que me inspira es respeto. Se le tiene que poner en su papel, conocerlo y valorarlo. Todo el mundo le respetaba. Fue inteligente y pudo cometer errores, pero no sé yo si excesos".

Escorza, como tantos otros, se exilia tras la guerra y vive hasta el final de sus días en Valparaíso (Chile) como crítico de arte. Tuvo una hija, la poeta chilena residente en Argentina Nuri Escorza. Los días de Manuel Escorza acabaron en 1968 a la edad de 56 años. Se acababa el eco de las muletas.

https://www.publico.es/culturas/manuel- ... civil.html
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Re: Manuel Escorza del Val

Mensaje por koikili » 03 Nov 2018, 00:15

Escorza del Val, Manuel (1912-1968)

Manuel Escorza del Val nació en Barcelona en 1912. Era hijo de Bernardo Escorza Tello[1], viejo militante cenetista del Sindicato de la Madera, que murió el 29 de septiembre de 1938 en extrañas circunstancias. En su infancia padeció una poliomelitis que le dejó como secuela una parálisis permanente. De muy baja estatura a causa de la atrofia de las piernas, utilizaba unas enormes alzas en los zapatos, que añadido al uso de muletas le daba un aspecto lastimoso y dificultaba enormemente su movilidad.

De carácter extremadamente voluntarioso, agrio y duro, poseía una gran cultura y fuerza de voluntad. No permitía que nadie le ayudara a moverse y perseguía una máxima autonomía personal. Militó en las Juventudes Libertarias y llegó a formar parte del Comité Peninsular de la FAI. Jugó un papel muy activo en el Ateneo Faros, sito en la avenida Mistral[2].

Al inicio de la guerra civil intervino en el Pleno de Locales y Comarcales, reunido el 21 de julio de 1936, defendiendo una tercera vía frente a la respaldada, sin convicción, por Joan García Oliver de “ir a por el todo”, y la mayoritaria, defendida por Diego Abad de Santillán y Federica Montseny de colaborar lealmente con el gobierno de la Generalidad. Escorza propugnaba el uso temporal y oportunista de ese gobierno burgués como un instrumento para socializar y colectivizar, además de obtener respetabilidad en el extranjero; pero con el objetivo de deshacerse finalmente de la Generalidad y darle la patada en cuanto dejara de ser útil a la CNT.

Fue el máximo responsable de los Servicios de Información e Investigación de la CNT-FAI, que habían nacido y crecido como complemento necesario de la estructura clandestina de los comités de defensa de la CNT. Desde julio de 1936 esos Servicios planificaron y ejecutaron todo tipo de tareas represivas, así como de información y espionaje o contraespionaje. El Comité de Investigación estaba formado por dos secciones. Liberato Minué, cuñado de Escorza, estaba encargado del espionaje en el extranjero, y el propio Escorza de la información en el interior.

La represión no sólo se ejerció contra organizaciones y elementos facciosos, sino también contra militantes cenetistas. Escorza fue responsable de la ejecución de José Gardeñas, destacado militante del ramo de la construcción, y de Manuel Fernández, presidente del Sindicato de Alimentación, por orden de la Organización, con el conocimiento y asentimiento de Federica Montseny y de Abad de Santillán.

Su labor de información y espionaje fue calificada como excelente por Juan García Oliver. Las labores policiales, informativas y represivas de la quinta columna, tanto de elementos fascistas como clericales, y de sus actividades, así como de los infamados como “incontrolados” del propio bando antifascista, incluido el cenetista, le dieron una fama siniestra que, sumada a su parálisis y aparatosa presencia física, con muletas y alzas, lo convirtieron en una figura repulsiva y contrahecha, temida por su poder sobre la vida y la muerte de los demás, teñida además de una aureola mítica que, a caballo entre el despecho y la leyenda negra antilibertaria, le calificó (en palabras de García Oliver) como “un tullido de cuerpo y alma”.

Escorza siempre realizó su sobresaliente y eficaz labor informativa y represiva por estricta delegación de la Organización, y jamás se enriqueció personalmente. Era proverbial su honradez, austeridad y cultura. No bebía ni fumaba.

En el verano de 1936 intervino en las conversaciones entre el CCMA y los independentistas marroquíes, con vistas a desmovilizar los voluntarios de esa nacionalidad en el bando franquista, concediéndoles la independencia.

La victoria de la insurrección obrera de julio de 1936, que se enfrentó al levantamiento militar, produjo en el verano de 1936, en Cataluña, una situación revolucionaria en la que el proletariado armado impuso una represión de clase de las personas y símbolos de la burguesía (empresarios, curas, fascistas y pistoleros del Libre), la expropiación de sus propiedades, el descalabro de sus fuerzas represivas (el Ejército y la policía) y la supresión de la Iglesia. Era una represión obrera espontánea, violenta, festiva, contra la burguesía y la Iglesia, como represalia inmediata contra su intento de imponer por las armas una dictadura militar y fascista. Tras un largo proceso, iniciado con la insurrección del 19-20 de julio de 1936, se fundaron oficialmente las Patrullas de control (el 11 de agosto) como organismo policiaco del Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA).

Las Patrullas de Control tuvieron una vida más larga que el Comité Central, ya que no fueron disueltas hasta primeros de junio de 1937, un mes después de los sucesos conocidos como “Los Hechos de Mayo” de 1937. Estaban constituidas por once secciones, distribuidas por todos los barrios de Barcelona. Totalizaban, en sus inicios, setecientos hombres, más once responsables, uno por cada sección. Algunos de ellos procedían de las patrullas de requisa y otros de los comités de defensa, aunque muchos de éstos se mostraron reacios a ejercer de “policías” por cuestiones ideológicas, dando entrada a nuevos elementos oportunistas. Por otra parte, sólo la mitad aproximada de los patrulleros tenía carné de la CNT, o eran de la FAI; la otra mitad estaba afiliada al resto de organizaciones componentes del CCMA: POUM, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y estalinistas del PSUC, fundamentalmente. Sólo cuatro delegados de sección, sobre los once existentes, eran de la CNT: los de Pueblo Nuevo, Sants, San Andrés (Armonía) y Clot; otros cuatro eran de ERC, tres del PSUC y ninguno del POUM.

Las Patrullas de Control dependían del Comité de Investigación del CCMA, dirigido por Aurelio Fernández (FAI) y Salvador González (PSUC), que sustituyó a Vidiella. Su sección Central estaba en el número 617 de la Gran Vía, dirigida por los dos delegados de Patrullas, esto es, José Asens (FAI) y Tomás Fábregas (Acció Catalana). La nómina de los patrulleros, de diez pesetas diarias, era abonada por el gobierno de la Generalidad. Aunque en todas las secciones se hacían detenciones, y algunos detenidos eran interrogados en la antigua Casa Cambó, la prisión central estaba en el antiguo convento de monjas clarisas de San Elías.

En San Elías se había constituido un tribunal[3], que tenía la misión de juzgar a los detenidos de forma rápida. En ese tribunal intervenían habitualmente los hermanos Arias, Aubí y Bonet, de la FAI; África de las Heras y Salvador González, por el PSUC; Coll de ERC y Barceló del POUM. El funcionamiento de este tribunal era autónomo y en sus tareas intervenían ocasionalmente Aurelio Fernández, Manuel Escorza, Vicente Gil (“Portela”), Dionisio Eroles, Riera y José Asens, a causa de los cargos que detentaban. Los detenidos eran interrogados someramente, sin garantías judiciales de ningún tipo, en una situación excepcional como fue el desmoronamiento del aparato administrativo, judicial y policíaco del Estado republicano.

Salvador González estableció en el Hotel Colón y el Círculo Ecuestre una prisión y una red represiva del PSUC, con la ayuda de Joaquín Olaso, África de las Heras y Victorino Sala. Josep Soler Arumí, de ERC, hizo lo propio en el Centro Federal del Paseo de Gracia, y le cabe el triste honor de ser el primero en aplicar sistemáticamente la tortura a los detenidos. Todos ellos visitaban habitualmente el convento de San Elías, que era la prisión central de las Patrullas de Control del CCMA.

Manuel Escorza del Val era el responsable de los Servicios de Investigación e Información de la CNT-FAI, organismo de espionaje y contraespionaje que no dependía del CCMA, sino de los comités regionales de la CNT y de la FAI, esto es, era un organismo libertario que, en línea con la propuesta de Escorza en el Pleno del 21 de julio, pretendía crear una organización cenetista, autónoma e independiente, capaz algún día de “dar la patada” al gobierno de la Generalidad. Más tarde, Escorza dirigió la Brigada Especial de Investigación, adscrita a la Junta de Seguridad de la Generalidad.

Este Servicio de Investigación de la CNT-FAI, ejercía labores de información, represión y espionaje. Estaba dirigido por Manuel Escorza que, instalado en el ático de la antigua Casa Cambó, se había incautado de los archivos de Fomento del Trabajo (esto es, de la patronal) y de la Lliga (es decir, del partido derechista catalanista), que le proporcionaron muchos nombres, datos, relaciones y direcciones, con los que hizo una eficiente labor de “limpieza” de derechistas, del clero y de individuos desafectos al “nuevo orden revolucionario”, elaborando para las Patrullas de Control, o los distintos comités de investigación ácratas, no sólo de Barcelona sino de toda Cataluña, unas fatídicas listas de las personas que debían ser detenidas e interrogadas. Estas listas generales se completaban en cada localidad o comarca con los nombres aportados por el comité revolucionario del lugar, o por los comités de investigación de las distintas columnas. El combate contra el fascismo no sólo se libraba en el frente, sino también en la retaguardia. Y no era una tarea exclusiva de la CNT, sino de todas las organizaciones antifascistas.

Manuel Escorza se encargaba además de estudiar y proponer a los hombres más adecuados para los distintos cargos de responsabilidad cenetistas, tanto internos como en la administración; función ésta que le otorgaba una gran influencia en el seno de los comités superiores de la CNT.

En octubre de 1936, Escorza firmó el pacto de unidad CNT-UGT-PSUC-FAI, junto con Eroles y Herrera. En abril de 1937, Pedro Herrera, “conseller” (ministro) de Sanidad del segundo gobierno Tarradellas, y Manuel Escorza, fueron los responsables cenetistas que negociaron con Lluís Companys (presidente de la Generalidad) una salida a la crisis gubernamental abierta a principios de marzo de 1937, a causa de la dimisión del “conseller” de Defensa, el cenetista Isgleas[4].

Companys decidió abandonar la táctica de Tarradellas, que no imaginaba un gobierno de la Generalidad que no fuera de unidad antifascista, y en el que no participara la CNT, para adoptar la propugnada por Comorera, secretario del PSUC, que consistía en imponer por la fuerza un gobierno “fuerte”, que no tolerase ya una CNT incapaz de meter en cintura a sus propios militantes, calificados como “incontrolados”.

Companys estaba decidido a romper una política, cada vez más difícil, de pactos con la CNT y creyó que había llegado la hora, gracias al apoyo del PSUC y los soviéticos, de imponer por la fuerza la autoridad y decisiones de un gobierno de la Generalidad que, como los hechos demostraron, aún no era lo bastante poderosa como para dejar de negociar con la CNT. Las conversaciones de Companys con Escorza y Herrera[5], al no hallar solución política alguna en dos meses de conversaciones, se podían considerar un fracaso, aunque encontraron in extremis una tabla de salvación con la aceptación de Aurelio Fernández como conseller en el efímero nuevo gobierno del 16 de abril[6]. La frontal oposición de Companys al nombramiento de Aurelio cedió ante el peligro de ruptura con la CNT.

Finalmente, el 15 de abril se llegó a un pacto personal entre Companys, presidente de la Generalidad, y Manuel Escorza, que aparecía en esos momentos como el hombre fuerte de la CNT, pues no sólo controlaba el Servicio de Investigación, sino que además influía decisivamente en las Patrullas de Control, los comités de defensa de los barrios barceloneses y los Comités Regionales de la CNT y de la FAI.

El 27 de abril de 1937, el asesinato en una emboscada en el puente de Bellver de Antonio Martin, líder anarquista del cantón libertario de la Cerdaña y antiguo miembro del grupo Los Solidarios, supuso la ruptura del frágil pacto alcanzado el 15 de abril entre Escorza y Companys.

Manuel Escorza, al desvelar sus informes sobre la preparación en curso de un golpe de fuerza conjunto de los estalinistas y del gobierno de la Generalidad, puso en pie de alarma a los comités de defensa. Puede decirse que Escorza encendió la chispa que desembocó directamente en los enfrentamientos armados de mayo de 1937 en Barcelona.

Companys, sin avisar a Tarradellas (ni por supuesto a Escorza y Herrera), dio la orden a Artemi Aguadé, “conseller” de Interior, de ocupar la Telefónica, que fue ejecutada por Rodríguez Salas, comisario de Orden Público, hacia las tres menos cuarto de la tarde del 3 de mayo de 1937.

Josep Asens y Dionisio Eroles intentaron contener la insurrección, pero fueron desbordados por los comités de defensa de los barrios barceloneses. Escorza consideró que la insurrección de mayo era prematura, estaba mal preparada y carecía de objetivos claros y de una dirección eficaz[7]. Temió que la previsible represión posterior a la insurrección debilitara a la Organización.

Fue Julián Merino, secretario de la Federación Local de la FAI, quien impulsó la insurrección, creando un comité secreto revolucionario de la CNT y dos comisiones para extender la lucha en las calles[8].

Después de las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo, fio la fortaleza, la supervivencia y las posibilidades de influencia de la CNT en el dominio de la economía por los anarcosindicalistas.

Atrincherado en el ático de la Casa CNT-FAI se mostró inalcanzable a la represión judicial republicana y a la chequista de los estalinistas, desencadenada en Barcelona en el verano de 1937, que alcanzó a líderes tan destacados como Aurelio Fernández. La brutal represión en curso hizo que la CNT desapareciera como organización en muchas localidades y comarcas: Cerdaña, Tierras del Ebro, Igualada…

Al final de la guerra se exilió en Chile, gracias a la complicidad y solidaridad masónica del cónsul chileno en Toulouse, con su cuñado Minué. Llevó una vida muy austera (que desmentía las fabulosas difamaciones estalinistas sobre el “tesoro” acumulado durante la guerra civil española) en Valparaiso. Vigilado por la policía franquista, su expediente policial engrosó con fantasiosos informes que se alimentaban en la leyenda negra antilibertaria, de origen estalinista.

Fue un riguroso, pedagógico y temible crítico de teatro, cine, literatura y arte en los diarios La Unión y La Estrella con el seudónimo de M. del Val. Murió en Valparaíso, su ciudad de acogida, en 1968.

AGUSTÍN GUILLAMÓN

Barcelona, junio 2017

[1] Bernardo trabajaba como conserje en unas dependencias de la CNT, y murió, junto a Juan Rascón, el cajero, en un tiroteo provocado por unos atracadores. Según el Boletín sindical que comentaba la muerte de Escorza y Rascón, Bernardo Escorza era natural de Alcañíz y vivía en la calle Carretes en el Rabal, y trabajaba de barbero.

[2] Testimonio de Conxa Pérez: “En Manuel Escorza que fou al 36 el cap dels grups especials de la FAI, dedicats a la contrainformació i persecució de feixistes, ens hi ensenyava sexualitat i xerrades de cultura. Era un mestre nat, vivia a les Corts. En Maurici, el que fou el meu company definitiu, el portava a coll, ja que era invàlid, a l’Ateneu Faros a fer xerrades. Era molt intel·ligent. La seva casa estava plena de llibres i sempre rodejat de jovent. Al 36 a mi em va demanar d’entrar al grup de la FAI d’intel·ligència, que ell dirigia. Jo era molt amiga d’ell, però no vaig voler”. [Manuel Escorza, que fue en el 36 jefe de los grupos especiales de la FAI, dedicados a la contrainformación y persecución de fascistas, nos enseñaba sexualidad y ofrecía charlas culturales. Era un maestro nato, vivía en el barrio de Les Corts. Mauricio, mi compañero definitivo, lo llevaba a cuestas, ya que era inválido, al Ateneo Faros para dar conferencias. Era muy inteligente. Su casa estaba llena de libros, siempre rodeado por jóvenes. En el 36 me pidió que entrase en el grupo de inteligencia de la FAI, que él dirigía. Yo era muy amiga suya, pero no quise”]. Entrevista de Txema Bofill en Catalunya, febrero 2011.

[3] Ese Tribunal Revolucionario o de Urgencia se “oficializó” en la reunión del Secretariado de Patrullas del 3 de enero de 1937; estaba compuesto por Torrents (POUM), Bonet (CNT), Coll (ERC) y Chueca (UGT). Véase Guillamón, A,: La guerra del pan, Aldarull/Descontrol, 2014,

[4] Isgleas había dimitido ante el proyecto de que la División Carlos Marx, controlada por el PSUC, abandonase el Frente de Aragón por el de Madrid. Isgleas se oponía al debilitamiento del Frente de Aragón. La crisis de gobierno radicaba en la oposición de los comités superiores cenetistas a los decretos del 4 de marzo, que disolvían las Patrullas de Control y creaban un Cuerpo Único de Seguridad, formado por los guardias de asalto y la antigua guardia civil, Véase Guillamón, A,: La guerra del pan, Aldarull/Descontrol, 2014,

[5] “Actas de las reuniones de Companys con Herrera y Escorza del 11 y 13 de abril de 1937”.

[6] En este gobierno (del 16 abril al 4 de mayo) los consejeros de la CNT eran Isgleas (Defensa), Capdevila (Servicios públicos) y Aurelio Fernández (Sanidad y asistencia pública).

[7] Véase Insurrección, Las sangrientas jornadas del 3 al 7 de mayo de 1937. Ediciones Descontrol, 2017.

[8] Idem.

http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/38622

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Re: Manuel Escorza del Val. Los servicios de información de la CNT y FAI (1936-1939)

Mensaje por koikili » 03 Nov 2018, 00:22

EL ECO DE LAS MULETAS: Una aproximación a Manuel Escorza del Val por Víctor Malavez

“El Eco de los Pasos” de García Oliver resuenan incansables por toda aproximación histórica a la Guerra Civil Española que se pretenda. Y como toda reconstrucción autobiográfica, no responde más que al vanidoso intento de maquillar favorablemente las crueles huellas con que se estampa inevitablemente nuestra acción. Para una inmensa mayoría de mortales, eso poco importa, pues son escasos los que adquieren trascendencia histórica alguna. Y nuestros errores, debilidades y mezquindades pueden quedar sepultados por el olvido y la indiferencia generalizada.

García Oliver quiso esperar hasta finales de los setenta (casi le pilla la muerte, pues murió dos años después) para contraatacar con este libro a otras obras y memorias de contemporáneos suyos, desde donde se le hacían valoraciones y críticas por todo aquello que hizo y por lo que no hizo; por lo que pudo haber hecho y por lo que pudo haber sido en ese torrente histórico por donde todos se precipitaron con mayor o menor estilo. Se nota en el eco de sus palabras la lucha contra varios fantasmas: por ejemplo, contra el de Durruti, y esa maldita sombra de simbolizar con su muerte el descalabro de una utopía (mientras que a él le tocó materializarlo con su supervivencia). Pero también contra la de otros muchos protagonistas de su tiempo, a quienes destripa a lo largo de su libro entre puntillas y navajazos.

Este es el caso, por ejemplo, de destacados miembros de esa FAI de la que reniega, como Federica Montseny y Abad de Santillán; o de otros destacados dirigentes que se colaron por la vorágine de los hechos, como el “Marianet” que acabó en la cima de una CNT en el clímax de su historia. Pero también de esos otros libertarios, como Balius y Los Amigos de Durruti, a quienes reprocha el haberse atrincherado en la coherencia ideológica cuando ya era imposible escapar del fango de la conversión axiológica. Y de muchos otros personajes que circulan abofeteados entre los desfiladeros de las contradicciones de este gran anarcosindicalista, pero que pasará a la historia como ex ministro de justicia. Por mucha música que le ponga a sus pasos.

Porque entre todos estos personajes minimizados proyecta su autorretrato, retando a un pulso historiográfico a todos aquellos que se atrevan a señalarle sus flaquezas, sus quiebros y sus instintos de supervivencia. Y no vamos a ser nosotros los que hurguemos en sus miserias: la realidad es que no le llegaríamos ni a la suela de los zapatos.

Y entre todos esos protagonistas con los que lidió en ese apasionante tiempo histórico, todos con sus luces y sus sombras, quizás sólo hubo un hombre que pudo haberle ninguneado. No se trata de Durruti, quien tuvo la “fortuna” de morir antes de que el fango le matara incluso el entusiasmo. Sino que es otro hombre que acabó mucho más crucificado que él, a causa del difícil papel que le tocó desempeñar en todo ese destello y ocaso libertario. Porque si a Oliver le tocó escenificar el papel de aquello que quería destruirse, esto es, “convertirse” en Estado, al otro le tocó ser la espada de los límites, esto es, ejercerse en las artes de la represión. Si a Oliver le tocó representar la cara “amable” de un fracaso, al otro le tocó ejecutar el trabajo más sucio con que ha de topar cualquier proyecto de transformar este podrido mundo. Nos referimos a Manuel Escorza del Val, responsable de la Comisión de Investigación de la CNT-FAI en Cataluña desde julio de 1936. Esto es, algo así como los servicios secretos libertarios de las regionales catalanas.

Y convertirse en la Inteligencia anarquista no debe ser fácil para nada. De hecho, descender al nivel de las cloacas es de entrada sumamente escabroso, puesto que es donde se configuran los choques tectónicos entre los distintos proyectos de sociedad. Guerra sucia, golpes bajos. Mentiras, traiciones y ruindad. Mucha, muchísima suciedad.

Para no ahogarse en tales charcos, la información, mejor dicho, la buena información, tiene un valor estratégico fundamental. Hoy que naufragamos en esta especie de orgía informativa, tan asfixiante como esterilizante, parece que la información sea precisamente un recurso abundante, por no decir sobrante. Pero la información buena, la de valor estratégico, sigue profundamente escondida, secreta y encriptada, y sobre todo, muy cara, carísima.

Esto lo saben perfectamente todas las centrales de inteligencia de todos los Estados del mundo. Y también lo saben las grandes empresas, ávidas de buena información, tentadas continuamente a caer en el espionaje industrial contra sus competidores más peligrosos. Hacerlo, y hacerlo bien, es signo de poder. Por eso, el espionaje y el contraespionaje siguen siendo cruciales, muy sofisticados, en guerras y batallas libradas a espaldas de un público anonadado entre espectáculos y tonterías.

La buena información, en cambio, es la que permite saber de los movimientos, de las intenciones, de los objetivos, de las tácticas y de las estrategias del “enemigo”. Lo que permite anticiparse a sus jugadas, minimizar sus golpes y poder atacarle en sus debilidades. La información es un recurso estratégico sin el cual de poco sirven los demás recursos.

Porque la guerra del espionaje y del contraespionaje se enmarca en la guerra sucia y latente que existe entre los distintos actores sociales (hoy mayoritariamente Estados, o protoestados, y grandes corporaciones, pero también a nivel de organizaciones políticas, sindicales, culturales, deportivas…), independientemente que se esté oficialmente en guerra. Y en esta guerra sucia, encubierta, de golpes bajos y operaciones de “bandera falsa” (esto es, atribuir a otros los golpes asestados o incluso los golpes autoinflingidos para justificar violencias propias de otro modo injustificables), disponer de la buena información es crucial. Al fin y al cabo, el éxito depende de la capacidad de asestar miedo al enemigo que está imbricado en esta pugna subterránea.

Pero la guerra sucia embrutece sumamente a sus protagonistas: difícilmente el torturador escapará de los efectos de su propia técnica de tortura; difícilmente el asesino escapará de la mirada de sus víctimas. En este sentido se entienden las palabras del historiador Pastor: «El autor ha podido hablar con miembros de diversas organizaciones clandestinas u oficiales (gubernamentales), y casi siempre ha podido constatar que los representantes de esta dialéctica sucia y encubierta experimentan aún graves resentimientos que, en cambio, no sienten – o los experimentan de una manera más moderada y diluida- los que combatieron en la aviación, la infantería, la artillería o la marina. Eso quiere decir que la lucha subterránea y de cloaca envenena el alma de un modo más profundo. El fenómeno es universal…» (2006, p 186).

Quizás por ello no se conocen escritos ni memorias de Manuel Escorza del Val, ni de ninguno de los miembros de la Comisión de Investigación que dirigía. Y para valorar su actuación, para discernir qué se hizo bien o qué mal en lo que debería ser una “Inteligencia libertaria”, incluso una “represión libertaria”, por muy mal que nos suenen juntas estas palabras, es de crucial importancia aproximarse a Manuel Escorza del Val y a su Comisión de Investigación. Y este artículo sólo pretende ser una aproximación bibliográfica a ellos. Con el ánimo de ampliarse a medida que vayamos encontrando más referencias o podamos acceder a documentos hasta la fecha ignorados. Aunque muy probable es que por la misma naturaleza de la Comisión, esto es, la de ser los servicios secretos y desempeñar las más sucias y turbias funciones, el propio rastro de sus quehaceres tuvo que haber sido destruido, cuando no limpiado, cuando no distorsionado. Y de momento, esto es lo que parece: todos los insultos y acusaciones recaen directamente sobre Manuel Escorza del Val. Nadie más de la comisión, ni tan siquiera su cuñado Liberto Minué, se han visto salpicados con tanta virulencia como él. Quizás es hora de empezar a rastrear todo lo que sobre Escorza y la Comisión se ha venido diciendo… En ese eco de sus muletas…

http://www.instintosocial.org/el-eco-de ... a-del-val/

http://instintosocial.org/wp-content/up ... tedra1.pdf

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koikili
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Re: Manuel Escorza del Val. Los servicios de información de la CNT y FAI (1936-1939)

Mensaje por koikili » 03 Nov 2018, 00:29

Memòria Llibertària: Presentació d'El eco de las muletas



Primera jornada de Memòria Històrica Llibertària a la CNT de Terrassa. Presentació del llibre "El eco de las muletas. Una aproximación a Manuel Escorza del Val". Llibre publicat per Dani Capmany de la mà de l'editorial Piedra Papel Libros. Els serveis d'intel·ligència de la CNT a la Catalunya revolucionària.

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