La extrema derecha postindustrial: de Alain de Benoist a Steve Bannon

Situación y luchas de las personas migrantes. Debate en torno a la sociedad multicultural. Noticias, textos, etc. sobre la Lucha Antifascista y seguimiento a las bandas y grupos fascistas.
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Contumacia
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La extrema derecha postindustrial: de Alain de Benoist a Steve Bannon

Mensaje por Contumacia » 18 Mar 2019, 22:27

Visto en El Cuaderno, y ya que estos días tocan manifiestos de pirados australianos que se dicen identitarios...

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Xavier Tornafoch se remonta al surgimiento de la 'nouvelle droite' francesa en los años sesenta para rastrear el origen del auge actual de partidos y movimientos ultraderechistas en todo el mundo,

Crónicas ausetanas

La extrema derecha postindustrial: de Alain de Benoist a Steve Bannon

/por Xavier Tornafoch/

Llamar extrema derecha postindustrial al conglomerado de partidos y organizaciones diversas que están abanderando el discurso nacionalista, autoritario y xenófobo en el mundo occidental puede ser sólo una manera de poner una etiqueta al fenómeno. Es la que utiliza uno de sus mejores analistas, el historiador catalán Xavier Casals. Podríamos utilizar otras: derecha alternativa, neofascismo, etcétera. En cualquier caso, se trata de un frente político, ideológico y cultural que está ganando apoyos y poder con los que pretende arrasar conquistas sociales y derechos colectivos e individuales fruto de largas y costosas luchas populares. Sin embargo, esta fuerza reaccionaria no es exactamente la resurrección del nazifascismo de entreguerras ni es tampoco una creación de ultimísima hora. Tiene sus raíces ideológicas en la segunda mitad del siglo pasado y es la reacción a las transformaciones políticas y culturales que se produjeron en aquellos años, fruto de las revueltas estudiantiles y de la acción política de los partidos progresistas que tuvieron responsabilidades de gobierno en aquellos años.

Que las fracciones extremistas de la derecha occidental estén triunfando ahora, espoleadas por crisis políticas, económicas y demográficas muy recientes, no significa que no existieran antes. Estaban ahí. De la misma forma que los partidarios de un liberalismo a ultranza no desparecieron después de 1945, cuando el Estado del bienestar se expandió por el hemisferio norte, la extrema derecha postindustrial tiene una larga trayectoria, aunque durante muchos años su mensaje nacionalista, proteccionista y aislacionista tuvo una escasa incidencia pública.

En los años sesenta del siglo pasado apareció en Francia una nueva derecha, la nouvelle droite, que se fraguó en ambientes neofascistas a raíz de la descolonización de Argelia. Entre sus ideólogos estaba el filósofo Alain de Benoist, que dirige la revista Europe Action (1963) y crea, ya en 1968, el Groupement de Recherches et d’Études sur la Civilisation Européenne (GRECE), un think tank ultraconservador que defiende la recuperación de la identidad europea y la creación de una élite de individuos capaces de propagar las ideas de esa nueva Europa a todos los niveles. En los setenta, esta corriente irrumpe en el panorama electoral del viejo continente (Partido del Progreso danés y Frente Nacional francés) y se dispone a competir con las ofertas políticas neofascistas que ya existen, como el Movimiento Social Italiano, Fuerza Nueva, Unión Nacional Política de Grecia o el Partido Nacionaldemocrático de Alemania. Esta nueva derecha postindustrial se desmarca del fascismo histórico y hace una apelación constante a la comunidad nacional, al pueblo, del que se erige en único representante. Se declara hiperdemocrática y partidaria de la democracia directa en contraposición a los partidos tradicionales, a los que acusa de oligárquicos y corruptos. Se muestra reacia a la mundialización y, muy especialmente, a los inmigrantes, a los que etiqueta como invasores.

Uno de los teóricos de este populismo de extrema derecha, Renaud Camus, habla del grand remplacement, es decir, de la supuesta substitución demográfica que se está produciendo en Francia. Camus llega a esta conclusión no a través de estudios sociológicos o demográficos, sino en el transcurso de la elaboración de una guía de pueblos medievales franceses, al comprobar que en esos pueblos de postal la población de origen árabe se hace visible y que en sus maravillosas fuentes públicas se agolpan mujeres con velo que hablan entre ellas mientras sus hijos juguetean al salir de clase. En cualquier caso, y a pesar de su radicalismo verbal, estas fuerzas no proponen una alternativa económica y de gobernanza y se muestran oportunistas y tacticistas en lo programático, cambiando a menudo sus propuestas. Sus líderes, por otra parte, son políticos experimentados que saben comunicar, utilizando un tono muy beligerante con sus adversarios, a los que acusan de no conocer los verdaderos intereses del pueblo, aunque muchos de estos líderes son millonarios, como el francés Jean Marie Le Pen o el suizo Christian Blocher. Se dirigen prioritariamente a un electorado masculino, joven, interclasista, urbano y con un bajo nivel de estudios y buscan un voto de adhesión que se nutre de todas las protestas, empezando por las que genera el proceso de desindustrialización y sus efectos sociales. Utilizan la televisión, como más adelante harán con las redes sociales, con mucha habilidad gestionando para su provecho lo que Xavier Casals llama el interés patológico de las sociedades mediáticas por el escándalo.

En el siglo XXI, los partidos populistas de extrema derecha han ido entrando en la mayoría de parlamentos nacionales y regionales de los estados de la Unión Europea, alcanzando en algunos casos el Gobierno, como ha sucedido en Polonia, Hungría o Austria. En lo ideológico se nutren de personas como los ya citados Alain de Benoist y Renaud Camus, el suizo Armin Mohler o el norteamericano Francis Parker Yockey (1917-1960), todos ellos autoproclamados defensores de las esencias europeas ante lo que consideran la amenaza de la disolución de su civilización como consecuencia de la amalgama cultural propiciada por la mundialización. En lo estratégico, este movimiento estará condicionado por analistas norteamericanos como el ya fallecido Roy Cohn, mano derecha de Joseph McCarthy en la caza de brujas anticomunista de los años cincuenta, o Roger Stone, asesor de Richard Nixon que también estuvo implicado en el escándalo Watergate y consejero de Trump en las presidenciales de 2016. Recientemente se ha añadido a este selecto grupo de estrategas de la extrema derecha norteamericana Steve Bannon, que ha ido un paso más allá y ha creado un think tank llamado The Movement para trasladar sus actividades a Europa.

Los gurúes de la nueva derecha norteamericana han apuntado una nueva manera de hacer política que ha sido incorporada rápidamente por la ultraderecha europea. Utilizan sin ningún rubor la mentira, la difamación si hace falta, y presentan su ideario extremista sin complejos. Se muestran partidarios de apelar a los sentimientos más primarios y viscerales del pueblo y a menudo aplican tácticas electorales que rayan lo ilegal, como sucedió en la comprobación de votos de Florida en el 2000, cuando los partidarios del candidato George W. Bush presionaron a las personas encargadas del recuento. En otros lugares del mundo, la fuerza de la extrema derecha postindustrial se ha concretado en la elección de Donald Trump (2016) o la de Jair Bolsonaro (2018) en Brasil. Incluso las victorias de Vladímir Putin podrían situarse ahí. En todos los casos, defienden la desigualdad racial y los privilegios masculinos. Detestan lo políticamente correcto y odian el igualitarismo progresista. Apelan constantemente a los normies, es decir a aquellos sectores sociales conservadores que siguen los dictados de una sociedad que ellos juzgan izquierdista, para que se rebelen y se adhieran a lo políticamente incorrecto que representan ellos.

En España, esta extrema derecha ha entrado ya en un parlamento regional y, según encuestas recientes, podría llegar al Congreso y a numerosos ayuntamientos en el próximo ciclo electoral. A pesar de su discurso ultranacionalista, dispondrá de los medios económicos y tácticos que le facilitará este entorno internacional y que ya se han concretado en la ayuda que una oscura organización iraní vinculada a la nueva derecha norteamericana ha prestado para la campaña electoral andaluza. Estas fuerzas han dejado de ser un outsider en la política occidental y, en algunos lugares desde hace mucho tiempo, se han incorporado a la vida pública. Cómo hacer frente a esta nueva realidad política se ha convertido en uno de los retos de las fuerzas progresistas, no sólo en el ámbito electoral, también en el ideológico y estratégico.

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Xavier Tornafoch i Yuste (Gironella [Cataluña], 1965) es historiador y profesor de la Universidad de Vic. Se doctoró en la Universidad Autónoma de Barcelona en 2003 con una tesis dirigida por el doctor Jordi Figuerola: Política, eleccions i caciquisme a Vic (1900-1931) Es autor de diversos trabajos sobre historia política e historia de la educacción y biografías, así como de diversos artículos publicados en revistas de ámbito internacional, nacional y comarcal como History of Education and Children’s Literature, Revista de Historia Actual, Historia Actual On Line, L’Avenç, Ausa, Dovella, L’Erol o El Vilatà. También ha publicado novelas y libros de cuentos. Además, milita en Iniciativa de Catalunya-Verds desde 1989 y fue edil del Ayuntamiento de Vic entre 2003 y 2015.
The Inspiration for Terrorism in New Zealand Came From France
The gunman who massacred Muslims was inspired by ideas that have circulated for decades on the French far-right.

When white nationalists gathered in Charlottesville, Virginia, in August 2017 chanting “they will not replace us” and “the Jews will not replace us,” few of the assembled extremists knew where those slogans came from. By contrast, Brenton Tarrant, the 28-year-old Australian accused of shooting dead 49 worshipers at two mosques and wounding dozens more in Christchurch, New Zealand, on Friday, was more explicit when it came to his intellectual inspirations. In the 74-page manifesto he posted before the rampage, he praises the Norwegian mass murderer Anders Behring Breivik and draws on his work while noting his admiration for the interwar British fascist leader Oswald Mosley. But French ideas figure most prominently in Tarrant’s thinking.

He cites watching “invaders” at a shopping mall during a visit to an eastern French town as the moment of epiphany when he realized he would resort to violence. His manifesto appears to draw on the work of the French anti-immigration writer Renaud Camus, including plagiarizing the title of his book Le grand remplacement (“The Great Replacement”)—a phrase that has become commonplace in European immigration debates and a favorite of far-right politicians across Europe, including the Netherlands’ Geert Wilders and a group of younger far-right activists who call themselves “identitarians.” Tarrant writes of initially dismissing stories of an invasion of France by nonwhites that he had encountered while still at home, but, once in France, he adds: “I found my emotions swinging between fuming rage and suffocating despair at the indignity of the invasion of France, the pessimism of the french [sic] people, the loss of culture and identity and the farce of the political solutions offered.”

Although Tarrant seems eager to give Camus credit, the French writer pushed back against those insisting that he acknowledge that his ideas may have inspired carnage. Facing a barrage of criticism on Twitter, Camus himself responded by denouncing the attack. “I find it criminal, idiotic, and awful,” he wrote, while accusing the perpetrator of “abusive use of a phrase that is not his and that he plainly does not understand.”

But the accused killer’s manifesto echoes Camus’s writing in many ways—most notably in the fear of demographic erasure by which a new population replaces an existing one, a process Camus insists is akin to colonialism. In his essay “Pegida, mon amour,” Camus praises the overtly anti-Islam German group Pegida as a “great hope rising in the East” and a “liberation front” that is fighting the “anti-colonialist struggle.” For him, there is no hope of living together in Europe when “there is a colonial conquest in progress, in which we are the colonized indigenous people” and the weapons of sheer numbers and demographic substitution are used to subjugate the natives.

Tarrant eerily echoes these ideas. “Millions of people [are] pouring across our borders … nvited by the state and corporate entities to replace the White people who have failed to reproduce, failed to create the cheap labour, new consumers and tax base that the corporations and states need to thrive,” he argues in his manifesto. “This crisis of mass immigration and sub-replacement fertility is an assault on the European people that, if not combated, will ultimately result in the complete racial and cultural replacement of the European people.

The accused killer claims his goal was to “show the invaders that our lands will never be their lands.” He chose the mosques because the worshipers were a “large group of invaders, from a culture with higher fertility rates, higher social trust and strong, robust traditions that seek to occupy my peoples lands and ethnically replace my own people.”

As the world recoiled in horror from the carnage carried out in yet another house of worship, Camus spent much of the day distancing himself from the terror and defending his innocence. To be sure, he has never advocated murder. In an interview with one of us published in Vox in 2017, Camus elaborated on his theories, which are often cryptic in his writings. “Of course, if you change populations, you can’t expect the same civilization to hold on,” he said at the time. “The refusal to be replaced is a very strong feeling in man. … The will not to be replaced was at the center of resistance to colonialism. … People don’t want other people to come in their territory, in their country, and change their cultures and their religions, their way of living, their way of eating, their way of dressing.”

He also took great pains to distinguish between Nazism, which he deplores, and the ideas undergirding white nationalism for which he appeared to have greater sympathy. “I think races do exist and that they are infinitely precious. … I pray for the conservation of all races, beginning with those which are the most under menace.” When asked which race was most threatened, he replied: “Well, probably the white one, which is by far the least numerous of the old major classical ‘races.’” France, too, he insisted, “is fast losing its own territory, where its own culture and civilization is quickly becoming just one among others, and not the most dynamic, and which is rapidly being colonized.” While vigorously rejecting the use of violence in Charlottesville, Camus maintained: “I totally sympathize with the slogan: ‘We will not be replaced.’ And I think Americans have every good reason to be worried about their country.”

Demographic anxiety about declining white populations and rapidly increasing immigrant ones— especially those consisting of Muslims—is central to nativist parties’ programs across the globe.

In the 20thcentury, this fear can be traced to the apocalyptic visions of Enoch Powell, the anti-immigrant English politician, who in the 1960s famously envisioned rivers of blood in Britain brought on by immigration, and the French author Jean Raspail—the two men whom Camus cites as “prophets” in an epigraph to Le grand remplacement.

Jean-Yves Camus (no relation to Renaud), a French scholar of the far-right, sees Tarrant’s ideas as more firmly rooted in Raspail’s thinking than in great replacement theory. “The shooter is much more extreme than Renaud Camus,” he said in an email exchange Friday. “Camus coined the term ‘grand remplacement’ to show his belief that the native European population is being uprooted by the non-Caucasian immigrants, especially the Muslims. Renaud Camus never condoned violence, much less terrorism.” He added: “Raspail is another thing.”

Raspail’s dystopian 1973 novel, The Camp of the Saints, has become a beacon for far-right figures from French politician Marine Le Pen to U.S. President Donald Trump’s former advisor Steve Bannon and white supremacist Iowa Rep. Steve King. In 2015, during the Syrian refugee crisis, Le Pen, who has known Raspail since she was a toddler, urged her millions of social media followers to read his novel in order to stop France from being “submerged.”


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Re: La extrema derecha postindustrial: de Alain de Benoist a Steve Bannon

Mensaje por blia blia blia. » 20 Mar 2019, 15:50

Los gurúes de la nueva derecha norteamericana han apuntado una nueva manera de hacer política que ha sido incorporada rápidamente por la ultraderecha europea. Utilizan sin ningún rubor la mentira, la difamación si hace falta, y presentan su ideario extremista sin complejos. Se muestran partidarios de apelar a los sentimientos más primarios y viscerales del pueblo y a menudo aplican tácticas electorales que rayan lo ilegal,
A mi me parece la estrategia típica del marxismo. Los medios, el discurso, la estética,... quizá sí.

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Re: La extrema derecha postindustrial: de Alain de Benoist a Steve Bannon

Mensaje por Contumacia » 21 Mar 2019, 13:57

la apelación a la emoción por encima de la razón está en el famoso argumentario goebbelsiano sobre la propaganda y la persuasión. Los cumplen toditos.
Principio de simplificación y del enemigo único.
Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.

Principio del método de contagio.
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.

Principio de la transposición.
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.

Principio de la exageración y desfiguración.
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

Principio de la vulgarización.
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.

Principio de orquestación.
La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".

Principio de renovación.
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

Principio de la verosimilitud.
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.

Principio de la silenciación.
Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.

Principio de la transfusión.
Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.

Principio de la unanimidad.
Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.

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Re: La extrema derecha postindustrial: de Alain de Benoist a Steve Bannon

Mensaje por blia blia blia. » 22 Mar 2019, 16:49

blia blia blia. escribió:
20 Mar 2019, 15:50
A mi me parece la estrategia típica del marxismo. Los medios, el discurso, la estética,... quizá sí.
Tranquis que en los últimos días no he dado un giro anti-izquierda. Me patina la neurona. Quería decir la típica estrategia del fascismo. Como bien apuntas, es de manual de propagandista fascista.

Por los medios me refería a las redes sociales. Por el discurso, porque ahora el racismo se viste con ropajes culturalistas (no conocen el idioma, no quieren adaptarse a nuestras costumbres,...) más que al color de piel y la estética porque huyen del militarismo. Pero las estrategias comunicativas,... se mantienen abiertamente y sin rubor.

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Re: La extrema derecha postindustrial: de Alain de Benoist a Steve Bannon

Mensaje por Contumacia » 22 Mar 2019, 20:07

paseando por 8chan no veo yo esa huida del militarismo ni del asquete simplemente por el color de piel... lo que pasa que llegan a tal nivel de sustitución semántica para usar los eufemismos racistas de toda la vida que cuesta pisparse de a qué carajo se refieren. Otra característica, la creación de una germanía o lenguaje propio u argot del gremio, a la que solo los iniciados pueden acceder. Si le sumas la "ironía" y el trasponer los deseos siempre en condicional para poder basarse en la negación plausible si les acusan de algo que vaya más allá de la libertad de expresión... podría pegarte un tiro en la nuca.

Estos días por ejemplo leyendo sobre "el gran reemplazamiento" y el terrorismo racista y los "ídolos" de estos asesinos me quedaba claro que ni disimulan con el identitarismo y la "autonomía étnica" sino que ya pasan a un estado bélico de "estás invadiendo mi patria, te adaptes o no", que los identitarios menos racistas no emplean (dentro de la Alt Righ también hay una Light, que no odia a los negros ni a los gays). Me hacía gracia también que no usasen el nombre del "famoso" plan de sustitución racial y destrucción de la familia vía homosexualización de soros, los reptilianos, la conspiración judeomasónica y demás, el Kalergi que puebla el imaginario de los "nacional-revolucionarios" de interné

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Re: La extrema derecha postindustrial: de Alain de Benoist a Steve Bannon

Mensaje por Violeta_Yakova » 28 Mar 2019, 20:15

Contumacia escribió:
22 Mar 2019, 20:07
paseando por 8chan no veo yo esa huida del militarismo ni del asquete simplemente por el color de piel... lo que pasa que llegan a tal nivel de sustitución semántica para usar los eufemismos racistas de toda la vida que cuesta pisparse de a qué carajo se refieren. Otra característica, la creación de una germanía o lenguaje propio u argot del gremio, a la que solo los iniciados pueden acceder. Si le sumas la "ironía" y el trasponer los deseos siempre en condicional para poder basarse en la negación plausible si les acusan de algo que vaya más allá de la libertad de expresión... podría pegarte un tiro en la nuca.
Uno de los personajes citados en el título fue bastante creativo con eso: lo llamó "etnopluralismo"... El nombre hasta parece bien intencionado a primera vista.

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