¿Por qué utilizáis ordenadores?
Publicado: 06 Oct 2009, 19:48
¿Si estáis en contra de la tecnología, porqué utilizáis ordenadores?
Esta es la pregunta que suelen hacernos todos.
Escuchan o leen nuestro discurso, y entonces, irremediablemente, aparece la pregunta.
¿Entonces, por qué usáis ordenadores?
Y piensan que han dado en el clavo.
Cinco razones podrían bastar como respuesta.
1. Porqué nos da la gana.
2. Porque somos homeopáticos.
3. Porque es legítimo utilizar cualquier medio para oponerse a un sistema que utilizará cualquier medio para expanderse y destruirte.
4. Porque no nos queda otra opción para propagar nuestro mensaje. Somos como prisioneros planeando el colapso del campo de concentración con las herramientas que hay en el mismo campo de concentración.
5. Porque somos unos hipócritas, como lo son los científicos que desarrollan biotecnología “por el bien de la
humanidad” jugando a ser Dios, los banqueros que “se preocupan por mantener la economía a flote” cuando en realidad se dedican a salvar la suya, los políticos que hablan de “velar por el bien común” cuando solo velan por el suyo, los “gobiernos pacifistas” que venden armas a mansalva o los laboratorios de transgénicos que solo quieren “solventar el hambre en el mundo” cuando lo único que van a conseguir es, a parte de modificar la vida, generar más comida, por lo tanto más población y consecuentemente más hambre.
Pero no bastan. ¿Por qué? Porque la pregunta tiene trampa.
Especialmente si la formula un anarquista concienciado con la lucha contra la explotación y la dominación de unos seres humanos sobre otros.
Pero en cualquier caso, la formule quién la formule, tiene trampa.
Cada sociedad posee una cultura que sus individuos interiorizan en mayor o menor medida, en función al grado de integración respecto al colectivo y al grado de satisfacción que las actividades cotidianas, la organización social y la función individual aportan a sus miembros. La nuestra es una sociedad mediocre, incapaz de satisfacer nuestras necesidades (ni siquiera las más básicas) sin crearnos otras nuevas y sin crearnos problemas a corto y largo plazo. Lo único que nos exige es obediencia, conformismo, pasividad, estupidez y no violencia.
Nada satisfactorio. Así que un buen día, quizá porque hemos reflexionado, leído libros o visionado películas o documentales, o porque estuvimos mirando en internet, o simplemente porque se nos ocurre, nos vamos dando cuenta de la estafa. Entonces adquirimos un conocimiento acerca del funcionamiento de la sociedad en la que vivimos que nos hace oponernos a ella y tratar de encontrar una alternativa. La cultura a la que pertenecemos choca contra la cultura a la que queremos pertenecer, lo que nos provoca una ruptura. A partir de esa ruptura, de ese desgarro, de esa imposible reconciliación con el mundo en el que hemos nacido, tratamos de crear uno nuevo que nos satisfaga y vemos como indispensable echar abajo el que nos ha hecho tan desgraciados y pusilánimes.
Nuestra cultura es inservible. Sin embargo, todo nuestro día a día, toda nuestra rutina, nuestro sustento, nuestra vida social, depende de la civilización de un modo u otro. Poseemos unas herramientas determinadas dentro de nuestra sociedad, no sólo para difundir nuestras ideas y nuestro mensaje, también para todo lo demás. Si pretendemos cambiar nuestras vidas, no nos queda más remedio que eliminar lo que nos destruye, pues nunca nos permitirá ser libres, y crear una nueva cultura, una alternativa a la que rechazamos, que nos aporte los medios que necesitamos para alcanzar nuestros fines. Aquellos que, efectivamente, han decidido romper con la civilización por completo, por regla general sólo han tenido éxito cuando han escogido vivir con otra cultura fuera de dicha civilización, la cual les ha proporcionado todos los medios necesarios para la satisfacción de sus respectivas necesidades.
La pregunta, que procede sobre todo desde los grupúsculos de izquierda (anarquistas o no), es malintencionada y ruin, porque no sólo es parcial y poco argumentada, además es hipócrita.
O si no, probaremos nosotros a hacérsela a ellos, reaccionarios:
¿Son los ordenadores que la izquierda utilizan el producto de unos sistemas de producción organizados horizontalmente, sin explotación de unos por otros?
¿Ha sido controlado el proceso de producción desde el principio de forma que hasta los mineros, los trabajadores de la fábrica, etc., poseían unas circunstancias laborales justas?
Incluso las cooperativas más “alternativas” emplean productos que han sido obtenidos a través de la explotación de personas y animales en todo el mundo, de la destrucción de los ecosistemas y de las poblaciones indígenas. Véase por ejemplo el tema del coltán, mineral indispensable para la fabricación del productos tecnológicos y que ha llevado a la República democrática del Congo a una guerra desde 1998, por no hablar de lo que indica John Zerzan “al final alguien se tiene que meter en la mina, tú no quieres meterte, yo no quiero meterme, ¿entonces quién se mete?” la respuesta es simple, alguien a quién la miseria le obligue. ¿Cómo justifican por ejemplo los que están en contra de las guerras o de la explotación su uso de la tecnología? No hay anarquía ni justicia ni ecologismo en todo ese proceso, se mire por donde se mire. Por tanto, ¿por qué trabajan apoyando estas compañías, por qué compran en el supermercado, por qué hacen uso de la energía eléctrica, por qué beben agua del grifo, compran zapatos, escriben o, en definitiva, no poseen una cultura y una sociedad auto-suficiente y capaz de producir todo lo que necesita sin explotar a terceros? ¿Este es el ejemplo que pretenden darnos? ¿Esto es ser coherente y consecuente?
Probablemente no.
Así que mientras nosotros, los hipócritas, sigamos viviendo en esta cultura seguiremos haciendo uso de ella, en todos los casos en los que lo creamos conveniente. Y no daremos más explicaciones a nadie de las que ya hemos dado en esta respuesta. Porque nadie nos las da a nosotros.
¿Qué opinión tenéis de los de izquierdas? Independientemente de lo que haya podido significar el concepto “ser de izquierdas” en el pasado cuando se estaba formando el mundo tal como es ahora y los progresos tecnológicos deslumbraban al personal haciendo que nadie se plantease las consecuencias que tenían sobre la vida y la libertad. Nosotros vamos a centrarnos en lo que consideramos que significa a día de hoy y tal como están las cosas ser de izquierdas. Para tal efecto utilizaremos el término “progre” y la expresión “ser de izquierdas” indistintamente.
Un progre, como su propio nombre indica, está a favor del progreso. Además está a favor de que el Estado resuelva o intervenga en todos los problemas del individuo o en las facetas más relevantes de su vida. Por todo ello un progre siempre estará a favor del tecnosistema, la tecnología, la técnica la industrialización, la ciencia etc. aunque promulgue ilusas restricciones, éticas y usos responsables de la misma.
Vendidos hoy los sindicatos, erradicada la solidaridad obrera, consolidada ya la precariedad de presentes y futuras generaciones, visto cómo los países comunistas evolucionan en verdaderas dinastías y con las conquistas sociales de occidente siendo lanzadas por la borda como si del lastre de un globo aerostático se tratase, ser de izquierdas hoy ha quedado relegado a algo semejante a seguir una religión con muchas normas que atañen al comportamiento social, organización, toma de decisiones y formas de proceder de sus feligreses.
Integrado totalmente en el tecnosistema el único fin del izquierdismo de hoy es el proselitismo puro y su única función la anulación de todo grupo con posibilidades de cambiar la realidad.
Es destacable el papel de guardián que desarrolla poniendo especial interés en que nadie proteste o intente cambiar las cosas con métodos no homologados por el sistema. Estos métodos tales cómo la recogida de firmas, manifestaciones pacíficas, el papelito en la urna cada x años y ante todo la no violencia han probado ser inútiles para lograr los fines que persiguen y servir únicamente para absorber y canalizar el odio y la ira que la gente le tiene al sistema y hacerlo de manera que no conlleve ningún tipo de riesgos para el mismo. Tales prácticas encuentran su máxima expresión en las “Free speech zones” instaladas en algunos eventos de los Estados Unidos. Estas zonas valladas, lejos de todo y atestadas de cámaras de videovigilancia son los espacios “reservados por la organización para protestar”.
Para cumplir sus propósitos proselitistas el progre aboga por la tiranía de lo políticamente correcto y por un concepto muy peculiar de “consenso”, que nada tiene que ver con las votaciones o con el funcionamiento autónomo, basado en hacer callar a cualquier precio a los que estén en desacuerdo con los preceptos de su seudo religión.
Queremos resaltar que en los últimos años y debido a la lógica preocupación que muchas personas muestran por la degradación del medio ambiente, la progresía, totalmente alineada con el sistema, ha querido hacer suyo el discurso ecologista pintando el progreso tecnológico como “verde”. Por nuestra parte queremos dejar claro que en la antitecnología no hay lugar para progres ni izquierdistas.
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Artículo originalmente publicado en el fanzine ANTITECNOLOGÍA.
Esta es la pregunta que suelen hacernos todos.
Escuchan o leen nuestro discurso, y entonces, irremediablemente, aparece la pregunta.
¿Entonces, por qué usáis ordenadores?
Y piensan que han dado en el clavo.
Cinco razones podrían bastar como respuesta.
1. Porqué nos da la gana.
2. Porque somos homeopáticos.
3. Porque es legítimo utilizar cualquier medio para oponerse a un sistema que utilizará cualquier medio para expanderse y destruirte.
4. Porque no nos queda otra opción para propagar nuestro mensaje. Somos como prisioneros planeando el colapso del campo de concentración con las herramientas que hay en el mismo campo de concentración.
5. Porque somos unos hipócritas, como lo son los científicos que desarrollan biotecnología “por el bien de la
humanidad” jugando a ser Dios, los banqueros que “se preocupan por mantener la economía a flote” cuando en realidad se dedican a salvar la suya, los políticos que hablan de “velar por el bien común” cuando solo velan por el suyo, los “gobiernos pacifistas” que venden armas a mansalva o los laboratorios de transgénicos que solo quieren “solventar el hambre en el mundo” cuando lo único que van a conseguir es, a parte de modificar la vida, generar más comida, por lo tanto más población y consecuentemente más hambre.
Pero no bastan. ¿Por qué? Porque la pregunta tiene trampa.
Especialmente si la formula un anarquista concienciado con la lucha contra la explotación y la dominación de unos seres humanos sobre otros.
Pero en cualquier caso, la formule quién la formule, tiene trampa.
Cada sociedad posee una cultura que sus individuos interiorizan en mayor o menor medida, en función al grado de integración respecto al colectivo y al grado de satisfacción que las actividades cotidianas, la organización social y la función individual aportan a sus miembros. La nuestra es una sociedad mediocre, incapaz de satisfacer nuestras necesidades (ni siquiera las más básicas) sin crearnos otras nuevas y sin crearnos problemas a corto y largo plazo. Lo único que nos exige es obediencia, conformismo, pasividad, estupidez y no violencia.
Nada satisfactorio. Así que un buen día, quizá porque hemos reflexionado, leído libros o visionado películas o documentales, o porque estuvimos mirando en internet, o simplemente porque se nos ocurre, nos vamos dando cuenta de la estafa. Entonces adquirimos un conocimiento acerca del funcionamiento de la sociedad en la que vivimos que nos hace oponernos a ella y tratar de encontrar una alternativa. La cultura a la que pertenecemos choca contra la cultura a la que queremos pertenecer, lo que nos provoca una ruptura. A partir de esa ruptura, de ese desgarro, de esa imposible reconciliación con el mundo en el que hemos nacido, tratamos de crear uno nuevo que nos satisfaga y vemos como indispensable echar abajo el que nos ha hecho tan desgraciados y pusilánimes.
Nuestra cultura es inservible. Sin embargo, todo nuestro día a día, toda nuestra rutina, nuestro sustento, nuestra vida social, depende de la civilización de un modo u otro. Poseemos unas herramientas determinadas dentro de nuestra sociedad, no sólo para difundir nuestras ideas y nuestro mensaje, también para todo lo demás. Si pretendemos cambiar nuestras vidas, no nos queda más remedio que eliminar lo que nos destruye, pues nunca nos permitirá ser libres, y crear una nueva cultura, una alternativa a la que rechazamos, que nos aporte los medios que necesitamos para alcanzar nuestros fines. Aquellos que, efectivamente, han decidido romper con la civilización por completo, por regla general sólo han tenido éxito cuando han escogido vivir con otra cultura fuera de dicha civilización, la cual les ha proporcionado todos los medios necesarios para la satisfacción de sus respectivas necesidades.
La pregunta, que procede sobre todo desde los grupúsculos de izquierda (anarquistas o no), es malintencionada y ruin, porque no sólo es parcial y poco argumentada, además es hipócrita.
O si no, probaremos nosotros a hacérsela a ellos, reaccionarios:
¿Son los ordenadores que la izquierda utilizan el producto de unos sistemas de producción organizados horizontalmente, sin explotación de unos por otros?
¿Ha sido controlado el proceso de producción desde el principio de forma que hasta los mineros, los trabajadores de la fábrica, etc., poseían unas circunstancias laborales justas?
Incluso las cooperativas más “alternativas” emplean productos que han sido obtenidos a través de la explotación de personas y animales en todo el mundo, de la destrucción de los ecosistemas y de las poblaciones indígenas. Véase por ejemplo el tema del coltán, mineral indispensable para la fabricación del productos tecnológicos y que ha llevado a la República democrática del Congo a una guerra desde 1998, por no hablar de lo que indica John Zerzan “al final alguien se tiene que meter en la mina, tú no quieres meterte, yo no quiero meterme, ¿entonces quién se mete?” la respuesta es simple, alguien a quién la miseria le obligue. ¿Cómo justifican por ejemplo los que están en contra de las guerras o de la explotación su uso de la tecnología? No hay anarquía ni justicia ni ecologismo en todo ese proceso, se mire por donde se mire. Por tanto, ¿por qué trabajan apoyando estas compañías, por qué compran en el supermercado, por qué hacen uso de la energía eléctrica, por qué beben agua del grifo, compran zapatos, escriben o, en definitiva, no poseen una cultura y una sociedad auto-suficiente y capaz de producir todo lo que necesita sin explotar a terceros? ¿Este es el ejemplo que pretenden darnos? ¿Esto es ser coherente y consecuente?
Probablemente no.
Así que mientras nosotros, los hipócritas, sigamos viviendo en esta cultura seguiremos haciendo uso de ella, en todos los casos en los que lo creamos conveniente. Y no daremos más explicaciones a nadie de las que ya hemos dado en esta respuesta. Porque nadie nos las da a nosotros.
¿Qué opinión tenéis de los de izquierdas? Independientemente de lo que haya podido significar el concepto “ser de izquierdas” en el pasado cuando se estaba formando el mundo tal como es ahora y los progresos tecnológicos deslumbraban al personal haciendo que nadie se plantease las consecuencias que tenían sobre la vida y la libertad. Nosotros vamos a centrarnos en lo que consideramos que significa a día de hoy y tal como están las cosas ser de izquierdas. Para tal efecto utilizaremos el término “progre” y la expresión “ser de izquierdas” indistintamente.
Un progre, como su propio nombre indica, está a favor del progreso. Además está a favor de que el Estado resuelva o intervenga en todos los problemas del individuo o en las facetas más relevantes de su vida. Por todo ello un progre siempre estará a favor del tecnosistema, la tecnología, la técnica la industrialización, la ciencia etc. aunque promulgue ilusas restricciones, éticas y usos responsables de la misma.
Vendidos hoy los sindicatos, erradicada la solidaridad obrera, consolidada ya la precariedad de presentes y futuras generaciones, visto cómo los países comunistas evolucionan en verdaderas dinastías y con las conquistas sociales de occidente siendo lanzadas por la borda como si del lastre de un globo aerostático se tratase, ser de izquierdas hoy ha quedado relegado a algo semejante a seguir una religión con muchas normas que atañen al comportamiento social, organización, toma de decisiones y formas de proceder de sus feligreses.
Integrado totalmente en el tecnosistema el único fin del izquierdismo de hoy es el proselitismo puro y su única función la anulación de todo grupo con posibilidades de cambiar la realidad.
Es destacable el papel de guardián que desarrolla poniendo especial interés en que nadie proteste o intente cambiar las cosas con métodos no homologados por el sistema. Estos métodos tales cómo la recogida de firmas, manifestaciones pacíficas, el papelito en la urna cada x años y ante todo la no violencia han probado ser inútiles para lograr los fines que persiguen y servir únicamente para absorber y canalizar el odio y la ira que la gente le tiene al sistema y hacerlo de manera que no conlleve ningún tipo de riesgos para el mismo. Tales prácticas encuentran su máxima expresión en las “Free speech zones” instaladas en algunos eventos de los Estados Unidos. Estas zonas valladas, lejos de todo y atestadas de cámaras de videovigilancia son los espacios “reservados por la organización para protestar”.
Para cumplir sus propósitos proselitistas el progre aboga por la tiranía de lo políticamente correcto y por un concepto muy peculiar de “consenso”, que nada tiene que ver con las votaciones o con el funcionamiento autónomo, basado en hacer callar a cualquier precio a los que estén en desacuerdo con los preceptos de su seudo religión.
Queremos resaltar que en los últimos años y debido a la lógica preocupación que muchas personas muestran por la degradación del medio ambiente, la progresía, totalmente alineada con el sistema, ha querido hacer suyo el discurso ecologista pintando el progreso tecnológico como “verde”. Por nuestra parte queremos dejar claro que en la antitecnología no hay lugar para progres ni izquierdistas.
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Artículo originalmente publicado en el fanzine ANTITECNOLOGÍA.